Cualquier forma de entender lo que es la democracia implica una manera de entender la sociedad política, un modelo de hombre y un concepto de libertad. Teniendo esto presente, podemos distinguir dos modos generales de concebir la democracia: la democracia como mecanismo y la democracia como forma de vida. Ambos modelos se presentan como rivales en la teoría democrática de la democracia.
1. La democracia como mecanismo
Los defensores de esta forma de entender la democracia conciben la sociedad política como un "mercado" en el que los partidos políticos efectúan sus ofertas a los ciudadanos bajo la forma de programas de gobierno o de iniciativas políticas en general. Son los ciudadanos los que, con sus votos, decidirán cuál ha sido la mejor oferta o, al menos, la preferida por la mayoría.
Desde esta óptica, el llamado "hombre democrático" no es más que un "individuo consumidor" que trata de satisfacer al máximo su propio interés eligiendo el producto más conveniente para ello de entre los que le ofertan los grupos políticos en competencia por el gobierno.
Congreso de los Diputados de España |
Según este modelo, la democracia se entiende como un mecanismo para autorizar o despedir gobiernos de forma pacífica a través de un proceso electoral.
El "gobierno del pueblo" se transforma así en "gobierno querido por el pueblo". La libertad política se convierte en preferir o rechazar partidos y productos políticos. Los individuos ven limitadas sus posibilidades de participación en los asuntos públicos al acto de votación, a la que se les convoca periódicamente, pareciéndose a consumidores que eligen entre varias posibilidades el producto que más les conviene.
2. La democracia como forma de vida
Este modelo se originó, en gran medida, como una respuesta crítica al modelo anterior y se presenta, por tanto, como una alternativa. Los partidarios de esta forma de entender la democracia conciben la sociedad política como una comunidad ciudadana en la que los individuos se realizan como tales cuando participan de modo significativo en la dirección de los asuntos públicos.
La participación genera un sentido de pertenencia solidaria a la comunidad y un sentido de la justicia, porque el individuo piensa en intereses generalizables.
El "hombre democrático" se define como un "individuo autónomo", es decir, como alguien capaz de darse libremente leyes a sí mismo y de reconocerlas como válidas si pueden encontrar aceptación universal.
La democracia, por tanto, no es un instrumento meramente representativo y de equilibrio entre intereses privados, sino una auténtica forma de vida, cuyo valor consiste en fomentarel desarrollo moral, esto es, en promover la libertad y la felicidad de los hombres a través de la participación política.
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