Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 8 de mayo de 2016

Historia del trabajo

A lo largo de la historia, el trabajo ha sido concebido de modos diversos. No siempre se ha pensado que tuviera una dimensión de realización personal, ni tampoco se ha valorado siempre como carga y castigo. En todas estas concepciones influyen la estructura de la sociedad, el concepto de ser humano que esté vigente y, sobre todo, la ideología que sustenta tales convicciones.

1. El trabajo en la Antigüedad
En la Grecia clásica, el trabajo manual era considerado una labor "inferior" que debía ser realizada por individuos de grupos sociales también inferiores. Una sociedad esclavista en la que existía una perfecta jerarquía, considerada natural, justificaba así que las actividades estuvieran bien estratificadas, de modo que el trabajo era algo impropio de los hombres libres, dedicados a actividades superiores.
Aristóteles, por ejemplo, considera que el trabajo es una actividad cuyo resultado es una obra exterior al ser humano; no tiene el fin en sí misma, aunque todas las acciones, también las que tienen que ver con el trabajo (la producción), hacen referencia al bios (la vida humana), que es un estar-en-obra, no algo acabado y finalizado. El trabajo, como tipo de acción, está subordinado a otras actividades más elevadas, más humanizadoras y sólo será algo complementario en la tradición aristotélica.

2. Cristianismo y Reforma
La difusión de la Biblia a lo largo de la Edad Media dio lugar a que se extendiera la concepción del trabajo propia del Cristianismo. Originalmente concebido como un castigo, el trabajo, fruto del pecado original, se entiende como una condena y una obligación a la que no se puede escapar. Por otro lado, la exigencia del trabajo es también un modo de alabar a Dios, es decir, el trabajo se comprende como alabanza, entrega y obediencia. De ahí el lema ora et labora (reza y trabaja). De la mano de Tomás de Aquino, la filosofía intentará, en su concepción del trabajo, hacer una síntesis entre el pensamiento aristotélico y el propio cristianismo.
La Reforma cambia la concepción del trabajo, que pasa de ser una condena a ser el medio que posibilita la salvación espiritual. Se considera el trabajo como vocación, como algo que permite al ser humano desarrollarse. Tanto Lutero como Calvino defienden este punto de vista, si bien el segundo insiste en valores como el ahorro, la laboriosidad o la puntualidad para indicar las vías hacia la salvación.

3. De la economía al trabajo en la actualidad
Con el surgimiento de una nueva época que descubre el poder técnico, con la consiguiente transformación radical de la naturaleza, se cambia la concepción del trabajo. A partir de este momento, se piensa que el trabajo da valor a las cosas, les confiere valor. No es una clase deficiente de acción, más o menos como en el esquema aristotélico, sino que es creación del mundo, de posibilidades, de naturaleza; rompemos el orden natural... gracias al poder del trabajo. Estas ideas de Locke pasarán directamente a la teoría económica de Smith y, desde ellos, a Hegel y a Marx.
En la actualidad existe una visión más compleja de su significado. Se muestra la ambivalencia del trabajo: por un lado, es creación de posibilidades y vía de realización; por otro, es dominación y esfuerzo que ocupa nuestro tiempo impidiendo otros caminos de realización. La complejidad de nuestro mundo tecnificado y el surgimiento de nuevas tareas propiciadas por ese desarrollo técnico han dado lugar a nuevos modos de entender el trabajo y el propio ser humano en su ejecución.

4. Karl Marx: una filosofía del trabajo
Marx ofrece elementos imprescindibles de crítica social y de análisis antropológico. Su gran preocupación filosófica es que el ser humano alcance cada vez mayores cotas de libertad y desarrollo personal. Una forma de conseguirlo es el trabajo, con el cual logra "humanizar la naturaleza". El ser humano, al trabajar, expresa su forma de ser, puede reconocerse en lo que hace y desarrollar sus posibilidades. Pero en la sociedad capitalista (al menos la del siglo XIX, aunque no sólo entonces) el trabajador no puede "reconocerse" en su obra, porque le "quitan" lo que produce, pagándole un salario que no está acorde con lo que ha hecho. Y el ser humano no es valorado en lo que ha hecho, el tiempo que ha empleado en producirlo es un tiempo vacío, sin sentido..., y la vida se reduce a esta actividad, la vida humana entera es absurda. Marx denuncia brillantemente esta situación de explotación y alienación.

El trabajo alineado
El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvaloración del mundo humano crece en razón directa de la valoración del mundo de las cosas; cuantos más objetos produce el trabajador, tanto menos alcanza a poseer u tanto más sujeto queda a la dominación de su producto.
Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto, es evidente que cuanto más se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraña, objetivo que crea frente a sí, y tanto más pobres son él mismo y su mundo interior.
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?
Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que, en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que, tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como de la peste.
De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, el beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal.
Karl Marx, Manuscritos. Economía y filosofía (adaptado)

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