Se trata de alteraciones que, aunque ya conocidas hace tiempo (la primera descripción de un caso de anorexia nerviosa data de 1689), han multiplicado su impacto social en los últimos años. Los más conocidos son la anorexia y la buliminia nerviosas, pero podemos añadir otros como la vigorexia y algunos más que todavía carecen de una denominación médica.
La anorexia nerviosa consiste, en primer lugar, en una percepción deformada del propio cuerpo (sentirse "gordo" cuando no hay motivos objetivos para ello), lo cual lleva a una drástica reducción del consumo de alimentos y a la consiguiente pérdida de peso que, en vez de aminorar la falsa percepción, la refuerzan. La persona anoréxica, por tanto, cuanto más peso pierde y mayor es su delgadez, más dispuesta está a seguir adelgazando. En el caso de la mujeres (más del 90% del total de enfermos de anorexia), estas prácticas acarrean normalmente la pérdida de la menstruación.
Asociada a la anorexia, o a veces de forma independiente, aparece la bulimia nerviosa, trastorno consistente en la sucesión de episodios de ingesta excesiva de comida e, inmediatamente después, del uso de métodos inapropiados para evitar el aumento de peso (vómito autoprovocado y similares).
Ambos trastornos se hallan muy localizados en cuanto al sexo, edad y clase social: se trata fundamentalmente de chicas adolescentes de clase media o alta con un cierto nivel de estudios (últimos cursos de la Educación Secundaria e inicio de la universidad). Esto no significa, por supuesto, que no se den casos entre varones o en otras edades o clases sociales, pero su número es menor.
De aparición más frecuente entre los varones, y sobre todo entre asiduos a los gimnasios, la vigorexia es un trastorno mental que combina una conducta alimentaria desequilibrada con el exceso de ejercicio físico, a fin de lograr el desarrollo muscular deseado. Los enfermos de vigorexia reducen drásticamente el consumo de lípidos aumentando en cambio el de proteínas e hidratos de carbono y añadiendo a veces sustancias químicas como esteroides (sustancias similares a las hormonas sexuales masculinas, los andrógenos, cuyo consumo produce el crecimiento de los músculos esqueléticos), lo que puede originar serias perturbaciones del metabolismo. De hecho, el riesgo de mortalidad es mayor en la vigorexia que en la anorexia o la bulimia.
Existen otros trastornos alimentarios como el "trastorno por atracón" o ingesta compulsiva de comida cuando se intenta seguir una dieta (lo que normalmente genera sentimiento de culpa y baja autoestima), o el hábito de ingerir sustancias no alimenticias (yeso, tiza, etc.) para combatir la sensación de hambre.
En cuanto a las causas de estos trastornos, existe acuerdo en apuntar a factores de origen social: las modas que exaltan la delgadez y la interpretación de ésta como salud y belleza, el culto obsesivo a la buena forma física, etc. Según las encuestas, una mayoría de mujeres se ven a sí mismas con más volumen corporal del que realmente tienen como efecto de la comparación con los modelos de belleza socialmente valorados y aceptados (por lo general mujeres extremadamente delgadas). No obstante, pueden intervenir otro tipo de factores como la existencia previa de otros trastornos: los chicos y chicas con la autoestima baja y tendencia a la depresión son más proclives a padecer un trastorno alimentario. Existen también otros factores de riesgo como un alto nivel de autoexigencia y espíritu competitivo, la práctica de algunos deportes, etc.
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