lunes, 24 de diciembre de 2018

Ciencia y técnica no son saberes neutrales

1. Introducción
Vivimos en un mundo tecnificado. Nos hemos habituado a tratar con aparatos, objetos y actividades que proceden de descubrimientos científicos y tecnológicos: desde un modesto bolígrafo hasta la televisión interactiva por satélite, desde un libro hasta los potentes ordenadores conectados en red, desde una batidora hasta un aparato de ecografías. Estos cambios se han producido sobre todo en el siglo XX y a una velocidad muy grande, transformando nuestro mundo y nuestra forma de vida.
¿Qué podemos y tenemos que decir desde la ética acerca de estas transformaciones?

2. Algunas características de la ciencia y la tecnología
No es raro encontrar en los dibujos animados y en las películas de aventuras la imagen del científico chiflado, unas veces al servicio de una buena causa, y otras, en cambio, a las órdenes de personajes malvados empeñados en dominar el mundo entero. Esa imagen es a menudo una caricatura de lo que realmente hacen los hombres y las mujeres que cultivan la ciencia, pero refleja algunos elementos que sí se corresponden con la realidad:
  • La ciencia y la tecnología poseen un gran potencial que puede ser utilizado para fines muy diferentes, desde la producción de alimentos y la curación de enfermedades, hasta la fabricación de sustancias contaminantes y armas de destrucción masiva.
  • Las personas que se dedican a la investigación científica y técnica se ven obligadas a ofrecer sus servicios a las grandes empresas multinacionales, es decir, al poder económico, o a los Estados, es decir, al poder político. De este modo, la utilización que finalmente se haga de sus descubrimientos se les escapa de las manos en muchas ocasiones.
  • La investigación científica requiere una gran especialización y un vocabulario propio, por lo que puede darse un distanciamiento entre la sociedad y los profesionales de la ciencia.
Dicho de otra manera, la ciencia y la tecnología no son saberes neutrales y tienen una dimensión ética, por varias razones: a) porque puede ser utilizada para mejorar la vida o para empeorarla; b) porque los descubrimientos de los científicos pasan a ser controlados por quienes subvencionan las investigaciones, que suelen ser empresas muy poderosas y gobiernos, y unas y otros pueden estar motivados por intereses honestos o deshonestos; c) porque la dedicación a la investigación puede llevar a los que la realizan a vivir desconectados de la realidad.
En resumen, la actividad científica no está por encima del bien y del mal, sino que, como cualquier otra actividad humana, tiene una dimensión ética. Esto significa que los procesos de investigación, la fabricación de utensilios y aparatos y el uso que hagamos de ellos pueden ser enjuiciados desde el punto de vista de la ética. Sabemos que la misma tecnología que se emplea en la producción de algunas videoconsolas puede ser usada también para fabricar armamento muy sofisticado.

3. La ciencia como búsqueda de la verdad
Desde la Antigüedad clásica y hasta el final de la Edad Media la ciencia se entendía como un conocimiento indudable, demostrable a partir de unos principios, razonado sistemáticamente y que podía ser enseñado. Se contraponía al saber vulgar, o sea, la mera colección de experiencias, y a la simple opinión o saber todavía inseguro, falto de una demostración suficiente.
Sin embargo, a partir del siglo XVI se abrió paso un nuevo concepto de ciencia, según el cual todos los conocimientos pasan a ser considerados "hipótesis", esto es, explicaciones más o menos verosímiles que han de ser comprobadas mediante experimentos, pero que quedan sometidas en todo momento a la posibilidad de revisión y modificación.
La ciencia moderna ya no se entiende como un conjunto de verdades definitivas, sino más bien como un conjunto de explicaciones que se aceptan provisionalmente, es decir, que se consideran verdaderas mientas que no se encuentren otras mejores, más útiles y más amplias. Por eso se puede decir que las verdades que van descubriendo los científicos forman parte de un proceso ilimitado de búsqueda de la verdad que se lleva a cabo a muy largo plazo, dando cabida a todas las personas que deseen participar en él.

4. La ciencia moderna y su afán de dominio
Suele decirse que los antiguos cultivaban las ciencias por pura curiosidad, sin ánimo de sacar un provecho práctico de ellas, sino por afán de saber, por el placer de desentrañar los secretos de la naturaleza, lo que no es del todo cierto.
En cambio, la ciencia moderna y sus aplicaciones técnicas se caracterizan por un incansable afán de dominar la naturaleza y de ordenar racionalmente la sociedad. De esta forma, el "gusto por saber" ha sido desplazado hasta cierto punto por el "afán de dominio".
Tecnología es el término general que se aplica al proceso a través del cual los seres humanos diseñan herramientas y máquinas para incrementar su control y su comprensión del entorno material (tecné, arte u oficio, y logos). La tecnocracia sería la influencia que los técnicos ejercen en la dirección política de un país.

   
Hoy se suele llamar tecnociencia al sistema de conocimientos científicos y aplicaciones prácticas de esos conocimientos, queriendo transmitir la idea de que el interés predominante es el de prever y dominar los fenómenos naturales, así como influir y controlar los acontecimientos sociales.
Se considera que la "tecnociencia" se inició en la Edad Moderna y desde entonces ha conseguido mejorar de forma espectacular las condiciones sanitarias, los transportes, la producción masiva de alimentos o las comunicaciones. Pero también ha provocado efectos negativos, como el deterioro del medio ambiente, la carrera de armamentos, la desigualdad entre países y la dominación de unos sobre otros, la posibilidad de manipular a las personas y anular su derecho a la intimidad, etc. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario