Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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viernes, 14 de junio de 2019

Los lazos afectivos

1. ¿Por qué las personas se atraen unas a otras?
Es un hecho que las personas se agrupan por lazos de afecto. Ahora bien, ¿son predecibles estos lazos? ¿Se puede saber en qué condiciones surgirá la atracción entre personas? Los psicólogos sociales han señalado una serie de factores que favorecen la aparición de lazos afectivos:
  • La proximidad y familiaridad entre personas: Como demuestra el psicólogo Henry Cross en su conocido experimento sobre los gustos musicales de las ratas, la mera exposición frecuente a un tipo de estímulos hace que nos sintamos atraídos por ellos.
  • La semejanza: Los lazos afectivos se crean generalmente entre personas que tienen rasgos comunes (aficiones, creencias religiosas, ideas políticas, nivel cultural, tipo de estudios, etc.).
  • La belleza física: Se trata de un factor que actúa no sólo en el amor de pareja, sino en otras formas de afecto; las personas de apariencia bella (tanto del sexo propio como del contrario) tienen más probabilidades de despertar simpatía y atracción. Por el contrario, las personas poco atractivas deberán compensar este "defecto" con otras virtudes que les hagan ganarse la simpatía de los demás. El efecto de primacía (las primeras impresiones son determinantes en la valoración general de alguien) es esencial en la formación de impresiones sobre los demás y una de las primeras cosas que saltan a la vista de cualquiera es el atractivo físico.

Estos factores únicamente indican un aumento de probabilidad en la atracción entre personas y no son los únicos: también es más probable que quien nos trata amablemente sea más atractivo para nosotros que quien lo hace de forma fría y distante, al igual que despertaremos simpatía en las personas a quienes miramos con simpatía. Hay un curioso principio, descubierto por Elliot Aronson, que sostiene que la mejora progresiva en el trato recibido de otra persona causa atracción hacia ella, es decir, que sentiré más simpatía por una persona que cada vez me trate un poco mejor que por otra que me trate correctamente, pero siempre de la misma forma. En definitiva, la atracción entre personas no es un proceso mecánico e intervienen diversos factores; es, por tanto, dudoso que alguna vez lleguemos a tener una explicación científica completa de este hecho.

2. El enamoramiento
En nuestra sociedad, solemos entender que la atracción amorosa o amor romántico es la base sobre la que se fundamentan los lazos de parejam matrimonio y familia. Lo cierto es que ni ha sido siempre así, ni tampoco es así en todos los sitios: allí donde el matrimonio es acordado por las familias se da por supuesto que el amor terminará apareciendo por la mera convivencia, y en todo caso no se trata de algo esencial para el funcionamiento del matrimonio.
Los psicólogos sueles distinguir, en el significado de la expresión "atracción amorosa", dos experiencias diferentes: el amor apasionado y el amor estable de pareja.

 La pasión amorosa  
La pasión amorosa es una emoción intensa que se prolonga durante un tiempo limitado: igual que empieza termina y, si no desemboca en otras formas de afecto más estables y duraderas, su fin puede significar el fin de la relación. Como toda emoción, presenta un componente de excitación fisiológica y un componente cognitivo (la representación de la persona amada) que se asocia con el anterior. Experimentos recientes han demostrado que la excitación fisiológica que acompaña a la atracción amorosa o erótica puede tener orígenes muy diversos y no está necesariamente causada por el conocimiento de la persona a la que finalmente se dirige.
Ya en la antigua Roma, el poeta Ovidio aconsejaba a los hombres que, para conquistar a una mujer y conseguir sus favores amorosos, hicieran que los acompañara a un combate de gladiadores. La explicación es sencilla: la excitación producida por el espectáculo fácilmente se transfiere a la persona más próxima, convirtiéndose en atracción amorosa. En un experimento diseñado por los psicólogos Dutton y Aron se confirma la intuición de Ovidio. Se trataba de que una mujer atractiva abordara a excursionistas varones para rellenar una encuesta; al terminar de hacerlo les daba su número de teléfono por si querían añadir algún dato más (en realidad, se trataba de una simple excusa para favorecen un contacto posterior). Se abordó a excursionistas que iban por un camino fácil, por el que se podía caminar sin esfuerzo, y a otros que acababan de cruzar un puente colgante a 80 metros de altura. Como era de esperar, estos últimos estaban mucho más predispuestos a atender a la encuestadora, a aceptar su número de teléfono y a llamarla después que los que iban por el camino fácil: la excitación originada por el esfuerzo y el peligro se había convertido en atracción amorosa tan pronto como encontró un objeto adecuado.

 El amor estable  
Si el amor apasionado da lugar a una relación estable como el matrimonio, debe transformarse antes en otra forma de experiencia amorosa: lo que se ha llamado "amor estable" o "amor de compañeros". En éste, lo esencial no es la excitación emocional (aunque no está excluida), sino otros factores como la entrega recíproca y la confianza mutua.
La entrega debe ser incondicional, o sea, realizada sin la expectativa de recibir algo a cambio. Ahora bien, para que la relación funcione esta entrega debe ser recíproca: cada uno debe entregarse al otro de forma incondicional, de tal forma que, sin buscar sus propios intereses, sienta que la otra persona ya se preocupa suficientemente por ellos. La relación de pareja es una realidad que podemos llamar paradójica en la que el mayor grado de satisfacción individual se produce cuando cada miembro de la pareja renuncia, de forma altruista, a su propia satisfacción para buscar la del otro.
El otro factor clave de la relación de pareja es la confianza mutua, por la que cada uno hace partícipe al otro de su propia intimidad. No es necesario que esta comunicación sea total desde el principio, pero sí que progrese en el tiempo para que vaya construyéndose un espacio común de la pareja cada vez mayor y más sólido.    

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