domingo, 25 de noviembre de 2018

Las discriminaciones sociales

1. Discriminaciones legítimas y desigualdades injustas
La "lotería" de la vida es la que hace que cada uno de nosotros sea mujer o varón, que tenga la piel blanca o negra, que hable un idioma materno u otro, que posea una capacidad intelectual mayor o menor, etc. El resultado es que todos somos diferentes y que no es nuestro mérito ni culpa tener o no tener ciertas características.
Esa diversidad es un hecho. Pero estas diferencias legítimas, que nos complementan y hacen que el mundo sea variado y rico, no pueden servir de base para discriminar injustamente a las personas. Si privamos a algunas personas de sus derechos básicos por causa de su raza, de su sexo, de sus preferencias sexuales, de su apariencia física, de su discapacidad, de su lengua y cultura, de su religión, de sus opiniones políticas o de cualquier otra diferencia semejante, estamos desaprovechando las posibilidades de enriquecimiento que ofrece el hecho de nuestra diversidad. Y eso, además de injusto, es poco inteligente.

2. La discriminación es una injusticia
La conciencia moral de nuestras sociedades ha evolucionado a lo largo de la historia, y en el momento actual consideramos que todas las personas somos iguales en dignidad y, por tanto, todas merecemos un trato de igual respeto. Por eso la discriminación es una desigualdad de trato que choca con nuestra conciencia moral.
En el sentido moral del término, la discriminación es toda consideración de inferioridad a personas o grupos sociales basada en una supuesta superioridad natural de los portadores de ciertas características o circunstancias.
En general, las discriminaciones son siempre absurdas e injustas, pero últimamente se ha dado el nombre de discriminación positiva a algunas prácticas que consisten en otorgar un trato preferente a personas pertenecientes a grupos que históricamente han estado discriminados. Por ejemplo, en algunos países se reserva un porcentaje de puestos de trabajo a los discapacitados, se incentiva la contratación de jóvenes y de mujeres, etc. En realidad, sería más correcto llamar a esa práctica preferencia compensatoria o algo parecido, y reservar la palabra "discriminación" para los casos negativos.

3. El círculo vicioso de la discriminación
En nuestro mundo contemporáneo se observan muchos casos de discriminación a personas y grupos que se ven privados de los medios básicos para su desarrollo personal. La discriminación les conduce en muchos casos a la marginación o exclusión social, esto es, a quedar al margen de la sociedad en algunos aspectos como la participación en la economía, en la cultura y en la política.
En muchos casos, la marginación provoca situaciones de falta de higiene y conductas molestas que a veces acaban en la delincuencia, y de ese modo se acentúa aún más el rechazo a los discriminados, a quienes se acaba considerando culpables de su propia situación y de muchos de los males sociales. A la larga, la discriminación más abundante es la que excluye a los pobres: la aporofobia.

Círculo vicioso de la discriminación originada por el desempleo
4. Aporofobia: aversión al pobre
"Aporofobia" es una palabra tomada del griego, de áporos, que significa "sin camino", sin salida, sin medios, desamparado, pobre, y fobos, que significa miedo, temor, aversión. Así, pues, aporofobia es miedo o aversión al pobre, al sin medios, al desamparado. La discriminación básica que se da en nuestra sociedad es la económica: no marginamos al inmigrante si es rico, ni al negro que es un famoso deportista, ni al anciano que tiene dinero. Casi siempre marginamos a los pobres. 
En los estudios de economía se suele considerar pobres a los individuos cuyos ingresos son inferiores a la mitad del ingreso medio neto por habitante del país. Según estudios actuales de la ONU, hay más de 1.200 millones de personas en todo el planeta que no tienen siquiera un dólar diario para subsistir.
La pobreza hoy afecta sobre todo a hombres y mujeres parados, a los trabajadores eventuales, a los jóvenes que buscan su primer empleo y han de contentarse con los llamados "contrato-basura", a los ancianos sin pensión o con baja pensión, a los trabajadores incapacitados definitivamente para su tarea, a los discapacitados, a los enfermos crónicos y a una parte de las minoría étnicas como los gitanos y los inmigrantes.

5. La pobreza: raíz de muchos males
Los grupos señalados son acusados a menudo de conductas delictivas: prostitución, robos, trabajo ilegal, drogadicción, etc., que refuerzan aún más el rechazo del resto de la sociedad. Basta que un parado consiga unos ingresos extra mientras cobran el subsidio de desempleo para que no falten los comentarios que exigen la desaparición de la ayuda al desempleo. Y ocurren cosas parecidas en relación con todos los colectivos discriminados.
Desde el punto de vista ético es preciso preguntarse:
  • ¿Es razonable generalizar? Si un miembro de un colectivo marginado ha obrado mal, ¿significa eso que todos los miembros de ese colectivo obran mal?
  • ¿Se merecen los pobres el serlo? ¿Y los ricos? ¿Todos los bienes que disfrutamos nos los hemos ganado?
  • ¿Es posible que algunos comportamientos incorrectos de personas pertenecientes a esos grupos sean producto de fuertes condicionamientos relacionados con su situación de exclusión social?
  • ¿Qué tipo de estructuras sociales, económicas y políticas colaboran al mantenimiento de la pobreza y la exclusión social?
  • ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para aprender a tratar con el debido respeto y consideración a las personas que sufren las consecuencias de la discriminación social?
  • ¿Cómo se ha llegado a pensar que jubilados, ancianos, enfermos crónicos y discapacitados son una carga para la sociedad?
Dignidad de la persona
El ser humano, considerado como persona, está situado por encima de cualquier precio, porque, como tal, no puede valorarse sólo como medio para fines ajenos, incluso para sus propios fines, sino como fin en sí mismo; es decir, posee una dignidad (un valor interno absoluto), gracias a la cual infunde respeto hacia él a todos los demás seres racionales del mundo, puede medirse con cualquier otro de esta clase y valorarse en pie de igualdad.
Immanuel Kant, Metafísica de las costumbres
 

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