Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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miércoles, 7 de abril de 2021

Los valores orientan nuestra vida

La experiencia de estar perdidos en el monte, o en un bosque, puede ser angustiosa. Aunque al principio tenga cierto sabor de aventura, conforme van pasando las horas se convierte en la pesadilla de no saber qué hacer ni hacia dónde caminar. El resultado puede ser la pérdida de la propia vida. Pero este tipo de situaciones puede prevenirse aprendiendo a utilizar los instrumentos de orientación, como la brújula y el mapa. Para ello es necesario entrenarse con ayuda de quienes ya saben manejar esas herramientas. De ese modo será más fácil encontrar el camino de salida.
De manera parecida, para no sentirse perdido en la vida personal y social, es preciso aprender a valorar lo que verdaderamente merece la pena y es necesario tomar como guía de la propia vida los valores y las normas que realmente nos humanizan. Los valores morales son la brújula y el mapa que nos ayudan a encontrar el camino de una vida mejor para todos.

1. Los valores nos sirven de guía

Una caravana en el desierto necesita un experto guía para llegar a su meta. En la vida moral, los valores que prefiramos orientan nuestras decisiones.

Las personas somos seres capaces de tomar decisiones y de adquirir hábitos de conducta. De ese modo construimos nuestro propio carácter y personalidad moral conforme a ciertos valores. Los valores son cualidades de las personas y de las cosas, por las que nos resultan atractivas (valores positivos) o repulsivas (valores negativos). La belleza de un paisaje, la generosidad de una persona y la justicia de una sociedad son ejemplos de cualidades valiosas o valores positivos. Muchos valores pueden ser incorporados a la vida personal y social si se hacen los esfuerzos precisos. Los valores positivos nos atraen, mientras que los negativos nos repelen; y aquellos que nos parecen superiores a otros nos llevan a preferirlos o a darles prioridad frente a los valores que consideramos inferiores.

Para conocer nuestra identidad personal y la de las demás personas o la de una sociedad, es fundamental saber qué valores son los preferidos, porque ellos configuran los modos de ser. Para averiguarlo hay que mirar a las acciones concretas: en nuestras elecciones diarias es donde se descubre qué es lo que verdaderamente preferimos. Esto es así porque los valores tienen un componente emotivo (mueven el sentimiento), un componente intelectual (son razonables) y otro componente experiencial (se les comprende mejor cuanto más se incorporan a la propia vida).

 Concepto de valores y normas  
Para modificar nuestras actitudes o adquirir otras nuevas, los hombres necesitamos un referente o una guía por la que orientarnos: los valores, que muchas veces se concretan en normas.
Los valores son cualidades de las cosas (por ejemplo, la belleza), de las personas (por ejemplo, la lealtad) o de la sociedad (por ejemplo, la solidaridad). Encontramos valores positivos y negativos, y unos valores nos parecen superiores a otros. Para comportarnos mejor y ser mejor persona, es necesario saber qué valores son los preferidos por la sociedad.
Las normas son reglas y deberes de convivencia que se deben seguir y a las que se deben ajustar las conductas, las tareas, las actividades, etc.

2. Hechos y valores

Para comprender mejor qué son los valores, hemos de subrayar la diferencia que hay entre describir hechos y hacer valoraciones. Por ejemplo, no es lo mismo relatar cómo es el físico de una persona expresando datos de estatura, peso, color de piel, color de pelo, etc. (hechos), que afirmar que la persona en cuestión «es insobornable» (valor) o bien que es «digna de toda confianza» (valor).

Al describir hechos estamos utilizando un lenguaje descriptivo que permite expresar datos fácilmente comprobables como verdaderos o falsos: «mide 1'80», «pesa ochenta kilos», «su pelo es castaño oscuro», etc.

En cambio, cuando hacemos juicios de valor estamos usando un lenguaje valorativo que indica orientaciones para la acción de uno mismo o de los demás. Porque si decimos, por ejemplo, «esta persona es insobornable», normalmente estamos indicando que valoramos positivamente la rectitud moral que esa persona muestra a través de sus comportamientos habituales, y al mismo tiempo estamos dando a entender que ese valor positivo debería orientar la conducta de cualquier persona, incluido uno mismo.

Con el lenguaje descriptivo decimos cómo es una realidad, mientras que el lenguaje valorativo nos sirve para indicar cómo debería ser. En el primer caso hablamos de cuestiones de hecho, mientras que en el segundo se trata de cuestiones de valor. En la práctica, ambos aspectos de la realidad aparecen mezclados, pero no conviene confundirlos.

3. Tipos de valores

El ejemplo de la persona insobornable tiene relación con los valores morales. En este caso, decir que esa persona tiene incorporado el valor de la insobornabilidad equivale a decir que dicha persona, hasta hoy, se ha venido comportando de una manera que consideramos moralmente positiva, a saber, ha sabido rechazar el soborno.

Pero existen también otros tipos de valores: económicos (eficacia, eficiencia, etc.), vitales (salud, vitalidad, energía, etc.), religiosos (santidad, fe religiosa, etc.), intelectuales (verdad, exactitud, rigor científico, etc.) y estéticos (belleza, elegancia, armonía, creatividad, etc.).

Para cada tipo de valores necesitamos criterios o cánones de valoración diferentes, que estudian las disciplinas correspondientes.

4. Los valores morales

Los rasgos característicos de los valores específicamente morales son los siguientes:

Son valores que podemos incorporar, con mayor o menor esfuerzo, en la vida personal y social, a diferencia de otros valores que no dependen tanto de nosotros. No todas las personas pueden ser bellas, sanas o eficientes, por mucho que se lo propongan, y eso no significa que no puedan ser personas moralmente buenas. Porque, en el caso de los valores morales, sí que está en nuestras manos incorporarlos en la propia vida.
Los valores morales sólo pueden ser cualidades de las personas, de sus acciones o de sus formas de relación, no de los animales ni de las plantas. Únicamente los seres capaces de elegir son libres y, por tanto, responsables de sus acciones. Sólo ellos pueden ser honrados, leales o buenos en sentido moral.
Son valores que creemos que debería apreciar cualquier persona que desee realmente comportarse como tal. Cuando hablamos en serio de ser justo o de ser una persona respetuosa con los demás y con el medio ambiente, lo que estamos expresando es que toda persona debería apreciar esas cualidades y tratar de incorporarlas en su vida cotidiana.

Los valores pueden ser apreciados por todos, es decir, todas las personas pueden incorporarlos a sus vidas. Por tanto, los valores morales valen universalmente, es decir, todas las personas los pueden considerar igualmente válidos.

5. Normas morales

Una norma moral es cualquier imperativo que orienta la conducta de las personas para ir realizando valores morales. Por ejemplo, si pretendemos tomar en serio el valor de la igualdad, trataremos de cumplir la norma "No se debe discriminar a nadie por la raza, el sexo, el idioma o las creencias". Pero ha de hacerse en conciencia y no como una estrategia para lograr algún beneficio egoísta. Porque las normas morales no tienen nada que ver con posibles recompensas o castigos, sino que obligan a cada cual ante sí mismo: si uno las cumple, siente que se humaniza, y si no las cumple, siente remordimientos.

Esto lo veremos más claro si comparamos los principales tipos de normas:


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