miércoles, 25 de julio de 2018

La frustración

1. Causas de la frustración
La frustración es, en expresión de José Luis Pinillos (1919-2013), el "resultado de la perturbación de un proceso motivacional en virtud de deficiencias, obstáculos o conflictos". Por tanto, la frustración puede deberse a tres tipos de causas:

1 - Deficiencias internas: Es la situación que se da cuando las aspiraciones exceden a las propias capacidades, o al menos el sujeto así lo cree (por ejemplo, un estudiante mediocre que aspira a estudiar una difícil carrera). Hay que advertir que muchas veces basta con que una persona se crea incapaz para que llegue a serlo de verdad. Y al contrario: el esfuerzo y entrenamiento puede desarrollar las propias capacidades más allá de límites que en principio se creían insuperables.
2 - Obstáculos externos: En este caso el desarrollo de la acción es impedido por algún hecho o situación ajeno al sujeto, que se ve obligado a renunciar a su propósito.
3 - Conflictos: El sujeto siente dos impulsos contrarios, que le empujan hacia acciones incompatibles entre sí (por ejemplo, estudiar un examen y ver un partido de fútbol). En la mayoría de los casos, el conflicto se resuelve eligiendo una posibilidad y renunciando a la otra, lo cual conlleva una cierta cantidad de sufrimiento inevitable; no obstante, el sufrimiento mayor se da cuando el sujeto se ve incapaz de renunciar y, por tanto, de elegir.

2. Clases de conflictos motivacionales
El psicólogo gestaltista Kurt Lewin (1890-1947) y el cognitivista George Miller (1920-2012) son los responsables de la siguiente clasificación de las frustraciones:

 1)  Frustración por barrera: Se da cuando un sujeto no puede alcanzar su objetivo debido a un obstáculo, que puede ser interno o externo.

 2)  Frustración por conflicto: Los conflictos motivacionales pueden ser de cuatro tipos:

 a.  Atracción-atracción: Hay dos opciones y las dos nos atraen de la misma o muy parecida manera (por ejemplo, estamos en la cola de un cine con varias salas y hay dos películas que nos apetece mucho ver, con la circunstancia añadida de que no podremos volver a ir al cine en mucho tiempo).
 b.  Evitación-evitación: En este caso las dos opciones nos desagradan, pero para evitar una debemos elegir la otra (por ejemplo, aceptar un trabajo que detestamos o resignarnos a la penuria económica).
 c.  Atracción-evitación: La misma opción nos atrae y nos repele a la vez (por ejemplo, nos gustaría subir a la montaña rusa porque parece divertido, pero al mismo tiempo nos asustan los movimientos bruscos).
 d.  Doble atracción-evitación: En este caso hay dos opciones y ambas atraen y repelen al mismo tiempo (por ejemplo, o salimos con nuestro grupo de amigos, en el cual hay un individuo que no nos cae bien, o nos quedamos en casa haciendo lo que queremos pero muy probablemente aburriéndonos al final).

3. Frustración y agresión
La relación entre frustración y agresividad es uno de los temas clásicos de discusión en psicología. Las distintas teorías psicológicas dan tres tipos de respuestas a esta cuestión:

 1)  Según el psicoanálisis clásico y otras teorías como el instintivismo de McDougall, la agresividad es consecuencia directa de la frustración: allí donde hay un deseo frustrado se genera aversión contra el causante de esa frustración, aversión que puede cambiar de objeto y dirigirse hacia otras personas, hacia animales o seres inanimados e incluso hacia uno mismo (éste es el origen del sentimiento de culpa, tal como expone Freud en El malestar de la cultura). En 1939, Dollard, Miller y otros psicólogos de la Universidad de Yale elaboraron la teoría conocida como frustración-agresión, según la cual allí donde hay frustración aparece necesariamente agresión (física o verbal, directa o desplazada) y viceversa: no hay agresión sin frustración previa.
 2)  La etología de Konrad Lorenz y otros autores como Eibl-Eibesfeldt y Tinbergen habla de un instinto de agresión innata en los animales y en el hombre. La frustración, por tanto, puede ser desencadenante de la agresión, pero no causante de ella (puede pensarse incluso en un descarga espontánea de agresión sin estímulo que la desencadene, aunque no es lo habitual).
 3)  Finalmente, otras escuelas de psicología insisten, por un lado, en el origen ambiental de la agresión y, por otro, en la pluralidad de respuestas posibles frente a la frustración: esta puede producir agresión, pero no la produce necesariamente; también puede generar otro tipo de conductas inadaptadas (fijaciones, regresiones, indefensión aprendida) o simplemente provocar que el organismo busque su adaptación al medio de otras maneras, variando sus metas o la forma de alcanzar éstas.

      
4. Conductas alternativas y tolerancia a la frustración
La frustración (al menos en un cierto grado) es un hecho universal, pero no todo el mundo responde a ella de la misma manera. Podemos resumit las posibles formas de reaccionar frente a la frustración en cuatro grandes posibilidades:

 1.  Agresión: El sujeto ataca a quien cree causante de su frustración o desplaza su ataque hacia otros.
 2.  Logro indirecto: El sujeto no cambia de objetivo, pero sí la forma de obtenerlo.
 3.  Propuesta de metas alternativas.
 4.  Evasión/Depresión: Ante el sentimiento de fracaso y la incapacidad de asumir metas alternativas, el sujeto se refugia en conductas inmediatamente gratificantes y que no le supongan ningún esfuerzo, a veces recuperando hábitos pasados ya superados por la maduración posterior (regresión), o bien se sume en un estado de profunda tristeza e inactividad (depresión).

Se habla de tolerancia a la frustración para hacer referencia a la capacidad que un sujeto tiene de aceptar las frustraciones impidiendo que afecten de forma grave a sus hábitos de conducta y organización emocional, a la vez que se propone metas o caminos alternativos que anulan o disminuyen los efectos de la frustración. Se entiende que una persona posee mayor madurez emocional cuanto mayor es su grado de tolerancia a la frustración.

5. Frustración e inadaptación
Distintos psicólogos han estudiado la relación entre frustración y conductas inadaptadas. En sus investigaciones sobre el condicionamiento de los perros, Pávlov describió la neurosis experimental que aparecía como consecuencia del conflicto motivacional: cuando un perro era incapaz de discriminar si un estímulo condicionado pertenecía a una categoría reforzadora o a otra inhibidora (por ejemplo, una elipse cuando su forma se aproxima mucho a la del círculo) se comportaba de forma extraña: chillaba y ladraba, se removía agitado...
Lewin y otros colaboradores suyos investigaron las variaciones de los juegos infantiles, comprobando que los niños frustrados tras una mala nota regresaban a los juegos que requerían un grado menor de madurez. Unos años después, Maier consiguió provocar un comportamiento neurótico en ratas cuyas conductas eran sistemáticamente frustradas: repetían una y otra vez la misma conducta fracasada (fijación) como el neurótico repite los mismos pensamientos y acciones aun teniendo plena conciencia de su inutilidad. En los últimos años del siglo XX, la frustración se ha relacionado con la indefensión aprendida, situación en la que el animal no hace nada por haber aprendido la inutilidad de cualquier respuesta.  

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