Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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sábado, 23 de febrero de 2013

¿Qué es la cultura?

Pluralidad de significados
El término "cultura" aparentemente no presenta ninguna dificultad de comprensión. Sin embargo, ésta aparece cuando contrastamos las definiciones y nos damos cuenta de que, tras esta palabra de uso frecuente, se encierran muchos sentidos, a menudo opuestos entre sí.
Cultura hace referencia a una manera de vivir el mundo e interpretarlo; al conjunto de técnicas y recursos que nos ayudan a vivir; a las instituciones que organizan nuestra convivencia; a las ideas y creencias de los pueblos y de los individuos; a un alto grado de conocimiento alcanzado por algunos miembros de una comunidad; a un conjunto de actividades apreciadas por un grupo humano; a aquello que nos distingue como especie, etc. Pero ¿qué es la cultura? ¿Cómo podemos organizar esta infinita variedad de definiciones y referencias que abarca este término?

Origen del término
Cultura es el sustantivo abstracto del verbo latino colere, que significa labrar un campo, hacerlo fértil o cultivarlo; de ahí también los términos cultivo o agricultura. Cicerón fue el primero en extender su sentido a la educación y formación del ser humano, y así hablaba de cultura animi. Con esta expresión latina traducía el concepto griego de paideia (educación) y se refería a un ideal de humanidad que debe ser alcanzado, para lo cual se necesita un "cultivo" personal, una tarea de formación y asimilación de una forma de vida que se considera ideal y humanizadora, ya sea la griega o la romana. Cultivarse es formarse en una comunidad determinada.

La cultura sería el suelo de las verdades que nos orientan. No las verdades mismas, sino su suelo, porque la cultura es una forma de mirar el mundo y no lo que en él se descubre.
A. Tornos

Dos formas de entender la cultura
El sentido etimológico de cultura agrupa dos acepciones fundamentales: formación personal e inserción en una comunidad. En la Edad Moderna, sobre todo en la Ilustración (siglo XVIII), se presentan como dos sentidos distintos de cultura: una cosas es formarse como individuo y otra integrarse en una comunidad o nación. Esta es la explicación de los dos conceptos de cultura más usados habitualmente:
  • Cultura en sentido pedagógico: La cultura representa un ideal humano que hay que alcanzar y se cifra en una serie de conocimientos e informaciones que se deben tener o actividades que hay que realizar. Este ideal humano depende de cada pueblo o de cada cultura en su segundo sentido.
  • Cultura en sentido etnográfico: La cultura es una forma de vida y de interpretar la naturaleza, producto de una sociedad. La cultura es el conjunto de creencias, tradiciones y técnicas de una determinada "etnia".
Actualmente, en una situación de diversidad cultura, ¿pueden armonizarse los dos sentidos?, ¿cuál es más importante?, ¿hay una formación de la persona más allá de cada cultura particular? La universalidad del primer sentido, que puede concretarse en el desarrollo de todas nuestras capacidades y en un cierto grado de felicidad, ¿puede extenderse a todas las culturas? Todas estas preguntas, y otras muchas, serán las propias de una aproximación filosófica a este tema.
Pero, antes de entrar en el estudio de la cultura (científica y filosóficamente), ¿ qué proporciona ésta al ser humano, en cualquiera de los dos sentidos del término?

Lo que le debemos a la cultura
Además de constituirnos como individuos, la cultura nos constituye como personas. No sólo hace posible la vida humana, también nos ayuda a que cada uno encontremos un camino propio de realización. Gracias a la cultura, estamos en el mundo de una determinada manera y no nos conformamos con vivir, sino que vivimos con sentido. La cultura hace que no sólo tengamos un entorno físico o un medio ambiente, como cualquier animal, sino también un mundo. Con la cultura habitamos los lugares, soñamos el tiempo y tenemos sentido.

- Habitar los lugares
Nuestra vida está condicionada por los paisajes y geografías en los que nacemos y vivimos. El espacio donde desarrollamos nuestras actividades habituales no es un espacio geométrico que baste sólo medir y calcular. El espacio humano tiene connotaciones: una misma habitación, por ejemplo, puede ser percibida como apacible, sobrecogedora, etc., o una ciudad puede ser vivida como amistosa, acogedora, etc. Esa humanización y personalización del espacio es obra de la cultura, y de cada cultura de una forma particular.

- Soñar el tiempo
El ser humano no puede vivir sin recordar y sin proyectar. La vida humana es tiempo, pero no entendido como una mera sucesión de instantes, sino un tiempo con sentido, con unos momentos relevantes y otros intrascendentes. No es lo mismo un día de trabajo que un día de vacaciones, aunque en los dos casos se trata de 24 horas. La cultura que vivimos nos va a ofrecer elementos para estructurar nuestro tiempo y crear nuestra manera personal de vivirlo.

- Tener sentido
Cada cultura ofrece un modo de vida a los individuos que participan de esa cultura. Ésta se constituye en la red de símbolos y expresiones con la que los humanos damos sentido al mundo, ponemos cada cosa en su lugar y nos entendemos unos a otros. Comprender una cultura es entender su forma de dar sentido a la realidad y sus lenguajes. Por eso, un mismo hecho puede tener un sentido u otro según la red simbólica de cada cultura. Esto es así porque las personas no viven entre "hechos" sino entre "sentidos".

jueves, 14 de febrero de 2013

El ser humano desde la cultura

Nuestros orígenes no son solo biológicos, también son culturales. Somos seres culturales por naturaleza; incluso el desarrollo biológico necesita de lo cultural. Creamos cultura y, a la vez, la cultura nos crea. De ahí que los antropólogos afirmen que la cultura es nuestro "segundo útero". Seres necesitados de cultura para vivir, ¡así somos los humanos!, pero siempre lo seremos en una cultura particular. Y ¿qué hacer ante la pluralidad cultural? ¿Cómo vivir en la diversidad?

La cultura: universo simbólico
El hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen parte de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica.
E. Cassirer, Antropología filosófica

Animal cultural
El ser humano es un animal cultural. Esta definición, aparentemente tan sencilla, es la clave para entender lo que somos. Somos animales, por tanto contamos con unos orígenes biológicos; y somos culturales, lo cual nos diferencia del resto de los seres vivos. Pero ¿cómo se relaciona lo biológico y lo cultural? Hay que procurar articular correctamente ambas realidades.

Del modo estratigráfico al sintético
No podemos decir que todo se reduce a lo biológico, ni presentar lo cultural como "el triunfo" de lo humano sobre lo animal. Estas son dos visiones que no recogen totalmente la complejidad de la vida humana. Ambas son herederas de un "estilo estratigráfico" de presentar la relación entre biología y cultura, según el cual, una vez completado el desarrollo biológico, comenzaría el desarrollo cultural, ya sea para verlo como una prolongación de lo biológico o como una realidad completamente separada de la anterior.
El modelo sintético, avalado por recientes investigaciones antropológicas y biológicas, presenta los diferentes aspectos de la existencia humana más relacionados. Es un estilo que intenta integrar las aportaciones de diferentes campos de investigación, evitando tanto el reduccionismo como la separación. Pretende ofrecer una imagen más exacta del ser humano.

El ser humano, animal biocultural
Es falsa la oposición que se suele hacer entre biología y cultura. Por una parte, lo biológico humano no se desarrolla sin los elementos externos (culturales) y, por otra, la cultura presupone siempre determinados procesos biológicos. Así nace el llamado paradigma biocultural, es decir, una forma de explicar lo humano que integra lo biológico y lo cultural. Para cada uno de nosotros es tan natural lo biológico como lo cultural; no hay desarrollo lingüístico o emocional sin contacto cultural, por ejemplo, ni cultura sin determinadas capacidades biológicas. Somos producto de nuestro origen biológico, de nuestro origen cultural y de su mutua interacción. Un ser humano sin cultura ("antes de la cultura") es algo contradictorio o absurdo, como un círculo cuadrado. La naturaleza humana es biocultural.

El mito del buen salvaje
Es un mito que está presente de una y otra forma en la cultura occidental. Intenta explicar lo que sería el ser humano antes de integrarse en la sociedad y de tener cultura. Normalmente se presenta como una vida feliz, sin problemas y en armonía con el entorno.
Es un mito ya presente en la tradición judeocristiana y grecorromana. Según la primera, el hombre lleva a cabo una vida feliz (¡paradisíaca!) en el paraíso, pero el pecado le hace abandonarlo, lo que provoca la necesidad de trabajar (cultura). Para la segunda, hubo una Edad de Oro en que la vida humana es plenamente simple, sana, natural y dichosa.

En la época moderna este mito vuelve a aparecer con fuerza. Se extiende la idea de que la civilización y la cultura traen la desdicha y el malestar. Ya no se puede vivir en la naturaleza y hacer uso de ella de una manera sencilla, así como dominar el resto de los animales, hablar con ellos y conocer sus secretos. Tal sería el caso del "buen salvaje", descrito por Rousseau (siglo XVIII), al que la sociedad pervierte; o los "hombres de la selva", descritos por Kipling o presentes en la mitología más moderna y cinematográfica, como es el caso de Tarzán.
Ese ser humano "antes de la cultura" es una imagen que pervive en nuestra tradición desde sus orígenes (bíblicos y griegos) hasta la actualidad, pero es un ser que no ha podido existir ni existirá nunca: sin cultura no hay hombres. Sin embargo, el mito conserva su fuerza y nos obliga a preguntarnos qué es la cultura, cómo entenderla y, en definitiva, quiénes somos.

Nuestra naturaleza biocultural
Nuestras características biológicas nos fuerzan a ser culturales y nuestro desarrollo cultural transforma esas mismas características. Dos antropólogos, C. Geertz y A. Gehlen, han puesto de relieve esta relación mutua entre biología y cultura. Son claros defensores del llamado "paradigma biocultural".

Como consecuencia de su primitivismo orgánico y su carencia de medios, el hombre es incapaz de vivir en cualquier esfera de la naturaleza realmente natural y original. Por lo tanto ha de superar él mismo la deficiencia de los medios orgánicos que se le han negado y esto acontece cuando transforma el mundo con su actividad en algo que sirve a la vida. La naturaleza transformada por él en algo útil para la vida se llama cultura, y el mundo cultural es el mundo humano. Para él no han posibilidad de existencia en una naturaleza no cambiada, en una naturaleza no "desenvenenada". No hay una "humanidad natural" en el sentido estricto: es decir, no hay una sociedad humana sin armas, sin fuego, sin alimentos preparados y artificiales, sin techo y sin formas de cooperación elaborada. La cultura es pues la "segunda naturaleza"; esto quiere decir que es la naturaleza humana, elaborada por él mismo y la única en que puede vivir.
A. Gehlen, El hombre

Nuestras ideas, nuestros valores, nuestros actos y hasta nuestras emociones son, lo mismo que nuestro propio sistema nervioso, productos culturales, productos elaborados partiendo ciertamente de nuestras tendencias, facultades y disposiciones con que nacimos, pero ello no obstante productos elaborados. Chartres está hecha de piedra y vidrio, pero no es solamente piedra y vidrio; es una catedral y no solo una catedral, sino una catedral construida en un tiempo particular por ciertos miembros de una particular sociedad. Para comprender lo que Chartres significa, para percibir lo que ella es, se impone conocer bastante más que las propiedades genéricas de la piedra y el vidrio y bastante más de lo que es común a todas las catedrales. Es necesario comprender también -y, a mi juicio, esto es lo más importante- los conceptos específicos sobre las relaciones entre Dios, el hombre y la arquitectura que rigieron la creación de esa catedral. Y con los hombre ocurre lo mismo: desde el primero al último también ellos son artefactos culturales.
C. Geertz, La interpretación de las culturas

viernes, 1 de febrero de 2013

Los yacimientos de Atapuerca

A finales del siglo XIX se empezó a construir un ferrocarril para transportar mineral hacia las proximidades de Burgos que requería la realización de un túnel. Las excavaciones efectuadas pusieron al descubierto en la sierra de Atapuerca una serie de cuevas repletas de sedimentos fósiles. Destacan dos: la Sima de los Huesos y la Gran Dolina. Estos yacimientos de la sierra de Atapuerca se comenzaron a excavar a partir de 1978, bajo la dirección de E. Aguirre. Desde 1991 la dirección del proyecto corresponde a J.L. Arsuaga, J.Mª Bermúdez de Castro y E. Carbonell.


La Sima de los Huesos
El conjunto de los hallazgos de la Sima de los Huesos representa el mayor yacimiento de fósiles humanos jamás descubierto. Hay al menos restos de treinta y dos humanos.
La datación directa de los materiales encontrados arrojan una edad superior a los 300.000 años para los fósiles humanos y una edad mínima de 200.000 años para el conjunto.
Hasta el año 2002 se recuperaron más de 2.000 fósiles humanos en la Sima de los Huesos, incluyendo tres cráneos muy completos, entre los que destaca el famoso nº 5. Se han podido identificar un mínimo de 32 individuos distintos entre los que hay tres niños de menos de 12 años, dieciséis adolescentes entre 12 y 20 años y trece adultos jóvenes entre 20 y 35 años.
Todos los huesos del esqueleto humano están presentes en la colección de la Sima de los Huesos, incluyendo los más pequeños y delicados, como los huesos de los dedos de manos y pies, o los huesos del oído. Esto nos indica que en la Sima de los Huesos se acumularon cuerpos humanos enteros y no simplemente algunos huesos sueltos arrastrados allí accidentalmente.
¿Cuál pudo ser la causa de la acumulación de tantos cadáveres humanos en la Sima de los Huesos? La ausencia de hervíboros descarta la posibilidad de que los humanos fueran conducidos allí por los grandes carnívoros, que hubieran aportado también sus presas más habituales. Tampoco se trataba de un lugar de ocupación humana, por la ausencia de restos.
Los seres humanos de la Sierra de los Huesos eran antepasados de los neandertales. Los fósiles comparten ciertos rasgos craneales tanto con los neandertales como con el hombre moderno (homo sapiens), pero ausentes en el homo erectus asiático, lo que refuerza la hipótesis según la cual los neandertales y el hombre moderno tuvieron en tiempos remotos un antepasado común. Este antepasado es el homo antecessor, encontrado en la Gran Dolina.

La Gran Dolina y el Homo antecessor
En la Gran Dolina se han encontrado más de un centenar de herramientas de piedra y casi ochenta  fósiles humanos pertenecientes a un mínimo de seis individuos diferentes. Estos fósiles constituyen indiscutiblemente el registro fósil más antiguo de Europa perteneciente a nuestro propio género, es decir, a los primeros europeos. El estudio de estos fósiles humanos ha llevado a los investigadores de Atapuerca a atribuirlos a una nueva especie humana: el homo antecessor. Se ha determinado la antigüedad de estos fósiles en más de 780.000 años. Es muy extraño que un hueso humano fosilizara en una cueva. La respuesta que han dado los investigadores es simple: fueron fruto del canibalismo. Sus huesos presentan estrías de corte de utensilios (para separar la carne del hueso).


El rostro del Homo antecessor
El homo antecessor, encontrado en la Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca, es el último antepasado común de neandertales y humanos modernos. Los datos de la biología molecular refuerzan los propios descubrimientos paleontológicos. Del homo antecessor provendría el homo heidelbergensis (cuyos restos fósiles se encuentran también en la Sima de los Huesos, en la sierra de Atapuerca) y los neandertales. Los neandertales existieron hasta hace unos 30.000 años y coexistieron durante miles de años con los humanos modernos venidos de África. Por tanto, los hallazgos de la sierra de Atapuerca representan un paso decisivo en la investigación paleoantropológica en busca de nuestros orígenes. Los descubrimientos de Atapuerca completan el árbol evolutivo de los homínidos y, a la vez, cuestionan muchas de las ideas admitidas anteriormente. Pero lo más sorprendente de esta investigación es que todavía no está concluida y, por tanto, son muchas más las sorpresas que nos puede ofrecer sobre nuestro pasado.

La cara del Niño de la Gran Dolina es increíblemente moderna. En el homo habilis, el homo ergaster y, por lo que se sabe, también en el homo erectus, el esqueleto de la cara es todavía bastante plano. Sin embargo, nuestra cara tiene relieves, porque la abertura nasal se encuentra en una posición más adelantada que el resto, y los huesos de las mejillas (el maxilar y el malar) están excavados por debajo de los pómulos, que forman así un saliente marcado. Es esa combinación de un frontal primitivo con una cara moderna lo que hace que el Niños de la Gran Dolina no sea un fósil más, sino un espécimen muy importante para el conocimiento de nuestros orígenes.
Siempre se creyó que la cara moderna era reciente en la evolución humana, o sea, que aparecía con nuestra especie, y de pronto vemos que ya existía hace 800.000 años. ¿Dónde se encuentran los fósiles con cara moderna de edad intermedia? La respuesta la tenemos en la propia Gran Dolina, donde también se han encontrado fragmentos del esqueleto de la cara de individuos adultos que presentan el relieve atenuado. Ahora sabemos que a lo largo del desarrollo la cara crecía hasta hacerse muy grande y robusta, también más hinchada por la expansión de los senos maxilares, enmascarándose en definitiva en el adulto los rasgos de la faz infantil.
Muchos cientos de miles de años después, nuestros antepasados directos experimentaron una expansión cerebral que modificó la estructura del neurocráneo, y una reducción del aparato masticador, que afecta a la cara, la mandíbula y los dientes. Estos son los dos rasgos craneales que nos singularizan. La expansión cerebral supuso una reorganización bastante completa del neurocráneo junto con un cambio muy apreciable en su forma, pero la reducción del aparato masticador se llevó a cabo de la manera más sencilla posible: el esqueleto facial no se desarrolla completamente y mantiene un aspecto infantil. O dicho de otra manera, nuestra cara de adultos es como la de los niños de nuestros antepasados.
J.L. Arsuaga e I. Martínez, La especie elegida