Los motivos son, según la definición tradicional, las causas, factores o impulsos internos que mueven a un sujeto a la ejecución de una conducta. En relación con la motivación, los psicólogos distinguen tres términos que a veces se confunden:
- Necesidad: Es la situación en que algo falta (carencia) o sobra (exceso) a un sujeto para alcanzar su estado adecuado, pudiéndose entender esta carencia o exceso en un sentido físico-biológico (nutrientes, hormonas, etc.) o psicológico-social (placer, afecto, reconocimiento, etc.).
- Impulso: Es la tendencia que desde dentro empuja a la acción y que el sujeto siente en forma de atracción o repulsión.
- Objetivo: Es la finalidad de la acción, lo que se pretende conseguir con ella.
Cualquier teoría psicológica de la motivación mínimamente seria debe tener en cuenta la complejidad, riqueza y diversidad de los motivos humanos y huir de las propuestas dogmáticas y simplificadoras que pretenden explicar toda la conducta humana desde una única motivación básica.
2. Clasificación de los motivos humanos
La clasificación clásica de los motivos, propuesta en primer lugar por Hull y después aceptada por un gran número de psicólogos, distingue entre impulsos o motivos primarios y secundarios. Los motivos primarios son los que aparecen asociados a necesidades biológicas y, por tanto, no son adquiridos, sino innatos: igual que nacemos con esas necesidades, nacemos con el impulso de satisfacerlas. Al menos en su origen, estos impulsos expresan necesidades esenciales para la supervivencia del individuo o la especie. Sin embargo, no hay acuerdo general sobre la lista de motivos primarios, exceptuados el hambre, la sed, el sueño y el sexo. ¿Deben considerarse primarios impulsos como la agresividad o la curiosidad, que indudablemente tuvieron en el momento de su aparición un claro valor supervivencial?
Por otro lado, los motivos secundarios (aprendidos o sociales) no están determinados por la necesidad biológica, sino por las circunstancias de la vida en sociedad; pueden, por lo tanto, ser cambiantes de una cultura a otra. Aquí podemos incluir la necesidad de autoestima, lo que se llama "motivación de logro" (ambición de alcanzar metas socialmente valoradas), el amor y la afiliación (necesidad de crear lazos afectivos con otras personas), el deseo de diversión o de conocimientos, la ambición de poder o de poseer bienes materiales, etc. La no consecución de estos motivos no suele afectar a la supervivencia, pero sí al estado emocional del individuo.
Por regla general, se ha venido aceptando el postulado de Maslow en el sentido de que los motivos sociales o secundarios no impulsan la conducta de los individuos si antes no se encuentran cubiertas sus necesidades primarias. Por ejemplo, si una persona no dispone de alimento para calmar su hambre, dedicará todos sus esfuerzos a ello, abandonando otras conductas por muy motivadoras que sean socialmente. ¿Es esto así?
Hay que distinguir entre la aparición de un motivo y el poder motivante del mismo. Es cierto que los motivos secundarios aparecen después de los primarios, y sólo una vez que éstos han sido satisfechos adecuadamente; pero no lo es que, una vez aparecidos, el poder motivador de los impulsos secundarios se vea condicionado a la satisfacción de los primarios: tal como dice Allport, una vez que aparecen los motivos socio-culturales (espirituales) alcanzan muy pronto una autonomía funcional en relación con los puramente biológicos (materiales). Es lo que, en nuestra cultura, se ha expresado tantas veces como la lucha entre la "carne" y el "espíritu": por sorprendente que parezca, en esta lucha no es siempre el espíritu quien lleva las de perder.
Gandhi en huelga de hambre |
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