Kurt Koffka (1886-1941) define a la psicología como el estudio de la conducta en su relación causal con el campo psicofísico. Esta definición requiere ciertas matizaciones.
Primero que nada, se diferencian dos clases de conducta: molar y molecular. Los simples reflejos de los estudios de Watson -lo que Koffka llama "movimientos relativamente aislados, provocados por estímulos relativamente aislados"- y los arcos reflejos de los fisiólogos del siglo XIX -aquellas vías nerviosas claramente definidas, a través de las cuales pasa una excitación de los órganos de los sentidos a los músculos o glándulas- son considerados por Koffka como ejemplos de conducta molecular. La conducta molar, por lo contrario, se considera que incluye cuestiones tales como ir en bicicleta al trabajo, asistir a un partido de fútbol o flirtear.
Esta distinción entre molar y molecular puede recordar al lector la distinción que hacía Watson entre ajuste y respuesta; no obstante, Koffka señala que la conducta molar no puede ser considerada, de modo alguno, como analizable en una cantidad de elementos moleculares. Incluso, una diferencia fundamental para Koffka entre conducta molar y conducta molecular es que la primera sucede en un ambiente, mientras que la otra ocurre dentro de un organismo y "solamente es iniciada por factores ambientales llamados estímulos".
La psicología es el estudio de la conducta molar, y ésta sucede en un ambiente: el ciclista pedalea por la avenida; la actividad del aficionado al fútbol ocurre en un estadio atestado de gente, y el flirteo se realiza en un ambiente adecuado, esencialmente social. Aún más, se pueden distinguir dos tipos de ambiente, en uno de los cuales, hablando estrictamente, tiene lugar la conducta. Hay un ambiente geográfico y otro conductual, y Koffka narra un cuento para ilustrar la diferencia entre ellos.
Un jinete solitario, de acuerdo a la leyenda alemana, llegó una noche invernal, después de cabalgar durante largas horas sobre una planicie barrida por el viento y cubierta de nieve, a la puerta de una posada, donde buscó calor y refugio. El encargado de la posada, obviamente sorprendido al verlo, le preguntó que en qué dirección venía. El viajero le contestó señalando su ruta. El encargado, más asombrado que nunca, le dijo que había cabalgado a través del lago Constanza cubierto por una delgada capa de nieve; al oír esto, el viajero, sobrecogido por el "shock" del descubrimiento, cayó muerto a los pies del encargado.
Geográficamente, dice Koffka, el viajero de esta leyenda marchó sobre un lago; conductualmente, cruzó una planicie. En el lenguaje cotidiano, el jinete "pensó" que cabalgaba sobre tierra firme, pero "realmente" estaba pasando sobre hielo delgado. Su conducta era conducta-respecto-a-una-planicie, y no conducta-respecto-a-un-lago; el lago de Constanza era su ambiente geográfico, la planicie era su ambiente conductual. El ambiente conductual, aunque determinado en parte por el geográfico, no era idéntico a él. Uno podría incluso decir que era el ambiente geográfico desde el punto de vista del viajero.
Lo que es cierto para el jinete legendario de Koffka sería cierto para todos nosotros en todas nuestras actividades. Excepto en casos muy raros, nuestra conducta está regulada directamente por un ambiente conductual, y sólo de manera indirecta por un ambiente geográfico. El ciclista puede ir por la misma avenida (geográficamente) que el automovilista que lo rebasa; el aficionado leal que aplaude a un equipo de fútbol puede compartir su asiento con un aficionado igualmente entusiasta con el equipo contrario, y los miembros de una pareja pueden flirtear en el mismo salón. En cada caso, los dos ambientes conductuales tienen mucho menos en común que los geográficos, y son mucho más significativos con respecto a las reacciones que se evocan.
El ambiente conductual de Koffka no es la situación-estímulo de Watson, sino que se aproxima más a la experiencia de Titchener. Una mirada hacia la definición que hace Koffka de la psicología -que muestra que la conducta ha de relacionarse con un campo psicofísico- aclarará también que este ambiente conductual, puesto que "causa" conducta, debe tener algo de la naturaleza del campo psicofísico.
Para Koffka, el ambiente conductual constituye una parte importante del campo psicofísico, pero este último realmente incluye mucho más. Comprende, además del ambiente conductual, el darse cuenta de otras cosas: deseos e intenciones, éxitos y desilusiones, alegrías y penas, amores y odios, y también el darse cuenta de las propias acciones. Para volver a nuestro jinete: además de su conocimiento de la "planicie" conductual y sus otros contornos externos, había, tal vez, un deseo de proseguir, enojo por haber perdido el camino, y una conciencia de la acción de sus propios músculos y coyunturas, tensos y entumecidos, cuando estaba sentado en su montura. Sólo cuando agregamos este material al ambiente conductual, tenemos la totalidad de la conciencia del sujeto o, como la denomina Köhler, su experiencia directa.
Los reflejos, determinantes inconscientes, y ciertos aspectos de la memoria y destreza, son las clases en las cuales se hallan nuestros tres ejemplos. Son tipos de conducta que exigen la inclusión de otras fuerzas que no sean las conscientes dentro del campo psicofísico. Si el lector se pregunta por qué se mencionan aquí los reflejos, tratados previamente como conducta molecular, es porque Koffka les encuentra un lugar en su sistema como determinados por el campo. El campo completo consistirá de experiencias externas (el ambiente conductual), de experiencias internas (deseos, intenciones, etc.), y de otras fuerzas que no tienen ningún lugar en la experiencia.
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