viernes, 1 de febrero de 2013

Los yacimientos de Atapuerca

A finales del siglo XIX se empezó a construir un ferrocarril para transportar mineral hacia las proximidades de Burgos que requería la realización de un túnel. Las excavaciones efectuadas pusieron al descubierto en la sierra de Atapuerca una serie de cuevas repletas de sedimentos fósiles. Destacan dos: la Sima de los Huesos y la Gran Dolina. Estos yacimientos de la sierra de Atapuerca se comenzaron a excavar a partir de 1978, bajo la dirección de E. Aguirre. Desde 1991 la dirección del proyecto corresponde a J.L. Arsuaga, J.Mª Bermúdez de Castro y E. Carbonell.


La Sima de los Huesos
El conjunto de los hallazgos de la Sima de los Huesos representa el mayor yacimiento de fósiles humanos jamás descubierto. Hay al menos restos de treinta y dos humanos.
La datación directa de los materiales encontrados arrojan una edad superior a los 300.000 años para los fósiles humanos y una edad mínima de 200.000 años para el conjunto.
Hasta el año 2002 se recuperaron más de 2.000 fósiles humanos en la Sima de los Huesos, incluyendo tres cráneos muy completos, entre los que destaca el famoso nº 5. Se han podido identificar un mínimo de 32 individuos distintos entre los que hay tres niños de menos de 12 años, dieciséis adolescentes entre 12 y 20 años y trece adultos jóvenes entre 20 y 35 años.
Todos los huesos del esqueleto humano están presentes en la colección de la Sima de los Huesos, incluyendo los más pequeños y delicados, como los huesos de los dedos de manos y pies, o los huesos del oído. Esto nos indica que en la Sima de los Huesos se acumularon cuerpos humanos enteros y no simplemente algunos huesos sueltos arrastrados allí accidentalmente.
¿Cuál pudo ser la causa de la acumulación de tantos cadáveres humanos en la Sima de los Huesos? La ausencia de hervíboros descarta la posibilidad de que los humanos fueran conducidos allí por los grandes carnívoros, que hubieran aportado también sus presas más habituales. Tampoco se trataba de un lugar de ocupación humana, por la ausencia de restos.
Los seres humanos de la Sierra de los Huesos eran antepasados de los neandertales. Los fósiles comparten ciertos rasgos craneales tanto con los neandertales como con el hombre moderno (homo sapiens), pero ausentes en el homo erectus asiático, lo que refuerza la hipótesis según la cual los neandertales y el hombre moderno tuvieron en tiempos remotos un antepasado común. Este antepasado es el homo antecessor, encontrado en la Gran Dolina.

La Gran Dolina y el Homo antecessor
En la Gran Dolina se han encontrado más de un centenar de herramientas de piedra y casi ochenta  fósiles humanos pertenecientes a un mínimo de seis individuos diferentes. Estos fósiles constituyen indiscutiblemente el registro fósil más antiguo de Europa perteneciente a nuestro propio género, es decir, a los primeros europeos. El estudio de estos fósiles humanos ha llevado a los investigadores de Atapuerca a atribuirlos a una nueva especie humana: el homo antecessor. Se ha determinado la antigüedad de estos fósiles en más de 780.000 años. Es muy extraño que un hueso humano fosilizara en una cueva. La respuesta que han dado los investigadores es simple: fueron fruto del canibalismo. Sus huesos presentan estrías de corte de utensilios (para separar la carne del hueso).


El rostro del Homo antecessor
El homo antecessor, encontrado en la Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca, es el último antepasado común de neandertales y humanos modernos. Los datos de la biología molecular refuerzan los propios descubrimientos paleontológicos. Del homo antecessor provendría el homo heidelbergensis (cuyos restos fósiles se encuentran también en la Sima de los Huesos, en la sierra de Atapuerca) y los neandertales. Los neandertales existieron hasta hace unos 30.000 años y coexistieron durante miles de años con los humanos modernos venidos de África. Por tanto, los hallazgos de la sierra de Atapuerca representan un paso decisivo en la investigación paleoantropológica en busca de nuestros orígenes. Los descubrimientos de Atapuerca completan el árbol evolutivo de los homínidos y, a la vez, cuestionan muchas de las ideas admitidas anteriormente. Pero lo más sorprendente de esta investigación es que todavía no está concluida y, por tanto, son muchas más las sorpresas que nos puede ofrecer sobre nuestro pasado.

La cara del Niño de la Gran Dolina es increíblemente moderna. En el homo habilis, el homo ergaster y, por lo que se sabe, también en el homo erectus, el esqueleto de la cara es todavía bastante plano. Sin embargo, nuestra cara tiene relieves, porque la abertura nasal se encuentra en una posición más adelantada que el resto, y los huesos de las mejillas (el maxilar y el malar) están excavados por debajo de los pómulos, que forman así un saliente marcado. Es esa combinación de un frontal primitivo con una cara moderna lo que hace que el Niños de la Gran Dolina no sea un fósil más, sino un espécimen muy importante para el conocimiento de nuestros orígenes.
Siempre se creyó que la cara moderna era reciente en la evolución humana, o sea, que aparecía con nuestra especie, y de pronto vemos que ya existía hace 800.000 años. ¿Dónde se encuentran los fósiles con cara moderna de edad intermedia? La respuesta la tenemos en la propia Gran Dolina, donde también se han encontrado fragmentos del esqueleto de la cara de individuos adultos que presentan el relieve atenuado. Ahora sabemos que a lo largo del desarrollo la cara crecía hasta hacerse muy grande y robusta, también más hinchada por la expansión de los senos maxilares, enmascarándose en definitiva en el adulto los rasgos de la faz infantil.
Muchos cientos de miles de años después, nuestros antepasados directos experimentaron una expansión cerebral que modificó la estructura del neurocráneo, y una reducción del aparato masticador, que afecta a la cara, la mandíbula y los dientes. Estos son los dos rasgos craneales que nos singularizan. La expansión cerebral supuso una reorganización bastante completa del neurocráneo junto con un cambio muy apreciable en su forma, pero la reducción del aparato masticador se llevó a cabo de la manera más sencilla posible: el esqueleto facial no se desarrolla completamente y mantiene un aspecto infantil. O dicho de otra manera, nuestra cara de adultos es como la de los niños de nuestros antepasados.
J.L. Arsuaga e I. Martínez, La especie elegida

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