Una consecuencia dramática del proceso de empobrecimiento social se manifiesta a menudo más allá de las situaciones de carencia, ya sea ésta material, afectiva o espiritual: hablamos de actitudes de discriminación o exclusión.
Excluir significa atacar los derechos humanos básicos dejando a la persona sumida en la impotencia y en la indefensión.
Excluidos son los que se quedan "en la puerta de entrada" de un lugar donde el trabajo, el consumo, la seguridad o la autonomía individual son las lindes que determinan el estar dentro o fuera.
El desarrollo económico de España en las últimas décadas deja a su paso una sombra de marginación repleta de náufragos: prostitutas, drogadictos, sin techo, reclusos, inmigrantes, parados, discapacitados, madres y menores sin recursos, ancianos dependientes...
Los "sin techo", esto es, personas sin hogar, son aquellos que carecen de domicilio estable y que se encuentran en una situación sociofamiliar vulnerable, sin ingresos ni trabajo, en situación de exclusión social. Los sin techo concentran muchas de las lacras de marginación que se producen en nuestra sociedad. Son el conjunto de población más castigado, no sólo por la falta de vivienda, sino también por el desempleo, la desestructuración familiar, el estigma público, el desarraigo social, la enfermedad, el deterioro de su propia identidad y la falta de acceso a los servicios.
Los mecanismos de exclusión son, en muchas ocasiones, difusos, poco claros, perversos.
Todos nos situamos a favor de los derechos humanos, el trabajo y la vivienda para todos. Sin embargo, después de este discurso se esconde la ausencia de políticas de inclusión, y lo peor de todo, la tendencia a responsabilizar a la persona excluida de la situación en la que se encuentra.
2. Discriminación y exclusión
La discriminación supone la distinción, el rechazo o incluso la exclusión de un individuo o colectivo por parte de un grupo mayoritario, o de la sociedad en su conjunto, por diversos motivos.
La discriminación se manifiesta, en ocasiones, como la indiferencia hacia las condiciones deficitarias de una persona o colectivo. En otras va acompañada de actitudes intolerantes que, con demasiada frecuencia, se convierten en agresiones físicas o verbales.
Denominamos exclusión social a aquellos casos graves de discriminación en los que las personas que la padecen ven limitado el disfrute de los derechos fundamentales que les corresponden.
La discriminación, en cualquiera de sus grados, es inadmisible en sociedades democráticas, que tienen su fundamento en la garantía de la libertad, la igualdad y la dignidad del ser humano. Por eso, la sociedad debe hacer un esfuerzo de integración e intentar que todos los ciudadanos se sientan parte de un proyecto común en el que se respeten sus diferencias.
3. Causas de la discriminación
Entre las causas de la discriminación se encuentran:
- La falta de recursos, que impide a las personas cubrir sus necesidades vitales y participar en diversos aspectos de la vida social, cultural, cívica o profesional. Esta carencia la padecen los vagabundos o los mendigos.
- Las diferencias de tipo físico o psicológico, debido a prejuicios (creencia u opinión preconcebida) y estereotipos (idea fija y simplificada sobre un conjunto de personas), que afectan a la dignidad de las personas. En estos casos se discrimina por sexo, lugar de procedencia, raza, religión o inclinación sexual.
- Ciertos comportamientos o actitudes poco habituales. Sucede en el caso de prostitutas, drogadictos y alcohólicos.
- La improductividad o la condición de poco útiles para la sociedad que padecen algunos ancianos, minusválidos o enfermos mentales.
- Diversas condiciones sociales o personales que son objeto de rechzao, como ocurre con los enfermos de sida, o de burla y menosprecio, en el caso del acoso escolar o bullying (violencia o maltrato físico o psicológico ejercido contra compañeros de clase).
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