lunes, 2 de septiembre de 2019

Toma grupal de decisiones

En las organizaciones modernas hay multitud de decisiones que deben tomarse cada día. Por supuesto, no todas tienen la misma importancia: algunas afectan a un único trabajador (por ejemplo, la disposición de los objetos en la mesa de trabajo), mientras que otras pueden afectar a un grupo de trabajadores, a un departamento o a la organización entera. Cuando se trata de decisiones de cierto nivel, es frecuente que sean tomadas por un grupo o comisión, o al menos que este grupo elabore un informe o dictamen en el que se aconseja qué decisión tomar. Desde los años 60, la psicología social se ha interesado por las peculiaridades de los procesos de toma grupal de decisiones, llegando a conclusiones que conviene tener en cuenta para entender mejor lo que ocurre en estos procesos.
Tendemos a aceptar como válido el acuerdo mayoritario de un grupo, incluso cuando tal acuerdo contradice la evidencia del sentido común. Cuando un grupo debe tomar una decisión, las posiciones extremistas generalmente minoritarias desaparecen y el consenso mayoritario lleva a una decisión normalmente moderada, poco arriesgada y conservadora. Sin embargo, en un alto porcentaje de casos sucede exactamente lo contrario. ¿Por qué?
El fenómeno de la polarización grupal (tendencia del grupo a adoptar posiciones extremas) ha sido comprobado en multitud de experimentos. El más conocido de ellos, y origen de la atención al fenómeno, es el realizado por James Stoner en 1961. Constaba de dos pasos: en primer lugar, se pasaba a un conjunto de individuos, por separado, un cuestionario en el que éstos debían decidir sobre problemas que implicaban una asunción de riesgos (por ejemplo, un escritor de relatos de baja calidad que se publican en revistas de gran tirada, se plantea si invertir un largo período de tiempo, abandonando la tarea actual, para escribir una novela de calidad que no sabe si tendrá éxito comercial, ¿a partir de qué probabilidad de éxito lo considerarías una decisión acertada? 10%, 20%, 30%, etc.); después, estos mismos individuos se reunían para comentar los mismos problemas en pequeños grupos y volvían a contestar, ahora en grupo, el cuestionario. Sorprendentemente, las mismas personas mostraban en grupo una mayor predisposición a asumir riesgos que por separado: si la media de las respuestas individual era, por ejemplo, del 50%, la respuesta grupal ofrecía cifras en torno al 20%.
¿Qué ha causado esta polarización, que parece contradecir el sentido común y otros fenómenos grupales ya mencionados? Los psicólogos sociales responden a esta pregunta de diferentes maneras, pero pueden destacarse varios factores:

En primer lugar, la conciencia de responsabilidad individual se atenúa y se traspasa al grupo: es el mismo principio que explica por qué un individuo tira más fuerte de una cuerda (o aplaude más fuerte, o muestra una mayor disposición a ayudar) si cree que está solo, que si cree ser uno más entre muchos. Uno puede, en este caso, elegir una opción desentendiéndose de las consecuencias, pues al fin y al cabo "no soy yo quien decide".
También debe tenerse en cuenta la tendencia a la conformidad, pues, al comprobar la existencia de una opinión mayoritaria (por ejemplo, "es mejor escribir una sola novela buena que muchas novelas malas"), los individuos se olvidan de los matices y simplemente dan por bueno lo que el grupo ha percibido como válido. En este sentido, basta con que otro miembro del grupo defienda con entusiasmo una idea de la que uno sólo está medianamente convencido, para que se le contagie dicho entusiasmo abandonando sus anteriores dudas.
Finalmente, no podemos olvidarnos del sesgo de confirmación. En otro experimento, realizado en 1979 por Charles Lord y otros, se pidió a dos grupos, cada uno de ellos formado exclusivamente por personas con una misma opinión ya definida sobre la pena de muerte, que discutieran un trabajo con argumentos a favor y en contra de dicha pena. Lo que sucedió en ambos grupos es que, a partir del mismo trabajo, cada grupo tuvo en cuenta únicamente los argumentos que favorecían su punto de vista e ignoró los contrarios, viéndose todos sus miembros reforzados en la opinión que ya tenían.

En resumen, podemos concluir que: tras una discusión de grupo, los individuos tienden a adoptar la posición mayoritaria; las opiniones discrepantes generalmente son ignoradas y la mayoritaria se refuerza aún más; la posición reforzada no es la que recoge las valoraciones individuales moderándose mutuamente, como una especie de "media aritmética" entre ellas, sino la confirmación sin matices y llevada al extremo de los prejuicios compartidos en distinto grado.
Una vez que se toma conciencia del fenómeno de la polarización grupal, las organizaciones pueden adoptar medidas para anularla o disminuirla; medidas como: reuniones con pocos participantes (ya que, cuanto más numerosas, mayor es la tendencia del individuo a inhibirse en favor del grupo); reuniones de expertos en el tema que se discute (pues el conocimiento sólido es el mejor antídoto contra los prejuicios y el conformismo grupal); reuniones en las que cada participante haya trabajado previamente sobre el tema (así se compensan mutuamente dos tendencias psicológicas opuestas: la confirmación de las propias conclusiones y la conformidad con el grupo), etc.


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