Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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lunes, 19 de agosto de 2013

La capacidad humana de conocer

El ser humano es capaz de conocer la
realidad en su conjunto a partir de los
elementos que la configuran.
El ser humano tiene una capacidad distintiva del resto de los seres vivos: conocer. No solo se desarrolla en su mundo sino que es capaz de conocerlo y también de preguntarse por él, incluso puede conocerse a sí mismo. Este conocimiento procede tanto de unos condicionamientos biológicos como de unos desarrollos culturales.
Conocer es preguntarse por el mundo y por uno mismo, es abrir nuestros sentidos al mundo y tomar contacto con la realidad. Recoger información y procesarla de una cierta manera. Asombrarse ante lo que nos rodea e intentar comprenderlo. Plantear preguntas y buscar soluciones. Nunca dejar de pensar, nunca darse por satisfechos. Por eso es importante conocer el mismo conocimiento, es decir, hacer la reflexión y el análisis desde la descripción de las capacidades humanas hasta las implicaciones últimas que ello conlleva, y comenzar por saber qué podemos conocer y cuáles son los determinantes y condicionantes de nuestro conocimiento, para establecer el modo propio del conocimiento humano y su desarrollo a lo largo del tiempo: la historia. Todo ello, además, irá dando más información para completar ese rompecabezas que es el ser humano.
Los productos del conocimiento son también objeto de análisis: la propia filosofía, como reflexión sobre el conocer y como actitud básica de pregunta ante la realidad, y la ciencia, modo privilegiado de conocimiento que nos permite modificar, transformar y adaptar el mundo para dominarlo. Para esto es fundamental el lenguaje, auténtico vehículo para el pensamiento, pero también producto del conocimiento y determinante del mismo. A través de él buscamos la verdad y nos buscamos a nosotros mismos.

Pero contar las briznas de hierba es inútil, nunca se llegará a saber cuántas son. El césped no tiene límites netos, hay una orilla donde la hierba deja de crecer, pero todavía brota alguna brizna dispersa aquí y allá, después una espesa mota verde, después una franja más rala: ¿forman todavía parte del césped o no?
El césped es un conjunto de hierbas -así se plantea el problema-. que comprende un subconjunto de hierbas cultivadas y un subconjunto de hierbas espontáneas llamadas cizañas; la intersección de los dos subconjuntos está constituida por hierbas nacidas espontáneamente, pero pertenecientes a las especies cultivadas y por tanto indiferenciables de éstas.
Palomar sigue ahora otro curso de pensamientos: ¿es "el césped" lo que vemos o menos una brizna más una brizna...? Lo que llamamos "ver el césped" es solo un efecto de nuestros sentidos aproximativos y bastos; un conjunto sólo existe en tanto está formado por elementos distintos. No es el caso de contarlos, el número no importa; lo que importa es aprehender de un vistazo las plantitas individuales una por una, en su particularidad y en sus diferencias. Y no solamente verlas: pensarlas. En vez de pensar "césped", pensar aquel pecíolo con dos hojas de trébol, aquella hoja lanceolada un poco corva, aquel corimbo tenue...
Palomar se ha distraído, ya no arranca las malas hierbas, ya no piensa en el césped; piensa en el universo. Está tratando de aplicar al universo todo lo que ha pensado del césped. El universo como cosmos regular y ordenado o como proliferación caótica. El universo tal vez finito pero innumerable, inestable en sus confines, que abre dentro de sí otros universos. El universo, conjunto de cuerpos celestes, nebulosas, polvillo, campos de fuerzas, intersecciones de campos, conjuntos de conjuntos...
I. Calvino, Palomar (adaptado)

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