Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Éticas de los fines

1. La teoría ética de Sócrates
Sócrates (469-399 a.C.) pensaba que la satisfacción del obrar bien es el principio de la felicidad.
Identificaba el bien con la sabiduría y el mal con la ignorancia. Esta teoría se llama intelectualismo moral. Por eso, sólo el sabio puede actuar de forma adecuada y llevar una vida ejemplar.
Concebía la educación como la formación integral del individuo, como una búsqueda incansable de la verdad y de la virtud, cualidades éstas que podían enseñarse y, por tanto, aprenderse.

2. El eudemonismo de Aristóteles
Aristóteles (384-322 a.C.) escribió los primeros tratados sistemáticos de ética, en los que expone aquello que explica el comportamiento moral de las personas.
Su teoría ética defiende que el fin último del ser humano, lo que explica su comportamiento moral, es alcanzar la felicidad. Felicidad es eudaimonia en griego, de ahí el término eudemonismo para referirse a su ética.
Aristóteles sostiene que todos los seres humanos desean, por naturaleza, ser felices, pero es evidente que pocos lo consiguen. La principal razón es que toman decisiones equivocadas y confunden la felicidad con la ambición personal, la riqueza o el prestigio.
Para no equivocarse, Aristóteles cree que es preciso hacer uso de la razón y no elegir la opción más beneficiosa a primera vista, sino la más prudente, la que se sitúa en el término medio entre el exceso y el defecto. Así, la persona prudente decide, sin cobardía ni temeridad, lo que es mejor para el conjunto de su vida y no lo que le conviene en el momento.

3. El hedonismo de Epicuro 
Otra de las aportaciones de la ética girega es el hedonismo de Epicuro (341-270 a.C.). Esta teoría defiende que el fin último del ser humano es alcanzar la felicidad entendida como placer. Placer es hedoné en griego, de ahí el término hedonismo para referirse a esta ética.
Para Epicuro, el comportamiento del ser humano se explica en la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Sin embargo, Epicuro no se refiere sólo a placeres y dolores corporales, sino también espirituales.
El máximo de placer para Epicuro se encuentra en:
  • La tranquilidad de espíritu, una vez satisfechas todas las necesidades.
  • La ausencia de preocupaciones y de sufrimientos. Se trata de conseguir que la enfermedad, el destino o la muerte ya no nos preocupen.

El secreto de la vida feliz
La felicidad y la dicha no la proporcionan ni la cantidad de riquezas, ni la dignidad de nuestras ocupaciones ni ciertos cargos y poderes, sino la ausencia de sufrimiento, la mansedumbre de nuestras pasiones y la disposición del alma a delimitar lo que es por naturaleza.
Epicuro, Sobre el placer y la felicidad

4. El emotivismo moral de David Hume
Frente al individualismo epicúreo, el filósofo escocés David Hume (1711-1776) defendía que lo que explica el comportamiento moral del ser humano es alcanzar el gozo, el bienestar y la felicidad del mayor número de personas posible.
Para Hume, no es posible ser felices en solitario; necesitamos la felicidad de los que nos rodean. Por esa razón, consideraba muy importante el concepto de simpatía y de cercanía hacia los demás.
Asimismo, para este autor la ética es un asunto más de sentimiento que de razón, lo que se conoce como emotivismo moral. De esta forma, una acción moral es para nosotros buena o mala no porque la razón así nos lo indique, sino en función del sentimiento positivo o negativo que nos provoca.

5. El utilitarismo de Bentham y John Stuart Mill
Como Hume, Jeremy Bentham (1748-1832) afirma que el ser humano actúa siempre movido por la búsqueda de la felicidad del mayor número de personas posible. Pero añade un nuevo concepto: lo que nos produce placer y felicidad es bueno y, por tanto, útil.
Bentham introduce, asimismo, la posibilidad de medir los placeres, que se diferencian en lo que a cantidad se refiere y pueden ser ordenados jerárquicamente desde este punto de vista.
Por su parte, John Stuart Mill (1806-1873) añade a la teoría utilitarista de Bentham que los placeres no sólo se diferencian en lo que se refiere a la cantidad, sino también en lo que respecta a la cualidad. Así, existen placeres superiores (morales e intelectuales) e inferiores (físicos). 
Puesto que el fin último es que el mayor número de personas en una sociedad alcancen esos placeres superiores, no se trata sólo de lograr la mejora material de la sociedad; además, hay que ocuparse del desarrollo de los individuos y de sus intereses más profundos y permanentes, es decir, del progreso espiritual del hombre, que sólo es posible en libertad.
El mejor sistema político será, por tanto, aquel que garantice la mayor libertad para los individuos y su progreso moral. Por eso, para Stuart Mill la democracia es la mejor forma de gobierno.

6. Los problemas del utilitarismo
El utilitarismo es un sistema ético relativamente fácil de aplicar. En realidad, para saber si una acción es moralmente buena sólo es preciso calcular las consecuencias que resultarán de una acción específica.
Cada día tomamos muchas decisiones no morales basadas en las consecuencias. Así, tomar decisiones morales usando el utilitarismo parece una extensión natural de nuestros procedimientos de toma de decisión diarios.
Sin embargo, se observan algunos problemas:

 1)  Puede conducir a una mentalidad de que "el fin justifica los medios". Una acción específica no puede ser juzgada como buena simplemente porque puede conducir a una buena consecuencia. Los medios deben ser juzgados por alguna norma objetiva y consistente de moral.
 2)  El utilitarismo no puede proteger los derechos de las minorías si la meta es el mayor bien para el mayor número. Así, en el siglo XVIII, podrían justificar la esclavitud porque brindaba una buena consecuencia para la mayoría.
 3)  Es preciso predecir lo que va a ser más útil para un mayor número de personas, y esto es imposible en muchas ocasiones.
 4)  Cuando obtenemos resultados, no siempre está claro si éstos son buenos o malos.     

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