La psicología humanista intenta, frente a las orientaciones psicoanalítica y conductista, considerar a la persona como algo distinto y superior a la suma de sus condicionantes (biológicos, psicológicos, ambientales, etc.). Según Abraham Maslow, cada persona tiene una naturaleza interna, en parte común al resto de la especie humana y en parte específica de cada uno. Esa "naturaleza" es esencialmente buena o al menos neutra: los impulsos destructivos no forman parte de ella, sino que surgen como consecuencia de la frustración. Por ello, lo ideal es desarrollar esa naturaleza, lo que se llama autorrealización. De ahí que Maslow bautice a su teoría como "psicología del hombre autorrealizado".
En la misma línea, el otro gran representante de la psicología humanista, Carl Rogers, habla del sí mismo como la estructura interna que aglutina y da unidad a los diferentes aspectos de personalidad. El sí mismo no es una estructura invariable, sino cambiante aunque relativamente estable. Por eso, la psicología debe buscar que el paciente (sano o enfermo) mejore su sí mismo, mediante lo que Rogers llama "el proceso de convertirse en persona", título de una de sus obras más conocidas.
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