sábado, 22 de junio de 2013

¿Una cuestión de palabras? Reivindicación del término "persona"

1. Importancia de los términos
A la filosofía le ha interesado desde sus comienzos el uso apropiado de los conceptos, pues detrás de cada término hay muchas referencias y connotaciones que pueden llevar a error o producir confusión. El análisis de términos es muy importante, sobre todo cuando utilizamos aquellas nociones fundamentales que han vertebrado durante siglos el pensamiento sobre el ser humano. ¿Cómo hablar de nosotros mismos? ¿Qué término es el más apropiado? ¿Ser humano? ¿Individuo? ¿Conciencia? ¿Yo? ¿Sujeto? ¿Persona? ¿Alma? ¿Espíritu? Detrás de cada una de estas nociones hay todo un mundo de sentido que es preciso analizar y tener presente para ser conscientes del uso que hacemos de las palabras.

2. Sentidos de los conceptos

 Seres del mundo: "individuo" y "ser humano" 
Probablemente éstos son los términos más neutros, pero no por ello menos problemáticos. El término "individuo" hace referencia a aquello que no se puede dividir y es distinto de otro. Individuos son los diferentes elementos de un conjunto. Este término toma un sentido negativo al oponerse a persona.
El término "ser humano" pone de relieve la dimensión biológica de nuestra constitución: somos un ser (algo más en el mundo), pero especial (por su carácter humano). Tiene la ventaja de ser un término neutro, pero es vacío. Se debe especificar, si queremos decir algo, lo que se entiende por "humano" o "humanidad".

 Centros de sentido: "yo", "conciencia" y "sujeto" 
Estos conceptos hacen referencia a un centro que unifica nuestra personalidad. El "yo", como pronombre personal, se refiere al ser humano designándose a sí mismo como ser consciente. Frente a nuestro ser consciente se presentan toda una serie de objetos, por eso podemos referirnos a nosotros mismos como sujetos.
Son tres conceptos intercambiables que poseen una multitud de sentidos, muchos de ellos dados por la propia tradición filosófica. Conviene tener en cuenta que:

  • El término "yo", más allá de su uso pronominal, tiene implicaciones egoístas, está muy presente en nuestra cultura y puede conducir, filosóficamente hablando, al individualismo, al subjetivismo y, si se radicaliza la postura, al solipsismo (esto es, la única realidad existente con certeza es el propio yo, solus ipse).
  • El término "sujeto" hace hincapié en el lado pasivo de la acción humana: somos sujetos de algo que se nos hace, que nos afecta, etc.
  • El término "conciencia" es uno de los más difíciles de definir. Puede tener un sentido psicológico o un sentido moral. Desde los planteamientos de las ciencias cognitivas, apela por sí mismo a la cuestión de la identidad personal. De hecho, es uno de los términos más utilizados actualmente en los debates filosóficos y científicos.
 Más allá de lo material: "alma" y "espíritu" 
Estos dos conceptos, de orígenes y usos muy distintos, tienen en común el intentar hablar de nosotros mismos destacando una dimensión más allá de lo físico. Sin embargo, son términos insuficientes, porque no nos definen plenamente.

 Plenitud de humanidad: "persona" 
El término procede del griego prosopon y del latín persona. Significa, etimológicamente, máscara del teatro; más tarde, pasó a designar al personaje que la portaba. En su sentido habitual es una de las nociones más apropiadas para hablar de nosotros mismos, pues al reconocimiento de la individualidad, identidad y conciencia, añade un sentido moral propio del ser humano, a la vez que se reconoce su existencia in-corporada e histórica.

3. Reivindicación del término "persona"
Persona es el término más exacto para describir lo que somos. Es preferible a otros como "conciencia" o "sujeto". Además pone de manifiesto lo expresado en los otros términos, superando al mismo tiempo su visión parcial: centros de sentido, seres mundanales y no sólo seres materiales. Este término es un precipitado de muchas tradiciones filosóficas que van desde la filosofía medieval cristiana hasta el personalismo actual, pasando por Kant (siglo XVIII).

La persona es el volumen total del hombre. Es un equilibrio en longitud, anchura y profundidad, una tensión en cada hombre entre estas tres dimensiones espirituales: la que sube desde abajo y la concreta en una carne, la que se dirige hacia lo alto y la eleva a lo universal y la que se extiende en lo ancho y lo dirige a una comunión. Vocación, encarnación y comunicación son las tres dimensiones de la persona.
E. Mounier, Revolución personalista y comunitaria

Una persona es un ser espiritual constituida como tal por una forma de subsistencia y de independencia en su ser; mantiene esta subsistencia en su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos en un compromiso responsable y en una constante conversión; unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla por añadidura, a impulsos de actos creadores, la singularidad de su vocación.
E. Mounier, Manifiesto al servicio del personalismo


Mi persona es una realidad cuyo carácter absoluto está de alguna manera codeterminado por refluencia [influencia], por otras personas, por otros absolutos.
X. Zubiri, El hombre y Dios

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