Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 24 de noviembre de 2013

La dimensión temporal del ser humano

Al hablar del dinamismo del conocimiento, de sus cambios, avances y posible progreso, estamos haciendo referencia siempre a una dimensión fundamental en la vida humana: el tiempo. Sin él no seríamos capaces de entender nuestra vida ni el propio conocimiento. Puesto que somos limitados en el tiempo, tenemos interés en aprovecharlo. Puesto que el tiempo va marcando el devenir de la humanidad, decimos que existe la historia.
Sin embargo, definir qué es el tiempo es una de las tareas más complejas a las que podemos enfrentarnos, porque parece ser un elemento que escapa a una conceptualización precisa. El tiempo es lo que marcan los relojes, lo que hace que nuestra piel vaya arrugándose, lo que produce poco a poco cambios en el mundo...

 Tipos de tiempo 

Podemos distinguir tres modos de entender el tiempo:
- El tiempo psicológico: es el tiempo de mi vida, tal como yo lo percibo subjetivamente. La sensación que tengo de que transcurre deprisa y despacio. La valoración que hago de si lo aprovecho o si lo dejo pasar. Se trata de una apreciación personal.
- El tiempo cosmológico: es el tiempo del mundo, el que intentamos medir y calcular, el que nos permite hablar de la edad de las estrellas o del mismo universo. Es el tiempo "real" en cuanto objetivo.
-El tiempo histórico: es un "tercer tiempo", que queda a medio camino entre mi tiempo personal (psicológico) y el tiempo objetivo (cosmológico). Es el tiempo de los acontecimientos de la humanidad. Lo que nos permite entender que hay épocas diferentes, que todo va cambiando. En cierto modo, es el intento de integrar el tiempo personal en el tiempo universal, es lo que hacemos con los calendarios: nuestra propia vida inscrita en el tiempo del mundo.

 El tiempo como dimensión humana 

El ser humano es un ser histórico. Se inscribe en el transcurrir del mundo. Puesto que tiene una dimensión temporal y no puede prescindir de ella, el ser humano intenta entenderse a sí mismo y a los otros en relación con el tiempo de su vida. Esto hace que pertenezca a una generación, es decir, a un grupo de personas que comparten un tiempo específico: el tiempo que dura su vida. Y esto hace también que podamos hablar de que las personas que comparten una misma edad histórica son "coetáneos". Somos, pues, "hijos de nuestro tiempo" porque recibimos una cultura, un conocimiento, un modo de concebir la realidad dependiente de "la altura de los tiempos" que nos ha tocado vivir.


 ¿Qué es el tiempo? 

A pesar de parecer una pregunta fácil, cuando se plantea desde su profundidad y desde sus implicaciones para el ser humano, esta cuestión es lo suficientemente compleja como para que no sea posible una definición única y unánime. La reflexión sobre el tiempo y la vida es una constante en la filosofía.

Lo claro y evidente ahora es que ni existe el futuro ni el pasado. Tampoco se puede decir con exactitud que sean tres los tiempos: pasado, presente y futuro. Habría que decir con más propiedad que hay tres tiempos: un presente de las cosas pasadas, un presente de las cosas presentes y un presente de las cosas futuras. El presente de las cosas idas es la memoria. El de las cosas presentes es la percepción o visión. Y el presente de las cosas futuras, la espera.
San Agustín, Confesiones (adaptado)

Cada hombre habita una zona del tiempo en el que convive propiamente con los demás que en él viven. Convivimos con el tiempo, dentro de él. Y así sucede que convivimos más estrechamente con quienes más alejados de nosotros viven en el espacio, viven en el mismo tiempo, que con otros más próximos que viven en realidad en otro tiempo; con ellos podemos entendernos, y aun sin entrar en relación directa, actuar de acuerdo, coincidir en ciertos pensamientos. Pero el tiempo es continuidad, herencia, consecuencia. Pasa sin pasar enteramente, pasa transformándose. Al pasar se hace pasado, no desaparece. Si desapareciese totalmente no tendríamos historia. Mas, si el futuro no estuviese actuando, si el futuro fuese simple no-estar todavía, tampoco tendríamos historia. El futuro se nos presenta primariamente, como "lo que está al llegar". El que así sintamos el futuro nos permite vivir, estar vivos; no podríamos vivir sin esta presión del futuro que viene a nuestro encuentro.
M. Zambrano, Persona y democracia (adaptado)

sábado, 16 de noviembre de 2013

El conocimiento humano: el progreso y el cambio

El conocimiento humano tiene una dimensión individual: yo que conozco, y también una dimensión social: nosotros, como comunidad, como grupo, como sociedad o como toda la humanidad. Este "nosotros" conoce y va construyendo un conjunto de conocimientos compartidos sobre los que se van añadiendo nuevos datos. Eso que ya otros han descubierto, experimentado o estudiado antes que nosotros conforma nuestra historia y el acervo de conocimientos y saberes de las distintas culturas.

Biblioteca del monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid)
El conocimiento humano es dinámico, nuca se puede dar por terminado. Esto es así por dos razones: la primera, porque siempre es posible ampliar la información y, la segunda, porque los conocimientos considerados válidos pueden ser superados o puestos en cuestión. La historia del conocimiento humano muestra cómo ideas que se consideraban "verdaderas" han sido después demostradas como falsas o incorrectas. Esto ha ocurrido en todos los ámbitos: en el conocimiento cientïfico, por ejemplo, la convicción de que el Sol giraba alrededor de la Tierra fue considerada incuestionable hasta el siglo XVI, momento en que Copérnico propuso una nueva teoría: el heliocentrismo, según la cual el Sol estaba fijo y era la Tierra la que giraba a su alrededor. Esto supuso no sólo el derrocamiento de una teoría científica, sino también un cambio de mentalidad y de la concepción general del mundo y del lugar que el ser humano ocupa en él. También, por ejemplo, en algunas teorías éticas, durante mucho tiempo se pensó que unos seres humanos eran superiores a otros, y esto justificaba la esclavitud de los inferiores. Sin embargo, esta idea ha sido sustituida por la convicción de que los seres humanos son libres e iguales, y por tanto no pueden estar sometidos a esclavitud. Ahora bien, igual que hoy en día quedan todavía personas que no se han enterado de que la Tierra se mueve, también hay quien no ha entendido que la esclavitud es un grave error.

 El conocimiento dinámico 
Este dinamismo de las ideas es debido, a su vez, a las características del conocimiento:
- Por una parte, el sujeto que conoce, el ser humano, es limitado y no tiene un conocimiento absoluto y perfecto. Sus limitaciones son de varios tipos: físicas (hay cosas a las que le es imposible acceder o conocer); biológicas (la mente humana es limitada en su capacidad de conocimiento); y sociales (las comunidades determinan culturalmente los tipos de conocimientos válidos).
- Por otro lado, el objeto conocido, la realidad, es cambiante. Conserva siempre una cierta continuidad que se mantiene estable, lo que nos permite saber que siempre es la misma realidad. Pero también va cambiando y transformándose, en buena medida por la misma intervención del ser humano en ella, que la modifica.
Esto quiere decir que no es posible establecer leyes que expresen regularidades de la naturaleza, de la realidad, con una seguridad total. Sólo podemos conocer con un cierto grado de certeza, sabiendo que todo lo que consideramos válido puede ser sólo provisional.
Sin embargo, existe una clara convicción de que el conocimiento humano avanza y va siendo cada vez más completo y perfecto. Existen datos que nos permiten afirmar ese desarrollo. Sin embargo, esta confianza en nuestro conocimiento es deudora de la idea de progreso.

 La idea de progreso 
El progreso es el avance a lo largo del tiempo del modo tal que lo que se obtiene o aquello a lo que se llega es siempre mejor que lo que se tenía previamente o aquello de lo que se parte. Es decir, entendemos el tiempo con una dimensión de perfeccionamiento y ascenso, en sentido positivo. Esta idea nació en la Ilustración (siglo XVIII), cuando se pensó que la razón humana tenía grandes posibilidades y que sus conocimientos serían siempre mejores, más profundos, más elaborados y más perfectos.
Sin embargo, la idea de progreso ya fue cuestionada desde sus comienzos: ¿podemos afirmar que el presente es mejor que el pasado y que el futuro será mejor que el presente?

 El avance del conocimiento: ¿acumulación o revolución? 
En 1962, T. S. Kuhn publicó un libro titulado La estructura de las revoluciones, una obra de gran importancia porque aportó un análisis sobre cómo avanza el conocimiento que obligó a realizar un replanteamiento de todos los conceptos vigentes hasta entonces. Aunque Kuhn se refiere al conocimiento científico, su perspectiva es válida para otros tipos de conocimiento.

 El conocimiento como acumulación 
La concepción clásica del conocimiento consideraba que el modo de avanzar en el saber era la acumulación de datos, informaciones y resultados. Así, los nuevos conocimientos se irán sumando a los anteriores, construyendo un edificio cada vez más complejo y perfecto. Este sistema tenía que ver con esta idea de progreso en la que se entiende que el mayor número de conocimientos está relacionado con un saber mejor.

 El conocimiento como revolución 
Kuhn niega la idea de acumulación y defiende que el conocimiento avanza "a saltos", de manera revolucionara, es decir, rompiendo el esquema existente para pasar a uno nuevo. Según Kuhn, el avance del conocimiento se produce del modo siguiente:


Thomas S. Kuhn 1922-1996
- Existe un periodo precientífico en el que "se gestan" las bases de lo que será un paradigma, es decir, un conjunto de afirmaciones compartidas por la comunidad científica (teorías, presupuestos, valores, etc.). El paradigma es todo aquello que constituye el marco cultural, teórico e ideológico en el que se inscriben los científicos.
- Una vez que se ha establecido un paradigma, nos encontramos en un periodo de "ciencia normal" en el que se trabaja para depurar y desarrollar el paradigma, esto es, elaborar todas las teorías derivadas de esa idea, resolver problemas, aportar nuevos resultados, etc.
- Sin embargo, llega un momento en el que aparecen demasiadas anomalías y dificultades que no parecen poder resolverse desde dentro del propio paradigma. Esto hace que algunos científicos empiecen a plantear un paradigma nuevo que se enfrenta al ya existente. A este periodo lo denomina Kuhn "crisis", porque se produce la ruptura de un paradigma y su sustitución por uno nuevo: una revolución. Una vez que este nuevo paradigma se ha establecido, volvemos a un periodo de ciencia normal.

El conocimiento avanza así no sólo aportando nuevos conocimientos dentro de un paradigma, sino, sobre todo, pasando de un paradigma a otro, con lo que se plantean nuevos modos de trabajar, pensar y entender el propio conocimiento. En estos "saltos" o rupturas es donde se dan verdaderamente las revoluciones que hacen cambiar y desarrollar el conocimiento.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Xavier Zubiri: la inteligencia sentiente

Xavier Zubiri (1898-1983) es un pensador vasco que figura entre los filósofos más importantes del siglo XX. En diálogo permanente con las ciencias de su época y preocupado por la cuestión del conocimiento, su obra más importante es la trilogía sobre la inteligencia, titulada Inteligencia sentiente; en ella elabora su teoría acerca de cómo el ser humano accede a la realidad desde la mera captación de los datos (aprehensión sensible), pasando por la elaboración lógico-lingüística, hasta llegar a la razón, punto más elevado del pensamiento humano, pero asimismo deudor de los anteriores e incomprensible sin ellos.


Con una sólida formación, consecuencia de sus años de estudio en las universidades de Madrid, Lovaina y Roma, Xavier Zubiri es un pensador en el que confluyen varias corrientes filosóficas. Entre ellas caben destacarse el raciovitalismo de Ortega, la fenomenología de Husserl y el existencialismo de Heidegger. Pero, más allá de estas influencias, Zubiri desarrolla una filosofía que no se encuadra dentro de ninguna corriente filosófica concreta. Entre sus obras se encuentran, además de la trilogía Inteligencia sentiente, Cinco lecciones de filosofíaNaturaleza, Historia, DiosEl hombre y Dios y Sobre el hombre, obras póstumas estas dos últimas.

1. La inteligencia sentiente
Zubiri parte de la convicción de que la inteligencia no es un proceso desligado de los datos sensibles, es decir, que la inteligencia arranca de la sensibilidad, entendiendo ésta como la "mera aprehensión primordial de los dado".
El ser humano conoce siempre a partir de los datos que le llegan a través de los sentidos y responde a ellos de un modo diferente a como lo hace el animal: es capaz de registrar esos datos como realidades distintas de sí mismo. Por eso, no hay dicotomía posible entre lo que hace la inteligencia y lo que reciben los sentidos, sino que ambos se articulan en una inteligencia sentiente. El sentir es el punto de partida del conocer; el conocer dota de significado al sentir.

2. Zubiri en el debate de la filosofía moderna
La filosofía moderna había planteado un problema: ¿cómo conocemos: a través de la experiencia que nos proporcionan los sentidos, o por medio de la razón y sus principios? Empiristas y racionalistas habían destacado la importancia de uno u otro polo. La posibilidad de una integración en Kant y en Husserl se presentaba como la única alternativa, y aún se decantaban por la razón. Zubiri parte de la fenomenología de Husserl pero va más allá, logrando una verdadera articulación de los dos elementos (experiencia y razón) y rompiendo la tradicional distinción entre el sujeto y el objeto del conocimiento. Quien conoce es modificado y condicionado por lo conocido, y viceversa.

3. Aprehensión primordial, logos y razón
Con estas tres difíciles palabras, Zubiri quiere decir algo sencillo: la aprehensión primordial es el primer paso del conocimiento, la toma de contacto con el mundo, que se presenta ante el ser humano como dato de su sensibilidad. El logos es un segundo paso, en el que aparece la dimensión conceptual: aquello que ha sido aprehendido es ahora elaborado en forma de juicios. Finalmente, el tercer paso es la razón, la tarea más compleja del conocimiento, que elabora esbozos, es decir, propuestas para comprender el mundo. Los productos de la razón son las teorías.



Los sentidos como acceso a la realidad
Con su inteligencia, el hombre sabe, o cuando menos intenta saber, lo que son las cosas reales. Estas cosas están "dadas" por los sentidos. Pero los sentidos, se nos dice, no nos muestran lo que son las cosas reales. Éste es el problema que ha de resolver la inteligencia y sólo la inteligencia. Los sentidos no hacen sino suministrar los "datos" de que la inteligencia se sirve para resolver el problema de conocer lo real. Lo sentido es siempre y sólo el conjunto de "datos" para un problema intelectivo. Pero esto, con ser verdad, no es la verdad primaria. La función de lo sensible no es plantear un problema a la inteligencia, sino ser la primaria vía de acceso a la realidad.
X. Zubiri, "Notas sobre la inteligencia humana", en Siete ensayos de antropología filosófica (adaptado)