martes, 9 de julio de 2019

La respuesta del organismo ante la infección

Los seres vivos que se encuentran infectados por un germen patógeno se consideran fuentes de infección. El agua, el suelo, el aire o los alimentos son medios de transmisión a través de los cuales se propagan los gérmenes. ¿Cómo se propagan los gérmenes? ¿Por qué a pesar de vivir rodeados de gérmenes, sólo en contadas ocasiones consiguen infectarnos?
Los gérmenes pueden pasar desde la fuentes de infección a un organismo sano de dos formas:
Transmisión directa o contagio: Se produce por contacto directo entre la persona infectada y la sana. El contacto puede ser físico o a través de las partículas desprendidas del enfermo. La gripe, por ejemplo, puede contagiarse al inhalar las gotitas que pasan al aire con el estornudo o la tos de un enfermo.
Transmisión indirecta: Los gérmenes procedentes de la fuente de infección pasan al medio, por ejemplo al agua o a los alimentos, y de allí pueden transmitirse a una persona sana. Por ejemplo, la bacteria que ocasiona el cólera se transmite por el agua. El transporte de los gérmenes pueden hacerlo otros animales que se denominan vectores; los mosquitos, por ejemplo, son vectores del dengue y de la malaria.
Se denominan reservorios a los animales que albergan agentes infecciosos para la especie humana. En ellos, los gérmenes viven y se reproducen y pueden transmitirse a las personas. Los roedores son los principales reservorios de virus.

1. La respuesta inmunitaria
Nuestro organismo posee barreras naturales que dificultan la entrada de los agentes infecciosos. La piel, las lágrimas o las secreciones ácidas de nuestro aparato digestivo frenan la entrada de los gérmenes, aunque estas barreras no son infranqueables. Si los agentes infecciosos logran superarlas aún deberán enfrentarse al sistema inmunitario.
El sistema inmunitario está formado por un conjunto de órganos, tejidos y células que se encuentran repartidos por todo el organismo, aunque los glóbulos blancos son el componente central. Este sistema elabora respuestas para proteger al organismo de infecciones y de cuya ejecución se encargan los glóbulos blancos. En muchos casos, la respuesta inmunitaria logra eliminar los gérmenes causantes de la enfermedad y ésta se supera en unos pocos días, como suele ocurrir en los resfriados comunes.

 ¿Son iguales todos los glóbulos blancos?  
Los glóbulos blancos son incoloros, tienen núcleo y pueden abandonar la sangre y pasar a los tejidos en los que exista una infección. Los que intervienen en la defensa del organismo se reúnen en dos grupos:
 
Fagocitos: Engloban los cuerpos extraños, como una bacteria, y los digieren. Por ejemplo, los macrófagos.
Linfocitos: Son los glóbulos blancos más abundantes. Hay dos tipos, los linfocitos B que fabrican anticuerpos y los linfocitos T, que destruyen células infectadas por virus o cancerígeneas.


2. Memoria inmunitaria e inmunidad
La primera vez que una persona se expone a un agente infeccioso (un antígeno) existe un lapso, por lo común de varios días, antes de que se aprecie un aumento de anticuerpos y linfocitos T. Pero, durante años, a veces por toda la vida, el sistema inmunitario "recuerda" a ese germen particular y, en un segundo encuentro con él, reacciona de forma mucho más rápida e intensa. En estas condiciones, esa persona es capaz de resistir la enfermedad infecciosa provocada por ese mismo germen y se dice que es inmune a ella.
Gracias a la capacidad de memoria del sistema inmunitario:
  • La recuperación de muchas enfermedades, como la varicela, proporciona una inmunidad natural contra ellas. Muchas enfermedades infecciosas sólo se padecen una vez en la vida.
  • Podemos protegernos frente a enfermedades graves, como el tétanos, mediante la inmunidad artificial. Ésta puede adquirirse introduciendo en el cuerpo patógenos enteros, o parte de ellos, que han perdido su capacidad de provocar la infección pero mantienen la capacidad de estimular la respuesta del sistema inmunitario. Este proceso se llama vacunación. Una vez vacunados de una enfermedad, nuestro organismo se hace inmune a ella por un período de tiempo, en muchos casos por toda la vida.
3. Antígenos, anticuerpos y respuesta
Los antígenos son organismos o moléculas, por ejemplo de la cubierta de un virus, que son reconocidos por el sistema inmunitario y estimulan su respuesta.
Los anticuerpos son proteínas fabricadas por los linfocitos, glóbulos blancos que circulan con la sangre. Los anticuerpos se vierten al plasma sanguíneo donde se unen al antígeno particular para el que han sido producidos e inician su destrucción.
La respuesta inmunitaria se caracteriza por su:
  • Especificidad: Los linfocitos y anticuerpos producidos como respuesta a un antígeno sólo sirven para ese antígeno.
  • Diversidad: El sistema inmunitario es capaz de responder ante una ingente variedad de moléculas, virus, bacterias, venenos... a unos diez millones de determinantes antigénicos.
  • Distinción entre lo propio y lo extraño: El sistema inmunitario sólo responde, en condiciones normales, ante moléculas o células extrañas.
  • Memoria: Después de responder a un tipo particular de patógeno una vez, él sí recuerda ese patógeno y puede responder más rápido y de forma más poderosa al mismo patógeno en el futuro.   

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