Encontramos tres causas principales de la riña en la naturaleza humana: primero la competición, segundo la inseguridad, tercero la gloria. El primero hace que los hombres invadan por ganancia; el segundo por seguridad, y el tercero por reputación. Los primeros usan de la violencia para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y ganado de otros hombres; los segundos para defenderlos; los terceros, por pequeñeces, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, y cualquier otro signo de subvaloración, ya sea directamente de su persona, o por reflejo de su prole, sus amigos, su nación, su profesión o su nombre.
T. Hobbes, Leviatán
1. Modelos para organizar la libertad
Con el transcurso del tiempo, cada individuo se va forjando de forma más o menos espontánea una idea sobre el conjunto de la sociedad en la que se encuentra. Esta idea influye de manera decisiva no sólo en la cosmovisión o forma teórica de ver el mundo, sino en la organización práctica del conjunto de su vida. La filosofía nos propone dos grandes teorías o modelos para organizar la libertad:
- Homo hominis lupus: Es un modelo que parte de la desconfianza radical de los hombres entre sí. Las relaciones entre los seres humanos son semejantes a las que mantienen los animales entre ellos, están presididas por la ley de la supervivencia y la desconfianza mutua, como si cada uno de nosotros fuera un lobo para nuestros semejantes. Lo encontramos en la filosofía social y política de Thomas Hobbes, quien sin duda conocía el texto de Plauto donde se afirma: Lupus est homo homini. Se encuentra en la base de teorías individualistas de la sociedad como las de R. Nozick y F. A. Von Hayeck.
- Homo homini socius: Es un modelo que parte de la confianza básica de los hombres entre sí. Las relaciones entre los seres humanos son semejantes a las que mantienen los socios entre sí, es decir, relaciones presididas por la credibilidad mutua. Los socios son individuos que cooperan entre sí para perseguir el bien común; esto es, un bien superior al de cada uno tomado aisladamente. Lo encontramos en la filosofía social y política de algunas escuelas estoicas y de la tradición anarquista. Se encuentra en la base de teorías holísticas (globales, relacionadas con el todo social) de la sociedad como las de Ch. Taylor y A. MacIntyre.
2. El dinamismo de la vida social
- La perspectiva del conflicto: La raíz explicativa de la vida social no solo es la lucha o la competencia, sino el conflicto. La vida social sería un conjunto de conflictos y serían éstos los que permitirían explicar la evolución de la sociedad. Darwin, Marx y Nietzsche son pensadores del siglo XIX que explican el dinamismo apelando a esta idea de conflicto. El primero como "lucha por la supervivencia de las especies"; el segundo como "lucha de clases" y el tercero como "voluntad de poder".
Durante el siglo XX las ciencias sociales han analizado dimensiones diferentes del conflicto; así, la psicología social habla de conflicto organizativo; la sociología, de conflicto social; el derecho laboral, de conflicto laboral; y la filosofía moral, de conflicto ideológico.
- La perspectiva de la cooperación: La raíz explicativa de la vida social es la ayuda mutua, la cooperación y la confianza. La vida social no sería posible sin la cooperación estable entre los individuos; de hecho, la sociedad sería un sistema de cooperación.
Distinguimos dos formas de cooperación según el grado de implicación de la voluntad: voluntaria o forzosa. También se habla de cooperación formal, cuando está regulada, o cooperación informal cuando no está regulada. Cuando esta perspectiva se plantea para buscar la estabilidad de la vida social aparece el problema del consenso (cum-sentire, sentir-junto, sentir común compartido).
En algunas tradiciones de pensamiento la organización de la libertad no se ha planteado acudiendo al derecho y a las leyes, sino al reforzamiento de los vínculos sociales. Ésta ha sido una de las grandes preocupaciones de la tradición anarquista, donde la vida social se ha organizado en términos de mutualidad, es decir, según el principio básico del apoyo mutuo y la solidaridad de la familia humana. Precisamente, uno de estos pensadores importantes, Kropotkin, elaboró un ensayo que llevaba por título El apoyo mutuo. Veamos cómo lo plantea.
Reducir la socialidad de los animales al amor y la simpatía significa restringir su universalidad y su importancia. De ningún modo me guía el amor hacia el dueño de una determinada casa -a quien muy a menudo ni siquiera conozco- cuando, viendo su casa presa de las llamas, tomo un cubo con agua y corro hacia ella, aunque no tema por la mía. Me guía un sentimiento más amplio, aunque es más indefinido, un instinto, más exactamente dicho, de solidaridad humana; es decir, de caución solidaria entre todos los hombres y de sociabilidad. Lo mismo se observa también entre los animales. En todos estos casos, el papel más importante lo desempeña un sentimiento incomparablemente más amplio que el amor o la simpatía personal.
Aquí entra el instinto de sociabilidad, que se ha desarrollado lentamente entre los animales y los hombres en el transcurso de un periodo de evolución extremadamente largo, desde los estadios más elementales, y que enseñó por igual a muchos animales y hombres a tener conciencia de esa fuerza que ellos adquieren practicando la ayuda y el apoyo mutuos, y también a tener conciencia del placer que se puede hallar en la vida social. El amor, la simpatía y el sacrificio de sí mismos, naturalmente desempeñan un papel enorme en el desarrollo progresivo de nuestros sentimientos morales. Pero la sociedad, en la humanidad, de ningún modo se ha creado sobre el amor ni tampoco sobre la simpatía. Se ha creado sobre la conciencia -aunque sea instintiva- de la solidaridad humana y de la dependencia recíproca de los hombres.
Reducir la socialidad de los animales al amor y la simpatía significa restringir su universalidad y su importancia. De ningún modo me guía el amor hacia el dueño de una determinada casa -a quien muy a menudo ni siquiera conozco- cuando, viendo su casa presa de las llamas, tomo un cubo con agua y corro hacia ella, aunque no tema por la mía. Me guía un sentimiento más amplio, aunque es más indefinido, un instinto, más exactamente dicho, de solidaridad humana; es decir, de caución solidaria entre todos los hombres y de sociabilidad. Lo mismo se observa también entre los animales. En todos estos casos, el papel más importante lo desempeña un sentimiento incomparablemente más amplio que el amor o la simpatía personal.
Aquí entra el instinto de sociabilidad, que se ha desarrollado lentamente entre los animales y los hombres en el transcurso de un periodo de evolución extremadamente largo, desde los estadios más elementales, y que enseñó por igual a muchos animales y hombres a tener conciencia de esa fuerza que ellos adquieren practicando la ayuda y el apoyo mutuos, y también a tener conciencia del placer que se puede hallar en la vida social. El amor, la simpatía y el sacrificio de sí mismos, naturalmente desempeñan un papel enorme en el desarrollo progresivo de nuestros sentimientos morales. Pero la sociedad, en la humanidad, de ningún modo se ha creado sobre el amor ni tampoco sobre la simpatía. Se ha creado sobre la conciencia -aunque sea instintiva- de la solidaridad humana y de la dependencia recíproca de los hombres.
P. Kropotkin, El apoyo mutuo
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