Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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jueves, 29 de agosto de 2013

La experiencia sensible

El ser humano conoce con todo su ser: con su cuerpo, con su imaginación, con sus sentimientos... Todas las dimensiones de la vida del hombre están implicadas en su capacidad de conocer. El conocimiento está enlazado con la acción, dado que no es meramente un suceso estático de captación de datos, sino un proceso dinámico de interacción con el mundo. Es decir, el aprendizaje, la cultura, la capacidad de los sentidos o las motivaciones que tiene una persona condicionan lo que conoce y, a su vez, todo lo que conoce influye en lo que hace, en lo que piensa y en las decisiones que toma.
Sin embargo, hay un nivel primario y básico del conocimiento: el del acceso a la realidad o experiencia sensible, analizada fundamentalmente por la psicología a la luz de los datos neurológicos. El punto de partida de todo conocimiento es la toma de contacto en la que intervienen las capacidades sensoriales, interpretadoras e intencionales del ser humano.


Alegoría de la vista, de Brueghel el Viejo, con la colaboración de Rubens (1618)
Museo del Prado de Madrid
1. Sensación y percepción
La sensación consiste en detectar algo a través de los sentidos (vista, oído, tacto, olfato, gusto y también receptores de sensaciones internas: movimiento, equilibrio, malestar, etc.) sin que aún haya sido elaborado, sin que tenga significado todavía. Es la mera captación de un estímulo.
La percepción es el procesamiento de ese dato sensible para darle un sentido. Es el reconocimiento de un objeto concreto, que podemos entender e interpretar. Por eso es un proceso constructivo de organización.
La relación entre las sensaciones y las percepciones ha sido estudiada desde dos teorías fundamentales:

  • Las teorías asociacionistas consideran que la percepción no es más que un conjunto de sensaciones y un elemento de asociación entre ellas aportado por el sujeto. Por tanto, es una síntesis entre unas sensaciones dadas y un contenido asociado a ellas gracias a la experiencia adquirida previamente por el individuo que conoce.
  • Arcimboldo: Otoño (1573), Museo del Louvre
    La percepción no es el resultado de la suma de las
    sensaciones.
  • La teoría de la Gestalt o teoría de la forma afirma que la percepción no es una suma de sensaciones, sino que percibimos "de golpe", inmediatamente, totalidades u objetos completos. Por tanto, conocemos conjuntos organizados; posteriormente, gracias a un proceso de abstracción, podemos distinguir y separar las distintas sensaciones que lo componen. Su afirmación fundamental es que el todo es anterior a las partes y superior a la suma de las partes.
2. Los umbrales de las sensaciones
No podemos tener sensación de todo, es decir, la capacidad humana de recibir estímulos es limitada. Hay cosas que no podemos ver, como la luz infrarroja, o que no podemos oír, como los ultrasonidos. En nuestra sensación existen umbrales: hay un umbral absoluto, que se refiere, por un lado, a la cantidad mínima de un estímulo que necesitamos para darnos cuenta de algo (umbral inferior) y, por otro. a la cantidad máxima de estímulo que podemos recibir (es decir, el límite superior por encima del cual no podemos tener más sensaciones); y hay un umbral diferencial, que es la diferencia de intensidad del estímulo necesaria para notar un incremento o una disminución ante un estímulo previo.

3. Las leyes de la percepción y las ilusiones ópticas
La existencia de límites en nuestra percepción viene dada por diversos factores: fundamentalmente por las capacidades de nuestros sentidos, los aprendizajes previos y determinados fenómenos como las constancias perceptivas, es decir, las tendencias de las percepciones a permanecer constantes a pesar de que se produzcan cambios. Por ejemplo, la constancia del tamaño es la que nos permite saber que dos personas son de tamaño semejante a pesar de que la perspectiva nos haga ver a una más grande (la que está más cerca) y a otra más pequeña (la que está más lejos).

Leyes de la percepción: establecidas por los psicólogos de la Gestalt, estas leyes muestran las reglas de organización de los datos que percibimos.

Ley de proximidad: tendemos a agrupar los estímulos (elementos) que están más cerca.
Ley de semejanza: agrupamos los elementos que son parecidos.
Ley de cierre: tendemos a "cerrar" las líneas de figuras que reconocemos como familiares.
Ley de figura-fondo: percibimos la figura y el fondo dependiendo de qué es lo que pasa a primer plano.

Ilusiones ópticas: las experiencias sensoriales pueden ser engañosas. A veces creemos ver algo, cuando realmente se trata de otra cosa.

Ilusión de Müller-Lyer
Ilusión de Ehrenstein
Ilusión de Zollner
Ilusión de Hering
Ilusión de Jastrow
Cubo de Necker

domingo, 25 de agosto de 2013

¿Qué es el conocimiento?

El conocimiento es algo sorprendente en sí mismo. El ser humano es capaz de conocer su propio conocimiento y de pensar qué está pensando. Esta posibilidad, unida a un interés por saber acerca del mundo que le rodea y acerca de sí mismo, le dota de una especial manera de estar en el universo: está conociendo, preguntando, deseando saber. La filosofía supone una actitud de curiosidad, de sorpresa y pregunta ante la realidad. Por eso, la filosofía es el conocimiento por excelencia. En la Grecia clásica, en donde surgió la filosofía occidental, el "amor a la sabiduría" (la filosofía) englobaba todas las disciplinas del saber: la psicología, la antropología, la matemática, la astronomía, etc. Por este motivo, puede decirse que la filosofía "es" el conocimiento y, además, la pregunta por la misma posibilidad de conocer; es, por tanto, el conocimiento del conocimiento.

1. Conocer: qué y cómo
A la hora de estudiar el conocimiento humano, debemos tener en cuenta cuáles son los diversos modos de conocer y en qué consiste el conocimiento mismo. Se trata, por tanto, de dos dimensiones distintas: lo que podemos conocer, es decir, el objeto de conocimiento (¿qué conocemos?) y la propia capacidad de conocer, el sujeto que conoce (¿cómo conocemos?).
La diversificación de los saberes ha hecho que cada uno de ellos se especialice en una parte concreta del conocimiento humano. Así, entre las disciplinas que estudian cómo conocemos nos encontramos con:
  • La neurobiología, que estudia el funcionamiento del cerebro, órgano del conocimiento por excelencia.
  • La psicología, que estudia los procesos cognitivos y su relación con el psiquismo.
  • La filosofía, que se pregunta en qué consiste el conocimiento, qué es conocer. Dentro de la filosofía está la epistemología, dedicada especialmente al problema del conocimiento, cuya tarea es preguntarse sobre su posibilidad y validez. Y también la metafísica, que se pregunta por la realidad que conocemos, por el significado, límites y alcance último del conocimiento.
Aquí analizaremos la pregunta ¿cómo conocemos?, es decir, nos referiremos al sujeto que conoce. Desde una perspectiva antropológica, tras saber quién y cómo es el ser humano biocultural, queremos saber ahora cómo tiene experiencia y cómo reflexiona sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea.

2. La filosofía como conocimiento del conocimiento
La filosofía estudia el conocimiento humano y el acto de reflexión (re-flexión: volver a doblarse sobre sí), es decir, la posibilidad de pensar que estoy pensando. A lo largo de la historia se han propuesto numerosas teorías que intentan explicar este fenómeno. Esta tarea es fundamental porque no podemos realizar nuestra vida sin preguntarnos por la realidad y por nosotros mismos para "saber a qué atenernos". Para "hacernos cargo" de nuestra situación tenemos que conocer; por tanto, no es una cuestión de mera curiosidad, en ello "nos va la vida". Por eso la filosofía no es un añadido superficial que adorna nuestro pensamiento, sino la pregunta más radical sobre la existencia humana.

3. Platón: el conocimiento de las ideas
Platón considera que a través de los sentidos no podemos llegar a alcanzar un verdadero conocimiento. Éstos sólo nos permiten acceder a la "apariencia" de las cosas, pero no a su realidad, es decir, a las ideas, que no pueden ser percibidas. Las ideas son el modelo al cual imitan todas las imágenes que nosotros vemos. Por ejemplo, no podemos ver la idea de belleza, pero sí percibimos cosas bellas a nuestro alrededor. De las cosas que vemos sólo podemos tener creencias, pero el verdadero conocimiento sólo se obtiene si es referido a las ideas.

La alegoría de la caverna
Imagina una especie de caverna vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia delante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en lo alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
Ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materiales; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.

El mito de la caverna de Platón
- ¡Qué extraña escena describes -dijo-, y qué extraños prisioneros!
- Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
Entonces no hay duda de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
Examina pues qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándose a contestar sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
Platón, La República (adaptado)

lunes, 19 de agosto de 2013

La capacidad humana de conocer

El ser humano es capaz de conocer la
realidad en su conjunto a partir de los
elementos que la configuran.
El ser humano tiene una capacidad distintiva del resto de los seres vivos: conocer. No solo se desarrolla en su mundo sino que es capaz de conocerlo y también de preguntarse por él, incluso puede conocerse a sí mismo. Este conocimiento procede tanto de unos condicionamientos biológicos como de unos desarrollos culturales.
Conocer es preguntarse por el mundo y por uno mismo, es abrir nuestros sentidos al mundo y tomar contacto con la realidad. Recoger información y procesarla de una cierta manera. Asombrarse ante lo que nos rodea e intentar comprenderlo. Plantear preguntas y buscar soluciones. Nunca dejar de pensar, nunca darse por satisfechos. Por eso es importante conocer el mismo conocimiento, es decir, hacer la reflexión y el análisis desde la descripción de las capacidades humanas hasta las implicaciones últimas que ello conlleva, y comenzar por saber qué podemos conocer y cuáles son los determinantes y condicionantes de nuestro conocimiento, para establecer el modo propio del conocimiento humano y su desarrollo a lo largo del tiempo: la historia. Todo ello, además, irá dando más información para completar ese rompecabezas que es el ser humano.
Los productos del conocimiento son también objeto de análisis: la propia filosofía, como reflexión sobre el conocer y como actitud básica de pregunta ante la realidad, y la ciencia, modo privilegiado de conocimiento que nos permite modificar, transformar y adaptar el mundo para dominarlo. Para esto es fundamental el lenguaje, auténtico vehículo para el pensamiento, pero también producto del conocimiento y determinante del mismo. A través de él buscamos la verdad y nos buscamos a nosotros mismos.

Pero contar las briznas de hierba es inútil, nunca se llegará a saber cuántas son. El césped no tiene límites netos, hay una orilla donde la hierba deja de crecer, pero todavía brota alguna brizna dispersa aquí y allá, después una espesa mota verde, después una franja más rala: ¿forman todavía parte del césped o no?
El césped es un conjunto de hierbas -así se plantea el problema-. que comprende un subconjunto de hierbas cultivadas y un subconjunto de hierbas espontáneas llamadas cizañas; la intersección de los dos subconjuntos está constituida por hierbas nacidas espontáneamente, pero pertenecientes a las especies cultivadas y por tanto indiferenciables de éstas.
Palomar sigue ahora otro curso de pensamientos: ¿es "el césped" lo que vemos o menos una brizna más una brizna...? Lo que llamamos "ver el césped" es solo un efecto de nuestros sentidos aproximativos y bastos; un conjunto sólo existe en tanto está formado por elementos distintos. No es el caso de contarlos, el número no importa; lo que importa es aprehender de un vistazo las plantitas individuales una por una, en su particularidad y en sus diferencias. Y no solamente verlas: pensarlas. En vez de pensar "césped", pensar aquel pecíolo con dos hojas de trébol, aquella hoja lanceolada un poco corva, aquel corimbo tenue...
Palomar se ha distraído, ya no arranca las malas hierbas, ya no piensa en el césped; piensa en el universo. Está tratando de aplicar al universo todo lo que ha pensado del césped. El universo como cosmos regular y ordenado o como proliferación caótica. El universo tal vez finito pero innumerable, inestable en sus confines, que abre dentro de sí otros universos. El universo, conjunto de cuerpos celestes, nebulosas, polvillo, campos de fuerzas, intersecciones de campos, conjuntos de conjuntos...
I. Calvino, Palomar (adaptado)

jueves, 8 de agosto de 2013

Friedrich Nietzsche: una filosofía de la vida desde el cuerpo

Friedrich Nietzsche (1844-1900)
Nietzsche es uno de los grandes protagonistas de la historia del pensamiento. Hay un antes y un después de su obra. Nadie como él nos ha lanzado a pensar con tanta radicalidad, seriedad y honestidad la identidad humana. Nietzsche nos propone una nueva forma de interpretarla. Su filosofía de la vida humana parte de una crítica radical a la cultura occidental, cuyo principal defecto es haberse olvidado del cuerpo, la "gran razón del cuerpo". Pero Nietzsche no solo nos ofrece nuevos temas que han quedado ocultos a lo largo de la historia, también nos presenta un nuevo método: el método genealógico, que tiene por finalidad reconducir todas las cuestiones y problemas a su origen (a su génesis). Es un método muy parecido al hermenéutico, del que es uno de sus precursores.

1. Filosofía de la vida y crítica de la cultura
Nietzsche es un filósofo vitalista, pues lo que él pretende es pensar la vida desde sí misma, asumiéndola tal y como es. La vida es una realidad contradictoria, plural, con muchas alegrías, pero también con mucho sufrimiento. Nuestra cultura ha pretendido ocultar esta realidad con abstracciones, teorías y engaños. Nietzsche responsabiliza de estas construcciones antivitales y antihumanas a la filosofía antigua, sobre todo a Sócrates y a Platón, y al cristianismo. Por eso mismo, pensar la vida radicalmente exige una crítica de esta cultura occidental y, al mismo tiempo, intentar recuperar otros momentos de la historia de la humanidad en los que el "resentimiento" hacia la vida fuera menor. Esto es lo que sucedió, según su interpretación, en la Grecia antigua, antes de Sócrates.

2. Un esfuerzo de sinceridad
Nietzsche quiere ayudar al hombre moderno a recuperar la vida en toda su frescura. Ésta es la finalidad de su crítica. Ahora bien, esto no es fácil, y no se puede decir que lo haya conseguido, pues exige al hombre moderno, a cada uno de nosotros, liberarnos de muchas ilusiones y consuelos que nos ayudan a hacer soportable nuestra existencia. Nietzsche nos reclama un esfuerzo de sinceridad; nos pide que tengamos el valor de vivir la vida tal y como es, con ingenuidad, sin estar a todas horas pensando en las costumbres, en la sociedad, en los valores impuestos, en las normas, en la religión, etc.

3. Atentos al cuerpo
Una buena ayuda para este ejercicio de sinceridad hacia nosotros mismos es estar atentos al cuerpo. Esto no significa ocuparnos sólo de lo material y del placer, pues, para él, reivindicar el cuerpo, y con él la vida, no es olvidarse de los espiritual, sino acabar de golpe con estas distinciones y dualidades. Frente a la concepción del alma como una dimensión privilegiada y ajena al mundo, que puede regir desde su posición los designios del hombre, Nietzsche plantea una visión del ser humano como pura vida, alma "corporeizada" que, si no quiere traicionarse a sí misma y quiere buscar su superación, no puede renunciar a esa dimensión corporal. Supone, por ejemplo, aceptar la muerte y reconocer el sufrimiento y la angustia como ingredientes del vivir humano, pero sin tristezas ni pesares.
La forma de desarrollar esta filosofía de la vida, con este esfuerzo de sinceridad y esta atención al cuerpo, es mediante el desenmascaramiento de las falsas identidades, tanto personales como sociales, con las que nos recubrimos. Pero Nietzsche no es un pensador que se lance a criticar por el mero hecho de criticar o por un inexplicable afán destructivo, como muchas veces se interpreta, sino que apunta a cuestiones esenciales de la vida humana. La pregunta "¿quién soy yo?" no deja de latir en sus palabras. No podemos eludir su reto y desafío si queremos responder con honestidad a esta pregunta que también nosotros nos hacemos.

4. Un nuevo lenguaje para nuevas ideas
El estilo de Nietzsche es tan novedoso como su filosofía. Para exponer sus ideas necesita formas igualmente novedosas. Por eso, su estilo es poético, basado en aforismos (frases breves y "relampagueantes"). No quiere convencer, sino cuestionar y que nos preguntemos nosotros mismos. No da soluciones, sino que descubre problemas. Decía de sí mismo: "no soy un hombre, soy dinamita". Asumir su reto para por su lectura.

No te ocultes ni te dejes de decir a ti mismo nada de lo que pueda oponerse a tus ideas. Promételo, porque esto forma parte de la honradez que hay que exigir, ante todo, al pensador. También es preciso que hagas diariamente campaña contra ti mismo. Una victoria o la conquista de un reducto no te pertenece a ti, sino a la verdad, así como tampoco es cosa tuya la derrota.
F. Nietzsche, Aurora

Nietzsche desarrolla una filosofía de la vida que
pretende desenmascarar las falsas identidades,
tanto individuales como sociales.
A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras doctrinas, sino tan solo decir adiós a su propio cuerpo -y así enmudecer. "Cuerpo soy yo y alma" -así hablaba el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?
Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo. El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor.
Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas "espíritu", un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.
Dices "yo" y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa más grande aún, en la que tú no quieres creer, tu cuerpo y su gran razón: esa no dice yo, pero hace yo.
Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido (llámese sí-mismo). En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.
Hay más razón en tu cuerpo en tu mejor sabiduría.
El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad.
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra (adaptado)

jueves, 1 de agosto de 2013

El método narrativo

Al ser humano no le basta vivir la vida, ha de asumirla reflexiva y críticamente. "Una vida que no es examinada no es digna del hombre", decía Sócrates. Uno de los objetivos de la filosofía es conocer al ser humano desde su carácter personal, pero no sólo movido por un afán teórico, sino para ayudarle a encontrarse consigo mismo y vivir más humanamente, pues la filosofía es un esfuerzo de humanidad. Para ello necesita un método válido: el método narrativo. Se trata de un método filosófico que parte del análisis e interpretación de las narraciones para acceder a diferentes problemáticas filosóficas: religiosas, éticas, políticas, antropológicas, etc. Es una de las formas que puede adoptar actualmente el método hermenéutico. Encontramos importantes desarrollos en filósofos como M. Nussbaum, J. Ortega y Gasset, P. Ricouer o M. Eliade.

1. Vivir para contarlo: método narrativo y biográfico
Si queremos aproximarnos al devenir vital del ser humano y dar cuenta así de su identidad, hemos de hacerlo con un método adecuado; no nos puede servir un método que haya sido válido para otras tareas como, por ejemplo, el método científico.
El objeto de estudio que queremos comprender, la vida humana, se nos presenta como una realidad ambigua y equívoca. Así, para aprehenderla en toda su riqueza, tendremos que hacer uso de un método que respete sus características y no la distorsione. El método más adecuado para ello es pues el método narrativo, el cual nos proporciona una forma de leer la vida desde su complejidad, respetándola en lo que es.
Las narraciones son un buen medio para acercarnos a la complejidad del vivir humano. Nos permite hacer de la vida biológica una vida biográfica. Además, nos ayudan a aclararnos, pues contando historias nos contamos a nosotros mismos y damos sentido a todo: a nosotros mismos y al mundo. De aquí surge la fascinación intemporal por la narración, ya sea bajo la forma de leyendas, cuentos, novelas o las más actuales aventuras cinematográficas.
Por medio de las narraciones que contamos y nos cuentan, aclaramos nuestra propia vida. Es, por tanto, un buen método, pues no solo nos ayuda a conocernos, sino que responde a la estructura esencialmente narrativa de la vida humana.

Para comprender algo humano es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación, hace tal cosa y es así porque antes hizo otra y fue de otro modo. La vida sólo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica.
Ortega y Gasset, Historia como sistema

2. Narradores de nosotros mismos
No sólo somos narradores del mundo, también somos narradores de nosotros mismos. Una vida es un fenómeno biológico mientras no sea interpretada; por eso, en esa interpretación, la ficción desempeña un papel fundamental de mediación. Tenemos la tarea de tramar la vida, de construir nuestra biografía y de perfilar el personaje que somos en nuestra narración.
El elemento fundamental de toda narración es la trama (la intriga). La trama es una síntesis llevada a cabo en la narración en la que se agrupan acontecimientos e incidentes múltiples formando una historia completa, con un principio, un desarrollo y un fin. La trama narrativa organiza componentes muy diversos: circunstancias, personajes, deseos, etc. Gracias a ella, obtenemos orden del desorden. De igual manera, nuestra vida ha de ser tramada; hemos de narrarla y, sobre todo, narrárnosla a nosotros mismos. Narrando la vida, la examinamos y la hacemos vida humana. La identidad humana es así, de principio a fin, de nacimiento a muerte, identidad narrativa.

3. El poder de la narración
Contando y narrando podemos comprender mejor nuestro mundo y comprendernos a nosotros mismos. La narración es un buen recurso para sentirnos libres y para dejar volar nuestra imaginación. Así, podemos soñar posibilidades y, al mismo tiempo, soñarnos a nosotros mismos.


Luis Landero
Todos somos narradores y todos somos más o menos sabios en este arte. ¿Y cómo no habríamos de serlo si casi todo el tiempo que dedicamos a comunicarnos con el prójimo se nos va en contar lo que nos ha sucedido o lo que hemos soñado, imaginado o escuchado? Espontáneamente, instintivamente, el hombre es un narrador.
Todos somos Simbad, ese pacífico mercader que un día se embarca, sufre un naufragio y corre aventuras magníficas. Luego, pasados los años, regresa para siempre a Bagdad, retoma su vida ociosa y se dedica a referir sus andanzas a un selecto auditorio de amigos. "Vivir para contarlo" se dice, y no otra cosa hace esa mujer que vuelve del mercado y le cuenta a la vecina lo que le acaba de ocurrir en la frutería. Ignoro por qué, pero nos complace narrar, recrear con palabras nuestras diarias peripecias. Recrear: es decir, que nunca contamos fielmente los hechos, sino que siempre inventamos o modificamos; o si se quiere: a la experiencia real le añadimos la imaginaria, y quizá sea eso lo que nos produce placer: el placer de agregar un cuerno al caballo y de que nos salga un unicornio. De ese modo vivimos dos veces el mismo episodio: cuando lo vivimos y cuando, al contarlo, nos adueñamos de él y nos convertimos fugazmente en demiurgos. Somos narradores por instinto de libertad, porque nos repugna la servidumbre de la propia condición humana en un mundo donde no suele haber sitio para nuestros deseos y nuestros afanes de verdad, de salvación y de plenitud.
Luis Landero, "¡A aprender al asilo!", en EL PAÍS (3-Enero-1991)

Todos, de una manera balbuciente o articulada, nos vamos contando, cada día, la vida. La conciencia no es sino reflexión, re-flexión, vuelta y consideración de lo que hemos hecho, relato (re-latum, re-fero) a nosotros mismos de lo que hemos hecho, autonarración, memoria viva. Todos consistimos en "textos vivos". Contar es como vivir y vivir es como contar(se), de tal modo que se da un perfecto recubrimiento del mundo de la experiencia por el mundo narrativo: somos o, al menos, nos figuramos ser nuestra novela, la "narración narrante" de nuestra vida.
José Luis López Aranguren, Moral de la vida cotidiana, personal y religiosa (adaptado)

4. Textos biográficos
La filosofía no solo elabora teorías sobre la vida o la identidad personal, hablando sobre ella como si se tratara de un objeto o de un tema más. La filosofía es una actividad vital, que aspira en muchas ocasiones a cambiar la vida; de ahí que recurra a la biografía como forma de expresión. Cuando las biografías se escriben en primera persona -autobiografías-, dejan de ser un retrato para convertirse en una tarea de recuerdo y de narración personal.
En las biografías encontramos muchas veces temas filosóficos planteados desde la propia vida, lo cual les confiere gran vivacidad y frescura. De esta manera, las biografías se convierten en un camino adecuado para estudiar filosofía, comprender los problemas filosóficos y hacer nosotros mismos filosofía. Esto es así siempre y cuando no confundamos la biografía con las anécdotas o las opiniones. Toda biografía filosófica bien hecha, también las literarias, tiene el enorme valor de presentar cuestiones intemporales y universales desde una perspectiva temporal y singular. La elaboración filosófica de la propia biografía tiene que mostrar este proceso por el cual una historia humana personal es una historia humana universal.
Vamos a ver este proceso con un texto autobiográfico de San Agustín:

Durante aquellos años en que por primera vez empecé a enseñar en mi ciudad natal, di con un amigo muy querido. Los dos teníamos la misma edad, los dos en la flor de la juventud y compañeros de estudios. Juntos nos habíamos criado de niños, juntos habíamos asistido a la escuela y juntos habíamos jugado. Pero entonces no teníamos tan estrecha amistad como la tuvimos después. Aquella amistad era muy dulce para mí, pues estaba sazonada por intereses comunes de estudio. Había logrado apartarle de la verdadera fe -todavía no muy bien arraigada en su alma de adolescente- para arrastrarle hacia aquellas fábulas supersticiosas y perniciosas, por las cuales me lloraba mi madre. Ahora, hecho un hombre, era mi compañero en el error, y mi alma no podía vivir sin él.
Pero, antes de terminar el primer año de amistad -más dulce para mí que todas mis alegrías vividas hasta entonces- te lo llevaste de repente de este mundo. Mi corazón quedó ensombrecido por tanto dolor, y, dondequiera que miraba, no veía más que muerte. Mi patria me daba pena, mi casa me parecía un infierno y todo lo que había tratado con él, cuando me acordaba de ello, era para mí un cruelísimo suplicio. Mis ojos le buscaban por todas partes, pero no estaba allí. Todas las cosas me eran amargas y aborrecibles sin él.
San Agustín, Confesiones (adaptado)

San Agustín (354-430) 
San Agustín es uno de los primeros filósofos cristianos, que vivió en los comienzos de la Edad Media; intenta elaborar una síntesis entre la perspectiva cristiana y la filosofía griega, en particular, la platónica. Su vida está marcada por su conversión al cristianismo, lo cual le hizo cambiar radicalmente sus creencias y actitudes. Su punto de partida en la reflexión filosófica es la experiencia personal (la interioridad). Sobre su época y contexto podemos decir que se trata de un periodo de cambios y transformaciones sociales, pues desaparece el mundo antiguo (mundo griego y romano) y aparece una nueva época, caracterizada por la presencia del cristianismo.
En el texto anterior, el tema fundamental es la amistad: haber encontrado un alma gemela que comparte intereses intelectuales y que incurre en los mismos errores de creencia, según el propio autor, que él... Relata pues su propia vida y sus relaciones de amistad, pero en el fondo late la preocupación por la creencia en Dios y el sentido de la existencia. Será muy importante en su vida esta amistad, porque verá en la contradicciones de su amigo las suyas.
El tratamiento de la amistad en el texto tiene un carácter universal: nos dice que la amistad es una de las experiencias vitales más importantes porque nos permite compartir la vida, las creencias, las expectativas, las dudas y nuestro personal proceso de búsqueda y madurez.