Una vez la infección se ha establecido en el organismo, aún es posible combatirla mediante algunos medicamentos. A diferencia de lo que ocurre con las vacunas, los medicamentes que se utilizan para combatir las enfermedades infecciosas no inducen una respuesta inmune protectora frente a la infección. Son sustancias químicas, como los antibióticos o los antivirales, que impiden o dificultan la multiplicación de los gérmenes en el hospedador.
Los antibióticos son sustancias químicas, de origen biológico o sintético, que matan a las bacterias o impiden su multiplicación. Su descubrimiento supuso una auténtica revolución en la lucha contra las enfermedades infecciosas.
En 1929, el médico inglés Alexander Fleming observó que las placas de cultivo de la bacteria Staphylococcus aureus que conservaba en el laboratorio habían sido contaminadas por un hongo, y que la zona que rodeaba al hongo en crecimiento estaba libre de bacterias. Tras años de investigación se consiguió aislar, a partir del hongo identificado como Penicillium notatum, la sustancia que impedía el desarrollo de la bacteria. Fue el primer antibiótico conocido, la penicilina.
A partir de entonces se han descubierto otros antibióticos producidos por seres vivos y también se han fabricado en el laboratorio moléculas que tienen un efecto similar, los denominados antibióticos sintéticos.
2. Los antivirales
Los antibióticos actúan sobre las bacterias, pero no tienen ningún efecto sobre otros agentes infecciosos, como los virus, los hongos o los protozoos. Para las enfermedades infecciosas no bacterianas debe utilizarse otro tipo de medicamentos.
La importancia de algunas enfermedades víricas, como el sida, ha obligado a que las empresas farmacéuticas hayan puesto su empeño en el desarrollo de medicamentos antivirales. Sin embargo, no es sencillo lograr que un medicamento acabe con una infección vírica. El problema fundamental se deriva de que los virus no son células y, además, se reproducen en el interior de las células del huésped. Los pocos fármacos antivirales que existen están destinados a evitar que el virus entre en las células o que, tras su reproducción, no puedan liberarse y contagiar a las células vecinas.
3. Resistencia a los medicamentos
Uno de los factores que está influyendo en la emergencia y reemergencia de enfermedades infecciosas es la constante y creciente resistencia de las bacterias a los antibióticos. El propio Alexander Fleming fue el primero en advertir de la importancia potencial de la aparición de resistencias. ¿Cómo una bacteria se hace resistente a un antibiótico al que era sensible? ¿Se puede evitar?
Las bacterias adquieren la resistencia a un antibiótico de dos formas diferentes:
➢ Por mutación: Su información genética puede cambiar de forma espontánea y al azar, y ese cambio puede proporcionarle la capacidad de sobrevivir a la acción de un antibiótico.
➢ Por intercambio de genes entre variantes o especies bacterianas: Esta capacidad permite que si un tipo de bacteria, aunque sea inocua, ha adquirido la resistencia a un antibiótico pueda pasarle esa información a otra bacteria.
Ambos son fenómenos naturales y no pueden evitarse; lo que sí es evitable es la selección y propagación de las variedades bacterianas más resistentes. Esto se produce como consecuencia de:
➢ Tratamientos inadecuados: La selección y propagación de las variedades más resistentes se ven facilitadas por una prescripción de antibióticos tanto excesiva como insuficiente, la inobservancia de las dosis recomendadas y la venta indiscriminada de estos fármacos.
➢ Utilización de antibióticos en plantas y otros animales: Los antibióticos, que en un principio estaban destinados a combatir enfermedades infecciosas en las personas, se utilizan también para tratar infecciones en plantas y animales, incluso se incorporan de forma rutinaria en la alimentación de los animales. Es frecuente que los mismos microbios circulen entre sus huéspedes humanos, animales y vegetales, lo que les brinda la oportunidad de intercambiar genes.
No sólo las bacterias adquieren resistencia a los fármacos. Otros agentes infecciosos, como algunos protozoos, también lo hacen. En 1976, la malaria provocada por Plasmodium falciparum resistente al fármaco cloroquina sólo existía en Asia Suroriental y diez años más tarde se había extendido por todo el mundo.
Otro tanto puede decirse de los virus, como muestra la aparición de resistencia a los medicamentos o a combinaciones de medicamentos contra el virus de inmonodeficiencia humana (VIH).
Uno de los factores que está influyendo en la emergencia y reemergencia de enfermedades infecciosas es la constante y creciente resistencia de las bacterias a los antibióticos. El propio Alexander Fleming fue el primero en advertir de la importancia potencial de la aparición de resistencias. ¿Cómo una bacteria se hace resistente a un antibiótico al que era sensible? ¿Se puede evitar?
Las bacterias adquieren la resistencia a un antibiótico de dos formas diferentes:
➢ Por mutación: Su información genética puede cambiar de forma espontánea y al azar, y ese cambio puede proporcionarle la capacidad de sobrevivir a la acción de un antibiótico.
➢ Por intercambio de genes entre variantes o especies bacterianas: Esta capacidad permite que si un tipo de bacteria, aunque sea inocua, ha adquirido la resistencia a un antibiótico pueda pasarle esa información a otra bacteria.
Ambos son fenómenos naturales y no pueden evitarse; lo que sí es evitable es la selección y propagación de las variedades bacterianas más resistentes. Esto se produce como consecuencia de:
➢ Tratamientos inadecuados: La selección y propagación de las variedades más resistentes se ven facilitadas por una prescripción de antibióticos tanto excesiva como insuficiente, la inobservancia de las dosis recomendadas y la venta indiscriminada de estos fármacos.
➢ Utilización de antibióticos en plantas y otros animales: Los antibióticos, que en un principio estaban destinados a combatir enfermedades infecciosas en las personas, se utilizan también para tratar infecciones en plantas y animales, incluso se incorporan de forma rutinaria en la alimentación de los animales. Es frecuente que los mismos microbios circulen entre sus huéspedes humanos, animales y vegetales, lo que les brinda la oportunidad de intercambiar genes.
No sólo las bacterias adquieren resistencia a los fármacos. Otros agentes infecciosos, como algunos protozoos, también lo hacen. En 1976, la malaria provocada por Plasmodium falciparum resistente al fármaco cloroquina sólo existía en Asia Suroriental y diez años más tarde se había extendido por todo el mundo.
Otro tanto puede decirse de los virus, como muestra la aparición de resistencia a los medicamentos o a combinaciones de medicamentos contra el virus de inmonodeficiencia humana (VIH).
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