Ciertamente son muchas las convenciones que están presentes en nuestra vida. Desde la aceptación de la democracia representativa hasta la aceptación del código de circulación, nuestra vida está llena de convenciones y apenas si sabemos dar cuenta de ellas. Pero, ¿por qué no empezar a preguntarnos por la legitimidad de las convenciones?, ¿por qué no cuestionar las creencias sociales en las que vivimos? A partir de aquí podemos entender mejor por qué la filosofía de Apel podría sintetizarse con la expresión: "Sobran convenciones y faltan convicciones".
1. Ética universalista en la edad de la ciencia
Apel es consciente de que no todas las convicciones tienen igual valor y por eso, en lugar de clasificarlas por la originalidad o imaginación con que se plantean, las evalúa por medio de la responsabilidad que exigen. En este sentido, su ética no es una invitación a tener convicciones, sino a tener convicciones responsables.
Los desastres medioambientales y las guerras nucleares nos han despertado del sueño de unas consecuencias limitadas por las fronteras nacionales o locales. La ética no puede tener fronteras y tiene que ser, necesariamente, universalista. Si las consecuencias desbordan las fronteras físicas y temporales (afectan a más de una generación), necesitamos una ética que esté "más allá" de las convenciones de las culturas, los Estados o las instituciones que ahora tenemos, es decir, que nos permita evaluar las convenciones en términos de responsabilidad. Por ello Apel propone una ética post-convencional.
2. La transformación de la filosofía
Superar las convenciones y lograr las convicciones de esta ética de la responsabilidad es todo un desafío para la razón humana. Mientras que otros filósofos se resignan ante la situación actual y prefieren aceptar las convenciones sociales y políticas de los pueblos en los que viven, Apel prefiere ponerlas en cuestión. Para ello propone un cambio en el modelo de racionalidad.
En los dos volúmenes de su obra La transformación de la filosofía, Apel propone un cambio que asigne prioridad a la racionalidad comunicativa. Esta racionalidad es la del lenguaje y la interacción humana. El lenguaje ordinario y cotidiano es la base de cualquier otro lenguaje y a él deben remitirse los expertos cuando quieren que aceptemos sus propuestas. Desde ahí se replantea el problema de la verdad y la justicia, no como tareas de expertos, sino como exigencias cotidianas. No son problemas de negociación y cálculo entre expertos, sino desafíos que requieren diálogo social.
3. La obligación de dialogar y dar buenas razones
Para Apel el dialogar no es un instrumento de negociación, sino la forma en la que está estructurada la razón comunicativa. El diálogo con los propios protagonistas del desarrollo no es un elemento opcional, sino un elemento constitutivo sin el que no hay verdadero desarrollo humano.
La adaptación de la especie
La ética filosófica en general, afrontada de manera retrospectiva y bajo un ángulo casi evolucionista, puede ser considerada como la última respuesta del homo sapiens, es decir, de la razón humana a una especie particular de desafío.
Lo que quiero decir aquí avala un hecho confirmado tanto por la antropología filosófica y teológica como por la teoría científica de la evolución. Parece que la verdadera constitución de la especie humana debe, de una manera u otra, haber estado intrínsecamente ligada al cambio o disolución de las leyes instintivas del comportamiento animal y su adaptación al medio ambiente natural. Kant hablaba del "paso del yugo de los instintos a la conducta por la razón" o de la "tutela de la naturaleza en el estado de la libertad". Pero este hecho debe ser reinterpretado hoy en día.
La nueva exigencia para nuestra toma de responsabilidad a la vista de los efectos futuros directos e indirectos de nuestras actividades colectivas -no sólo en ciencia y en tecnología, sino en política y economía- se ofrece como la exigencia de una ética universalista de un tipo post-convencionalista y post-tradicional.
Es necesario fundar o establecer la posibilidad y el carácter razonable de la corresponsabilidad moral de todos los seres humanos según su aptitud y su poder, incluso para las instituciones mismas, incluida la institución del Estado de derecho.
El problema sólo puede ser resuelto de una manera radical con una nueva concepción de la responsabilidad, es más, de la corresponsabilidad. Se debe aplicar a priori a los seres humanos como miembros de una comunidad de lenguaje y de cooperación que se sitúa, por decirlo así, más allá de todas las instituciones y sistemas sociales, constituyendo algo así como una meta-institución primera de todas las instituciones posibles. Esto conlleva que debe ser posible poder recurrir a una concepción de la racionalidad o de la razón en lo que concierne a la coordinación de las acciones, que sea diferente de la racionalidad de los sistemas mientras usen la racionalidad estratégica de la acción humana.
Este último tipo de acción racional -racionalidad de los fines y de los medios aplicada a la interacción humana- no puede servir de base para la corresponsabilidad moral de la acción, ya que conduce necesariamente a dilemas y trampas sociales.
Es preciso afirmar que una cierta perspectiva antropocéntrica en un sentido amplio no puede y no debe ser eliminada en nuestra defensa de los seres vivos, que tienen su lugar en la escala de la naturaleza reconstuida como la prehistoria de la historia humana.
K. O. Apel, en H. Jonas, Nature et responsabilité (adaptado)
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