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lunes, 27 de agosto de 2018

Teorías sobre la emoción

1. La emoción como experiencia: Wundt, James y Freud
El estudio de la experiencia emocional con métodos introspectivos fue abordado por los fundadores de la psicología científica como Wundt. Según este autor, los sentimientos y emociones pueden clasificarse según su posición en tres pares de fuerzas:
  • Placer-displacer
  • Excitación-depresión
  • Tensión-relajación
Tuvo mayor repercusión en la psicología posterior el enfoque de William James, quien consideró la emoción como la experiencia de una reacción orgánica a un hecho percibido; su teoría suele sinterizarse mediente la afirmación "no corremos porque tenemos miedo, sino que tenemos miedo porque corremos", aunque si nos quedamos en ella corremos el riesgo de no entender lo que dice James. Veámoslo mediante un ejemplo:

 1.  Voy andando por una calle oscura y solitaria, de repente veo una figura humana moviéndose entre las sombras y me parece adivinar el brillo de una navaja en su mano. Se ha producido, por tanto, la percepción de una amenaza.
 2.  El organismo tiene una forma peculiar de reaccionar a la percepción de una amenaza, que consiste fundamentalmente en iniciar un movimiento para alejarse de dicha amenaza lo más rápidamente posible (huida); esta respuesta motora requiere una serie de reacciones orgánicas de tipo visceral, reguladas por el sistema nervioso autónomo: aceleración del pulso, contracción de los vasos sanguíneos, incremento de azúcar en la sangre, dilatación de los bronquiolos y aceleración del ritmo respiratorio, inhibición de la actividad digestiva, descarga de adrenalina, apertura de las pupilas, erección del vello, sudoración...
 3.  Se puede decir que la experiencia de miedo consiste en la percepción por parte del sujeto de los cambios fisiológicos enumerados en el punto anterior, muy especialmente la tensión de los músculos adyacentes a los vasos sanguíneos.

Este enfoque se conoce como teoría de James-Lange debido a que fue propuesto, al mismo tiempo que por James, por el danés Carl Lange.
Dentro de este grupo de teorías podemos incluir también el psicoanálisis de Freud, quien considera la emoción como el acontecimiento de mayor valor dentro de la vida psíquica. El pensamiento y la conducta de los hombres están movidos por la emoción mucho más que por las ideas, que generalmente no tienen más función que la de acompañar a los afectos: éstos no pueden ser extinguidos, mientras que las ideas sí que pueden sustituirse unas por otras; por ejemplo:
  • Desplazamiento: Cambio de acento que se produce entre dos ideas relacionadas (a veces muy lejanamente), de forma que la importancia subjetiva o carga emocional que merecería tener una de ellas pasa a la otra.
  • Simbolización: Sustitución de una o varias ideas abstractas por una imagen concreta.
Freud pone el origen de la enfermedad mental en una emoción que no ha podido expresarse adecuadamente y ha sido negada como tal, pero sigue actuando desde el fondo inconsciente de la personalidad: la curación (catarsis) pasa por recuperar el recuerdo de la experiencia reprimida acompañada de la emoción originaria para que ésta pueda, ahora sí, expresarse.

2. La emoción como comportamiento: Darwin, Watson y Ekman
El origen de este enfoque del estudio de la emoción se encuentra en el libro de Charles Darwin La expresión de las emociones en los animales y en el hombre, publicado en 1872. Partiendo de su teoría evolucionista, Darwin estudia la función adaptativa de las expresiones emocionales, considerando algunas de ellas como residuos de conductas que en su día tuvieron una finalidad supervivencial: si en su momento nuestros antepasados simios enseñaban los dientes a sus enemigos para asustarlos y ahuyentarlos, hoy este mismo gesto (enseñar los dientes) queda como expresión de la emoción de cólera. En consecuencia, las emociones, o más bien su expresión, se explican o bien desde su utilidad biológica actual, o bien como reminiscencias de conductas biológicamente útiles en el pasado.
Como buen conductista, John Watson rechazó el mentalismo de James y sencillamente prescindió de la experiencia emocional. Consideraba las emociones como "patrones de respuesta" que se ejecutan ante ciertos estímulos, algunos de ellos observables en niños recién nacidos y, por tanto, hereditarios (las tres emociones básicas: miedo, ira y amor, entendiendo por este último la disposición favorable a recibir caricias y otras señales de afecto), y el resto adquiridos por condicionamiento. Watson pretendía demostrar que las respuestas emocionales suscitadas por estímulos incondicionados (por ejemplo, el miedo ante un ruido inesperado) pueden transferirse a otros estímulos asociados a los primeros (por ejemplo, una rata blanca presentada a la vez que dicho ruido). Así lo probó en el famoso y controvertido experimento con el niño Albert.
En los años 70, Paul Ekman, psicólogo estadounidense nacido en 1934, retomó el asunto estudiado por Charles Darwin cien años antes, la expresión de las emociones, ofreciendo una clasificación de las emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y asco) y de las expresiones que las acompañan: estas expresiones son universales, presentes en todas las personas al menos desde los seis meses de edad y comunes a todas las culturas, por lo tanto reconocibles entre individuos de culturas diferentes. Posteriormente se ha añadido alguna otra emoción, como el interés, la vergüenza, la culpa o el desprecio, con expresiones faciales también específicas y universales.

3. La emoción como suceso fisiológico: Cannon, Papez y Marañón
Walter Cannon cuestionó particularmente la base fisiológica de la teoría de James, por revelarse contraria a los hechos comprobados: si fuera verdad que la emoción es la percepción de unos cambios viscerales, debería aparecer de idéntica forma siempre que aparecieran éstos, pero tales cambios son muchas veces los mismos para emociones distintas (como el miedo y la ira), pueden acompañar a estados patológicos como la fiebre o incluso ser provocados artificialmente (inyecciones de adranalina) sin que el sujeto sienta una verdadera emoción.
En consecuencia, Cannon buscó otro centro neurofisiológico al cual estuvieran referidas tanto la experiencia como la conducta emocional. Lo halló en el conjunto formado por tálamo e hipotálamo, cuya activación provocaba dos clases de efectos: por un lado, el tálamo envía impulsos al córtex (experiencias); por otro, el hipotálamo los envía a los músculos, vísceras y glándulas (conducta). Un discípulo de Cannon llamado Philip Bard comprobó el papel del hipotálamo en la conducta emocional con sus experimentos con animales descorticados: cuando a un animal (perro, gato, etc.) se le ha extirpado toda la masa encefálica por encima del hipotálamo sigue comportándose de forma emocional, sus reacciones son incluso más intensas que en los animales normales, pero debemos dar por supuesto que el animal no siente ninguna emoción.
Frente a James-Lange, la teoría de Cannon-Bard no dice "tenemos miedo porque corremos", sino "tenemos miedo y corremos por la activación de tálamo e hipotálamo".
La teoría hipotalámica de Cannon, aunque supuso un avance frente a la de James-Lange, fue pronto superada por el descubrimiento del papel fundamental del sistema límbico. Este mérito corresponde sobre todo al neurólogo James Papez, que habla de tres corrientes de impulsos generadas desde el tálamo a partir del momento en que este recibe las aferencias de los receptores: la primera va desde el tálamo hasta los músculos (corriente de la acción), la segunda hasta la corteza cerebral (corriente del pensamiento) y la última, la más significativa, recorre el sistema límbico (corriente del sentimiento) desde el que los impulsos irradiados tiñen emocionalmente las representaciones generadas en el córtex.
Paul McLean desarrolló el descubrimiento de Papez, distinguiendo tres niveles de organización cerebral: el cerebro de los vertebrados inferiores o cerebro reptiliano, el propio de los mamíferos primitivos (que corresponde al sistema límbico de Papez) y el neocórtex o cerebro de los mamíferos superiores. El sistema límbico, responsable de la emoción, juega un papel intermedio entre la pura reactividad instintiva y las funciones mentales superiores.
La última aportación teórica en torno a la importancia del sistema límbico en la vida emocional ha tenido lugar de la mano de Joseph LeDoux, que en los años 90 descubrió la doble vía para el procesamiento cerebral de las emociones: mientras la vía principal y más conocida es la que va del tálamo a la corteza y de ésta a los músculos y vísceras, iniciando la respuesta motora adecuada, existe además una vía secundaria o corta que va del tálamo a la amígdala y puede desencadenar una respuesta sin mediación de la corteza: respuesta siempre más rápida, pero más primitiva e irracional, que normalmente se ve después confirmada, inhibida o modelada por el córtex (por ejemplo, si aparece un monstruo en una película de terror la amígdala envía a los músculos la orden de iniciar la huida, pero muy poco tiempo después el córtex inhibe esta respuesta al percibir que la amenaza no es real).
Otra estructura implicada en los procesos fisiológicos de la emoción es el sistema endocrino: glándulas que vierten sustancias químicas (hormonas) en la sangre. Existe una íntima relación entre los sistemas nervioso y endocrino, cuya más clara expresión es el conjunto hipotálamo-hipófisis, que controla la secreción de todas las glándulas del cuerpo. El médico español Gregorio Marañón estudió los efectos de inyecciones de adrenalina en la producción de emociones: aunque aparecían los cambios fisiológicos que acompañan a las emociones, no todos los sujetos vivían la experiencia emocional correspondiente, algunos la sentían como una representación carente de realidad. Este hecho, corroborado cuarenta años después por Schachter y Singer, confirmó la diferencia entre experiencia y fisiología de la emoción: aunque ambas suelen darse juntas, la correlación puede fallar e incluso puede aparecer la una sin la otra. Lo mental y lo físico son dos esferas distintas, aunque relacionadas.

4. La emoción como suceso cognitivo
La insuficiencia de la explicación fisiológica para dar cuenta de la experiencia emocional ha hecho que los psicólogos dirijan su mirada a los aspectos cognitivos de la misma, esto es, las ideas, creencias y expectativas que determinan el tipo de emoción que se experimenta. Con el ya mencionado precedente de los trabajos de Gregorio Marañón en los años 20, se considera la experiencia inaugural de este enfoque la realizada por Schachter y Singer en 1962. En ella, unos sujetos a los que se había inyectado una droga recibieron distintas informaciones sobre los efectos de dicha droga, veraces en unos casos y enteramente falsas en otros. Posteriormente se observaron sus reacciones y pudo comprobarse que el efecto de la droga dependía en buena medida de la información proporcionada a cada sujeto, que venía a sentir lo que esperaba sentir más que lo provocado por la droga consumida.
Desde finales del siglo XX han sido criticados tanto los modelos puramente cognitivos (la cognición determina la emoción) como los emotivos (la emoción determina la cognición), proponiendo a cambio un modelo de feedback en el que los aspectos cognitivos (creencias) condicionan la emoción que, a su vez, corrige o refuerza estas mismas creencias. A nivel cerebral, la interacción cognición-emoción se expresa como la inexistencia de estructuras cerebrales exclusivamente cognitivas o exclusivamente emotivas: todas ellas (tálamo, hipotálamo, sistema límbico, córtex...) son a la vez las dos cosas, aunque evolutivamente se hayan especializado en un tipo de tareas.

5. Conclusiones
Tras el rápido recorrido realizado por diferentes teorías sobre la emoción, podemos enumerar algunas conclusiones:
  1. La emoción es un proceso complejo y pluridimensional en el que diferentes factores se condicionan mutuamente sin solaparse o absorberse entre sí.
  2. El núcleo de la emoción, lo que la define como tal y nos permite clasificarla en diferentes tipos, es la experiencia emocional, accesible únicamente por autobservación; como acompañantes necesarios, pero variables en grado, de esta experiencia aparecen aspectos cognitivos (creencias y expectativas), fisiológicos y conductuales.
  3. La diferencia entre emociones primarias o básicas (innatas) y secundarias o derivadas (aprendidas) es generalmente aceptada, pero no lo es tanto la enumeración de las emociones ni su clasificación en una u otra categoría. Lejana en el tiempo y superada ya la admisión por Watson de tres únicas emociones básicas (miedo, ira y amor), en las últimas décadas ha tenido particular fortuna el criterio de Ekman acerca de seis emociones innatas (posteriormente ampliadas) cuya expresión corporal es universal: alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa, asco.
  4. No se puede señalar una única estructura fisiológica responsable de la emoción, sino que en la generación de ésta colaboran, al menos, el sistema nervioso autónomo, las glándulas de secreción interna, el hipotálamo, los sistemas reticular y límbico, y la corteza cerebral.
  5. Más difícil es concretar la forma en la que las distintas emociones se diferencian entre sí en cuanto a sus correlatos fisiológicos: se ha observado que el aumento del ritmo cardíaco es mayor en el miedo y la ira que en otras emociones como la sorpresa, el asco o la alegría; con el miedo los vasos sanguíneos se contraen y la temperatura de la piel desciende (nos ponemos "pálidos" de miedo), mientras que en la ira se dilatan y aumenta la temperatura de la piel ("rojo" de ira), etc. Estos datos, no obstante, no son enteramente generalizables y las mayores diferencias se dan en base a la intensidad de la emoción y no a su especie.     

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