jueves, 11 de junio de 2009

La voluntad de vivir o la voluntad de poder


La filosofía de Schopenhauer se instala en la tradición voluntarista de la Historia de la Filosofía, en la que la voluntad es el centro y eje de toda actividad humana. El querer es la condición de conocer y de actuar en general. Frente al "yo pienso" cartesiano, se erige el "yo quiero" schopenhaueriano.
Para Schopenhauer (1788-1861), la energía de la Naturaleza es la voluntad de vivir y de sobrevivir a todos los obstáculos posibles.
Así pues, la Voluntad es la esencia del mundo, es la fuerza que impulsa a todos los seres a seguir viviendo. Pero se trata de una fuerza desconocida, de la que sólo sabemos sus resultados y manifestaciones, esto es, su despliegue en el mundo a través de los seres que se esfuerzan por permanecer y vivir.
Nietzsche (1840-1900), siguiendo el camino abierto por Schopenhauer, interpreta que la voluntad de poder es la pasión que se erige por encima de todas las demás: lo que verdaderamente mueve al ser humano no es el deseo de conocer o querer algo concreto y determinado, sino el deseo cuasi-infinito de querer absolutamente todo, de dominar absolutamente todo, es decir, el amor al poder por sí mismo.
En la concepción nietzscheana, la vida humana es simplemente el reflejo de la lucha entre instintos diversos en la que siempre se logran imponer aquellos que tienen mayor capacidad de dominio. En este sentido, es preciso distinguir dos tipos de seres humanos:
  1. Aquéllos cuya voluntad de poder está dominada por fuerzas reactivas que impiden el verdadero desarrollo de los impulsos humanos. Son individuos cuya voluntad está perdida en la búsqueda de ilusiones suprasensibles. Nietzsche se refiere al sujeto religioso, al cristiano, que cree que la verdadera realidad está en otro mundo.
  2. Las personas cuya voluntad de poder está dominada por fuerzas activas, propias de un espíritu libre, creador y generoso. Son seres humanos fieles a la tierra, que valoran la realidad sensible y que saben, en palabras de Nietzsche, que "Dios ha muerto".
Para Nietzsche, el superhombre representa a este tipo de hombre libre, generoso, espíritu creador, fiel a la tierra, que sabe perfectamente que la verdadera realidad de la especie humana no puede estar en la búsqueda de paraísos imaginarios.

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