Los ciudadanos de los que estamos hablando suelen vivir en sociedades pluralistas. Una sociedad pluralista es aquella en la que conviven ciudadanos que tienen distintas concepciones morales, distintas creencias religiosas y distintos ideales de vida.
Pero para que sea posible la convivencia entre formas diferentes de comprender la vida es preciso que se den puntos comunes. Si no fuera así, las diferencias entre los distintos proyectos de vida producirían conflictos de intereses sin solución.
Estos elementos comunes constituyen las exigencias mínimas que es necesario compartir para que sea posible la convivencia. Estos mínimos forman la ética cívica o ética de los ciudadanos. Los proyectos de vida e ideales de felicidad que cada cual tenga por buenos los denominaremos máximos.
2. Contenidos de la ética cívica
Estos elementos comunes mínimos son un hecho en los países democráticos occidentales. En las sociedades pluralistas de estos países, los ciudadanos han asumido ya algunos valores, derechos y actitudes que se dan por supuestos a la hora de tomar decisiones que afecten a todos.
Esto no significa que en las sociedades pluralistas los ciudadanos tengan siempre en cuenta estos valores, derechos y actitudes. Pero sí quiere decir que no es necesario inventarlos, sino más bien tomar conciencia de ellos y potenciarlos.
Estos mínimos podrían concretarse así:
① Garantizar el respeto a los derechos humanos de la primera, segunda y tercera generación.
② Defender los valores de libertad, igualdad y solidaridad, como expresión del respeto a los derechos humanos.
③ Adoptar una actitud de diálogo y de tolerancia activa, propia de quienes quieren entenderse con los demás y no imponerse a ellos.
En los tres contenidos mencionados hay un presupuesto común. Los tres apuntan en la dirección de considerar a la persona como valor absoluto. Del reconocimiento de este carácter se deriva que las personas no pueden ser tratados como instrumentos y que poseen una dignidad que les hace ser sujetos de derechos.
3. Construyendo el mundo juntos
La ética cívica es una ética de y para ciudadanos, es decir, sólo cuando se trata a las personas como ciudadanos tiene sentido hablar de una ética cívica.
Pero también es posible decirlo a la inversa: sólo cuando se toman en serio los contenidos de la ética cívica es posible hablar de ciudadanos. La realización de estos contenidos es una dura tarea: trabajar, junto con los demás, en la construcción de un mundo más humano.
La tarea de "humanizar" las relaciones entre las personas sólo puede llevarse a cabo aplicando la siguiente fórmula: los mínimos de justicia han de ser exigidos a todos por igual; los ideales de felicidad (máximos) sólo pueden ser ofrecidos. Esto significa que todas las personas pueden exigir que se les reconozcan y respeten los contenidos mínimos de la ética cívica. También quiere decir que los ideales de felicidad, las maneras concretas como cada uno entiende que se es feliz, no pueden imponerse a nadie. Sólo se puede invitar a los demás a participar en la forma de vida que uno tiene por buena y que conduce a la felicidad, pero no se puede obligar a nadie a adoptarla.
4. Un mundo más dialogante
Para la construcción de un mundo mejor es necesario tener muy en cuenta la actitud de diálogo. Es preciso que se adopte el diálogo como método para la resolución de los conflictos que genera la vida en común, con vistas a llegar a un entendimiento y no a una imposición por la fuerza, aunque sea la de los votos. La ética comunicativa, también llamada dialógica o discursiva, ha sido la que mejor ha estudiado los rasgos principales de la actitud de diálogo.
Las experiencias cotidianas de diálogo, en las clases, en los debates de la televisión, etc., pueden hacernos caer en cierto error. En ellas solemos confundir "diálogo" con "negociación" y "acuerdo" con "pacto". Quienes participan en una negociación buscan obtener su propio beneficio, satisfacer sus propios intereses. El final de la negociación suele ser el pacto, en el que queda fijado qué tiene que ceder cada uno de los participantes y qué beneficios obtiene. Pensemos, por ejemplo, en el debate acerca de la fecha de un examen: nadie suele quedar totalmente satisfecho.
Por el contrario, cada uno de los que participan en un diálogo considera a los demás como personas con las que es preciso y posible entenderse para satisfacer intereses comunes a todos. Por eso pretenden tratarse como personas, es decir, como sujetos de derechos y deberes, como seres que poseen dignidad. La finalidad del diálogo es llegar a un acuerdo, es decir, a un entendimiento que tenga en cuenta los intereses de todos.
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