Ortega estudiaba filosofía en Madrid y, más adelante en Leipzig, Berlín y Marburgo. Posteriormente da clases en la Universidad de Madrid hasta 1936. Entre sus obras destacan, además de las que se citarán posteriormente, España invertebrada, Ideas y creencias, Qué es filosofía o Historia como sistema.
Gran conocedor de la historia de la filosofía, Ortega procura desmarcarse de planteamientos anteriores haciendo una síntesis entre el racionalismo de Descartes y el vitalismo de Nietzsche. Así, su pensamiento puede calificarse como raciovitalista. El concepto fundamental de su filosofía es el de razón vital, el cual está íntimamente relacionado con la vida humana, con la historia y con la cultura.
El acto cultural es creador
Para Ortega, la cultura es una forma de discurso que "da razón" y sentido a las cosas. Se nos presenta unida a una capacidad humana de diálogo con el mundo.
Las Meditaciones del Quijote, su primer gran libro, es su gran aportación a la filosofía de la cultura. Frente a los grandes temas de la filosofía, empieza planteándose las cosas más nimias, las más cercanas, las que tenemos en nuestro derredor. Estas cosas son las que componen la cultura; son nuestra circunstancia. Y en ellas nos tenemos que centrar, de manera heroica, para que no nos ocurra como a Don Quijote, que se olvidó de lo más próximo. El héroe es aquel que inventa y crea, y esa creación es la cultura. La cultura es, pues, el cultivo de lo inmediato, de lo cercano, es decir, de la vida. La cultura encauza la vida, porque detrás de ella está la experiencia cotidiana. Este tema no será nunca abandonado por Ortega. Llega a decir que "el acto específicamente cultural es el creador", el que da sentido a la vida, y dar sentido es la única forma de salvar la circunstancia. Este acto creador que es la cultura extrae ese logos, esa idea o concepto, de lo cotidiano, lo cual, una vez objetivado, se convierte en una perspectiva sobre el mundo, en el modo en que el mundo queda articulado.
Cultura como circunstancia
"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo", dirá Ortega en las Meditaciones. Salvar las circunstancias es ponerlas en relación con el todo, establecer su sentido. Por ello, la cultura es conexión y relación con el mundo. El hombre no se puede entender sin estas relaciones y sin cultura. No somos una entidad separada de lo que nos rodea. Estamos condicionados por nuestra circunstancia. La vida humana es coexistencia con el mundo.
La crítica de la cultura
La crítica a la cultura de Ortega se dirige a aquella cultura que se ha olvidado de la vida, de la realidad radical. Es una cultura que se ha traicionado a sí misma y ha perdido su vitalidad. La obra cumbre de la crítica cultural es La rebelión de las masas, en la que diagnostica la situación en que se encuentra la cultura occidental.
Cultura y vitalidad
El gran mérito de Ortega radica en conducir su análisis al momento en que surge la cultura, al momento de la instauración del sentido en el mundo. Su filosofía es una forma de conectar cultura y vida. La cultura ha de estar al servicio de la vida. Este es el criterio que le permite elaborar una crítica de la cultura. El hombre que ha perdido la creatividad y la fuerza de instaurar sentido se ha alejado de la cultura. La civilización occidental ha producido este tipo de hombre: el hombre masa, el hombre sin cultura.
El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. Traduzcámoslo, sin alterarlo, a la terminología sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. No se entienda, pues, por masas sólo ni principalmente "las masas obreras". Masa es "el hombre medio". De este modo se convierte lo que era meramente cantidad -la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico.
J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas
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