Koffka dice que la experiencia directa misma tiene un paralelo muy próximo con la actividad neural, especialmente cerebral; la consciencia organizada de una persona es una representación verdadera de una organización correspondiente en los procesos fisiológicos subyacentes; sin embargo, procesos subyacentes deben considerarse como de naturaleza fundamentalmente molar, no molecular como en los sistemas de Wundt o Titchener. Estos procesos cerebrales no son considerados paralelos a elementos mentales o como que causan respuestas de reflejos simples, sino que representan totalidades de experiencia o gestalten más grandes, mejor integradas y que provocan totalidades de acción igualmente bien integradas.
Conocemos estos procesos fisiológicos morales, de acuerdo con la teoría de la Gestalt, del mismo modo como conocemos la experiencia directa de una persona, aunque quizá no siempre podamos especificar la naturaleza precisa de los procesos de tal manera que satisfaga al fisiólogo (particularmente al fisiólogo del siglo XIX). De la consideración de la experiencia directa, junto con los determinantes inconscientes mencionados líneas atrás, construimos nuestras nociones de estos hechos fisiológicos, al igual que, de hecho, construimos el ambiente geográfico (físico, de estímulos). Encontramos organización en el mundo fisiológico, tanto como en el físico, debido a una organización fundamental de la experiencia directa. Solamente una física arruinada y una psicología gastada podrían, según la opinión de los psicólogos de la Gestalt, encontrar otra cosa.
Podemos, incluso, ir más allá. Puesto que el lenguaje es el mecanismo simbólico en los humanos para relatar su experiencia organizada, puede servir de inmediato como símbolo de la realidad fisiológica y, menos directamente, de la realidad física o geográfica:
Cuando no hay lenguaje, como es el caso de los animales, otra forma de conducta servirá igualmente bien. Dice Köhler:
Koffka dice que en física, el concepto de "acción a distancia" de unos objetos sobre otros ha sido suplantado por la noción de "campos de fuerza" en el medio entre los objetos; que el físico ahora habla de campos electromagnéticos y gravitacionales, y afirma que la distribución de tensiones en el ambiente de un objeto con una constitución dada determinará lo que haga ese objeto. Del mismo modo, el conocimiento que tenga el físico de lo que el objeto hace, le dirá las propiedades del campo del objeto; por ejemplo, los movimientos de las agujas magnéticas informan sobre el campo magnético de la Tierra, mientras que los movimientos de péndulos hablan del campo gravitacional.
¿Podemos introducir el concepto de campo en la psicología, significando con ello un sistema de tensiones que determinará la conducta real? La respuesta a esta pregunta ya la sabe el lector, quien también sabe qué es lo que incluye el campo; sin embargo, quizá no conozca el carácter dinámico de las tensiones que la Gestalt atribuye al campo psicofísico.
¿Cuán a menudo hemos visto al ciclista principiante que se apoya, apenado, contra el único árbol o poste de teléfono de un sitio vacío?, ¿cuán a menudo el novicio de hockey golpea su palo o da con la pelota precisamente contra el cuerpo del arquero, que está quieto ante el arco enemigo? Más a menudo de lo que puede explicar el azar, y Koffka está completamente de acuerdo. Él diría que hay, en un ambiente conductual del tipo descrito en estos ejemplos, "cosas" y "espacios" entre ellos; y las primeras son más atractivas que los segundos. Las cosas son centros de fuerza que determinan la conducta. Hasta que el ciclista y el jugador aprendan mejor -esto es, hasta que reorganicen o reconstruyan su mundo conductual- reaccionarán más a las cosas que a los espacios.
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