Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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lunes, 29 de diciembre de 2014

La aventura de la acción: la libertad

El tema de la acción, y más en concreto el de la acción libre, ha sido considerado a lo largo de la historia de la filosofía como la cuestión de la libertad. Libertad es un sustantivo abstracto referido a las acciones libres, por lo que bajo esta gran palabra se esconden acciones humanas concretas. Pero, ¿qué es la libertad?, ¿cómo la ha entendido la filosofía?

1. De los antiguos a los modernos
Los diversos conceptos no siempre se han entendido de la misma manera. El concepto de libertad no es una excepción. A grandes rasgos, la libertad ha sido entendida de dos maneras:

  • Según los "antiguos", sobre todo griegos y romanos, ser libre significaba tomar parte de las cuestiones de la ciudad, es decir, integrarse en la comunidad, aceptar sus leyes y exigir sus derechos. Ser libre es ser ciudadano y el que no es libre no es ciudadano, sino esclavo.
  • Según los "modernos", desde el siglo XVIII en adelante, la libertad no es algo social, al menos en un principio, sino un asunto individual. Éste es el significado que hemos heredado nosotros.
2. "Libertad de" y "libertad para"
Cuando espontáneamente nosotros pensamos en la libertad, asociamos a este concepto la independencia de todo aquello que nos impida hacer lo que queremos; pero, bajo esta noción más común, podemos descubrir otra noción de libertad más aquilatada y precisa: ser uno mismo, ser fiel al propio proyecto de vida. Este segundo concepto de libertad presupone el primero, pero lo desarrolla y de alguna manera lo transforma. La tradición filosófica ha hablado así de:
- "Libertad de": se refiere a la no dependencia y no interferencia de los demás. Se trata de una libertad negativa.
- "Libertad para": alude al compromiso y fidelidad a uno mismo. Se trata de una libertad más interna y positiva.

3. Pluralidad de libertades
La libertad, según el ámbito en que se aplique, tiene diferentes sentidos. La libertad abstracta se realiza en las libertades concretas. Entre otras, podemos destacar las siguientes:
- Libertad física: es la posibilidad de movimiento, lo opuesto a estar encerrado o encarcelado.
- Libertad política: capacidad de ejercer nuestros derechos políticos de participación en la vida de nuestras comunidades políticas (el derecho al voto responde a esta libertad).
- Libertad civil: capacidad de ejercer nuestros derechos civiles, por ejemplo, comprar una casa, derecho a la huelga, etc.
- Libertad de pensamiento: capacidad de pensar lo que queremos y, más concretamente, de poder expresarlo; este tipo de libertad se realiza, por ejemplo, en la libertad de prensa.
- Libertad religiosa: posibilidad de elegir y ejercer las propias creencias sin estar coaccionado por nada o por nadie.

4. Vivir desde uno mismo
El sentido más profundo de la libertad es aquel que la entiende como autodeterminación. Ser libre no es sólo estar "liberado", sino poder hacer algo desde esta libertad. La libertad es por tanto difícil, pues implica riesgo, decisión y capacidad de tomar las riendas de nuestra propia vida.

Hay dos formas principales de entender el término "libertad". "Libertad" significa o bien la facultad de realizar o no ciertas acciones, sin ser impedido por los demás, por la sociedad como un todo orgánico o, más sencillamente, por el poder estatal; o bien el poder de no obedecer otras normas que las que me he impuesto a mí mismo. El primer significado es constante en la teoría liberal clásica, según la cual "ser libre" significa gozar de una esfera de acción, más o menos amplia, no controlada por los órganos de poder estatal; el segundo significado es el que emplea la teoría democrática, para la cual "ser libre" no significa no tener leyes, sino darse leyes a sí mismo. De hecho, llamamos "liberal" a quien persigue el fin de ensanchar cada vez más la esfera de las acciones no impedidas, mientras que llamamos "demócrata" al que tiende a aumentar el número de acciones reguladas mediante procesos de autorregulación. Por consiguiente, "estado liberal" es aquél en el que la injerencia del poder público está restringida al mínimo posible; "estado democrático", aquél en el que más numerosos son los órganos de autogobierno.
N. Bobbio, Estudios de historia de la filosofía (adaptado)

sábado, 27 de diciembre de 2014

Orígenes de la Filosofía, de la Ciencia y de la Psicología

1. Antes de la Filosofía
Antes incluso de que los seres humanos comenzaran a consignar por escrito sus ideas, manifestaron un vivo interés por el universo. Las investigaciones arqueológicas sugieren que los pueblos primitivos efectuaron grabados en huesos que representaban importantes regularidades astronómicas, tales como las fases de la Luna. Estas observaciones sistemáticas podían permitirles un cálculo preciso de los eclipses y cambios de estaciones. La prueba más dramática, aunque por supuesto no la única, del grado de complejidad astronómica alcanzado por el hombre primitivo la constituye Stonehenge, que sirvió a la vez como observatorio y máquina de cálculo.
No obstante, los megalitos y los huesos grabados nada nos dicen sobre las primitivas concepciones del hombre respecto a la naturaleza humana, o la psicología. Por ello, debemos acudir a los mitos, o relatos conservados en la tradición oral durante décadas o siglos antes de ser escritos. Los mitos sirven a varias funciones. Con frecuencia justifican la estructura de una sociedad y su código moral; pero también satisfacen profundas necesidades humanas tanto de fe como de conocimiento. Los mitos describían y explicaban el universo antes de que la Ciencia fuera inventada. Los relatos sobre sucesos naturales son Física en embrión; los relatos sobre la naturaleza humana son Psicología en cierne.
Un célebre par de mitos lo constituyen la Ilíada y la Odisea, que son una colección de relatos orales sintetizados no mucho antes de la Edad de Oro de Atenas y que fueron consignados entonces por escrito por el poeta Homero. LIlíada y la Odisea se interesan propiamente por la acción humana y contienen la psicología de sentido común de la Grecia prefilosófica.
Los griegos carecían de una palabra para "personalidad", aunque tenían nombres para lo que nosotros llamaríamos los diferentes componentes de la personalidad. En primer lugar estaba la psyche, el "soplo de la vida", de la que se deriva "Psicología", que abandona a la persona cuando muere; podemos interpretar la psyche como el principio crucial de la vida que separa lo orgánico de lo inorgánico. Otra parte de la personalidad era el thymos, que al parecer significaba un principio motivacional subyacente en la acción y el sentimiento. Nuestra propia palabra "(e)moción" expresa asimismo la idea de que la conducta debe resultar de una excitación motivacional. Finalmente, estaba el nous, u órgano psicológico que percibía claramente la verdad.
Algo que merece destacarse de los héroes homéricos es el escaso control que a menudo tenían sobre las diversas partes de sus mentes. En la Ilíada los dioses con frecuencia nublan el nous del guerrero e instalan la locura en su thymos, haciendo que actúe irresponsablemente. El concepto de responsabilidad personal y la atribución de la conducta a causas totalmente internas no aparecen hasta aproximadamente el 500 a.C. en las obras de los dramaturgos griegos. En consecuencia, es lógico que nos parezca más fácil apreciar la tragedia griega que la Ilíada, ya que los caracteres trágicos actúan más llevados de lo que reconocemos como pasiones humanas profundas que de los caprichos de los dioses del Olimpo.
Una distinción filosófica importante aparece en la Ilíada cuando Homero apela al conocimiento divino de los dioses, que "conocen todas las cosas" para corregir los errores de su propia opinión humana basada en el "rumor". La división entre verdad, o realidad (conocimiento divino), y apariencia (opinión) hunde profundas raíces, incluso hoy día, en el pensamiento occidental. Para los ojos y el tacto humanos una mesa puede parecer sólida, pero la Física nos dice que en realidad está constituida por una miríada de partículas infinitamente pequeñas. Los filósofos se han debatido siempre con el problema de que las apariencias suelen ser engañosas y han buscado procedimientos para que la humanidad pueda conocer la realidad. También la Psicología se planteó el problema de cómo la información sensorial no fiable produce nuestra imagen estable de la "realidad". Se trata del problema más antiguo del pensamiento humano consciente de sí mismo.

2. Los filósofos presocráticos

 La tradición crítica 
A todo el mundo le resulta difícil aceptar la crítica de sus ideas o reflexionar críticamente sobre ellas. Por ello, muchos sistemas de pensamiento son cerrados, es decir, no se critican a sí mismos, sino que más bien se defienden de la crítica. Con frecuencia se encuentran sistemas cerrados en la religión, ya que los creyentes se adhieren a una gran verdad revelada que trasciende la crítica humana; los críticos son calificados de herejes y a menudo se les persigue. Los sistemas políticos también pueden ser cerrados.
Los sistemas cerrados son, por ello, profundamente conservadores, y aceptan el cambio muy lentamente, si es que lo aceptan de algún modo. A veces ello puede resultar beneficioso. La sociedad china estuvo dirigida en buena medida por los intelectuales mandarines, quienes hicieron suya una ideología confuciana homogénea. Gracias a ello, China disfrutó de una estabilidad política desconocida en Europa. La misión de los mandarines consistió en preservar lo que, a su juicio, constituía una sociedad fundamentalmente justa. La estabilidad, sin embargo, puede también suponer estancamiento. La ciencia china, o lo que había de ella, apenas realizó progresos bajo los mandarines. Las proezas tecnológicas de inventar la pólvora y construir la Gran Muralla corrieron a cargo de los artesanos, no de los instruidos mandarines.
En Grecia, en cambio, la vida intelectual tomó un giro diferente. Los antiguos filósofos griegos fueron los primeros pensadores que progresaron gracias al empleo de la crítica. Allí, comenzando por Tales de Mileto (florecimiento en 585 a.C.), vio la luz una tradición de crítica sistemática, cuyo objetivo era el perfeccionamiento de las ideas. Según señaló Karl Popper, Tales fue el primer maestro que dijo a sus discípulos:

Así es como yo veo las cosas -como yo creo que las cosas son-. Intentad mejorar lo que os enseño.

Tales no enseñó sus ideas como una Verdad heredada que había que conservar, sino como un conjunto de hipótesis que debían perfeccionarse. Tales y quienes le siguieron deseaban el cambio. Eran conscientes de que las ideas rara vez son correctas, que únicamente cometiendo errores y corrigiéndolos podemos progresar. El dogma momifica el error en una mortaja pétrea y hace imposible el progreso. La actitud crítica es fundamental, tanto para la Filosofía como para la Ciencia, pero requiere superar la pereza intelectual y el lógico sentimiento de hostilidad hacia los críticos. El establecimiento de una tradición crítica constituyó la más importante realización de los griegos que inventaron la Filosofía.

 Los físicos y el naturalismo 
El problema específico al que se aplicó Tales fue el de la naturaleza de la realidad. Tales propuso que, aunque el mundo parezca estar constituido por muchas sustancias diferentes (madera, piedra, aire, humo, etc.), hay en realidad un único elemento -el agua- que adopta numerosas formas. El agua puede ser líquida, gaseosa o sólida, y era, según Tales, el componente esencial de todas las cosas. El nombre del único elemento del que estaban hechas todas las cosas era el de physis, y por eso todos aquellos que siguieron a Tales en la búsqueda de dicho elemento universal fueron llamados físicos. La Física moderna prosigue esta búsqueda cuando afirma que todas las sustancias de la experiencia común están en realidad compuestas por unas pocas partículas elementales.
Además de inaugurar la tradición crítica, Tales inició también una línea de investigación física. Al hacerlo, se distanció de las interpretaciones religiosas y espirituales del universo, en favor de explicaciones naturalistas acerca de cómo están constituidas las cosas y cómo operan. Así, según Tales, el mundo puede ser comprendido por los hombres, ya que se compone de materia ordinaria y no refleja las fantasías caprichosas de los dioses. Críticamente, reconoció que su hipótesis era una opinión humana falible, aunque confiaba en que el conocimiento divino podía llegar a convertirse en conocimiento humano.
La tradición de Tales prosiguió con su discípulo Anaximandro de Mileto (fl. en 560 a.C.), quien aceptó el concepto de physis, pero criticó la hipótesis de Tales de que fuera el agua. Anaximandro se planteó cómo un elemento ordinario podía transformarse en otros. En su lugar, propuso la existencia de un elemento que no era ningún elemento identificable, sino algo menos definido y que podía asumir muchas formas. Denominó a la physis que proponía apeiron, cuya mejor traducción es "lo indefinido". A su vez, Anaximandro fue puesto en tela de juicio por su discípulo Anaxímenes de Mileto (fl. en 546 a.C.), quien propuso como physis el aire.
Anaximandro también merece ser mencionado por sus perspicaces observaciones sobre la evolución. Según él, dado que los bebés humanos son tan frágiles y requieren una crianza tan prolongada, la forma primitiva y original de los seres humanos debió haber sido diferente, más robusta y cabe presumir que más capaz de independizarse rápidamente, como ocurre con los cachorros animales. Anaximandro apeló a fósiles de criaturas desconocidas para apoyar su noción de evolución. Es éste uno de los raros ejemplos de filósofo griego que recurre a los datos empíricos para reforzar una opinión; la mayoría de los griegos prefirieron la argumentación abstracta a la investigación empírica.
Aunque fuera más un poeta que un filósofo, Jenófanes de Colofón (fl. en 530 a.C.) ensanchó las tradiciones crítica y naturalista con su abierto ataque a la religión griega. Jenófanes mantenía que los dioses del Olimpo eran meras construcciones antropomórficas, que se comportaban igual que los seres humanos, hasta el punto de mentir, robar, asesinar y enzarzarse en amoríos. Según Jenófanes, si los animales tuvieran dioses, también los crearían a su propia imagen, inventando dioses leones, dioses gatos, dioses perros, etc. La crítica de Jenófanes constituye el comienzo del viejo enfrentamiento entre el naturalismo científico y la religión, que llegó a su culmen cuando Darwin propuso la teoría de la evolución en el siglo XIX.
De influencia más directa en los filósofos posteriores, especialmente en Platón, fue Pitágoras de Samos (fl. en 530 a.C.). Pitágoras fue una figura enigmática, a la vez un gran matemático y un líder religioso. Debe su mayor fama al Teorema de Pitágoras, aunque también formuló la primera ley matemática de la Física, al expresar las proporciones armónicas entre cuerdas vibrantes de diferentes longitudes. Con todo, las matemáticas fueron algo más que un mero instrumento de la Ciencia para Pitágoras; eran también una clave mágica del cosmos. Pitágoras fundó una secta religiosa secreta consagrada a los números, que creía que:

Todo lo que puede ser conocido tiene un número; ya que es imposible aprehender algo con el pensamiento... sin este número.

En Psicología, Pitágoras trazó una línea divisoria tajante entre el alma y el cuerpo. No sólo podía el alma existir sin el cuerpo, sino que, yendo más allá, los pitagóricos consideraban que el cuerpo era una prisión corruptora en la que el alma se hallaba atrapada. Una parte importante de la religión pitagórica estaba orientada hacia la purificación de la carne, para que el alma pudiera alcanzar más fácilmente la verdad.
Platón experimentó una acusada influencia de los pitagóricos. También él creía que el alma era una pura entidad de conocimiento arrojada a un cuerpo corruptor. Su teoría del conocimiento sostenía que la percepción sensorial, dependiendo, como lo hace, del cuerpo corrupto, es intrínsecamente poco digna de confianza. En su lugar, la razón del alma debe buscar el conocimiento abstracto de la matemática pura.
Finalmente, debemos mencionar a Alcmeón de Crotona (fl. en 500 a.C.), debido a que prefiguró la fundación de la Psicología. Alcmeón era un médico que practicó las primeras disecciones. También se interesó por la Filosofía y orientó su atención a la comprensión de la percepción. Disecó el ojo y siguió el rastro del nervio óptico hasta el cerebro. Al contrario que posteriores pensadores, como Empédocles y Aristóteles, Alcmeón opinaba, acertadamente, que la sensación y el pensamiento se producen en el cerebro. El trabajo de Alcmeón apunta directamente a la fundación de la Psicología, que no es sino el intento de responder a las cuestiones filosóficas sobre la razón utilizando métodos científicos tomados en préstamo de la Fisiología. En la mayoría de los padres fundadores de la Psicología, como Wilhelm Wundt, Sigmund Freud y William James, reconoceremos la silueta de Alcmeón, el médico convertido en filósofo empírico.

 Ser como contrapunto a devenir 
Una importante polaridad intelectual del pensamiento occidental ha sido, y lo sigue siendo, la tensión entre las filosofías del ser y del devenir. Los defensores del ser mantienen que, más allá del flujo del mundo cambiante, hay verdades eternas y valores que existen con independencia de la humanidad, verdades que debemos buscar y utilizar como guía de nuestras vidas. Estas verdades existen en el reino del Ser puro; llevan una existencia inmutable, inaccesibles a los cambios del mundo físico. Los paladines del devenir, por su lado, niegan que tales verdades, o el reino del ser puro, existan. Al contrario, lo único constante en el universo es el cambio: las cosas nunca son simplemente, sino que están siempre deviniendo otra cosa. Para estos pensadores, incluso los valores morales pueden cambiar a medida que el mundo cambia. En el período presocrático, los grandes portavoces de las filosofías del devenir y del ser fueron, respectivamente, Heráclito de Efeso (fl. en 500 a.C.) y Parménides de Elea (fl. en 475 a.C.).


Parménides (izq) y Heráclito, en
La Escuela de Atenas de Rafael
Heráclito fue un filósofo difícil, hasta el punto de que sus contemporáneos le llamaron el "Oscuro". Afirmaba que la physis era el fuego, cuya característica más evidente es el cambio. Esta idea le llevó a la conclusión de que incluso hay menos permanencia en el mundo de la que parece haber. Lo que semeja una piedra es, en realidad, una bola condensada de fuego en perpetuo cambio, una realidad no muy diferente al enjambre de partículas de los físicos modernos. Su aforismo más conocido era que nadie se bañaba en el mismo río dos veces. Esta afirmación resume adecuadamente su filosofía, según la cual nada en el universo es lo mismo dos veces. No obstante, Heráclito también creía que, si bien el cambio es lo único constante, obedece a leyes y no es caprichoso. La regulación del cambio consiste en una armonía universal y dinámica que mantiene las cosas en un equilibrio de fuerzas compensadas. Por ello, la verdad que le es dado alcanzar a la Filosofía y a la Ciencia es una verdad acerca del cambio, más que un conocimiento sobre cosas estáticas.
Aunque la veneración de Pitágoras por los números eternos expresaba una filosofía del ser, lo secreto de su culto limitó su influencia. La filosofía del ser fue formulada por primera vez por Parménides, un autor oscuro igual que Heráclito, que consignó su filosofía en un poema. Parménides distinguía tajantemente entre una Vía del Parecer (apariencias) y una Vía de la Verdad (realidad). Dado que para Parménides la Verdad era eterna e inmutable, concluyó que el cambio es una ilusión basada en la imperfección de nuestros sentidos. En la realidad no hay cambio. Esta realidad inmutable había de ser aprehendida por la razón y la lógica; y Parménides fue el primer filósofo que presentó sus razonamientos como deducciones lógicas a partir de premisas intuitivamente plausibles. Parménides es, pues, el fundador del racionalismo.
Desde la época de Parménides, la contienda entre el ser y el devenir ha venido siendo disputada por numerosos pensadores. A través de su admirador Platón, la filosofía del ser de Parménides dominó el pensamiento occidental, aunque no sin oposición, hasta los tiempos modernos. El neoplatonismo fue la piedra angular filosófica del pensamiento cristiano medieval. No fue sino hasta el otoño de la Edad Media cuando comenzó a ascender la estrella del devenir. Con la teoría de Darwin sobre la evolución mediante la mutación aleatoria y la selección natural, el devenir triunfó en la Ciencia. Este triunfo salta a la vista, no sólo en las ciencias biológicas, sino incluso en la Física.
Hubo una primera reacción reveladora contra Parménides, con la Vía de la Opinión Verdadera propuesta por el médico-filósofo Empédocles de Agrigento (fl. en 450 a.C.), quien puede ser considerado como el fundador del empirismo. Basándose en las ideas de Alcmeón, Empédocles intentó desarrollar una teoría de la percepción que justificase nuestra confianza de sentido común en nuestros sentidos. Según Empédocles, los objetos emiten efluvios, que son copias, propias y específicas de cada modalidad sensorial, de los citados objetos. En la actualidad sabemos que el olfato funciona de esta forma; nuestra nariz responde a ciertas moléculas emitidas por algunos objetos. Empédocles creía que esto se aplicaba a todos los tipos de percepción.
Frente a Alcmeón, Empédocles creía que los efluvios penetran en la circulación sanguínea, donde se encuentran, mezclándose en el corazón. La agitación de los efluvios en el latir del corazón constituía, según Empédocles, el pensamiento. Su teoría, aunque suene a absurda hoy día, supuso un paso importante hacia el naturalismo, dado que propone una base puramente física para la actividad mental, que habitualmente solía atribuirse al alma.
Las concepciones de Empédocles son típicamente empiristas, al postular que conocemos la realidad gracias a su observación, y más en concreto gracias a la internalización de las copias de los objetos. El pensamiento no puede crear nada nuevo, siendo tan sólo capaz de reordenar los átomos de la experiencia. E igualmente las conclusiones de Empédocles ponen de relieve por qué los empiristas han contribuido, en general, más a la Psicología que los racionalistas. El empirista debe mostrar cómo operan los sentidos para justificar el hecho de que los usemos en nuestra búsqueda de la verdad. Ello exige necesariamente elaborar teorías psicológicas del funcionamiento sensorial. El racionalista, por su parte, niega pura y simplemente la validez de la información sensorial y, en consecuencia, puede ignorar los problemas de la psicología empírica por ser filosóficamente irrelevantes.

3. Los contemporáneos de Sócrates

 Los últimos físicos: el atomismo 
Los últimos filósofos clásicos que se interesaron primordialmente por la naturaleza de la realidad física fueron Leucipo de Mileto (fl. en 430 a.C.) y su discípulo más conocido, Demócrito de Abdera (fl. en 420 a.C.). Después de ellos, los filósofos se volvieron hacia cuestiones relativas al conocimiento humano, la moralidad y la felicidad. Como el nombre de la escuela implica, los atomistas propusieron una idea que se ha mostrado inmensamente fructífera en física: que todos los objetos están compuestos por átomos infinitesimalmente pequeños. Para la Física, esto ha significado que la complejidad de las sustancias que nos rodean puede analizarse desglosándola en conjuntos de unas cuantas partículas que interactúan de formas matemáticamente precisas.
Cabe ampliar metafóricamente el atomismo a la Psicología, donde se ha revelado como el más duradero de los presupuestos psicológicos. El atomismo psicológico afirma que las ideas complejas, como "catedral" o "psicología", pueden analizarse como agrupaciones de ideas más simples, o incluso de sensaciones, que han sido asociadas conjuntamente. Semejante presupuesto ha formado parte integrante de las teorías empiristas de la mente, y todavía, en alguna forma, subyace en todos los sistemas psicológicos, salvo la psicología de la Gestalt.
Los atomistas llevaron sus hipótesis al límite. Defendieron el materialismo, el determinismo y el reduccionismo. El lema favorito de Demócrito era que sólo "los átomos y el vacío existen en realidad". No hay Dios ni alma, sólo átomos materiales en el espacio vacío. Si sólo existen los átomos, entonces el libre albedrío ha de ser una ilusión. Leucipo decía: "Nada ocurre por casualidad; todo sucede como resultado de la razón y por necesidad". El alma y el libre albedrío son ilusiones que cabe reducir al funcionamiento mecánico de nuestros cuerpos físicos. Demócrito escribió que "nada sabemos con precisión de la realidad, salvo en la medida en que ésta cambia conforme a las condiciones corporales y la constitución de aquellas cosas que inciden en el cuerpo".
Como Empédocles, Demócrito propuso una explicación materialista de la percepción y el pensamiento. De hecho, la teoría de Demócrito es tan sólo una modificación de la de Empédocles. Según Demócrito, todo objeto emite tipos especiales de átomos, llamados eidola, que son copias de los objetos. Cuando llegan a nuestros sentidos, percibimos el objeto indirectamente a través de su copia. Por ello, nuestros procesos de pensamiento se limitan a reunir o separar las imágenes eidola en nuestro cerebro. Demócrito se percataba del inevitable defecto de esta teoría: no tenemos forma de saber si los eidola son copias precisas y rigurosas de los objetos reales que las emiten. Si no son precisas, nuestro conocimiento de los objetos es erróneo. Más adelante, este problema se convertirá en un atolladero para los empiristas del siglo XVIII, Locke, Berkeley y Hume.
Demócrito también mantuvo una doctrina ética que desasosegó profundamente a los filósofos moralistas del siglo XVIII. Un materialismo consecuente, que niega, como suele hacerlo, a Dios y al alma, sólo puede ofrecer una guía de conducta para la vida: la persecución del placer y la evitación del dolor. Esta doctrina se denomina hedonismo. Vemos cómo Demócrito afirma que "lo mejor para el hombre es que pase su vida de forma que alcance tanto placer y tan pocas molestias como pueda". Es éste el resultado lógico del naturalismo, puesto que reduce los valores a nuestras experiencias corporales naturales de placer y dolor. Para muchos, sin embargo, esto es moralmente ofensivo, ya que si el placer individual es el único criterio del bien, ¿con qué derecho puede alguien condenar al criminal o al tirano felices y cargados de éxitos? Semejantes cuestiones estaban presentes en el corazón del pensamiento de Sócrates y Platón, y Platón llegó a sugerir en cierta ocasión que se quemaran los libros de Demócrito. La misma respuesta de Demócrito a este dilema moral parece poco convincente a la mayoría de las personas: el mayor placer es filosofar -más grande que los simples placeres físicos- y la buena vida feliz es una vida filosófica.

 Los sofistas: actitudes del mundo moderno 
Protágoras (485 a.C. - 411 a.C.)

El cambio de interés de la Filosofía, desde la naturaleza de la realidad física a la naturaleza del hombre, tuvo su expresión más vigorosa en los sofistas. Su divisa más conocida fue enunciada por Protágoras, el más importante de los sofistas: "El hombre es la medida de todas las cosas, tanto de las que son lo que son como de las que no son lo que no son". El centro de interés pasó a ser el hombre y sus necesidades, más que el mundo físico o los dioses.
Los sofistas no mantuvieron una doctrina filosófica rígida. Fueron sobre todo maestros de retórica, que se ofrecían por un sueldo a enseñar a los jóvenes ambiciosos de Atenas a razonar bien en la curia y la asamblea. Su objetivo era, pues, el proceso de los razonamientos eficaces, no de los razonamientos verdaderos. Se les ha comparado, en este sentido, a los modernos agentes publicitarios, cuya primera preocupación es vender un producto o un político, con independencia de su mérito.
El lema de Protágoras refleja un cierto relativismo humanista: el hombre es la medida de todas las cosas. Este aforismo tiene una pluralidad de significados. Según la interpretación más estrecha, cualquiera es el mejor juez de su propia experiencia. De dos personas que entran en la misma habitación, una puede experimentar que la habitación está caliente, y la otra que fría, si la primera ha estado fuera en una ventisca y la segunda ha estado antes atizando el horno. Ninguna de las dos percepciones es incorrecta: cada una es verdadera para el que la percibe. Si lo generalizamos, este relativismo perceptual nos lleva a un significado más amplio de la idea de Protágoras: el relativismo cultural. Los sofistas propendían al materialismo como Demócrito, puesto que consideran que el placer y el dolor son las únicas normas de conducta. El placer y el dolor son experiencias sensoriales del individuo, de donde se sigue que, en el aspecto ético, cada persona es el juez de lo que es correcto para ella. Cualquier pretensión de establecer reglas de conducta generales por fuerza es arbitraria, ya que el legislador sólo conoce sus propios placeres y dolores. Pese a todo, los sofistas reconocían que la ley era necesaria para la supervivencia de las comunidades humanas y aceptaban un relativismo cultural, según el cual cualquier persona que viva en una cultura tiene que vivir de acuerdo con las normas de dicha cultura, aunque no debería intentar imponer tales normas a las personas de otras culturas.
Por último, en su nivel más alto de generalidad, "el hombre es la medida de todas las cosas" constituye una afirmación acerca del universo. No hay una Verdad permanente, duradera, ni una ley sancionada por la divinidad, ni un código de valores eterno y transhumano. La medida de las cosas no es Dios ni la verdad abstracta y científica, sino los seres humanos, sus necesidades y su búsqueda de la felicidad. Este punto de vista es consustancial al humanismo y ofrece una filosofía del devenir bastante diferente de la de Heráclito.
Como el hedonismo de Demócrito, el relativismo humanista de los sofistas resulta ofensivo para aquellos que ven en él una receta de anarquía moral y una negación de la Verdad permanente. En un Diálogo tras otro, el Sócrates de Platón confunde a los sofistas, quienes aparecen ridiculizados en muchos de tales Diálogos. Del intento platónico de refutación del relativismo surgió una poderosa filosofía del ser: el racionalismo clásico.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Introducción a las ciencias de la educación


En estas últimas semanas he estado pasando a formato digital mi recesión del libro Introducción a las ciencias de la educación (1973), de Ethel María Manganiello. Éste fue el manual estudiado en el primer trimestre de la asignatura "Pedagogía General", en el curso 1985-1986, primer año de mis estudios de Licenciatura en Filosofía y Ciencias de la Educación, con el profesor Bernardo de la Rosa.
Manganiello, profesora argentina de reconocido prestigio, realiza en este libro un análisis de los principales problemas de la educación y de las diferentes perspectivas que aportan la antropología filosófica, la sociología, la biología, la culturología y la psicología. 
Enfoca por otro lado la cuestión de la pedagogía como ciencia y considera las diferentes corrientes pedagógicas hasta la crisis contemporánea de la cultura y la educación.
Se trata pues de una obra de consulta indispensable para aquellos que se inician en el campo de las ciencias de la educación y en el quehacer pedagógico.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Lo que nos mueve a obrar

1. El asno de Buridán
Juan Buridán (S. XIV) fue rector de la Universidad de París y sus principales aportaciones a la historia de la filosofía se cifran en el desarrollo de la lógica y física aristotélicas para adaptarlas a los nuevos tiempos. Pero no son estas aportaciones las que le han hecho ocupar un lugar destacado en la historia de la filosofía, sino la invención de la llamada paradoja o problema del asno. La paradoja la enuncia en los siguientes términos:
Un asno que tuviese ante sí, y exactamente a la misma distancia, dos haces de heno exactamente iguales, no podría manifestar preferencia por uno más que por otro y, por lo tanto, moriría de hambre.
Este problema quiere mostrar que si no hay preferencia no puede haber elección. Analizar el problema implica explicar nociones importantes como las de elección, preferencia, libertad, etc.
Más allá de las polémicas que ha levantado este caso en la historia de la ética, el cual se ha ido complicando cada vez más, nos sirve para mostrar dos formas de entender la decisión:
 a)  El modelo voluntarista: lo importante es decidirse aunque los motivos no estén muy claros. Tiene el peligro de no haber pensado suficientemente las consecuencias de nuestra decisión.
 b)  El modelo intelectualista: se concibe la decisión como resultado automático de una deliberación; sólo se trataría de decidir. Su problema reside en que muchas veces no podemos contar con todos los elementos que intervienen en la decisión, y por eso hay que decidirse, sin tenerlo claro.
Entre uno y otro modelo se juegan la mayor parte de nuestras decisiones. ¿Qué hacer? Cada persona, en cada momento y en cada situación, tiene que decidir por sí misma. No podemos morir de hambre, pero tampoco lanzarnos al primer momento de heno que encontremos.

2. Las cosas del querer
Uno de los elementos fundamentales para que las acciones puedan ser llamadas libres y puedan ser comprendidas es que respondan a motivos. Las acciones libres son acciones motivadas. Ésta es otra diferencia con los sucesos o acontecimientos de la naturaleza; éstos obedecen a causas. De esta manera, si llueve y las calles se mojan digo que la lluvia es la causa de que las calles se mojen; pero si me levanto a llamar por teléfono, no digo que la causa sea que tengo que llamar a mi amigo. En esta situación, cuando tratamos de las acciones voluntarias, hablamos de motivos. Son dos "juegos de lenguaje"; uno apela a la naturaleza y sus leyes (causas), otro a la voluntad humana (motivos), aunque en ambos casos respondamos a la misma pregunta: ¿por qué?
Si no tuviésemos motivos para hacer lo que hacemos, no tendríamos razones para decidirnos, es decir, no tendríamos preferencias. Nos pasaría algo parecido al asno de Buridán: encontraríamos el mundo indiferente. Por eso, para el ser humano es tan importante la motivación. Si nos falta motivación, si nos faltan ganas, por muchas posibilidades que tengamos en nuestro entorno no haremos nada. Por el contrario, si tenemos motivos (voluntad), no nos importará luchar contra las adversidades.

3. La motivación humana
Muchos psicólogos han intentado explicar la motivación humana, es decir, el "motor" de nuestra conducta. Algunos se han caracterizado por querer reducir todo lo que nos mueve a unos pocos principios, como la agresividad o la búsqueda de satisfacción sexual (así, por ejemplo, Freud). Otros han preferido elaborar una amplia jerarquía de motivaciones, como por ejemplo A. Maslow (1907-1970), psicólogo humanista que para explicar la motivación recurre a la imagen de una pirámide. En su base encontraríamos las necesidades o motivaciones más básicas (de carácter fisiológico), y en su cúspide, tras una progresión escalonada, las de autorrealización personal.


4. Querer y decisión
Aquello que queremos es precisamente lo que nos mueve a actuar y lo que va a determinar nuestras decisiones. Sólo de esta manera podremos construir nuestros proyectos y llevarlos a la práctica. Es necesario articular nuestro querer para así evitar la indecisión, que nos lleva a bloquearnos, o el capricho, que nos aleja de lo que somos o en verdad queremos ser.

La vida no es para los indecisos
Cuando elijo estudiar una carrera no lo sé todo acerca de ella, ni me es posible averiguar con precisión y certeza cosas tan relevantes como la oferta de puestos de trabajo que habrá para los que terminen cuando yo. Mis motivaciones no serán plenamente transparentes, y desde luego para que fuesen concluyentes necesitarían ordenarse jerárquicamente, cosa que difícilmente sucederá como mejor resultado de conocerlo mejor, ni siquiera con ayuda de otros. Ciertamente puedo emplear más tiempo, años incluso -¿por qué no la vida entera?- en hacer averiguaciones subjetivas, para hacer así avanzar racionalmente mi decisión. Por mucho que espere y averigüe no llegaré nunca a una decisión que sea pura decisión de un proceso racional. Mientras tanto se estarán escapando oportunidades que ya no vuelven. La vida dejar en la cuneta a los indecisos y sigue adelante sin ellos.
A. Hortal, Ética I. Los autores y sus circunstancias

viernes, 28 de noviembre de 2014

Filosofía, Ciencia y Psicología

Platón hace notar que la Filosofía comienza con el acto de asombro. La Ciencia también empieza con el acto de asombro, y todas las ciencias, incluida la Psicología, fueron originalmente parte de la Filosofía. Los primeros filósofos griegos fueron en realidad filósofos-científicos que se preguntaron por la naturaleza esencial del universo. Gradualmente, al correr de los siglos, cada ciencia, empezando por la Astronomía, se desgajó de la Filosofía, para convertirse en una ciencia independiente. La Psicología permaneció en el redil de la Filosofía hasta el siglo XIX. Los primeros psicólogos científicos, como Wundt, Külpe y James, fueron también filósofos que muchas veces se servían de sus posiciones filosóficas para apoyar su investigación psicológica y viceversa.

Las primeras indagaciones filosóficas sobre el mundo fueron de carácter físico. Los filósofos, desde Tales hasta Demócrito, querían conocer cómo era el universo, cuáles eran sus componentes básicos y sus leyes. Pusieron los cimientos de la moderna Ciencia de la Naturaleza; y, de hecho, existen notables paralelismos entre el antiguo atomismo griego y la Física moderna. Dado que la Psicología es una ciencia, tiene contraída una deuda con estos pensadores, iniciadores de la Ciencia.
La naturaleza de la Filosofía se modificó, sin embargo, en la segunda mitad del siglo V a.C. Los filósofos dejaron de plantearse cuestiones de Física y comenzaron a plantearse cuestiones de Psicología. El interrogante físico básico es: ¿en qué consiste el universo para que las personas puedan conocerlo? El interrogante psicológico básico es: ¿qué es una persona para que pueda conocer el universo? Los filósofos dejaron de intentar conocer las características fundamentales de la materia, buscando en su lugar intentar comprender el conocimiento en sí mismo. ¿Qué es el conocimiento? ¿Cómo lo adquirimos? ¿Sobre qué versa? Este campo de la Filosofía se llama Epistemología, de las palabras griega episteme, conocimiento, y logos, narración o discurso. La Epistemología se halla, por naturaleza, relacionada con la Psicología, ya que son las personas quienes conocen y quienes aprenden. Platón convirtió a la Epistemología en el interés central de la Filosofía durante dos milenios. La Psicología, al menos tal y como fue fundada, es el intento de efectuar un maridaje entre la Ciencia y la Epistemología, de proporcionar respuestas científicas a las preguntas filosóficas. Los fundadores de la Psicología, como Wundt y James, así como otros psicólogos más recientes, como Piaget o Norman, son conscientes de ello. Los principales problemas psicológicos fueron inicialmente filosóficos y, por ello, es imposible entender la Psicología históricamente sin un conocimiento previo de la Filosofía y, en particular, de la Epistemología.
No debemos, empero, olvidar que la Psicología desposó a la Ciencia con la Filosofía. Los primeros psicólogos fueron filósofos, sin dejar, al mismo tiempo, de ser fisiólogos. Los seres humanos, en cuanto criaturas pensantes y cognoscentes, no pueden ser considerados con independencia de su dimensión de organismos biológicos. La Humanidad conoce, pero el conocimiento de la Humanidad es el resultado de sensaciones fisiológicas y de procesos corticales centrales. Desde el primer momento, los psicólogos han sido conscientes de esto, y ésta es la razón de que no podamos comprender la Psicología sin tener conocimientos de Biología. Pese a todo, otorgamos más peso a la Filosofía, porque los principales conceptos, problemas y cuestiones de la Psicología proceden de los filósofos, no de los biólogos.

domingo, 23 de noviembre de 2014

El saber de la acción: la hermenéutica

1.- ¿Descripción o comprensión?
Las acciones, al igual que todo aquello que rodea al ser humano, son o pueden ser objeto de investigación o explicación. La actividad teórica humana, el conocimiento, también puede orientarse hacia el ámbito práctico. Con esta orientación han ido surgiendo diferentes ciencias como la psicología o la sociología. Pero las acciones humanas no pueden ser estudiadas como objetos cualquiera del mundo. Podemos describirlas, pero no estaremos aproximándonos a lo esencial.

Puedo describir de manera muy precisa y objetiva lo que veo, pero con eso sólo no estoy dando cuenta del alcance de la acción que observo; por ejemplo, puedo describir cómo una persona empuja un balón entre tres palos, pero con esa descripción no estoy dando a entender que se trata de un gol que ha dado un importante triunfo a un equipo. La simple narración de cómo el jugador empujó el balón no es suficiente para explicar el alcance de su acción.

La importancia del concepto de inteligibilidad [comprensión] está muy relacionada con el hecho de que la más básica de las distinciones que están embebidas en nuestro discurso y en nuestra práctica en este aspecto es la distinción entre los seres humanos y los otros seres. A los humanos pueden pedírseles cuenta de sus acciones, a los otros no. Identificar un acontecimiento como acción es identificarlo con una descripción que nos lo haga inteligible, partiendo de las intenciones, motivos, pasiones y propósitos de un agente humano.
A. MacIntyre, Tras la virtud

2. Interpretación
En el caso de las acciones humanas no basta con la descripción física de lo que vemos, tenemos que comprender la acción, hacerla inteligible, es decir, conocer los motivos, fines, contextos sociales, etc. El saber de la acción que busca comprender el sentido de las acciones se denomina hermenéutica.
La hermenéutica designa a la vez una corriente filosófica y un método de aproximación a lo humano. En el caso de las acciones intentará comprender los motivos de una determinada acción, aunque para eso no podrá esquivar las explicaciones más objetivas y externas de la misma. El proceso hermenéutico que, partiendo de la descripción de las acciones, intenta comprender su sentido se llama interpretación.
La interpretación no se dirige sólo a textos, sino también a las acciones. Y, de hecho, el proceso de interpretación de ambos corre bastante paralelo. Por otro lado, la hermenéutica, cuando intenta interpretar las acciones, tiene muy presente que el grado de certeza y seguridad que se puede exigir en el mundo de la acción es diferente al que se exige al conocimiento del mundo natural.

3. Filosofías de la acción
Muchas veces se ha identificado filosofía de la acción y ética. Si tenemos en cuenta el análisis de la acción, podemos ver fácilmente que la ética y la filosofía de la acción son diferentes. La filosofía de la acción es más amplia, pues hay otros tipos de acción diferentes de las éticas o prácticas y, por otro lado, la ética obedece a procesos e implicaciones que exceden a una filosofía de la acción. Dos grandes corrientes filosóficas se han ocupado de la acción en el siglo XX: la filosofía analítica (con su método analítico-lingüístico) y la fenomenología (método fenomenológico).


4. Aristóteles, en los orígenes de la filosofía práctica
Aristóteles (siglo IV a.C.) es el primer gran pensador que elabora un análisis de la acción. En él encontramos tanto una reflexión sobre la acción humana, como el tipo de saber que le es apropiado. Con muchos siglos de adelanto plantea cuestiones propias de la filosofía más actual.

La filosofía analítica se presta a una comparación con la fenomenología, no solamente por lo que niega, sino por lo que hace; en ambos casos se trata de clarificar: clarificar es distinguir; decir 'esto no es eso', hacer listas, inventarios, en suma establecer diferencias. No desconozco la distancia que separa las dos teorías de la significación: la una más próxima a una definición por el uso, la otra a una definición por la captación intuitiva de un sentido. Pero el recurso al uso, por un lado, a la intuición, por otro, nos ponen en guardia contra las mismas pretensiones y las mismas ilusiones; por un lado, alcanzar un lenguaje lógicamente perfecto, por otro, una ciencia universal para todas las realidades por igual.

Aristóteles
(384 - 322 a.C.)
Aristóteles es a la vez el padre del método fenomenológico y del análisis lingüístico aplicado al actuar. No es casualidad que sea el único autor citado preferentemente por los filósofos analíticos, cuando tratan de la intención o de la acción. El trabajo de delimitación aplicado a la vez a la palabra y a la experiencia, ofrece el primer ejemplo histórico de conexión entre los dos métodos: en un único tipo de discurso, el de la clarificación, se articula al mismo tiempo la vivencia [fenomenología] y los enunciados sobre la vivencia [análisis lingüístico].
P. Ricoeur, El discurso de la acción (adaptado)

Lo que Aristóteles quiere decir es que en un mundo perfectamente transparente a la ciencia, es decir, en el cual estaría establecido que nada puede ser de otra manera a como es, no habría ningún sitio para el arte [técnica] ni, de manera general, para la acción humana.
P. Aubenque, La prudencia en Aristóteles

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Psicología, Ciencia e Historia

1. La Psicología es la tentativa de la humanidad de comprenderse a sí misma

Y todo nuestro conocimiento no es sino conocernos a nosotros mismos.
Alexander Pope, Ensayo sobre el Hombre

¿Qué es la Psicología? La respuesta que de ordinario se da en la actualidad es que la Psicología es la ciencia que estudia la conducta y los procesos mentales. Pero en otros tiempos se definía como el estudio de la conducta del hombre y de los demás animales; y tal como la definía William James, se trataría de la ciencia de la vida mental.
La "Historia de la Psicología" habla de estos cambios de conceptualización, de por qué se producen y de quiénes los provocaron.
La Psicología tiene un largo pasado, pero una historia breve. Esto es, nuestro interés por conocernos a nosotros mismos de una forma rigurosa y científica sólo data de poco más de un siglo. La Psicología representa la empresa de la Humanidad por comprenderse a sí misma, por ordenar sus propios asuntos. Por una parte, cuenta con un largo pasado dominado por filósofos y otros pensadores. Por otra parte, los psicólogos han manifestado desde siempre diferencias sistemáticas sobre problemas tales como el objeto de conocimiento y el alcance de la Psicología, y sobre su metodología y procedimientos experimentales admisibles.
Todo campo sufre una evolución conceptual a través del tiempo, por lo que, para alcanzar una perfecta comprensión de cualquier ciencia, debemos analizar las causas históricas, tanto como las razones sistemáticas que han configurado su evolución. La Historia de la Psicología es algo más que una colección ordenada de nombres, fechas, lugares y realizaciones. Es la historia de los esfuerzos de los seres humanos por encontrar orden en sí mismos, y resulta de una compleja interacción de causas históricas y de razonamientos justificativos de los diversos sistemas.

2. La Ciencia

La Ciencia es el esfuerzo de la Humanidad para extraer orden del caos de las percepciones de los sentidos.
Siempre se contempla a la Psicología como una ciencia. Por consiguiente, para comprender la evolución de la Psicología, debemos determinar qué es la Ciencia.
Los científicos procuran producir explicaciones teóricas que expliquen un abanico de fenómenos heterogéneos. Nuestra experiencia nos revela un mundo en perpetuo cambio. A partir del flujo de la experiencia, el científico extrae regularidad y orden.
Además, la Ciencia es una empresa colectiva y pública, y el científico ha de someter sus ideas a los retos de sus colegas.
Un último rasgo distintivo de la Ciencia es que acepta la observación como árbitro definitivo de la verdad. Los científicos deben someter sus ideas al desafío de la realidad, planteando a la naturaleza preguntas que encuentran sus respuestas en los resultados experimentales.
No existe un método científico uniforme que, escrupulosamente aplicado, produzca el conocimiento científico. Los descubrimientos científicos han solido hacerse de diversas formas, algunas de las cuales son en extremo subjetivas.
¿Es la Psicología una ciencia? Semejante cuestión suele a menudo ser resuelta en sentido negativo por los filósofos, los científicos de la naturaleza, los profanos e incluso, a veces, por los propios psicólogos. Arguyen todos ellos que la Psicología está demasiado desorganizada, que su objeto de conocimiento es en exceso amplio, que no pasa de ser mero sentido común. En un sentido amplio, sin embargo, podemos afirmar que la Psicología reviste, al menos, carácter científico, incluso si no se trata de una ciencia única y unificada. Los psicólogos intentan descubrir orden en la conducta, los pensamientos, las memorias y los motivos de los seres humanos; dan cuenta de sus ideas y resultados en publicaciones y reuniones, en un esfuerzo por hacer de dicho orden algo colectivo y público; y someten sus teorías a la comprobación experimental.

La Ciencia en cuanto empresa humana
Para entender totalmente una Ciencia, debemos ocuparnos no sólo de teorías y métodos bien articulados, sino también de los con frecuencia ocultos factores humanos y sociales que afectan al funcionamiento del científico y de la comunidad científica.
Para que la investigación científica progrese, la comunidad científica tiene que llegar a un acuerdo sobre ciertas cuestiones básicas en un área de investigación particular. Sus miembros deben convenir en los objetivos de su ciencia, en las características básicas del mundo real que atañe a su objeto, en qué teorías constituyen una explicación válida de los fenómenos, y en los métodos de investigación y técnicas matemáticas permisibles.


Thomas Samuel Kuhn (1922-1996)
Estadounidense.
Físico, historiador y filósofo
de la ciencia.
En la Ciencia, el conjunto básico de presupuestos que suministran el marco de referencia en que trabajan los científicos se ha llamado paradigma. Un paradigma tiene dos componentes: la matriz disciplinar y los ejemplares compartidos (Kuhn, 1970). La matriz disciplinar consiste en un conjunto de presupuestos fundamentales, generalmente no explícitos, a menudo inconscientes y habitualmente no sujetos a comprobación empírica. Dichos presupuestos, sin embargo, suministran las bases para las hipótesis específicas que sí están sujetas a comprobaciones experimentales.
El segundo componente de un paradigma es un conjunto de ejemplares compartidos. Son modelos de investigaciones afortunadas, que suministran métodos sobre los que existe acuerdo para la investigación de nuevos problemas.
¿Cuáles son los efectos del paradigma? El paradigma, al dar respuesta a las cuestiones
metafísicas, libera al científico para que prosiga el trabajo de resolución de enigmas que supone la Ciencia. El investigador, por medio del paradigma, sabe más o menos en qué consiste la naturaleza; lo que queda por hacer es perfilar los detalles. Además, debemos tener en cuenta que los experimentos no ponen a prueba el paradigma; más bien son intentos de dar respuesta a los enigmas planteados por él. Si un científico fracasa en la resolución de un enigma, el fracaso es imputable al científico, no al paradigma.
Por tanto, es la posesión de paradigma y la consiguiente resolución de enigmas lo que hace posible el progreso científico. Y para que exista progreso, es necesario siempre que haya acuerdo sobre los presupuestos básicos.
Sin embargo, de la aceptación de un paradigma se deriva una consecuencia psicológica quizás no tan positiva. Cuando el científico adquiere un paradigma, aprende a ver el mundo de una forma determinada, y lo que observa en los datos depende del paradigma que ha adquirido. El estímulo, como la naturaleza, es una realidad inmodificable, por lo que el significado y la explicación de dicha realidad dependen de los antecedentes y del paradigma de cada científico. Por ejemplo, en psicología, el materialista y el espiritualista son víctimas, pues, de un conflicto de paradigmas, que no puede resolverse con el recurso a los datos, dado que cada uno de ellos los interpretará pertinazmente según su paradigma.
Finalmente, un paradigma traza los límites dentro de los que se desenvuelve la Ciencia, límites que sólo cabrá transgredir si el científico está dispuesto a arriesgarse a la crítica, al ostracismo e incluso al ridículo. No obstante, cabe la posibilidad de que este científico rebelde convenza a los demás de lo correcto de sus puntos de vista, y capitanee así una revolución científica, estableciendo un nuevo paradigma, una nueva forma de ver el mundo tan válida como la anterior.
Si la Psicología dispone o no de un paradigma, es una cuestión muy debatida. Por el momento, baste decir lo siguiente: cada sistema psicológico -estructuralismo, conductismo, cognitivismo, etc.- constituye un paradigma. Al contrario que en las ciencias físicas, las cuales por lo general poseen un único paradigma en cada época, en la Psicología se dan varios.

Teoría, método y datos
La teoría sugiere al investigador qué debe buscar. En torno a los presupuestos básicos de un paradigma, los científicos construyen un "cinturón protector" de teorías específicas y comprobables. Son éstas las teorías que se proponen, refinan o descartan, conforme avanza el programa de investigación. Forman un cinturón protector en el sentido de que los fracasos experimentales llevan a la modificación de las teorías específicas, no a la de los presupuestos básicos del núcleo teórico.
A partir de una teoría, el científico construye un modelo de la realidad. El modelo es una versión simplificada e idealizada de la realidad, el máximo que le está dado afrontar a una teoría. Una teoría científica no versa sobre el mundo real tal y como lo experimentamos, sino sobre modelos abstractos e idealizados. El mundo real, a diferencia del modelo, es demasiado complejo para hallar explicación en una teoría.
Estos modelos proporcionan a la Ciencia un enorme poder, ya que liberan a los científicos de la quimérica tarea de describir toda la realidad, la cual, debido a su infinita complejidad, nunca se conformará a teoría alguna. Al científico no le es posible aplicar su teoría a la totalidad del mundo, pero sí puede aplicarla al modelo. La Ciencia no progresa por la mera acumulación de datos, sino mediante el planteamiento de preguntas interesantes y teóricamente pertinentes sobre la Naturaleza. Los modelos permiten al científico imaginar cómo es el mundo, y probar y refinar sus teorías antes de enfrentarse a él.
Estas teorías y modelos idealizados permiten al científico formular poderosas y abarcadoras explicaciones de los fenómenos observados. El modelo incorpora ciertos ideales de orden natural, caracterizaciones de un mundo idealizado. Tales caracterizaciones, aunque ellas mismas no observadas, suministran las bases para la explicación de lo que se observa.

3. La Historia

¿Qué es la Historia?
El objetivo del historiador es dar sentido al pasado, y no tanto situar los acontecimientos en un tiempo lineal. Se trata de comprender los sucesos, conocer cómo y por qué se produjeron, y percatarse de su influencia sobre el futuro. No basta, por ejemplo, con decir que "Wilhelm Wundt fundó la Psicología en 1879" o que "el conductismo empezó a desintegrase en 1959 debido a la obra de Chomsky". Intentaremos comprender la importancia de estos acontecimientos, de qué forma encajan en la evolución conceptual de la Psicología, cómo llegaron a producirse, por qué sucedieron y qué efecto han tenido sobre el pasado.
Para entender el presente, debemos comprender el pasado. Esto ha llegado a convertirse en una perogrullada. Sin embargo, lo que a menudo no se entiende tanto es que el sentido que damos al pasado depende también de nuestros intereses actuales, de nuestro presente.

El cambio histórico
¿Cómo cambian los programas de investigación a lo largo del tiempo? ¿De qué forma reemplaza un paradigma a otro? El cambio científico es una modalidad de cambio histórico.
La polémica más antigua en el campo de las explicaciones históricas se centra en el grado en que los individuos hacen la historia. Los dos bandos en esta disputa suelen conocerse tradicionalmente como las teorías históricas del Gran Hombre y del Zeitgeist. La teoría del Gran Hombre supone que el cambio histórico es creado por grandes hombres, como Julio César, Napoleón o Hitler; y que el cambio científico es creado por figuras como Galileo, Newton o Einstein. Según este punto de vista, tales personas, por obra de su genio y personalidad, imponen sus voluntades a la historia. En consecuencia, la Historia es contemplada como la narración de los comportamientos de los individuos, en particular de los más destacados. Así pues, la Historia de la Psicología la compondrían las biografías de Platón, Aristóteles, Wundt, Freud, Watson, Skinner y Chomsky.
Nuestra época ha abandonado la teoría del Gran Hombre, favoreciendo la teoría del Zeitgeist, propuesta por primera vez en forma influyente por Hegel. Zeitgeist es un término alemán que significa "espíritu" (geist) de los "tiempos" (zeit), y quienes sostienen esta concepción creen que la Historia está determinada, no por las acciones de Grandes Hombres, sino por amplias fuerzas impersonales que trascienden a los individuos. Los defensores de la teoría del Zeitgeist dirían que, de haber muerto Freud estrangulado en su cuna, algún otro hubiera inventado el psicoanálisis, pues sus ideas estaban ya todas ellas latentes en el Zeitgeist del siglo XIX.
Nuestro enfoque consistirá en una prudente combinación de ambas concepciones. La Historia de la Ciencia es una Historia de las Ideas, más que una historia de acontecimientos o una serie de biografías.
Aunque algo parecido al psicoanálisis hubiera podido surgir de haber muerto Sigmund Freud cuando era niño, es prácticamente seguro que hubiera sido distinto en su concreción. Verdad es que los principales conceptos del psicoanálisis estaban todos disponibles a fines del siglo XIX; Freud no los inventó. Su genialidad consistió en soldarlos en una síntesis vigorosa y coherente, síntesis que habría sido diferente de haberla realizado cualquier otro espíritu; es decir, existía la posibilidad de utilizar los mismos conceptos, pero la forma de utilizarlos hubiera sido distinta.

El cambio científico
El cambio científico no siempre es gradual y continuo. Hay ocasiones en que una ciencia se ve arrastrada a un cambio radical en un breve espacio de tiempo, y los conceptos y problemas que antes ocupaban las mentes de los científicos simplemente se desvanecen. Un cambio así parece constituir más bien una revolución que una evolución.
Según Kuhn, cada ciencia atraviesa una serie de estadios diferenciados: comienza en un período precientífico, llamado preparadigmático. Durante este tiempo, los individuos interesados en un objeto de conocimiento dado todavía no están completamente de acuerdo sobre un conjunto de presupuestos paradigmáticos. Por el contrario, se hallan divididos en una serie de grupos rivales o escuelas. La investigación se emprende más que nada como parte de esta competencia, y no para resolver los enigmas planteados por el paradigma, ni para establecer las variables y datos básicos sobre los que erigir un paradigma. Este tipo de investigación se reduce a la acumulación de hechos al azar, más que a un esfuerzo concertado por comprender la Naturaleza.


Finalmente, una escuela alcanza el control de la disciplina y expulsa a sus competidoras. Se abre con ello una era de ciencia normal, en la que se trabaja en el marco de un paradigma. Durante este periodo, se logra un acuerdo sobre los principios básicos conforme los enigmas concretos van resolviéndose. No se desperdicia tiempo en luchar contra los paradigmas rivales, puesto que no existe ninguno.
No obstante, los científicos tropiezan inevitablemente con problemas que se resisten en su solución. A veces los científicos se encuentran con datos que son incongruentes con los principios del paradigma, pero no se toman demasiado en serio dichos datos. Pero algunas anomalías sí se perciben como importantes, y es a partir de ellas como puede venirse abajo un programa de investigación. La mayoría de las anomalías, sin embargo, consiguen al final ser explicadas en el seno del paradigma, haciendo ajustes dentro del cinturón protector. A veces ocurre también que un problema anómalo se resiste a toda solución y es archivado para ser abordado más adelante.
Puede, no obstante, suceder que una anomalía se resista a la solución y sea demasiado importante para ser archivada. En ese momento sobreviene una crisis durante la cual se abandona en gran medida la ciencia normal. Las restricciones del paradigma se relajan, quedando libres los científicos para seguir enfoques otrora prohibidos. Durante la ciencia normal la responsabilidad del fracaso a la hora de dar con resultados correctos recae sobre el científico; ahora la responsabilidad puede desplazarse al paradigma. El adoctrinamiento de los científicos jóvenes en el paradigma vigente se debilita, acelerando la esfumación del paradigma y la proliferación de enfoques rivales.
En ocasiones, una crisis queda resuelta mediante el hallazgo de la solución a una anomalía en el marco del viejo paradigma. Sin embargo, durante una crisis puede emerger un paradigma alternativo, y si consigue resolver la anomalía, es posible que se produzca una revolución científica. Tras la revolución, la ciencia sufre una transformación radical. Se adopta una nueva matriz disciplinar y un nuevo conjunto de ejemplares compartidos, siguiéndose un nuevo período de ciencia normal, en el que los científicos atacan un nuevo conjunto de enigmas. Finalmente, el nuevo paradigma triunfa.
Una revolución puede no acarrear progreso científico, porque el nuevo paradigma constituye un cambio en el punto de vista más que una adición respecto al anterior.
Ambas concepciones del cambio científico son polémicas, ya que contradicen nuestra opinión de sentido común que afirma que la Ciencia es siempre, y no sólo periódicamente, acumulativa y progresiva. La concepción que hace del cambio científico un resultado de la evolución de los conceptos implica que incluso la ciencia normal no es progresiva, sino únicamente adaptativa. Los conceptos no cambian conforme avanzamos hacia la verdad, sino que más bien responden únicamente a presiones localizadas de la selección. El mono no es más "avanzado" que el dinosaurio, sino tan sólo mejor adaptado al medio ambiente.

lunes, 3 de noviembre de 2014

La acción

El ser humano vive en un mundo plural y variado en el que desarrolla su capacidad de asombro y de pregunta por medio del conocimiento. Pero su modo de existir no es solo el conocimiento, sino también la acción. El ser humano actúa, interviene, modifica, desarrolla, es decir, ejecuta actos de diversos tipos, y con ellos va constituyéndose como persona y construyendo un mundo.
Las acciones que lleva a cabo el ser humano son de varios tipos. En primer lugar, actúa modificando el entorno y a sí mismo, construye artefactos, transforma la realidad. Se trata de la acción técnica, con la que busca una "segunda naturaleza" en la que hacer su vida. Este tipo de acción tiene que ver con el trabajo, con el esfuerzo de la realización. Pero, en segundo lugar, además de técnica, el ser humano, al actuar, toma decisiones sobre valores, determina qué acciones le parecen correctas o incorrectas, cuáles son buenas y cuáles conducen a la felicidad. Es la acción ética, en la que se justifican nuestros actos desde la libertad. En tercer lugar, el ser humano busca la belleza, la descubre en el mundo y también la crea: es la acción estética, un tipo de actuación muy peculiar en la que el agrado y el deleite cobran primacía, y el esfuerzo imaginativo y creador se convierte en satisfacción y gozo.
Estos tipos de acciones nos obligan a preguntarnos filosóficamente por su sentido. No se trata de la mera descripción sino de la pregunta por su significado. Aquí radica el peculiar modo de estar en el mundo del ser humano. Por eso merece la pena pensar por qué actuamos de este modo y qué pretendemos con ello. Resumidamente: qué y cómo somos seres humanos en la acción y a través de ella. Lo cual abre multitud de preguntas: qué debemos hacer, qué futuro nos espera o qué clase de mundo estamos construyendo.

1. Acción y libertad
Nuestro mundo es un gran escenario; lo podemos describir, narrar o conocer científicamente. Pero todo escenario pide una actuación. Y eso es lo propio del ser humano: la acción.
Hacemos algo con lo que nos vamos encontrando; de esta manera transformamos el mundo, nuestro escenario, y así lo habitamos. Pero, ¿lo hacemos libremente? ¿A qué responde nuestra acción? ¿A un plan prefijado? ¿A un guionista? ¿A unos instintos? ¿O son acciones personales y libres?
Estas y otras preguntas no dejarán de resonar en nuestros oídos. Con ellas nos introducimos en la difícil cuestión de la libertad.

Para el hombre de hoy, más aún que para el hombre de otros tiempos, la palabra "libertad" tiene una resonancia casi mágica. Suscita perspectivas fascinantes de realización humana.  La libertad es de algún modo la suprema aspiración del hombre, la meta de los esfuerzos comunitarios y personales. En una palabra, la libertad expresa el ideal de la plena realización del hombre. Esto implica por una parte que el hombre se vea liberado de las numerosas esclavitudes, y por otro que consiga ser plenamente él mismo.
J. Gevaert, El problema del hombre (adaptado)

2. ¿Qué es una acción?
La acción puede ser definida como aquella conducta humana mediante la cual se introducen cambios en nuestro entorno. No es lo mismo "considerar una cosa" o "conocerla" que actuar sobre ella. Esta sencilla diferencia es la que hace que distingamos entre lo práctico, el ámbito de la acción, y lo teórico, el del conocimiento.
La acción no es un movimiento; el movimiento sucede y nos limitamos a constatarlo. Es diferente decir "los músculos del brazo se contraen" que "levanto la mano para pedir la palabra". El movimiento es físico, y la acción es, además de algo físico, algo personal. A lo que sucede en la naturaleza no podemos denominarlo acción, pues la naturaleza no actúa. En la naturaleza suceden cosas; pero el ser humano hace que sucedan cosas.

3. Tipos de acciones
Las acciones pueden clasificarse de muchas manera. Esta pluralidad de clasificaciones corresponden a los diferentes criterios que se pueden utilizar:

 - Según el contenido: 
Haciendo un uso libre de la terminología aristotélica, podemos clasificar las acciones en:
Acciones prácticas: Son aquellas acciones que buscan la felicidad, la realización de uno mismo y de los otros. Son las acciones propiamente éticas y están referidas a la persona.
Acciones técnicas: Son las que hacen referencia al mundo natural y buscan su transformación. Son acciones de tipo instrumental que persiguen el dominio sobre el mundo. El trabajo humano es un ejemplo de este tipo de acción.
Acciones poéticas: Tienen que ver con el arte, la estética y el empleo del tiempo libre.

La actividad del artista, aunque sea una acción poética, no deja de tener implicaciones
prácticas (éticas), ya que nos presenta la realidad de una determinada manera.
 - Según el grado de conciencia: 
Otra forma de clasificar las acciones es atendiendo a la forma en que el sujeto está presente en lo que hace. Podemos distinguir, por ejemplo, entre acciones conscientes e inconscientes; en las primeras el sujeto que actúa está plenamente presente en su acción, no así en las segundas; estas últimas pueden ser reflejas; por ejemplo, cerrar los ojos cuando alguien de manera brusca acerca su mano a mi cara; o aprendidas, aunque las hagamos de forma automática, como, por ejemplo, montar en bicicleta; en esta acción hay implicadas gran cantidad de acciones de las que no soy consciente cuando realiza esta actividad.

 - Según la voluntad: 
También podemos diferenciar las acciones voluntarias de las involuntarias. Las voluntarias las hacemos de forma deliberada y las involuntarias sin proceso de deliberación.

 - Según el agente de la acción: 
Otra distinción habitual es la que suele hacerse entre acción social y acción colectiva. Ambas se oponen a la acción individual, que es la que realiza una sola persona sin necesitar de otras. La acción colectiva es la mera suma de acciones individuales; la acción social tiene además un carácter institucional, es decir, presupone una serie de normas o patrones de conducta que hacen posible esa acción. Por ejemplo, mover una mesa una persona sola es una acción individual; mover una mesa varias personas es una acción colectiva. Participar en unas elecciones democráticas, aunque sea una acción personal, que hago yo, sólo es posible en un marco social (una convocatoria de elecciones, un determinado sistema de gobierno...).

4. La gramática de la acción: ¿qué es una acción libre?
A pesar de la pluralidad de acciones que realizamos o sufrimos, las que nos definen plenamente son aquellas en las que ejercemos nuestra libertad: son las llamadas acciones libres. Para explicar lo que es una acción libre introducimos unas serie de conceptos y expresiones que son propios de nuestro discurso sobre la acción. Constituyen una red conceptual articulada. Son la gramática de la acción.

Las acciones libres:
  • Son intencionales: podemos apelar a ciertas intenciones o razones a la hora de ejecutarlas. El acto libre procede de una razón, de una intención, es decir, tiene un motivo; por tanto las acciones son voluntarias.
  • Tienen finalidad: con la acción que realizamos pretendemos alcanzar un objetivo, una meta. Es aquello que atrae e impulsa nuestro querer.
  • Son proyectadas: antes de ser realizadas han sido pensadas; los actos libres presuponen reflexión; de ahí que hablemos de conducta inteligente; las conductas libres son aquellas que nos proponemos. En esta proyección juega un papel fundamental la creatividad.
  • Son atribuibles a un agente: las acciones libre remiten a un autor, a una persona; la cual decide algo y se decide en ello. Toda acción pertenece a un sujeto, al que se le imputa.