1. Medicación
El uso de medicamentos ha probado su eficacia en el tratamiento de algunos trastornos como la esquizofrenia, la depresión, el trastorno bipolar, la ansiedad y el TDAH, en los que los factores biológicos (fundamentalmente, carencia o exceso de neurotransmisores) son evidentes. En general, su consumo no se plantea como la alternativa a la psicoterapia, sino como un complemento. Sólo los médicos, no los psicólogos, pueden prescribir el uso de medicamentos (esta regla tiene algunas excepciones en países como Estados Unidos). Los riesgos de la medicación van desde la dependencia en algunos casos hasta la posibilidad de recaídas cuando se interrumpe su consumo o no se siguen estrictamente las pautas fijadas por el psiquiatra o neurólogo.
Hay distintas clases de fármacos utilizados en el tratamiento de trastornos mentales:
- Antipsicóticos o neurolépticos, usados con pacientes esquizofrénicos y paranoicos para bloquear la recepción de la dopamina: se ha probado su eficacia en la supresión de delirios y alucinaciones.
- Antidepresivos (el más conocido es la fluoxetina, hoy vendido como genérico pero hasta hace pocos años comercializado como Prozac): al contrario que los antipsicóticos, elevan los niveles de neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la serotonina en el sistema nervioso. No sólo son eficaces en el tratamiento de la depresión, sino también de otros trastornos como la ansiedad generalizada, el TOC, la fobia social, etc.
- Tranquilizantes, sedantes y ansiolíticos como el carbonato de litio (usado en el tratamiento del trastorno bipolar), el diazepam (Valium), secobarbital (Seconal), etc. Generalmente este tipo de productos crea adicción.
- Psicoestimuladores o potenciadores de la dopamina como el metilfenidato (comercializado en marcas como Concerta, Rubifen, Ritalin, etc.), que se suministra en pequeñas dosis a niños con déficit de atención.
La psicoterapia es el tratamiento de los trastornos mentales con métodos específicamente psicológicos, no quirúrgicos ni farmacológicos. Estos métodos varían de una forma de terapia a otra, pero el diálogo (del paciente con el terapeuta, o a veces en grupo) suele ser elemento esencial de todas ellas.
- La terapia psicoanalítica busca hacer que afloren a la conciencia los elementos reprimidos en la mente inconsciente para que así el sujeto pueda enfrentarse a ellos y controlarlos. En sus versiones más próximas a la ortodoxia freudiana, se trata de un tratamiento largo, caro y de eficacia dudosa, por lo que ha sido reemplazado por otras formas de terapia más breves y efectivas.
- La terapia humanista insiste en que el enfermo tome conciencia de su propia responsabilidad en la superación de su trastorno, renunciando a las eventuales ventajas que puede disfrutar por padecerlo (todos están pendientes de mí, no tengo que tomar decisiones...). En alguna de sus formas (por ejemplo, la logoterapia de Viktor Frankl) se acompaña al paciente en el descubrimiento del sentido de su existencia como forma de superar la neurosis noógena (trastorno nacido de la falta de sentido vital).
- La terapia conductual utiliza las técnicas basadas en el condicionamiento (desensibilización, inundación, condicionamiento aversivo, contrato conductual, etc.) para conseguir la deseada modificación de la conducta. Se trata de procedimientos que, en un tiempo relativamente breve, suelen alcanzar un alto índice de eficacia, pero sus críticos atacan esta forma de terapia con el argumento de que se limita a suprimir o sustituir los síntomas sin curar verdaderamente el trastorno.
- La terapia cognitiva busca corregir las formas erróneas de pensamiento que dan lugar al trastorno: por ejemplo, en el caso de una anoréxica, la falsa percepción de su obesidad. El paciente es guiado para que, en lugar de estas interpretaciones falsas, alcance formas más realistas y razonables de pensamiento. Es bastante usual la combinación de las terapias cognitiva y conductual en una forma mixta, conocida como terapia cognitivo-conductual.
- Finalmente, las terapias de grupo pueden adoptar distintas formas, a veces como complemento de la terapia individual y a veces como el mismo centro de la terapia (grupos de autoayuda).
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