Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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lunes, 5 de junio de 2017

Soñar lo posible

Una de las tareas fundamentales de la filosofía es prestar la máxima atención a todo lo que nos rodea. Pero la filosofía no se conforma con dar cuenta de lo que hay, ni con establecer una síntesis más o menos lograda de varios saberes. También tiene como misión ayudarnos a vivir mejor, sin saber muy bien en qué consiste este vivir mejor. Por eso es imprescindible "lanzar ideas" que nos hagan ver la realidad de forma nueva o que nos descubran una realidad antes no percibida. La realidad es más de lo que parece; las cosas no son sólo lo que a primera vista nos muestran. La filosofía explora lo posible, abre lo que la costumbre cierra. Soñar, imaginar, crear... también es tarea de la filosofía.

A la historia de los hechos tendrá que suceder la historia de las esperanzas, la verdadera historia humana. La unidad de una cultura proviene del sistema de esperanzas que en ella se dibuja. Pero como ese sistema de esperanzas y desesperaciones suele estar detrás de los hechos, ha sido no solamente desconocido sino rehuido, con ese miedo del hombre moderno ante lo que va más allá de un simple acontecimiento.
Y el lugar donde la esperanza se ha refugiado de manera más confiada es en la Utopía. La historia de las utopías, las alternativas de su vida y evolución, de nacimiento y eclipse, es la historia más verídica de nuestra cultura de Occidente, de la vieja Europa.
M. Zambrano, Hacia un saber sobre el alma (adaptado)

1. Del mundo natural al mundo interpretado
La vida del ser humano no se desarrolla espontáneamente en un mundo natural. No vivimos sólo en un medio físico. Nuestro mundo está lleno de ideas, creencias, sentidos y palabras. No nos movemos como una piedra, dejándonos caer o desgastar por el viento; tampoco como los animales, respondiendo ante lo que nos sale al encuentro de una manera más o menos impulsiva. La vida humana es un detenerse y hacer algo con aquello con lo que nos encontramos.
Vivir humanamente significa por ello tener que optar entre diferentes posibilidades. Tenemos que estar haciendo algo con aquellos medios que encontramos, pues nuestra vida siempre está "mediada", siempre está "posibilitada". Para el ser humano no hay en ningún momento vida natural, pues el mundo, sea el que sea, siempre viene interpretado social, cultural y lingüísticamente. Querámoslo o no, siempre nos movemos en mundos de sentido.
Nuestra inserción en la realidad no es automática, sino que tenemos que elegir y determinarnos a nosotros mismos. En nuestra vida, las posibilidades que nos salen al encuentro no son sólo físicas o biológicas, sino más bien culturales y simbólicas. Por esto mismo, nuestro mundo no es simplemente el mundo. Mi mundo es el resultado de proyecciones y sentidos ante los que me encuentro y que posibilitan mi vivir.


Con mayor o menor actividad, originalidad y energía, el hombre hace mundo, fabrica mundo constantemente, y ya hemos visto que mundo o universo no es sino el esquema o interpretación que arma para asegurarse la vida. Diremos, pues, que el mundo es el instrumento por excelencia que el hombre produce, y el producirlo es una misma cosa con su vida, con su ser. El hombre es un fabricante nato de universos.
J. Ortega y Gasset, En torno a Galileo

2. Ideas y creencias
La forma habitual que tenemos de dar sentido al mundo y entenderlo es interpretándolo. Esta interpretación la solemos hacer mediante ideas y creencias.
Las creencias son explicaciones de sentido, nos las encontramos en nuestro entorno. Las ideas son aquello que pensamos. Las creencias nos sostienen, son las convicciones más íntimas y el suelo de nuestra vida. La vida humana se hace "sobre" creencias y "desde" creencias. Son nuestro mundo y nuestro ser; para cada uno de nosotros, que creemos en nuestras creencias, éstas se nos confunden con la realidad misma. Y cuando las creencias se resquebrajan, aparecen las ideas para suplir esa solidez.
Pero creencias e ideas son formas que tenemos para saber algo de la realidad, que es enigma, y movernos en ella. Esa realidad interpretada se la debemos a otras personas, no la creamos nosotros. Nunca podremos encontrarnos con una "realidad auténtica", anterior a estas interpretaciones. Para manejarnos en esta tierra indómita y enigmática, la realidad en sí, los hombres nos servimos de nuestra imaginación. Así creamos mundos.

3. Filosofía y mundo
Esta idea que estamos desarrollando es muy liberadora, pues nos permite ver el mundo no como un conjunto de determinaciones e imposiciones, sino más bien como un conjunto de elecciones que han ido poco a poco sedimentándose, como las capas de un terreno. Y lo mismo que ha sido formado mediante la acumulación de decisiones, ideas y creencias, también es un mundo que puede ser transformado, cambiado desde nuestras ideas y nuestras proyecciones.
Por todo esto, es tarea de la filosofía hacernos ver el mundo como el resultado de elecciones y decisiones. Al mismo tiempo es una herramienta para proyectar crítica y responsablemente el mundo en que queremos vivir. Por eso la tarea de la filosofía es crítica y creativa. La filosofía parte de la convicción de que nuestro mundo puede ser de otra manera y que de nuestro imaginar y pensar depende que así sea.  

4. Realidad desnuda y realidad interpretada
La realidad que nos rodea está siempre interpretada. Esto quiere decir que nadie tiene una visión privilegiada sobre la realidad, lo cual no nos sumerge en el escepticismo, sino en la necesidad de diálogo. Pero éste no será posible si no nos damos cuenta del papel que desempeñan en nuestra vida las creencias y, en general, la facultad proyectiva del ser humano, la cual nos diferencia del resto de los animales.

Vivir en el enigma
La realidad auténtica y primaria no tiene por sí figura. Por eso no cabe llamarla "mundo". Es un enigma propuesto a nuestro existir. Encontrarse viviendo es encontrarse irrevocablemente sumergido en lo enigmático. A este primario y preintelectual enigma reacciona el hombre haciendo funcionar su aparato intelectual, que es, sobre todo, imaginación.
El lugar de las creencias
Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas "vivimos, nos movemos y somos". Por lo mismo, no solemos tener conciencia expresa de ellas, nos las pensamos, sino que actúan latentes, como implicaciones de cuanto expresamente hacemos o pensamos. Cuando creemos de verdad en una cosa no tenemos la "idea" de esa cosa, sino que simplemente "contamos con ella".
J. Ortega y Gasset, Ideas y creencias

Somos... algo más
Sabemos, a partir de la experiencia, que el amor es algo más que un simple impulso reproductivo, y que la idea de hogar encierra un significado que no forma parte del mero concepto de refugio. Creemos que nuestro conocimiento no es sólo un mecanismo gracias al cual incrementamos las posibilidades de supervivencia de nuestra especie, sino que pretende ser una búsqueda de la verdad, un bien que estimamos dejando a un lado los beneficios prácticos que pueda traer consigo el crecimiento del conocimiento. Creemos que la persona humana tiene valor de por sí, y no meramente como un obrero contratado por la naturaleza para producir los espermas o los óvulos necesarios para la continuidad de la especie. Sabemos que las relaciones entre padres e hijos van más allá del orden de la naturaleza, cuyo mandato obedecen los progenitores al cuidar de sus vástagos. Sentimos que nuestro lenguaje es algo más que una colección de señales que intercambiamos con propósitos prácticos, que es una figura del espíritu que crea una comunidad y no sólo un instrumento para la supervivencia. Creemos además que, como consecuencia de este nuevo sentido, todas las características que compartimos con los animales adquieren a su vez un nuevo sentido.
L. Kolakowski, Horror metaphysicus

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