jueves, 29 de abril de 2021

Algunas comparativas conceptuales entre conducta y motivación

No existe una sola serie de fenómenos o de condiciones bajo las que se efectúan los fenómenos conductuales, por las que se preocupen todos los teóricos de la motivación del mismo modo. Algunos autores centran su atención en una cosa y otros en otra. Por consiguiente, el tipo de prueba que se busca en relación con las diferentes teorías tiende a variar. Esta diversidad de intereses dificulta hacer una evaluación comparativa de las teorías y de la adecuación con que abarcan los datos disponibles. Sin embargo, creemos que la evaluación comparativa es conveniente.

 ¿Por qué se usa el concepto de motivación?  

Desde luego, el tema de las ciencias conductuales es la conducta del organismo viviente. Sin embargo, estas disciplinas utilizan términos y conceptos que parecen implicar procesos no manifiestos en dicha conducta. Un hombre corre despacio o rápido, por este lado mejor que por aquél, o corre en estas condiciones y no en aquellas. El hecho conductual es que corre, que lo hace a determinada velocidad, en un tiempo preciso, en cierto lugar y en una dirección dada. No se ve directamente, en esta conducta y en sus propiedades, la percepción, el hábito, la motivación, la actitud, los valores o el pensamiento. Y, sin embargo, estos términos y otros parecidos forman parte del léxico de las ciencias conductuales; una conducta, como correr, no forma parte de dicho léxico. ¿Qué son estos términos y por qué se les usa en lugar de las descripciones conductuales directas?

La respuesta a la primera pregunta es que estos términos se refieren a conceptos o construcciones que se postulan para explicar la conducta observada. ¿Por qué se les usa? A esto se contesta que la conducta es un fenómeno tan variado, complejo y que está tan interrelacionado que no puede hablarse de él sin hacer un análisis. Y estos términos proveen el marco analítico de procesos que servirá para clasificar, ordenar y conceptualizar la conducta. Desde luego, existe cierto peligro con los conceptos que sobrepasan la conducta en sí y las condiciones con las que se asocian. Gran parte de las confusiones y discusiones existentes en las ciencias conductuales surge del fracaso en delimitar con precisión los conceptos de estas conductas específicas y de sus condiciones asociadas. Sólo puede mantenerse una estricta vigilancia por lo que se refiere al empleo de estos conceptos por la reconsideración constante de sus referencias conductuales y circunstanciales.

Queda claro que hubo de desarrollarse el concepto de motivación para que correspondiera a ciertas propiedades de la conducta, propiedades para las cuales se supuso que otros conceptos no eran suficientes. En general, esto es históricamente cierto. Sin embargo, aún existen dudas sobre la necesidad de una construcción hipotética motivacional como tal. Se hace necesario preguntar si existe alguna propiedad de la conducta que requiera singularmente de ella, y si otros conceptos de utilidad comprobada bastan sin usar aquélla.

Veamos primero algunos conceptos generales de la naturaleza de la conducta que exigen un papel central para la construcción motivacional. Estas concepciones implican un compromiso con el concepto de motivación, sin preocupación alguna por identificar las características específicas de la conducta que requieren que la construcción motivacional tenga un papel central. De tales compromisos conceptuales con la motivación, nos dedicaremos a los aspectos específicos de la conducta que se han usado para identificar las variables motivacionales de la conducta.

1. Compromiso conceptual con la motivación

A menudo se dice que toda la conducta está motivada, y que sirve a las necesidades del organismo. Sin motivación, un organismo no se comportaría; sería una masa inerte que prácticamente no haría nada. Animada a la acción por una necesidad, se dedicaría a acciones motivadas por dicha necesidad, y continuaría en acción hasta que se satisficiera dicha necesidad. La acción sirve a la necesidad; la conducta es el instrumento por el cual se satisface la necesidad. La conducta es un medio, no un fin.

Estas nociones relacionadas con la motivación surgieron de la influencia ejercida por la teoría evolucionista y la biología fisicalista sobre la psicología comparada, el estudio del aprendizaje y el estudio psicoanalítico de las enfermedades mentales. Se creía que los animales se movían debido a fuentes internas o pulsiones; los organismos parecían aprender cuando se satisfacía la pulsión, y se creía que las conductas anormales provenían de urgencias y deseos que eran, en su mayoría, inconscientes. De estas observaciones fue fácil generalizar que toda la conducta está motivada y sirve como un medio de ajuste en presencia de las necesidades.

Estas conclusiones representaban un gran paso hacia adelante en el estudio de la conducta. Permitió que se tomara un punto de vista determinista respecto de la conducta, cosa que antes, a menudo, se había atribuido a factores tales como el alma o el libre albedrío. En este contexto, los conceptos motivacionales parecían ser, en primer lugar, factores causantes. Pero no es necesariamente cierto que todos los factores causantes de la conducta sean motivacionales.

La conducta puede ocurrir debido a una fuerza aplicada externamente -como un empujón-, y ésta no es una causa motivacional, aunque sea una causa. Lo que es más importante aún, puede hablarse de la estructura física del organismo, de sus capacidades sensoriales y perceptuales, sus habilidades motoras y otras parecidas como de factores causantes de su conducta. Más aún, pueden considerarse con certeza los hábitos, una vez que se han formado, como psicológicamente causantes en la conducta subsecuente. Existen muchas causas de conducta, y la motivación sólo es una de ellas.

Sin embargo, en la psicología dinámica y en la intencional existe la tendencia a suponer que la motivación es una causa más esencial o de raíz que muchas de las otras. Quizá ello se deba a que la actividad intranquila parece ser una consecuencia primaria de los estados de necesidad, y a que los conflictos y las frustraciones parecen centrarse alrededor de actividades con un gran significado afectivo.

Pero la actividad o la conducta son un hecho de la vida; es decir, la actividad es, por su naturaleza misma, una propiedad de los organismos vivientes. No ayuda mucho afirmar que toda la conducta es motivada, a menos que tal afirmación provoque intentos de identificar las propiedades motivacionales en eventos conductuales específicos. Más aún, si estar vivo es estar activo, podría ocurrir que la conducta fuera un fin en sí, más bien que un instrumento sólo útil para satisfacer la necesidad. Los conflictos y las frustraciones implican experiencias complejas habidas en un ambiente social, y, quizá, no representan exclusivamente variables motivacionales.

Otra faceta de esta preocupación general por la motivación es que la biología y la psicología funcionales tienden a pensar en términos homeostáticos. Se consideraba que la conducta era un ajuste, un medio para rectificar la falta de equilibrio causada por las necesidades de los tejidos o por sus deficiencias. Por ejemplo, cuando surge el hambre, ocurre una conducta que hace buscar e ingerir alimentos, para así restaurar el tejido agotado. La conducta, aquí, es instrumental, pero se ve como parte de un sistema total, cuyo balance o equilibrio es signo de que las necesidades están satisfechas. La conducta es una respuesta al desequilibrio. Algunos autores han llegado incluso más lejos al definir la salud psicológica como una habilidad continua para satisfacer ciertas necesidades.

2. Propiedades motivacionales específicas de la conducta

Algunos autores utilizan muchas otras características específicas de la conducta al definir la motivación o al identificar variables motivacionales. En algunas ocasiones estos aspectos se relacionan con las consideraciones generales antes bosquejadas. Por ejemplo, la energetización se relaciona con la proposición de que toda la conducta es motivada, y la dirección a la proposición de que la conducta sirve a las necesidades del organismo.


Estudiaremos cinco propiedades específicas de la conducta:

Energetización o facilitación de una variedad de respuestas
Hull (1943), Brown (1953, 1961), Spence (1956) y Farber (1954, 1955), entre otros, han establecido nociones de que la pulsión general o los estados de activación interactúan con tendencias de respuesta innatas o habituales para producir conducta. Su idea es que los procesos motivaciones, como tales, no controlan o guían formas específicas de conducta, pero sí influyen sobre la conducta al energetizar tendencias innatas o asociativas. Se atribuye la especificidad, la dirección, la adecuación, la persistencia, el sentido de meta o la aparente intencionalidad de la conducta a factores no motivacionales como el hábito, aunque algunos estímulos que controlan tales hábitos puedan tener un remoto origen motivacional.

El vigor conductual y la eficiencia
A veces, los estímulos débiles ocasionan respuestas vigorosas, mientras que, otras veces, pueden producirse respuestas débiles en presencia de una estimulación fuerte. O, a pesar de una estimulación invariable, las respuestas pueden variar en fuerza o, a la inversa, la fuerza de la respuesta puede permanecer constante a pesar de variar la estimulación. A menudo se dice que la energía gastada en la conducta, según la revela la fuerza, indica la necesidad de usar conceptos motivacionales, especialmente cuando las variaciones de energía no concuerdan con los niveles de estimulación ambiental. Teóricos de la activación como Duffy, Malmo, Lindsley, Schlosberg y Hebb tienden a concentrarse en la eficiencia o adecuación con que se efectúan los eventos conductuales, como prueba de un estado de activación subyacente, es decir, motivado. La activación tiene mucho paralelismo con la pulsión general de la teoría de la pulsión, pero la teoría de la activación no sugiere tan explícitamente la relación de la activación con los actos específicos de la conducta como la teoría de la pulsión.

Dirección de la conducta
A menudo se describe la conducta como si estuviera guiada, dirigida, orientada hacia una meta, persistente o intencional. Tal caracterización puede describir su ocurrencia en una secuencia breve o por largos períodos, o puede describir actos de elección, preferencia o decisión. Para autores como Young (1961), McClelland y colaboradores (1953), Hebb (1949), Bindra (1959) e Irwin (1958), este carácter selectivo y dirigido de la conducta es la propiedad esencial, que ocasiona la postulación de un proceso motivacional. Para Muenzinger (1942), la unidad apropiada para la investigación conductual era una secuencia de actos específicos iniciados y dirigidos por un estado motivacional, y que terminaban al terminar dicho estado. McGeoch (1942) y Melton (1941) también proponían como prueba de que había terminado un proceso motivacional que se completara la secuencia de una respuesta específica.
 
Reforzamiento
A menudo se termina una secuencia de respuesta por un contacto con el objetivo final. Tal encuentro, se extinga o no el objetivo final, con frecuencia fortalece la conducta que condujo a él. Cuando tal fortalecimiento ocurre, se le llama reforzamiento. Miller (1951), Brown (1961) y Farber (1955) han indicado que la ocurrencia del reforzamiento permite inferir que en la secuencia de conducta debe haber estado activa una variable motivacional.

Debilitamiento de la conducta
Brown (1961) ha sugerido que cuando la conducta se debilita o cesa a consecuencia de una estimulación desagradable (castigo), puede tomarse como prueba de que la estimulación desagradable tiene un status motivacional.

En resumen, tanto razones conceptuales como propiedades conductuales específicas han sugerido a los teóricos que la motivación es una construcción esencial. Algunos de estos compromisos conceptuales implican la afirmación de que toda conducta es motivada y de que la conducta sirve a las necesidades del organismo. Existen varios aspectos de la conducta más específicos que han parecido a los teóricos ser singularmente motivacionales. Sin embargo, los teóricos no están de acuerdo sobre cuáles son esenciales.

Por el momento, es preciso contentarse con la afirmación de que cualquiera de los siguientes puntos sobre la conducta, o cualquier combinación de ellos, puede ocasionar la postulación de un proceso motivacional: que la conducta se efectúa de algún modo, que alguna operación (como la privación de alimento) facilite varias respuestas, que las respuestas varíen en fuerza, que la conducta tenga una dirección, que ciertos tipos de eventos subsecuentes puedan reforzar (y otros tipos debilitar) una secuencia conductual.

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