Con el término ⟪conciencia moral⟫ designamos la capacidad que tienen las personas para conocer y juzgar la bondad o maldad de las acciones, tanto propias como ajenas. La conciencia moral, además, mueve y orienta la conducta en la dirección que la persona considera correcta.
Adela Cortina (et al.), Ética (2003)
1. La voz de la conciencia
Expresiones como "tengo la conciencia tranquila", "me remuerde la conciencia", "allá cada cual con su conciencia" o "he obrado según me dictaba la conciencia" reflejan claramente la importancia moral que concedemos a esta capacidad para orientarnos en nuestra vida cotidiana.
En todos estos ejemplo, el lenguaje popular habla de la especie de voz interior que inspira, obliga y juzga la moralidad de nuestras acciones. Sin embargo, esta voz aparece como algo demasiado misterioso. Por eso la ética intenta aclarar qué es y cómo se desarrolla la conciencia en los individuos y en las sociedades.
2. Heteronomía y autonomía
Para juzgar sobre la bondad o maldad de las acciones o de las normas, la conciencia se sirve de principios por los cuales la persona rige su vida. En ocasiones no nos percatamos muy bien de cuáles son nuestros principios, pero lo cierto es que cualquier persona se guía por algunos, se dé cuenta o no de ello.
Estos principios pueden venirle impuestos o dárselos ella a sí misma racional y libremente. En el primer caso hablamos de heteronomía y, en el segundo, de autonomía.
Una conciencia es heterónoma cuando se guía por los dictados del instinto o las apetencias; por la tradición; por la autoridad de otros, sean personas concretas, sea una mayoría. Si la conciencia acepta cualquiera de estos principios sin haber reflexionado sobre ellos y sin haber decidido si su orientación es buena, entonces esa conciencia es heterónoma.
Una conciencia es autónoma, por el contrario, cuando es ella la que propone las normas morales que deben regir su acción, habiendo reflexionado y decidido libremente.
Las personas empezamos por aprender las normas en la sociedad en la que vivimos: en la familia, en la escuela, en el grupo de amigos. Es decir, que al principio nos vienen de "fuera". Pero eso no significa que seamos heterónomos.
Actuamos de forma autónoma si somos nosotros los que decidimos reflexivamente qué normas consideramos buenas y si somos capaces además de crear otras nuevas. Obramos de forma heterónoma, por el contrario, si nos guiamos por las apetencias o por lo que otros nos dictan, sin haber considerado por nuestra parte qué es lo propio de personas verdaderamente humanas.
3. Tomás Moro, ejemplo de fidelidad a la concienciaTomás Moro nació en Londres en 1478. Estudió humanidades en Oxford y derecho en Londres.
Su éxito en importantes cargos y su prestigio como jurista le llevan a ser nombrado Lord Canciller de Inglaterra por Enrique VIII. El rey pensaba encontrar en él apoyo para conseguir el divorcio de su esposa Catalina de Aragón y poder casarse con Ana Bolena. Pero Moro se opone a las pretensiones del rey y renuncia a su cargo de canciller alegando motivos de conciencia. Enrique VIII se casa con Ana Bolena y se proclama jefe de la Iglesia de Inglaterra mediante el Acta de Supremacía. Moro no asiste a la boda y se niega a prestar juramento a un acta que suponía la ruptura de la unidad de la Iglesia y la consolidación del poder absoluto del rey. Moro es encarcelado en la Torre de Londres, sentenciado como traidor al rey y decapitado el 6 de junio de 1535.
Tomás Moro ha pasado a la posteridad como ejemplo del hombre que sacrifica su vida para obedecer a la voz de su conciencia. La Iglesia católica lo canonizó en 1935.
4. Autonomía y universalidad
"Autonomía" equivale a "autolegislación", a darse a sí mismo leyes propias. pero, en cuanto hablamos de leyes, estamos indicando que valen para un grupo o universalmente, porque una ley no puede valer para una sola persona. En el caso de la moral, las leyes han de valer universalmente, porque son aquellas que cualquier persona debería cumplir para ser verdaderamente humana y no inhumana.
Por eso, con la expresión autonomía moral nos referimos a la capacidad que tenemos las personas de guiarnos por aquellas leyes que nos daríamos a nosotras mismas porque nos parecen propias de seres humanos. No tiene, pues, nada que ver con "hacer lo que me dé la gana", ni tampoco con la independencia frente a toda norma.
5. El desarrollo de la conciencia
Comportarse de forma autónoma es una posibilidad que cada ser humano puede realizar o no.
Si repasamos la historia, podremos observar que las conductas heterónomas están siempre relacionadas con situaciones de servidumbre en sus distintas formas. En cambio, los seres autónomos se comportan como seres dueños de sus propios actos, porque en definitiva el término "autonomía" es sinónimo de libertad. Es libre quien se da a sí mismo sus propias leyes y las sigue, siempre que entendamos por "sus propias leyes" aquellas que extendería a todos los seres humanos.
De ahí que podamos valorar el paso de la heteronomía a la autonomía como un progreso, como un ganar en madurez, que puede lograrse individual y socialmente.
Los individuos tenemos una conciencia capaz de progresar, pero también las sociedades tienen una conciencia que puede ir madurando desde la heteronomía a la autonomía: de regirse por tradiciones, autoridades y costumbres no asumidas reflexivamente pasar a guiarse por principios humanizadores.
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