viernes, 6 de enero de 2017

El ser humano como animal político

1. Las fuentes griegas y romanas
Para el pensamiento griego, la política es una dimensión constitutiva de la vida humana. La participación en las actividades políticas es lo que nos permite dejar de ser un animal con más o menos habilidades técnicas y pasar a ser un animal social y político. Cuando Aristóteles describía al ser humano como "animal político" no describía una dimensión ocasional de la vida humana, como puede ser la económica, religiosa o artística; estaba describiendo una dimensión constitutiva. La participación no es una actividad ni opcional ni ocasional, sino necesaria y constitutiva para llegar a ser una persona auténtica.
En la cultura romana, y condicionados por las nuevas dimensiones geográficas, los pensadores griegos estructuran la vida política de una manera diferente. No desaparece el carácter constitutivo que tiene la participación política, pero adquiere nuevas dimensiones. El ejercicio de la actividad política ya no se desarrolla en la pequeña ciudad-estado (polis). Los ciudadanos no son sólo los habitantes de una ciudad, sino quienes tienen tal condición porque están bajo el poder (dominium) del imperio.
La ciudad se transforma en sociedad política (societas), en una sociedad de ciudadanos organizados por unas leyes comunes y homogéneas en todo el imperio. La sociedad política es la sociedad organizada jurídicamente. Con esta homogeneidad y organización jurídica, se desarrolla en el imperio una cultura política de civilidad y civismo.

2. Verticalidad y horizontalidad en el poder
En Platón, Aristóteles o Cicerón, el poder político tiene dos dimensiones complementarias:
  • Por un lado, la dimensión horizontal del poder, es decir, la organización de la convivencia o lo que también puede llamarse la voluntad de vivir juntos. Esta idea de querer vivir junto en un espacio determinado y con una organización común se encuentra en el concepto griego de politeia, que los romanos tradujeron como república (res-publica) y dio nombre a la primera reflexión sistemática sobre la actividad política: La República, de Platón. En Roma, el Senado de la República no es el edificio donde se reúnen quienes por su edad y sabiduría gobiernan, sino la institución que mantiene esa voluntad de vivir juntos y buscar juntos el bien común.
  • Por otro lado está la dimensión vertical del poder, es decir, la facultad de dirigir la ciudad y conseguir la obediencia de quienes aceptan la organización. Cuando Maquiavelo usa la palabra "Estado" en su sentido moderno, aparece la dimensión jerárquica del poder; sin embargo, los autores medievales y renacentistas también se habían referido a la verticalidad cuando describían el poder político. A diferencia del poder despótico, donde el gobernante actúa arbitrariamente, el poder político designa la forma de actuar de un gobernante que conoce la organización social y sus leyes. El término que mejor expresará esta dimensión vertical del poder será el de "príncipe". Cuando Maquiavelo escribe su obra El príncipe (1513), recoge toda una larga tradición que había planteado esta dimensión.
3. Poder político y autoridad moral
Uno de los problemas más importantes de la filosofía política es la delimitación de los conceptos de poder y autoridad. El concepto de autoridad (auctoritas) tiene su origen en un sustantivo que viene del verbo latino augeo, de donde también vienen palabras como "auge" y "aupar". La autoridad describe una relación interpersonal asimétrica donde una persona tiene autoridad sobre otra. A veces confundimos la autoridad real, que es una dimensión de las relaciones humanas, con la autoridad administrativa, que es una dimensión de las organizaciones.

Poder y coacción
En la ética política, el concepto de autoridad es más complejo que el de poder. El poder político no es únicamente la capacidad de hacer algo en una comunidad, sino la capacidad de que las cosas se hagan, bien sea voluntariamente (poder como consentimiento), bien sea por la fuerza (poder como coacción). Aunque en castellano a veces utilizamos el término poderío para nombrar esta capacidad de que las órdenes se cumplan, independientemente de que sea por el consentimiento de la voluntad o por el uso de la fuerza para coaccionarla. De ahí que el poder político no sea un poder cualquiera, sino un poder coactivo; en este sentido, lo más específico del Estado moderno y sus representantes es disponer de la capacidad de que las órdenes se cumplan por la fuerza. Claro está, ya no se trata de un poder coactivo cualquiera (fuerza bruta), sino de un poder legitimado por el derecho y la ley (imperio de la ley).
A. Domingo, "Autoridad", en M. Moreno, Diccionario de pensamiento contemporáneo

Características de la autoridad moral
La autoridad de las personas no tiene su fundamento último en un acto de sumisión y de abdicación de la razón, sino en un acto de reconocimiento y de conocimiento: se reconoce que el otro está por encima de uno en juicio y perspectiva y que, en consecuencia, su juicio es preferente o tiene primacía respecto al propio. La autoridad no se otorga, sino que se adquiere, y tiene que ser adquirida si se quiere apelar a ella. Reposa sobre el reconocimiento y en consecuencia sobre una acción de la razón misma que, haciéndose cargo de sus propios límites, atribuye al otro una perspectiva más acertada. Este sentido rectamente entendido no tiene nada que ver con la obediencia ciega de comando. En realidad no tiene nada que ver con la obediencia, sino con el conocimiento.
H.G. Gadamer, Verdad y método
 

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