Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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viernes, 12 de diciembre de 2014

Lo que nos mueve a obrar

1. El asno de Buridán
Juan Buridán (S. XIV) fue rector de la Universidad de París y sus principales aportaciones a la historia de la filosofía se cifran en el desarrollo de la lógica y física aristotélicas para adaptarlas a los nuevos tiempos. Pero no son estas aportaciones las que le han hecho ocupar un lugar destacado en la historia de la filosofía, sino la invención de la llamada paradoja o problema del asno. La paradoja la enuncia en los siguientes términos:
Un asno que tuviese ante sí, y exactamente a la misma distancia, dos haces de heno exactamente iguales, no podría manifestar preferencia por uno más que por otro y, por lo tanto, moriría de hambre.
Este problema quiere mostrar que si no hay preferencia no puede haber elección. Analizar el problema implica explicar nociones importantes como las de elección, preferencia, libertad, etc.
Más allá de las polémicas que ha levantado este caso en la historia de la ética, el cual se ha ido complicando cada vez más, nos sirve para mostrar dos formas de entender la decisión:
 a)  El modelo voluntarista: lo importante es decidirse aunque los motivos no estén muy claros. Tiene el peligro de no haber pensado suficientemente las consecuencias de nuestra decisión.
 b)  El modelo intelectualista: se concibe la decisión como resultado automático de una deliberación; sólo se trataría de decidir. Su problema reside en que muchas veces no podemos contar con todos los elementos que intervienen en la decisión, y por eso hay que decidirse, sin tenerlo claro.
Entre uno y otro modelo se juegan la mayor parte de nuestras decisiones. ¿Qué hacer? Cada persona, en cada momento y en cada situación, tiene que decidir por sí misma. No podemos morir de hambre, pero tampoco lanzarnos al primer momento de heno que encontremos.

2. Las cosas del querer
Uno de los elementos fundamentales para que las acciones puedan ser llamadas libres y puedan ser comprendidas es que respondan a motivos. Las acciones libres son acciones motivadas. Ésta es otra diferencia con los sucesos o acontecimientos de la naturaleza; éstos obedecen a causas. De esta manera, si llueve y las calles se mojan digo que la lluvia es la causa de que las calles se mojen; pero si me levanto a llamar por teléfono, no digo que la causa sea que tengo que llamar a mi amigo. En esta situación, cuando tratamos de las acciones voluntarias, hablamos de motivos. Son dos "juegos de lenguaje"; uno apela a la naturaleza y sus leyes (causas), otro a la voluntad humana (motivos), aunque en ambos casos respondamos a la misma pregunta: ¿por qué?
Si no tuviésemos motivos para hacer lo que hacemos, no tendríamos razones para decidirnos, es decir, no tendríamos preferencias. Nos pasaría algo parecido al asno de Buridán: encontraríamos el mundo indiferente. Por eso, para el ser humano es tan importante la motivación. Si nos falta motivación, si nos faltan ganas, por muchas posibilidades que tengamos en nuestro entorno no haremos nada. Por el contrario, si tenemos motivos (voluntad), no nos importará luchar contra las adversidades.

3. La motivación humana
Muchos psicólogos han intentado explicar la motivación humana, es decir, el "motor" de nuestra conducta. Algunos se han caracterizado por querer reducir todo lo que nos mueve a unos pocos principios, como la agresividad o la búsqueda de satisfacción sexual (así, por ejemplo, Freud). Otros han preferido elaborar una amplia jerarquía de motivaciones, como por ejemplo A. Maslow (1907-1970), psicólogo humanista que para explicar la motivación recurre a la imagen de una pirámide. En su base encontraríamos las necesidades o motivaciones más básicas (de carácter fisiológico), y en su cúspide, tras una progresión escalonada, las de autorrealización personal.


4. Querer y decisión
Aquello que queremos es precisamente lo que nos mueve a actuar y lo que va a determinar nuestras decisiones. Sólo de esta manera podremos construir nuestros proyectos y llevarlos a la práctica. Es necesario articular nuestro querer para así evitar la indecisión, que nos lleva a bloquearnos, o el capricho, que nos aleja de lo que somos o en verdad queremos ser.

La vida no es para los indecisos
Cuando elijo estudiar una carrera no lo sé todo acerca de ella, ni me es posible averiguar con precisión y certeza cosas tan relevantes como la oferta de puestos de trabajo que habrá para los que terminen cuando yo. Mis motivaciones no serán plenamente transparentes, y desde luego para que fuesen concluyentes necesitarían ordenarse jerárquicamente, cosa que difícilmente sucederá como mejor resultado de conocerlo mejor, ni siquiera con ayuda de otros. Ciertamente puedo emplear más tiempo, años incluso -¿por qué no la vida entera?- en hacer averiguaciones subjetivas, para hacer así avanzar racionalmente mi decisión. Por mucho que espere y averigüe no llegaré nunca a una decisión que sea pura decisión de un proceso racional. Mientras tanto se estarán escapando oportunidades que ya no vuelven. La vida dejar en la cuneta a los indecisos y sigue adelante sin ellos.
A. Hortal, Ética I. Los autores y sus circunstancias

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