Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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lunes, 29 de abril de 2013

Tiempos líquidos

Encontré una referencia a este libro en un artículo de periódico, en el que se expresaba la necesidad del hombre actual de tener una mente flexible capaz de adaptarse a los planteamientos de cada momento. Cuando busqué información sobre su autor, descubro una experiencia de vida obligada a los cambios y a la adaptabilidad: su familia, judíos polacos de origen humilde, huye de la invasión nazi hacia la Unión Soviética; con el tiempo, Bauman regresa a Polonia, milita en el partido comunista y consigue ser profesor de filosofía y sociología en la Universidad de Varsovia. Pero en 1968 se ve de nuevo obligado a marcharse de su país debido a la política antisemita del gobierno comunista. Así, ha enseñado sociología en países como Israel, Estados Unidos y Canadá. Actualmente reside en el Reino Unido y es profesor emérito en la Universidad de Leeds. En el año 2010, recibe el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

La estructura de este libro, Tiempos líquidos, publicado en 2007, es la siguiente:
  • Un capítulo introductorio que desgrana los ingredientes de esta época líquida, repleta de incertidumbres: un ritmo demasiado rápido, que no permite que las ideas se solidifiquen; una política global a escala planetaria incontrolable, que impide a los Estados-nación responder a las necesidades de los ciudadanos; un mercado laboral que promueve la división y no la unidad; medios de producción e ideas que se revisan permanentemente, de manera que muchas veces es preferible, por un lado, olvidar estrategias anteriores para avanzar y, por otro, abandonar compromisos o incluso lealtades para aprovechar las oportunidades que se vayan presentando.
  • En el capítulo 1, se analizan los pros y contras de la "sociedad abierta", término acuñado por Karl Popper. La llamada globalización negativa genera miedos, injusticias, conflictos, a los que el ciudadano, de forma individual, debe enfrentarse, ya que las políticas locales o las instituciones colectivas, como sindicatos, no son capaces de resolverlos.
  • El capítulo 2 se centra en el tema de los desplazados, refugiados, solicitantes de asilo... Habla de cómo sus vidas están encerradas en una "transitoriedad congelada", esto es, en un nuevo modelo de vida líquida "permanentemente transitoria".
  • En el capítulo 3, se expone la razón de ser de la democracia, respecto a la gestión de los miedos: es indispensable la interdependencia de los derechos políticos y sociales, y la recuperación del valor de la solidaridad como el único medio para hacer frente a los miedos de la modernidad líquida.
  • El capítulo 4 es muy interesante, en cuanto que expone nuevos conceptos para mí: la mixofobia y la mixofilia, esto es, las reacciones y los sentimientos, de rechazo o de imán, que provocan las ciudades multilingües o multiculturales. Así nos habla de urbanizaciones autoprotegidas del contagio, lo que Bauman llama guetos voluntarios, y de las zonas de exclusión o guetos involuntarios. Termina el capítulo presentando medidas para favorecer sentimientos mixofílicos.
  • El capítulo 5 habla de la finalidad de las utopías en la historia del pensamiento humano, y cómo en la actualidad no aparecen esas utopías con planteamientos colectivos de futuro, sino que más bien se habla de supervivencia individual, de las capacidades que ha de desarrollar el individuo para surfear por las olas de la modernidad. En lugar de encaminarnos hacia una utopía, se nos ofrece la posibilidad de vivir dentro de una utopía sin final, o estar fuera de ella.  

jueves, 25 de abril de 2013

El problema mente-cerebro en la historia de la filosofía

Es propio de la filosofía preguntarse acerca del ser humano. Una de las cuestiones que más han hecho pensar a lo largo de la historia ha sido precisamente qué es, dónde está y cómo funciona esa especial característica que nos hace ser humanos, capaces de sentir y pensar: el alma o la mente.
Las posibles respuestas a la pregunta por la relación entre el alma y el cuerpo, y su significado en la concepción del ser humano, han sido muy variadas. Aquí se muestran algunos autores clásicos y sus aportaciones a este tema.

Platón
Platón distingue entre el alma y el cuerpo. Para él, el alma está encerrada en la cárcel del cuerpo. Su pensamiento, pues, se aproxima a la concepción mantenida por el orfismo, según la cual el alma está prisionera del cuerpo y contaminada por él, por lo que debe purificarse para volver a su mundo divino. Según Platón, el alma es la parte divina, inmaterial, eterna y manda sobre el cuerpo, que es la parte humana, actuando como un auriga que dirige un carro con dos caballos. El alma racional es la verdadera esencia del ser humano, por eso el ejercicio de la razón es su más noble tarea.

El alma encerrada en el cuerpo
Mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sinfín las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de imágenes de todas clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato. Si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos: o es de todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes.
Platón, Fedón (adaptado)

Aristóteles

La concepción aristotélica del alma evoluciona desde un fuerte platonismo hasta la doctrina del hileformismo (de hylé, materia, y morfé, forma) al realizar sus estudios biológicos y psicológicos. En su obra De anima, Aristóteles extiende el dualismo materia-forma a los seres vivos y al hombre. Según esta idea, el individuo es la sustancia completa, compuesta de materia (el cuerpo), que es potencia, y de forma (el alma) o esencia que permite que la potencia llegue a ser acto. Sin embargo, es el sujeto completo, alma y cuerpo, el que es afectado; no es posible disociar ambos elementos, ya que no pueden tener existencia separada.

El alma, sustancia formal del cuerpo
Todo cuerpo natural que participa de la vida es sustancia, pero sustancia en el sentido de compuesto. Y dado que se trata de un cuerpo de tal tipo -a saber, que tiene vida- no es posible que el cuerpo sea el alma: y es que el cuerpo no es de las cosas que se dicen de un sujeto, antes al contrario realiza la función de sujeto y de materia. Luego el alma es necesariamente sustancia en cuanto forma específica de un cuerpo natural que es potencia tiene vida. Ahora bien, la sustancia es entelequia, luego el alma es entelequia de tal cuerpo. Por tanto, si cabe enunciar algo en general acerca de toda clase de alma, habría que decir que es la entelequia primera de un cuerpo natural organizado.
Aristóteles, De anima (adaptado)

Descartes
Preocupado por la posibilidad misma del conocimiento humano, Descartes introduce un nuevo método de reflexión y un principio básico: la duda. Una duda que se aplica a todo excepto a la convicción personal de que "estoy pensando". Con esta base analiza la relación entre la mente que piensa y el mundo en derredor. Considera que son dos tipos de realidades diferentes: la res extensa, que es lo material, espacial y mecánico, y la res cogitans, que es lo inmaterial, inespacial y consciente. Al primer grupo pertenece el cuerpo, que se rige por las mismas leyes mecánicas que el universo, por eso es una máquina; al segundo, el alma, lugar de los sentimientos y de la voluntad. Mantiene, por tanto, una visión dualista: alma y cuerpo son realidades diferentes e independientes, que se comunican mediante la "glándula pineal" que existe en el cerebro.

Alma y cuerpo en difícil interacción
Tengo yo un cuerpo al que estoy estrechamente unido, sin embargo, puesto que por una parte tengo una idea clara y distinta de mí mismo, según la cual soy algo que piensa y no extenso, y, por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo según la cual éste es una cosa extensa, que no piensa, resulta cierto que yo, es decir, mi alma, por la cual soy lo que soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo, pudiendo ser y existir sin el cuerpo.
Descartes, Meditaciones metafísicas

Spinoza
Spinoza también intenta dar una explicación racional y matemática del universo. Considera que la naturaleza es un todo, un sistema infinito que puede ser concebido bajo el atributo de la extensión (sistema espacial o sistema de cuerpos) o bajo el del pensamiento (sistema de las mentes, que constituiría el entendimiento eterno e infinito de Dios). Así, si hay solamente un orden de la naturaleza, no es lógico pensar que el cuerpo humano pertenezca a un orden y la mente a otro. El ser humano es una sola cosa, que puede ser considerada desde los dos aspectos. Mente y cuerpo no son dos entidades, ni una es reducible a la otra, sino que son dos aspectos del ser humano.

Dos aspectos de una misma cosa
El alma y el cuerpo son una sola y misma cosa, que se concibe, ya bajo el atributo del pensamiento, ya bajo el de la extensión. Tanto la decisión como el apetito del alma y la determinación del cuerpo son cosas simultáneas por naturaleza, o mejor dicho, son una sola y misma cosa, a la que llamamos "decisión" cuando la consideramos bajo el atributo del pensamiento, y "determinación" cuando la consideramos bajo el atributo de la extensión, y la deducimos de las leyes del movimiento y el reposo.
Spinoza, Ética (adaptado)

jueves, 18 de abril de 2013

El enigma del cerebro y la mente

Uno de los misterios más grandes del ser humano es su capacidad de pensamiento, y uno de los sueños más anhelados por la humanidad es descubrirlo. Tras haber tomado conciencia de la dimensión biológica del hombre (su desarrollo filogenético y ontogenético) y de su dimensión cultural, nos preguntamos en este momento acerca de su capacidad de conocer, pensar y sentir. Estamos empeñados por descubrir todos los secretos que se esconden el interior del ser humano, y el órgano rector, que aún no conocemos del todo, parece ser el cerebro. En él existe uno de los enigmas más globales y de gran calado filosófico: la pregunta acerca de la mente del ser humano.

Yo soy, por lo pronto, una realidad que pregunta, que, incluso, se hace cuestión de sí misma. Las cosas y los animales, por lo que sabemos, no lo hacen. Soy, pues, de alguna manera distinto de los animales y las cosas. Aunque, sin duda, soy corpóreo, como ellos y ellas.
Peso unos gramos, mido unos centímetros, nací ayer y moriré mañana, ando entre las cosas; sin los estímulos internos y externos que me excitan, sin la actividad de mis cuerpo, sin la acción de mis neuronas -esas "mariposas del alma", que dijo Cajal-, no viviría, no podría ser yo. Pero, a la vez, soy ese yo que vive de la verdad, la evidencia, la invención y el ingenio, la belleza y el amor, y también de la mentira, el error, la duda, la fealdad, el tedio, la indiferencia y el odio. Un yo, en resumen y según compruebo, contradictorio, y que sabe que lo es, como no puede serlo y saberlo una cosa.
M. Yela, "Yo y mi cuerpo", en F. Mora, El problema cerebro-mente

La filosofía se ha preguntado desde sus orígenes por la relación entre el cuerpo y el alma (en términos actuales, el cerebro y la mente). Es una pregunta acerca del ser humano que nos conduce a otras cuestiones de profunda importancia como, por ejemplo, ¿por qué pensamos y cómo lo hacemos?, ¿quién es el "yo"?, ¿qué nos hace diferentes de los animales?, ¿qué significa "poseer inteligencia"?, etc.
A lo largo de la historia, muchos filósofos propusieron teorías con las que anticiparon respuestas a preguntas que después han podido ser respondidas o, al menos, comprendidas con más datos, por medio del trabajo de las neurociencias (las disciplinas que estudian el sistema nervioso). Igualmente, la filosofía reflexiona sobre los resultados aportados por las investigaciones científicas sobre el cerebro. Puede decirse, pues, que la tarea de la filosofía en este tema es doble:
- Por un lado, propone respuestas para las preguntas no resueltas sobre la mente del ser humano.
- Por otro lado, analiza los datos de las neurociencias para contrastar la idoneidad de sus propuestas y ofrecer una explicación comprehensiva del problema.

1. La conciencia del ser humano
La pregunta sobre el alma y el cuerpo conduce a otra más radical que puede hacerse el ser humano acerca de sí mismo: ¿quién soy yo? Todos nos comprendemos como un conjunto de pensamientos, sentimientos, emociones, capacidades, etc. Y también reconocemos que somos quienes somos por tener una dimensión física determinada y por desarrollarnos en un ambiente (cultural y de aprendizaje) que nos posibilita de un modo concreto la realización de nuestro "yo". Por tanto, al concebir al ser humano nos encontramos:
  • Un elemento biológico: el desarrollo y características como individuo de una especie.
  • Un elemento socio-cultural: el desarrollo y  características como individuo de un grupo.
  • Un elemento personal: el desarrollo y características de éste que soy yo y no otro, configurado por lo que me vino dado, por lo que he ido adquiriendo y por la posibilidad de ser y de pensarme a mí mismo.
La conciencia de sí es lo que le confiere su identidad y su personalidad al ser humano.
En esa reflexión sobre sí mismo, el ser humano se plantea si su "ser yo" es un conjunto de procesos físicos, explicables científicamente, o si no es reducible a la química, la biología y la física. Al decir "yo y mi cuerpo" se plantea el interrogante: ¿soy yo mi cuerpo?, o bien: ¿mi cuerpo y yo son dos cosas diferentes? Por eso da que pensar a la filosofía esa dimensión aparentemente paradójica de la mente y el cerebro del ser humano.

2. ¿Mente = Cerebro?
La cuestión es ésta: ¿son reducibles nuestros estados mentales al cerebro? Algunos autores consideran que la mente es el resultado de la complejidad de las conexiones neuronales. Por tanto, al tratarse de procesos físico-biológicos, una vez que conozcamos a fondo el funcionamiento del cerebro, podremos implementar dichos procesos en un sistema mecánico (inteligencia artificial). Se explica así la mente humana con la "metáfora fuerte del ordenador": nuestro cerebro es "como una máquina" en tanto que responde (outputs) a estímulos (inputs). En 1950, Turing proponía un test para comprobar si un observador podría distinguir una máquina de una persona por medio de las respuestas emitidas por cada uno de ellos. Considerando que entre las posibilidades de la máquina estaba la mentira, parecía demostrarse la incapacidad de diferenciarlos. La conclusión era que la máquinas pueden pensar.
Otros autores consideran que la mente no es reducible al cerebro. Los estados mentales muestran unas características que superan la producción meramente neuronal. Por ejemplo, las creencias y los deseos tienen un sustrato cerebral que, sin embargo, no parece explicar la gran importancia que tienen en nuestros comportamientos. Existe, por otro lado, una intencionalidad que es, además subjetiva. Pero, sobre todo, lo que más llama la atención es que estamos dotados de conciencia, tanto en el sentido de tener la capacidad de ser consciente de algo, como en cuanto capacidad moral. Éstos son elementos constituyentes de nuestra inteligencia que, sin embargo, no parecen fácilmente reducibles a los meros fenómenos cerebrales. Por tanto, no parecen implementables en una máquina.
¿Podríamos dotar de conciencia de la propia existencia a una máquina? ¿Podría un ordenador tener, por ejemplo, conciencia de su propia muerte? Autores como Laín Entralgo consideran incluso que en la constitución de la mente entran en juego factores como la interrelación entre cuerpo y mente. Es decir, la mente no es un producto del cerebro, sino que existe una modificación mutua entre ambos elementos, hasta el punto de ser indisociables, pues el "yo" no es lo mismo deslindado de cualquiera de los dos. Se trata, en definitiva, del problema de la propia identidad. Del mismo modo, hay que tener en cuenta que la absoluta determinación mental por el cerebro nos conduce, o bien a la consideración de que un ordenador puede ser libre, en tanto que dispone de elementos de aleatoriedad, o bien a que los seres humanos no lo son, pues las conductas serían meros reflejos de determinadas funciones mentales y el dominio entre mente y materia lo ostentaría la segunda.

3. Filosofía de la mente y neurofilosofía
Resulta, pues, evidente que la filosofía se encuentra aquí con uno de los temas de reflexión más profundos sobre el ser humano. Aunque a lo alego de la historia de la filosofía este tema ha sido abordado en muchas ocasiones, existe en la actualidad, dentro de la filosofía, una rama especializada que reflexiona sobre la mente y los actos mentales, sobre la relación entre la mente y los actos mentales, sobre la relación entre la mente y el cuerpo, sobre la identidad personal, sobre la conciencia, etc. Se trata de la filosofía de la mente. Su objetivo es analizar los conceptos relacionados con la mente.
También dentro de la filosofía de la ciencia se ha desarrollado, aproximadamente desde 1970, la filosofía de las neurociencias, dedicada al estudio de los avances neurocientíficos, el análisis de los conceptos subyacentes a dichas ciencias y sus repercusiones en la reflexión filosófica. Incluso algunos autores hablan de la neurofilosofía, que se dedica específicamente a la introducción de los nuevos datos en la tarea filosófica.
Por tanto, hay una dimensión doble:

 1)  Análisis filosófico de los conceptos y relaciones empleados en las neurociencias.
 2)  Reflexión filosófica sobre temas como la identidad, la conciencia, el sentido del hombre, etc., teniendo en cuenta los datos aportados por las neurociencias.

sábado, 13 de abril de 2013

José Ortega y Gasset: una filosofía de la cultura

José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo madrileño y uno de los más importantes del siglo XX, tendrá como centro de su reflexión la cultura. Por eso, la mejor forma de caracterizar su pensamiento es definiéndolo como una filosofía de la cultura se trata de una de las reflexiones más profundas y matizadas que podemos encontrar en la historia de la filosofía. La filosofía neokantiana y, sobre todo, la fenomenología le ofrecerán los recursos para pensar a fondo este tema desde una triple perspectiva: la cultura en su dimensión creadora, la cultura como circunstancia y la crítica de la cultura. La elaboración de una filosofía de la cultura fue una de las tareas de muchos de los filósofos de comienzos del siglo XX, y Ortega y Gasset no fue una excepción. Pero no era un problema solo teórico, también era un problema social y político. Necesitaba saber qué es la cultura y qué cultura hay que desarrollar en España.

Ortega estudiaba filosofía en Madrid y, más adelante en Leipzig, Berlín y Marburgo. Posteriormente da clases en la Universidad de Madrid hasta 1936. Entre sus obras destacan, además de las que se citarán posteriormente, España invertebrada, Ideas y creencias, Qué es filosofía o Historia como sistema.
Gran conocedor de la historia de la filosofía, Ortega procura desmarcarse de planteamientos anteriores haciendo una síntesis entre el racionalismo de Descartes y el vitalismo de Nietzsche. Así, su pensamiento puede calificarse como raciovitalista. El concepto fundamental de su filosofía es el de razón vital, el cual está íntimamente relacionado con la vida humana, con la historia y con la cultura.

El acto cultural es creador
Para Ortega, la cultura es una forma de discurso que "da razón" y sentido a las cosas. Se nos presenta unida a una capacidad humana de diálogo con el mundo.
Las Meditaciones del Quijote, su primer gran libro, es su gran aportación a la filosofía de la cultura. Frente a los grandes temas de la filosofía, empieza planteándose las cosas más nimias, las más cercanas, las que tenemos en nuestro derredor. Estas cosas son las que componen la cultura; son nuestra circunstancia. Y en ellas nos tenemos que centrar, de manera heroica, para que no nos ocurra como a Don Quijote, que se olvidó de lo más próximo. El héroe es aquel que inventa y crea, y esa creación es la cultura. La cultura es, pues, el cultivo de lo inmediato, de lo cercano, es decir, de la vida. La cultura encauza la vida, porque detrás de ella está la experiencia cotidiana. Este tema no será nunca abandonado por Ortega. Llega a decir que "el acto específicamente cultural es el creador", el que da sentido a la vida, y dar sentido es la única forma de salvar la circunstancia. Este acto creador que es la cultura extrae ese logos, esa idea o concepto, de lo cotidiano, lo cual, una vez objetivado, se convierte en una perspectiva sobre el mundo, en el modo en que el mundo queda articulado.


Cultura como circunstancia
"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo", dirá Ortega en las Meditaciones. Salvar las circunstancias es ponerlas en relación con el todo, establecer su sentido. Por ello, la cultura es conexión y relación con el mundo. El hombre no se puede entender sin estas relaciones y sin cultura. No somos una entidad separada de lo que nos rodea. Estamos condicionados por nuestra circunstancia. La vida humana es coexistencia con el mundo.

La crítica de la cultura
La crítica a la cultura de Ortega se dirige a aquella cultura que se ha olvidado de la vida, de la realidad radical. Es una cultura que se ha traicionado a sí misma y ha perdido su vitalidad. La obra cumbre de la crítica cultural es La rebelión de las masas, en la que diagnostica la situación en que se encuentra la cultura occidental.


Cultura y vitalidad
El gran mérito de Ortega radica en conducir su análisis al momento en que surge la cultura, al momento de la instauración del sentido en el mundo. Su filosofía es una forma de conectar cultura y vida. La cultura ha de estar al servicio de la vida. Este es el criterio que le permite elaborar una crítica de la cultura. El hombre que ha perdido la creatividad y la fuerza de instaurar sentido se ha alejado de la cultura. La civilización occidental ha producido este tipo de hombre: el hombre masa, el hombre sin cultura.

El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. Traduzcámoslo, sin alterarlo, a la terminología sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. No se entienda, pues, por masas sólo ni principalmente "las masas obreras". Masa es "el hombre medio". De este modo se convierte lo que era meramente cantidad -la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico.
J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas

sábado, 6 de abril de 2013

Del multiculturalismo a la hospitalidad intercultural

No se trata, pues, de mantener las diversas culturas como si fueran especies biológicas y hubiera que defender la "biodiversidad". Se trata más bien de tomar conciencia de que ninguna cultura tiene soluciones para todos los problemas vitales y de que puede aprender de otras, tanto soluciones de las que carece, como a comprenderse a sí misma. En este sentido, una ética intercultural no se contenta con asimilar las culturas relegadas a la triunfante, ni siquiera con la mera coexistencia de las culturas, sino que invita a un diálogo entre las culturas, de forma que respeten sus diferencias y vayan dilucidando conjuntamente qué consideran irrenunciable para construir desde todas ellas una convivencia más justa y feliz. Habida cuenta, por otra parte, de que la comprensión de otros que se logra a través de la convivencia y el diálogo es indispensable para la autocomprensión.
A. Cortina, Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía

1. Pluralidad cultural
Una de las cuestiones que nos planteamos desde una perspectiva filosófica es la del carácter plural o singular de la cultura: ¿la cultura o las culturas? A la hora de definirla, ¿nos quedamos con aquella característica que nos identifica como especie o con lo que dentro de la especie nos particulariza y nos define frente a los otros?, ¿podemos encontrar universales culturales más allá de las particularidades de cada cultura? Éstas son las preguntas más importantes que se plantea actualmente la filosofía de la cultura.
El mundo se nos presenta como algo irremediablemente plural. La pluralidad es la característica fundamental de nuestra sociedad. Vivir es encontrarse con la pluralidad. La pluralidad de culturas o multiculturalidad es un hecho y, ante este hecho, ¿qué hacer?, ¿qué actitudes son posibles?

2. Actitudes ante la diversidad cultural
Ante la diversidad cultural son posibles tres actitudes fundamentales:
  1. Actitud etnocéntrica: Esta actitud contempla a las otras culturas desde la propia. Juzga otras formas de ver la vida desde el propio punto de vista. Es una actitud asimilacionista: el otro debe adaptarse a mi cultura si quiere convivir conmigo. Esta actitud puede conducir a la xenofobia (rechazo del extranjero, de lo extraño) y al racismo.
  2. Actitud del relativismo cultural: Según esta posición, las culturas no pueden juzgarse desde fuera. Cada cultura conlleva una forma de entender el mundo incompatible con cualquier otra. Bajo la apariencia del respeto máximo, esta actitud no evita el racismo o la xenofobia, pues, si bien es cierto que no busca asimilar otra cultura a la nuestra, prefiere evitar cualquier contacto. Lleva también a la parálisis cultural motivada por la falta de contactos e intercambios.
  3. Actitud de hospitalidad cultural: Considera que es necesario el respeto hacia las otras culturas, pero no excluye el diálogo, muy al contrario, lo exige. Las culturas son formas de expresarse la humanidad. Recorrer esta pluralidad es buscar la "riqueza humana". El diálogo cultural no se ejerce prescindiendo de las propias herencias culturales y entablando un diálogo vacío. Es necesario hacer entrar en juego los contenidos de nuestras tradiciones, buscando puntos en común y dejándonos interpelar por los otros, descubriéndonos a nosotros mismos en los otros.
El diálogo cultural supone:
- Una toma de conciencia de nuestra propia tradición.
- Un proceso de distanciamiento de las herencias culturales.
- Un redescubrimiento novedoso de la propia tradición a través de "los ojos" de otra cultura.
- Un encuentro en profundidad que descubre la humanidad común.

3. El encuentro entre culturas
El auténtico diálogo intercultural no es el mero sincretismo, es decir, limitarse a yuxtaponer elementos distintos de culturas diferentes. El encuentro intercultural requiere un esfuerzo de comunicación y de autoconocimiento. El diálogo no es una posición de debilidad y claudicación, sino de fuerza y creatividad. Paul Ricoeur, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, establece las condiciones de ese diálogo:

¿Cómo es posible un encuentro de culturas distintas? Parece desprenderse que las culturas son incomunicables; y sin embargo, la extrañeza del hombre para el hombre no es nunca absoluta. Es cierto, el hombre es un extraño para el hombre, pero también siempre es un semejante. Cuando desembarcamos en un país completamente extraño para nosotros, como me ocurrió hace algunos años en China, sentimos que, a pesar del mayor de los destierros, no hemos salido nunca de la especie humana.
Paul Ricoeur (1913-2005)
Fotografía publicada por El País en 2003
¿Qué le ocurre a mis valores cuando comprendo los de los otros pueblos? La comprensión es una aventura temible en que todas las herencias culturales corren el riesgo de naufragar en un vago sincretismo. No obstante, me parece que hemos dado hace poco los elementos de una respuesta frágil y provisional: sólo una cultura viva, a la vez fiel a sus orígenes y en estado de creatividad en el plano del arte, de la literatura, la filosofía, la espiritualidad, es capaz de soportar el encuentro con las otras culturas, no sólo de soportarlo sino de dar sentido a ese encuentro.
Estoy convencido de que un mundo islámico que volviera a entrar en movimiento, un mundo hindú cuyas viejas meditaciones engendraran una joven historia, tendrían con nuestra civilización, nuestra cultura europea, esa proximidad específica que guardan entre sí todos los creadores. Creo que es allí donde termina el escepticismo. Para el europeo, en particular, el problema no consiste en participar en una especie de creencia vaga; su tarea la indica Heidegger: "Debemos desterrarnos de nuestros propios orígenes", vale decir, debemos volver a nuestro origen griego, a nuestro origen hebreo, a nuestro origen cristiano para ser un interlocutor válido en el gran debate de las culturas; para tener en frente de sí mismo a otro distinto de sí mismo, hay que tener un sí mismo.
Hay que oponer a los sincretismos la comunicación, es decir, una relación dramática en que -una vez tras otra- me afirmo en mi origen y me entrego a la imaginación del prójimo, según su distinta civilización. La verdad humana sólo se encuentra en ese proceso en que las civilizaciones van a enfrentarse cada vez más desde aquello que en ellas es lo más vivo, lo más creador. La historia de los hombres será cada vez más una vasta explicación, en que cada civilización desarrollará su percepción del mundo en el enfrentamiento con todas las demás.
P. Ricoeur, Histoire et vérité, París, Le Seuil, 1955 (adaptado)

jueves, 4 de abril de 2013

4 de abril de 1913

La Asociación Cultural Amigos de Lora ACAL y la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Lora del Río han organizado un bonito acto de descubrimiento de una placa conmemorativa del centenario de la firma de un poema de Antonio Machado en esta localidad sevillana.
Posteriormente, el profesor Rogelio Reyes Cano, Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla, desmenuzó dicho poema para sacarle todo su jugo, contextualizándolo en el momento vital por el que pasaba Machado entonces, y procuró dar una explicación de por qué el poeta firma en este pueblo andaluz este trabajo, algo que normalmente no hacía. Machado iba de camino desde las tierras del Duero hacia el sur, pudo pasar una noche en Lora o simplemente se detuvo aquí en una pausa de su viaje... Lo que sí parece evidente es que ese día 4 de abril de 1913, Machado redescubre un paisaje luminoso que le permite de nuevo cantar como quisiera.
 
4 de abril de 2013
Conmemoración del Aniversario del poema de Antonio Machado fechado en Lora del Río
En estos campos de la tierra mía,
y extranjero en los campos de mi tierra
-yo tuve patria donde corre el Duero
por entre grises peñas,
y fantasmas de viejos encinares,
allá en Castilla, mística y guerrera,
Castilla la gentil, humilde y brava,
Castilla del desdén y de la fuerza-,
en estos campos de mi Andalucía,
¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.
Tengo recuerdos de mi infancia, tengo
imágenes de luz y de palmeras,
y en una gloria de oro,
de lueñes campanarios con cigüeñas,
de ciudades con calles sin mujeres
bajo un cielo de añil, plazas desiertas
donde crecen naranjos encendidos
con sus frutas redondas y bermejas;
y en un huerto sombrío, el limonero
de ramas polvorientas
y pálidos limones amarillos,
que el agua clara de la fuente espeja,
un aroma de nardos y claveles
y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena,
imágenes de grises olivares
bajo un tórrido sol que aturde y ciega,
y azules y dispersas serranías
con arreboles de una tarde inmensa;
mas falta el hilo que el recuerdo anuda
al corazón, el ancla en su ribera,
o estas memorias no son alma. Tienen,
en sus abigarradas vestimentas,
señal de ser despojos del recuerdo,
la carga bruta que el recuerdo lleva.
Un día tornarán, con luz del fondo ungidos,
los cuerpos virginales a la orilla vieja.

Lora del Río, 4 de abril de 1913