Suele entenderse por manipulación genética toda alteración artificial y voluntaria de los caracteres hereditarios que se transmitirán a la siguiente generación. Es decir, consiste en alterar los genes, que son los elementos responsables de la transmisión de caracteres de los padres a los hijos, para producir diferentes efectos sobre las generaciones sucesivas.
Esta alteración se ha producido desde muy antiguo, aplicando las técnicas de cruce entre especies o variedades diferentes de seres vivos.
Sin embargo, en la actualidad existen técnicas para alterar directamente determinados caracteres de una especie, tanto vegetal como animal. De este modo se obtienen especies más rentables para los seres humanos: variedades de maíz más resistentes y con mayor número de granos, ovejar que producen más lana y de mayor calidad, etc. Así se producen los llamados alimentos transgénicos.
En principio, estos alimentos son el resultado de una manipulación genética que los hace más fáciles de producir, de conservar y de transportar, por lo que se presentan como un logro científico-técnico de beneficios indudables.
Pero aún quedan interrogantes para lo que no hay una respuesta definitiva: ¿qué consecuencias para la salud humana se pueden derivar del consumo de esos alimentos? ¿Quiénes van a ser los verdaderos beneficiarios de un aumento de la producción mundial de alimentos gracias a la manipulación genética? ¿Pueden alterar el equilibrio ecológico los cultivos transgénicos? En definitiva, ¿se puede admitir cualquier tipo de manipulación genética en los vegetales y animales destinados a la alimentación humana?
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