Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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sábado, 2 de mayo de 2020

Teorías sobre la motivación

El conjunto de teorías y datos sobre la motivación vamos a agruparlos en los siguientes apartados:

❶ Fundamentos neurofisiológicos de la motivación: En toda conducta motivada puede considerarse su intensidad y su direccón. La intensidad (grado, persistencia, etc.) viene básicamente determinada por la activación del organismo, en donde participa el estado fisiológico existente, que influye también en el factor direccional.
Los fisiólogos se centraron en especificar los factores de orden biológico que determinan la motivación y la conducta. Así, Galliste limita el concepto de motivación a los procesos y funciones que impulsan la conducta compleja, estimulando y bloqueando los mecanismos de coordinación sensomotora, gracias a lo que se obtiene coherencia y dirección en la conducta.
En efecto, los psicofisiólogos han tratado de precisar las estructuras y procesos neurofisiológicos intervinientes en la motivación, destacando la importancia de la activación de la formación reticular, los mecanismos homeostáticos y el principio hedónico.
Un aspecto importante de las teorías fisiológicas de la motivación hace referencia a las reacciones emocionales, especialmente placer-displacer, ligadas a la actividad (Miller, Olds, Roberts y Delgado). Sus experimentos hablan a favor de centros innatos de carácter fisiológico especializado en el placer y displacer.

Teorías psicoanalíticas sobre la motivación: Dentro del cuerpo teórico psicoanalítico, y más concretamente freudiano, los puntos de vista económico y dinámico de la metapsicología son los que se ocupan del tema motivacional. En tal sentido, las cuestiones centrales giran alrededor del estado en que puede encontrarse la energía psñiquica (libre o ligada), los procesos que regulan el funcionamiento del aparato mental (proceso primario y proceso secundario), los principios rectores de la economía psíquica (principio de placer, principio de realidad, principio de constancia y principio de Nirvana), así como el conjunto de postulados y conceptos alrededor de las pulsiones y de sus eventuales conflictos entre sí o con las fuerzas procedentes del medio ambiente o del superyo y el yo, origen de un sentimiento fuertemente displacentero, la angustia, de la que se defiende el sujeto por medio de los llamados mecanismos de defensa del yo.
Existen dos formas de estar la energía psíquica: libre o ligada. El concepto de catexia implica la ligazón de tal energía a una representación, o al objeto, o a una instancia psíquica, a la conducta en fin; pero también la posibilidad de una descatexia o desligazón, en cuyo instante la energía en cuestión queda de nuevo libre.
El proceso primario posibilita que la energía esté libre o se libere con facilidad, pasando de una a otra representación, lo que define los procesos de condensación y desplazamiento, específicos del funcionamiento inconsciente. El proceso de desplazamiento implica una representación que puede entregar a otra todo el monto de su investidura; y el de condensación, que una representación puede tomar sobre sí la investidura íntegra de muchas cosas.
Otro fenómeno del proceso primario es la identidad de percepción, proceso ligado a las experiencias gratificantes. Condiciona que las huellas mnésicas del objeto amoroso y de las actividades que hicieron desaparecer los estados displacenteros de tensión, se ven fuertemente catexiados. Ello conduce a que cuando el sujeto funciona con arreglo al proceso primario (sueños, estados psicóticos, etc.) y se le dé la imposibilidad de reactualizar los hechos que fueron efectivamente satisfactorios, se busque la eliminación de la tensión por medio de una actividad alucinatoria (fantasías, actividad en el vacío, etc.).
El proceso secundario es el rector de la vida psíquica preconsciente y consciente. Aquí rigen los principios de la lógica y de la temporalidad, estando la conducta mediatizada por el fenómeno de identidad de pensamiento. Esto supone dejar la satisfacción alucinatoria, a la postre frustrante, a favor de la adaptación a la situación objetiva y real, aun teniendo que posponer la obtención del placer. Para ello, el aparato psíquico debe inhibir y posponer la descarga, para lo que es necesario funciones cognitivas como el pensamiento, la razón, etc. El yo se atiene a la razón y el ello se rige por pasiones desenfrenadas.
En todo caso, el rector máximo de la conducta es el principio de placer, que empuja al organismo a la realización de sus deseos pulsionales procedentes del ello, tratando de obtener placer de espaldas a la lógica, a los principios éticos y a la realidad objetiva. El placer fue definido primeramente como la reducción hasta un cierto mínimo del estado de tensión energética del organismo (Freud). Sin embargo, años después se admitió la existencia de tensiones que en sí mismas pueden resultar placenteras.
El principio de constancia afirma que el aparato psíquico se afana por mantener lo más bajo posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente en él. El principio de Nirvana expresa que los organismos vivos tienden, finalmente, a buscar un estado carente de energía, volver a ser materia inorgánica. La pulsión de vida conquistó un lugar junto a la pulsión de muerte en la regulación de los procesos vitales. Así, el principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte, el principio de placer sería el guardián de la vida, ligado a la líbido, y el principio de realidad se atiene a las influencias del mundo exterior.
El yo maneja las constelaciones reales del mundo exterior, representándolas adecuadamente dentro del aparato mental. Este principio no representa ya lo agradable pero irreal, sino lo real aun siendo desagradable. Estamos en el principio de realidad, que facilita la adaptación y la supervivencia.
La teoría psicoanalítica considera que el motor esencial de la conducta radica en las pulsiones, excitaciones internas o endógenas que presionan desde el ello, con el fin de realizar los deseos implícitos, obteniendo así placer. La pulsión es fronteriza entre lo anímico y lo somático. Las pulsiones se caracterizan por cuatro componentes:

Esfuerzo o empuje: es el factor energético de la pulsión, su fuerza o la medida de la exigencia de trabajo que representa. Se trata de un elemento presuntamente cuantitativo, variable y que hace activa la pulsión.
Objetivo, finalidad o meta: implica la obtención de placer y la evitación de displacer, lo que se alcanza cancelando el estado de estimulación procedente de la fuente pulsional.
Objeto: es aquello en o por lo cual la pulsión puede alcanzar su objetivo, siendo el elemento más variable de la misma. El objeto es generalmente una persona o una porción de ella, pero también una cosa situada fuera del objeto, pudiendo pertenecer a lo real o a lo fantasioso y satisfacer más de una pulsión.
Fuente u origen: es aquel proceso somático interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión. La fuente designa el proceso físico-químico que desencadena el estado de excitación (noción causal) y la zona corporal (zona erógena) donde se desarrolla el proceso (noción topográfica). Las zonas erógenas o zonas pulsionales pueden ser cualquiera de las regiones del revestimiento cutáneo-mucoso susceptibles de ser asiento de una excitación pulsional.

En cuanto a los tipos de pulsiones, Freud estableció sus ideas en tres etapas:
A) Primera etapa: existen dos grupos de pulsiones, las sexuales y las pulsiones del yo o de autoconservación. Las pulsiones sexuales se apoyan en las de autoconservación, teniendo fuentes y objetos comunes. Las pulsiones sexuales se caracterizan por un modo especial de satisfacción (por ejemplo, la succión del bebé). El funcionamiento de ciertos órganos trae consigo satisfacción, por lo que las estucturas y procesos biológicos implicados se constituirán en fuentes pulsionales. Éstas se irán integrando en el curso del desarrollo normal hasta llegar a formar la líbido madura.
B) Segunda etapa: el concepto de narcisismo secundario admite la posibilidad de que el propio sujeto se convierta en objeto de la líbido. Distingue así la líbido del yo y la líbido objetal.
C) Tercera etapa: enfrenta al Eros con el Tánatos, en un fenómeno denominado compulsión repetitiva. Es una propiedad básica y última de la vida orgánica que empuja a la muerte. La pulsión pasó a ser definida como un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducir un estado anterior, existiendo una pulsión que empuja a la reproducción y al crecimiento, Eros, y otra que trata de imponer el estado previo al que el organismo había tenido que renunciar, el estado inorgánico, de tal manera que la meta última de toda vida sería la muerte, por la presión del Tánatos. Dentro de la pulsión de muerte se ubicaron la mayoría de las anteriores pulsiones del yo o de autoconservación, especialmente aquellas que portaban agresividad, incluyendo en el Eros las de naturaleza constructiva.

Enfoque instintivista (etológico) de la motivación: McDougall definió el instinto como una disposición psicofísica heredada o innata que determina a su poseedor a percibir y a prestar atención a objetos de una clase determinada y a experimentar una excitación emocional de una calidad particular al percibir dicho objeto, y a actuar de una forma determinada en relación con él, o por lo menos, a experimentar un impulso por dicha acción. McDougall defendió que la conducta había que explicarla en términos teleológicos, esto es, utilizando como referencias sus metas o propósitos. La conducta dirigida a metas poseía cuatro características: persistencia, variabilidad, terminación de la actividad tras la consecución de la meta y mejoramiento de la conducta con la repetición. Watson acepta la existencia de instintos en animales y hombres, pero sin concederle la más mínima importancia a la hora de determinar las acciones. El etólogo Tinbergen indicó que el instinto era un mecanismo nervioso organizado jerárquicamente, que es susceptible a ciertos impulsos de preparación, liberación y dirección de origen tanto interno como externo, y que responde a dichos impulsos por medio de movimientos coordinados que contribuyen al mantenimiento del individuo y de la especie.
Los etólogos no entienden los instintos (pautas fijas de acción) como algo enteramente organísmico ni mecánico. Son necesarios ciertos desencadenantes (estímulos signos) en el ambiente, los cuales ponen en marcha los mecanismos desencadenantes innatos. Distingue la actividad consumatoria, que incluye los actos fijos y estereotipados que tienen lugar cuando el organismo alcanza la meta, y la conducta apetitiva, que comprende la búsqueda del objeto.
El modelo psico-hidráulico de Lorenz mantiene que cada pauta de acción fija posee su propio depósito de energía específica de acción de la cual se nutre.

Teorías conductistas de la motivación: Thorndike creó la ley del efecto (1911), que asegura que cuanto mayor es la satisfacción o el malestar, mayor es el reforzamiento o el debilitamiento del nexo.
Wodworth fue el primero que utilizó el término impulso para designar la variable dinámica que energiza o activa los mecanismos de conducta. Tolman fue más explícito e introdujo los impulsos y demandas junto a las variables cognitivas (expectativas).

Clark L. Hull (1884-1952)
Hull desarrolló la ley del efecto de Thorndike en su teoría de reducción del impulso: cuando se presenta una condición para la cual la acción por parte del organismo es un prerrequisito para la óptima probabilidad de supervivencia, o bien del individuo o bien de la especie, se dice que existe un estado de necesidad. Dado que una necesidad, ya sea real o potencial, suele preceder y acompañar a la acción de un organismo, a menudo se dice que la necesidad motiva la acción asociada. A causa de esta característica motivacional de las necesidades, éstas son consideradas como productoras de impulsos animales primarios. El llamado potencial de evocación de una reacción o conducta, estará en dependencia del impulso y de otras variables intermedias, como la fuerza del hábito y el incentivo.
Hull describe el "equipo básico" del organismo en el momento del nacimiento: combinaciones de receptores y efectores, que bajo el influjo combinado de estimulación y pulsión puede provocar una jerarquía de reacciones que solas o combinadas, suelen acaban con un estado de necesidad antes que una elección causal de reacciones resultantes de otras combinaciones de estímulos y pulsión. Las necesidades pueden nacer de dos maneras: por transformaciones en el propio organismo o por el influjo perjudicial del medio ambiente. Este estado de necesidad tendría dos consecuencias: provocar en el organismo una activación de la pulsión, suministrándole la energía para la acción; o, por otro lado, se formaría una muestra determinada de estimulación interna, que dependerá a su vez de la forma e intensidad del estado de necesidad. Estos estímulos de pulsión no tienen ninguna función impulsora, sino que están unidos a determinadas reacciones de modo asociativo, ya innatamente, ya por aprendizaje.
A este aprendizaje lo llamó Hull ley de refuerzo primario: siempre que aparece una reacción en proximidad temporal con un impulso aferente de un receptor, y si esta combinación tiene como consecuencia inmediata la disminución de una necesidad (y con ello la reducción del impulso), entonces aumenta la tendencia a manifestar en ocasiones futuras la misma reacción ante ese estímulo.
Las necesidades biológicas tienen un papel doble: por una parte actúan como pulsión, suministrando la energía necesaria e impulsando la manifestación posterior a las reacciones; por otra parte participan en la formación de los hábitos.
La variable central de la motivación es para Hull la pulsión, cuyas características son:

 a)  Fijación en necesidades biológicas: la pulsión de Hull debe considerarse una variable deducida, no observable, por lo que su concepción sólo tendrá sentido si pueden indicarse las condiciones que conducen a la necesidad, y por tanto a la pulsión, siendo ello además susceptible de manipulación experimental.
 b)  Estímulos de pulsión concomitantes y característicos: a toda pulsión va asociado un estímulo de pulsión característico. Aunque los estímulos de pulsión no tienen función propulsora o motivaciones, son muy importantes para la supervivencia del organismo, ya que con ellos pueden asociarse las oportunas reacciones adaptativas.
 c)  Independencia de la pulsión y el hábito: lo que un organismo aprende no está en dependencia de la motivación existente durante el aprendizaje. Depende más de refuerzos precedentes que del estado de pulsión.
 d)  Efecto energético de la pulsión: la pulsión obra energéticamente sobre cualquier comportamiento (consumatorio, instrumental o general), de tal manera que a una pulsión dada puede seguirle un hábito cualquiera, aunque en una situación determinada sólo aparezca aquel comportamiento que posea las conexiones asociativas más fuertes.
 e)  Efecto reforzador de la reducción de la pulsión: cualquier condición del organismo capaz de producir una pulsión puede servir también como refuerzo, si se reduce dicha condición. Sin embargo, el aprendizaje es también posible bajo condiciones que nada tienen que ver con la reducción de la pulsión.
 f)  Carácter general e inespecífico de la pulsión: la pulsión es el denominador común de todas las necesidades primarias. Es el distribuidor general de energía para el comportamiento.

Otro tema de interés para Hull fue el incentivo: en la primera concepción de Hull, la tendencia inmediata de reacción era fruto de la intensidad del hábito y de la pulsión. La intensidad del hábito depende del número de intentos reforzados y también de la dilación temporal con la que el refuerzo sigue a la reacción y de la dimensión cualitativa y cuantitativa del refuerzo (incentivo). Así creó la reacción parcial anticipada, que aparece al comienzo de la secuencia del comportamiento, facilitando al organismo una especie de preconocimiento o previsión de los hechos por aparecer.
Spence, discípulo de Hull, hizo algunas modificaciones tras su muerte. Spence dijo que la pulsión y el incentivo se asocian aditivamente. Además, en cuando a los determinantes de la intensidad del hábito, Hull subrayaba el número de refuerzo y Spence la conexión entre estímulos y reacción, cambiando la ley de reducción del impulso de Hull por la ley empírica del efecto, donde el aprendizaje sigue el principio de contigüidad.

Teorías cognitivas sobre la motivación: El concepto de motivación cognitiva tiene dos significados: el primero cubre la teoría de la curiosidad, y el segundo incluye la conducta intencional o propositiva (expectativas).
Los trabajos de Lewin sobre aprendizaje dicen que la tendencia a relacionar una idea con otra anterior dependía más de un factor voluntario, el propósito de reproducción, que de la intensidad de la asociación. Un propósito o una intención crearía un campo en el que determinados objetivos adquieren cierta valencia. El campo crea un propósito en la persona dentro de un determinado espacio vital. Persona y entorno o ambiente son los elementos funcionales del espacio vital, siendo la conducta función del mismo.
La variable motivacional es la fuerza psicológica del objetivo, que atrae o produce rechazo, y se denomina valencia, según sea positiva o negativa, y la distancia existente entre el sujeto y el objetivo, el cual influye en el estado de tensión de la persona, es decir, en el estado de necesidad.
El nivel de aspiración de Lewin consiste en establecer la probabilidad subjetiva de éxito o fracaso al emprender la tarea, lo cual condiciona la ejecución de ésta.
Tolman establece dos postulados en la teoría de la motivación:
① El objeto de estudio de la psicología debe ser la conducta "molar", y no los fenómenos moleculares (contracciones musculares, reacciones glandulares).
② Las características de la conducta molar exigen la introducción de variables intervinientes, que superan el modelo Estímulo-Respuesta y que explican el aprendizaje latente.
La conducta molar es intencional, dependiendo de ciertos procesos cognitivos. Tolman también considera importantes las expectativas/convenciomientos: basándose en experiencias pasadas, el sujeto aporta una matriz modal de valor de convencimiento a cada nuevo estímulo (matriz VC). Junto con los estímulos del entorno y las necesidades, esta matriz lleva a un espacio de conducta y finalmente, a una conducta molar.
Atkinson elaboró sus teorías motivacionales con la siguiente fórmula:

Ts = Ms x Es x Is

Ts es la tendencia a aproximarse al éxito, Ms es el motivo (innato o aprendido), Es es la expectativa de éxito e Is es el incentivo. La tendencia a actuar de un modo concreto para conseguir un objetivo depende del motivo, de la intensidad de la expectativa de éxito y del valor del incentivo.
Atkinson formuló también el temor al fracaso (TF):


Ts + TF = (Ms x Es x Is) + (MF x EF x IF)

Ademas agregó la llamada tendencia inercial (TGi) que representa el efecto motivacional que provoca la no terminación de la tarea:

T = (M x E x I) + TGi

Otra aportación es la teoría ingenua de la conducta. Entre el estímulo y la conducta no sólo se dan procesos de expectativa y valoración, sino además el juicio que cada individuo establece (sinceridad o falsedad).
Heider opina que el resultado de una acción depende de los factores de influencia de una persona (capacidad y esfuerzo) y del entorno (dificultad, ocasión, casualidad).
Rotter aportó el llamado lugar de control, que se refiere a la atribución de la causa del éxito o fracaso en uno mismo o en el exterior. El sujeto que cree más en el control de sí mismo rinde más que el que lo atribuye al exterior.
Weiner va más allá y establece que, según el lugar de control, el éxito se atribuye a factores internos (capacidad y empeño) y el fracaso a factores externos (suerte y dificultad).
Charms subraya que el hombre es el verdadero causante de su conducta. Es un ser que tiene intenciones y que las lleva a cabo dentro de sus posibilidades. Es un enfoque pues personalista.

Aportaciones de los teóricos de la personalidad a la motivación: Allport crea un sistema descriptivo de la personalidad: la autonomía funcional de la motivación es una manera de afirmar que los motivos cambian en el curso de la vida, según las situaciones vivenciales.
Para Murray, la necesidad es un constructo que representa una determinada fuerza en la región cerebral que organiza las sensaciones, la percepción, el pensamiento, las tendencias y las acciones de manera que orientan en una dirección concreta a una situación existente.
Maslow creó una teoría holístico-dinámica u holístico-integrativa:
1. El individuo es un todo integrado y organizado.
2. El hambre no es un buen paradigma para las demás motivaciones.
3. El análisis de nuestros deseos cotidianos demuestra que son más que fines en sí mismos, medios para un fin.
4. Los fines o necesidades fundamentales del hombre no se diferencian tanto como sus deseos cotidianos conscientes.
5. Las acciones, los deseos conscientes, suelen obedecer a una motivación múltiple.
6. Todas las situaciones vitales están motivadas.
7. Las motivaciones están relacionadas entre sí.
8. No hay que elaborar listas de pulsiones o necesidades.
9. La única clasificación de la motivación es según objetivos o necesidades constantes.
10. Los experimentos con animales no sirven para la motivación humana.
11. Toda teoría de la motivación humana debe considerar el papel de la cultura.
12. El organismo es un todo integral, pero tal integridad puede faltar.
13. No todos los modos de conducta están motivados.
14. Las posibilidades del hombre son factores motivacionales.
15. Los impulsos inconscientes son un problema a resolver.
16. La motivación de los sujetos neuróticos no es una motivación normal.

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