viernes, 18 de mayo de 2018

Los tests de inteligencia y el cociente intelectual

1. La Escala de Stanford-Binet
La inteligencia comenzó a medirse al margen de que existiera o no un concepto claro de aquello que se medía. Los primeros test de inteligencia propiamente dichos se realizarona principios del siglo XX, cuando el gobierno francés encargó al psicólogo Alfred Binet la tarea de medir las capacidades intelectuales de los alumnos de la escuela pública a fin de detectar los casos de retraso mental. Binet elaboró una serie de pruebas que consistían en tareas ordenadas de acuerdo con la edad a la que correspondían (de 3 a 12 años); por ejemplo, unir los dos trozos de un papel previamente cortado se considera una tarea apropiada para un niño de 5 años (ya que al menos el 80% de los niños de esta edad lo hacen), mientras que distinguir la mano derecha de la izquierda corresponde a los 6 años.
El resultado de este test proporciona la edad mental del sujeto. La edad mental puede no coincidir con la edad cronológica: un niño que realiza todas las tareas propias de su edad y además algunas tareas propias de edades superiores tiene una edad mental mayor que su edad cronológica; lo contrario sucede si un niño no es capaz de realizar las tareas propias de su edad (al menos la mitad de ellas).
El test de Binet fue modificado y adaptado por los psicólogos de la Universidad de Stanford para asignar a los soldados americanos en la I Guerra Mundial las tareas en las que podían resultar más útiles. Fue en esta revisión, a partir de la cual se habla de Escala de Stanford-Binet, donde apareció el concepto de cociente intelectual.
Se llama cociente intelectual (CI, en inglés IQ) al cociente entre edad mental y edad cronológica, multiplicado por 100: esto se considera la normalidad (en realidad, se consideran CI normales los situados entre 90 y 110). Los valores del CI se clasifican de acuerdo con la siguiente tabla:

 
2. Otros test de inteligencia
Existen muchos y muy diferentes test de inteligencia, lo que plantea el problema de si todos ellos miden realmente lo mismo. De hecho, no siempre la correlación entre los resultados de diferentes test es tan alta como les gustaría a los defensores de un concepto unitario de la inteligencia. Sin tratar de ofrecer una lista completa, podemos clasificar los test de inteligencia más utilizados en tres grandes grupos: 
Una de las pruebas del test de Raven

1 - Test no verbales de inteligencia general
Tratan de minimizar las influencias educativas y culturales buscanco aislar y medir la inteligencia innata del sujeto. Paradójicamente, es el grupo de test que presenta un menor grado de correlación entre sus respectivos resultados, lo que lleva a cuestionar la realidad de esa presunta "inteligencia general".
El test de matrices progresivas o de Raven consiste en señalar la figura que encaja en el hueco de otra de mayor tamaño. Existen varias versiones de este test, una para niños (con colores) y otra para adultos a los que se presupone un CI superior a la media.
Otros test que piden al sujeto que realice tareas no verbales son el tablero de formas de Séguin (rompecabezas), el laberito de Porteus (serie de laberintos de dificultad creciente, que el sujeto debe recorrer sin levantar el lápiz del papel) y la prueba de dibujo de Goodenough-Harris, en la que se pide a la gente que haga un dibujo y se valoran la completud, proporción, detalles, etc. Muy utilizados son también los test de dominós, consistentes en series de fichas de dominó que el sujeto debe completar con la ficha que aparecería a continuación.
Los test de inteligencia de Cattell buscan, asimismo, proporcionar una medida de la inteligencia fluida, no cristalizada. Se organizan en tres escalas (niños menores de 8 años, niños mayores de 8 años y adultos, respectivamente), y en todas ellas las tareas propuestas son preferentemente no verbales (sustituciones, semejanzas, laberintos, series, matrices...).

2 - Test con alto contenido verbal y cultural
Es un conjunto de test que muestra una mayor correlación entre los resultados, lo que significa que si aplicamos uno u otro obtendremos unos resultados probablemente muy parecidos. Podemos citar aquí el test de habilidades mentales primarias (test PMA de Chicago), elaborado inicialmente por Thurstone y luego adaptado en distintos países (la versión española es del año 1968). Este test mide cinco factores: comprensión verbal (V), concepción espacial (E), razonamiento (R), cálculo numérico (N) y fluidez verbal (F), y después se hace la media de las puntuaciones obtenidas, que se presupone equivalente a la inteligencia general.
El test de inteligencia de Eysenck presenta también un alto porcentaje de cuestiones relacionadas con el lenguaje: completar palabras, identificar palabras con las letras descolocadas, formar palabras nuevas con letras de otras...


3 - Test verbales y manipulativos
Presentan dos grupos de pruebas claramente separados, que dan lugar a distintas puntuaciones. Son muy usados los tests de inteligencia de Wechsler, tanto para niños (WISC) como para adultos (WAIS). Ambos constan de diferentes pruebas a partir de las cuales se obtiene un cociente verbal (CV), un cociente manipulativo o de ejecución (CE) y el cociente total (CI) o media de los dos anteriores.
Similares al test de Wechsler, aunque pensados exclusivamente para niños pequeños, son los de Bayley y Gesell (hasta 3 y 6 años, respectivamente): ambos valoran la realización de pruebas relacionadas con las habilidades perceptivas y de inicio del lenguaje, motrices y sociales.

3. ¿Son fiables los test de inteligencia?
Los psicólogos suelen distinguir entre fiabilidad y validez de los test de inteligencia. Un test es fiable si proporciona resultados similares al aplicarse en distintas ocasiones a los mismos sujetos (por lo general, cualquier test presenta diferentes versiones, para que la misma persona no responda siempre a las mismas preguntas). Por el contrario, la validez de un test hace referencia al hecho de que mide lo que se propone medir y no otra cosa, para lo cual se tiene en cuenta si existe o no un algo grado de correlación entre los resultados de un determinado test de inteligencia y los que ofrecen otros (ya que supuestamente todos ellos, aunque sean distintos, miden lo mismo).
La aplicación de un test de inteligencia u otro, suele proporcionar resultados semejantes, pero a veces no es así: por ejemplo, una persona con problemas en el lenguaje obtendrá un CI más bajo en un test con fuerte carga de cuestiones verbales que en otro en el que el peso de estas cuestiones sea menor. Los resultados también pueden depender de factores subjetivos (cansancio, enfermedad, nerviosismo, desinterés...), del ambiente (posibles distracciones) e incluso del propio examinador. Especialmente en el caso de niños, el mismo sujeto puede realizar la misma prueba o pruebas similares en dos momentos diferentes y obtener resultados claramente distintos, ya que algunas pruebas presuponen capacidades que un niño o persona inmadura quizá todavía no tenga (pero tendrá más adelante), de manera que algunos de los factores medidos pueden modificarse con el tiempo o el sujeto puede estar más o menos "entrenado".
Teniendo en cuenta lo anterior, el psicólogo o examinador debe ser prudente a la hora de comunicar los resultados: personas a las que con 3 ó 4 años se les diagnosticó un retraso mental severo han tenido después un desarrollo intelectual más o menos normal, mientras que, por el contrario, niños supuestamente superdotados han fracasado estrepitosamente en los estudios o el trabajo. Y existe un factor, muy conocido por los psicólogos sociales, que pone entre paréntesis el valor predictivo de los test. Se trata del principio de la profecía autocumplida.

4. Los test de inteligencia como profecías autocumplidas
En todos los países del mundo, el sistema educativo dispone de recursos limitados que debe utilizar de la mejor forma posible. Hasta cierto punto, es lógico que los responsables de la distribución de esos recursos, a mayor y menor escala, prefieran emplearlos en las personas que, según creen, "rendirán más". Alguien a quien se le ha diagnosticado un CI alto recibirá más atención y oportunidades, en definitiva una preparación mejor, que otra persona con un CI bajo, con lo cual al fin y al cabo obtendremos los resultados previstos según el test realizado, no porque el test haya sido hecho correctamente, sino porque ha facilitado las condiciones para que se cumpliera aquello que él mismo predecía.
Fue el psicólogo Robert Rosenthal quien demostró el valor de los test como profecías autocumplidas. Un día se presentó en una clase, hizo una prueba a los alumnos y entregó al profesor unos resultados inventados; varios meses después volvió a la clase, repitió el test y descubrió con sorpresa que los resultados reales coincidían casi exactamente con los que él mismo se había inventado unos meses atrás. Estaba claro lo que había ocurrido: el profesor había dedicado preferentemente sus esfuerzos a aquellos que pensaba que los iban a aprovechar mejor, creando las condiciones que provocaron que sus expectativas se cumplieran.

5. Conclusiones
El resultado de un test se puede considerar una indicación sobre la inteligencia de alguien, cuya validez aumenta si no es un dato aislado sino que se ve confirmado con otras indicaciones distintas, pero que conviene no convertir en verdad absoluta e inalterable; con más motivo si pensamos que la utilización que puede hacerse de estas pruebas (por ejemplo, la selección de personal en las empresas o de alumnado en los centros educativos) bordea o sobrepasa en ocasiones los límites de los derechos a la intimidad y a la igualdad de oportunidades.     

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