Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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lunes, 29 de octubre de 2018

Rasgos y tipos de personalidad

La clasificación de las personas en tipos fue ya propuesta en Grecia por médicos como Hipócrates y Teofrasto: basándose en la teoría de los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra) se suponía que los hombres también están compuestos por cuatro líquidos o humores (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla) y el predominio de uno y otro de estos humores daría lugar a cuatro temperamentos distintos: sanguíneo, flemático, melancólico o nervioso y colérico.
En la primera mitad del siglo XX aparecen algunas teorías de tipo psicosomáticos (Kretschmer, Sheldon), que establecen unas relaciones bastante discutibles entre el aspecto corporal y los rasgos psicológicos; por otro lado, el psicoanálisis también clasifica a los individuos en función de la posible fijación en una de las fases del desarrollo psicosexual (carácter oral, anal...). Lo más frecuente, sin embargo, es que no aparezcan teorías puras de tipo, sino que éstos se definan en función de unos rasgos o factores más fácilmente identificables. A veces los resultados no difieren demasiado de la tipología antigua, como en el caso de la caracterología de Heymans y Le Senne, muy utilizada en España como base de los test de personalidad en los años 60 y 70. Según estos autores, existen tres rasgos básicos (emotividad, actividad y resonancia) que pueden estar presentes o no y cuyas posibles combinaciones dan lugar a ocho temperamentos.

  HEYMAN - LE SENNE: Los ocho temperamentos  
Cada temperamento se define en función de la presencia o no de tres rasgos: emotividad, actividad y resonancia. Una persona emotiva es aquella que se conmueve fácilmente. La actividad es la tendencia a actuar siempre, incluso cuando no tiene obligación o necesidad de hacerlo. Y la resonancia es la forma en que repercuten los sucesos en la persona: si le llevan a reaccionar inmediatamente, se trata de alguien primario; si tarda en reaccionar, pero la impresión es más duradera, es secundario. De esta forma obtenemos las siguientes combinaciones, a las que se adjudican los nombres que se indican:
  • Emotivo - Activo - Primario → Colérico
  • Emotivo - Activo - Secundario → Apasionado
  • Emotivo - No activo - Primario → Nervioso
  • Emotivo - No activo - Secundario → Sentimental
  • No emotivo - Activo - Primario → Sanguíneo
  • No emotivo - Activo - Secundario → Flemático
  • No emotivo - No activo - Primario → Amorfo
  • No emotivo - No activo - Secundario → Apático
Otros autores como Cattell y Eysenck proponen teorías de rasgos en los que éstos aparecen como continuos y donde cada individuo se sitúa en un punto entre los dos términos extremos. Mientras que Cattell distingue dieciséis factores básicos diferentes (afabilidad, inteligencia abstracta o concreta, estabilidad emocional, dominancia o sumisión, etc.), Eysenck considera tres rasgos como ejes de un sistema tridimensional de coordenadas: extraversión-introversión, neuroticismo-estabilidad emocional y psicoticismo-control de impulsos.
En la actualidad, el modelo con más aceptación es el de los big five (los "cinco grandes"), que considera cinco grandes factores a partir de los cuales pueden organizarse las diferencias entre los individuos:

 1)  Estabilidad emocional (o lo contrario, neuroticismo). De un lado estaría el individuo sereno, seguro y autosatisfecho y del otro el ansioso, inseguro y autocompasivo.
 2)  Extraversión. El individuo sociable, afectuoso y orientado a la diversión frente al retraído, reservado y serio.
 3)  Apertura mental. Personas orientadas a la novedad, imaginativas e independientes frente a aquellas rutinarias, pragmáticas y conformistas.
 4)  Afabilidad. Confiado, amable y colaborador frente a suspicaz, duro y falto de colaboración.
 5)  Responsabilidad. Organizado, cuidadoso y disciplinado frente a desordenado, descuidado e impulsivo.



Los big five son también denominados mediante los acrónimos OCEAN o CANOE ("océano" y "canoa", respectivamente), ya que la inicial de cada uno de ellos correspondería a una de las cinco letras de estas palabras inglesas:
  • O: Openness (apertura)
  • C: Conscientiousness (responsabilidad)
  • E: Extraversion (extraversión)
  • A: Agreeableness (afabilidad)
  • N: Neuroticism (neuroticismo)
El modelo de los "cinco grandes" ha servido también de base para el estudio de la influencia genética en la formación y desarrollo de la personalidad. Una investigación sobre gemelos del año 1996 arrojaba las siguientes correlaciones en las puntuaciones de los big five: estabilidad emocional o neuroticismo, 41%; extraversión, 53%; apertura, 61%; afabilidad, 41%, y responsabilidad, 44%, en general muy por encima de lo que sería la correlación esperable en dos personas cualesquiera elegidas al azar.

lunes, 22 de octubre de 2018

En un lugar del universo

A lo largo de la historia del pensamiento han resultado dominantes las ideas que situaban a la especie humana en el centro del universo: para ella había sido creada la Tierra y todo lo que le rodea. Es lo que se conoce como perspectiva antropocéntrica (del griego, anthropos: hombre, persona). Superar esta perspectiva ha resultado un proceso lento y costoso, a lo largo del cual los científicos han debido luchar contra prejuicios, mitos y supersticiones.
Así, para el mundo clásico, la Tierra era el centro del universo, y en torno a ella girarían en Sol, la Luna y las estrellas. Es lo que se conoce como sistema geocéntrico, del que Ptolomeo fue su principal exponente.
Los antiguos griegos observaron que las estrellas giraban durante la noche y todas lo hacían en el mismo sentido, manteniendo constantes las distancias entre ellas. Esto les hizo pensar que se encontraban fijas a una lejana esfera, la bóveda celeste. Había, sin embargo, otros cuerpos celestes que seguían sus trayectorias singulares, por lo que les dieron el nombre de la planetas, que en griego significa errante o vagabundo.

1. La revolución copernicana
El modelo geocéntrico permitía explicar la alternancia de días y noches, así como los principales movimientos de las estrellas. Sin embargo, a medida que se hacían observaciones astronómicas más precisas fue complicándose este modelo, aumentando el número de esferas y de giros necesarios para integrar dichas observaciones. En palabras de Nicolás Copérnico (1473-1543), para poder explicar los movimientos de los astros con el modelo de Ptolomeo se había "engendrado un monstruo". En 1543, días después de su muerte, se publicó la obra de Copérnico en la que sostenía que no era la Tierra el centro del universo: ese lugar le correspondía al Sol. Nacía así el sistema heliocéntrico.

 Y, sin embargo, se mueve 
Probablemente, no fue casualidad que sólo después de la muerte de Copérnico se publicase su obra De revolutionibus orbium coelestium, en la que exponía el sistema heliocéntrico. Sin duda conocía la resistencia que iba a encontrar y los problemas que podían generarle sus ideas. Casi un siglo más tarde, en 1633, Galileo Galilei debió soportar un largo y agotador juicio en el que la Inquisición le acusaba de defender el sistema copernicano. Isaac Asimov lo narra así en su libro Momentos estelares de la ciencia:

Lentamente el anciano se postró de rodillas ante los jueces de la Inquisición. Con la cabeza inclinada hacia delante, recitó con voz cansina la fórmula de rigor: negó que el Sol fuese el centro del universo y adimitió que había sido un error enseñarlo así; negó que la Tierra girara en torno a su eje y alrededor del Sol, y admitió que había sido un error enseñarlo así.

Cuenta la historia que cuando se puso en pie, después de jurar que la Tierra estaba quieta, dijo algo en voz baja. Según la leyenda, sus palabras fueron Eppur si muove: Y, sin embargo, se mueve.

2. Un agradable rincón de una galaxia
Desplazar a la Tierra de la posición central y situar en ella al Sol fue una cura de humildad para la especie humana que resultó difícil de asumir. Sin embargo, el proceso no había hecho más que empezar. Nuevos descubrimientos científicos contribuirían a poner a nuestra especie en su lugar; entre ellos destacan:
  • La inmensidad del universo: La estructura del universo ha resultado ser mucho más compleja que la prevista por Copérnico, y sus dimensiones son incomparablemente mayores. El Sol tampoco ocupa el centro del universo sino que es una más entre los 100.000 millones de estrellas de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Si nos llega más luz y calor del Sol que del resto de las estrellas es sólo porque se encuentra más cerca. En uno de los brazos de la Vía Láctea se encuentra el sistema solar, girando alrededor del eje de la galaxia a una velocidad de 760.000 Km/Hora. Aún así, tarda 230 millones de años en completar una vuelta. Es lo que se conoce como año galáctico. Nuestra galaxia es sólo una entre los miles de millones que integran el universo conocido.


  • El descubrimiento del tiempo profundo: Hasta hace poco más de dos siglos se creía que la Tierra tenía unos 6000 años de antigüedad, que había sido creada para ser la morada de la humanidad y que su edad coincidía con el tiempo que lleva existiendo la especie humana. No resultó fácil romper la "barrera" de los 6000 años y menos aún asumir que casi toda la historia de la Tierra había transcurrido sin la presencia de la especie humana. En efecto, si los 4560 millones de años de la historia de nuestra planeta se comprimiesen en un año, y el 1 de enero marcase su formación, Homo sapiens había aparecido el 31 de diciembre, apenas unos minutos antes de que sonasen las doce campanadas.
Caricatura de Darwin
  • La evolución biológica: Hasta mediados del siglo XIX, se consideraba que cada especie biológica había sido creada tal y como la conocemos en la actualidad. Charles Darwin, en su obra El origen de las especies, publicada en 1859, mostró que las especies cambian a lo largo del tiempo, que están emparentadas unas con otras y que todas ellas, incluida la nuestra, tienen un origen común. Estas ideas evolucionistas de Darwin le llevaron a tener que soportar fuertes críticas. Sin embargo, las investigaciones posteriores no hicieron más que apoyar estas ideas básicas con nuevos datos, observaciones y argumentos.
En definitiva, no ocupamos el centro del universo, ni la Tierra ha sido creada para que nos sirviese de morada y somos una especie entre los muchos millones que han existido en nuestro planeta. Sin embargo, somos una especie muy singular, que sepamos, la única que está en condiciones de reflexionar acerca de la estructura del universo, del lugar que ocupamos en él y de nuestro origen.

sábado, 20 de octubre de 2018

La personalidad en la psicología humanista

La psicología humanista intenta, frente a las orientaciones psicoanalítica y conductista, considerar a la persona como algo distinto y superior a la suma de sus condicionantes (biológicos, psicológicos, ambientales, etc.). Según Abraham Maslow, cada persona tiene una naturaleza interna, en parte común al resto de la especie humana y en parte específica de cada uno. Esa "naturaleza" es esencialmente buena o al menos neutra: los impulsos destructivos no forman parte de ella, sino que surgen como consecuencia de la frustración. Por ello, lo ideal es desarrollar esa naturaleza, lo que se llama autorrealización. De ahí que Maslow bautice a su teoría como "psicología del hombre autorrealizado".

En la misma línea, el otro gran representante de la psicología humanista, Carl Rogers, habla del sí mismo como la estructura interna que aglutina y da unidad a los diferentes aspectos de personalidad. El sí mismo no es una estructura invariable, sino cambiante aunque relativamente estable. Por eso, la psicología debe buscar que el paciente (sano o enfermo) mejore su sí mismo, mediante lo que Rogers llama "el proceso de convertirse en persona", título de una de sus obras más conocidas.

lunes, 8 de octubre de 2018

El proyecto ético y su dimensión utópica

1. El proyecto ético y sus límites
Un proyecto ético es el proyecto personal que cada individuo se plantea en el marco de un espacio ético.
El espacio ético es el espacio de convivencia y posibilidades en el que cada persona puede desarrollar su proyecto personal de vida, regulado por los valores cívicos, que son las exigencias morales mínimas que todos debemos cumplir.
El espacio ético se ensancha en la medida que se cumplen sus exigencias e impiden que se rebasen, pues al hacerlo nos situamos fuera del mismo. Por ejemplo, podemos conseguir cotas más elevadas de libertad para los individuos, pero nunca a costa de incumplir los derechos humanos, ser injustos, recurrir al engaño o a la negación de los derechos de igualdad y libertad para los demás.
En un mundo global, este espacio se constituye como multicultural y multiétnico, en el que las diferencias deben ser respetadas, pero, a su vez, no pueden ser una excusa para rebasar los límites del espacio ético, que son:
  • La dignidad del ser humano: el respeto a los derechos humanos y sociales.
  • La igualdad.
  • La justicia.
  • La libertad.
Ser morales en sociedad
Nunca habrá un mundo tan bien organizado que ya no necesitemos ser morales, que podamos vivir automáticamente dentre de él. La ética es un proyecto infinito, porque es el proyecto de la construcción de nuestra propia humanidad y del apoyo a la humanidad de otros; y por lo tanto no tiene límites, ni fin, ni es estrictamente político tampoco. Es verdad que de ese proyecto ético hay una especie de contagio; que llega hasta el conjunto de la democracia, la cual posee un fondo de respeto a la persona y a la dignidad de los derechos como una mezcla, un lugar donde se mezcla lo estrictamente moral con lo político y lo jurídico.
Fernando Savater, Ética y ciudadanía

2. ¿Utopía o ilusión?
En un proyecto ético el fin no justifica los medios. Así, las metas que los hombres y las sociedades se impongan a lo largo de su vida y la historia deberán tener en cuenta la responsabilidad moral que supone aceptar vivir en un espacio común. Un espacio cuyos límites físicos son el planeta Tierra y está formado por la humanidad entera. Por tanto, la ética no tiene sólo una dimensión individual, sino que también contempla una dimensión colectiva y utópica.
La sociedad ética es aquella sociedad que se desarrolla en un espacio ético. Es aquella en la que los hombres pueden plantearse y cumplir cuantos proyectos deseen.
Pero ¿es posible una sociedad ética, un lugar donde se cumplan todos los sueños de felicidad y justicia? Podría ser una utopía o un proyecto en camino de realizarse. De nosotros depende que llegue a convertirse en realidad algún día.

Ernst Bloch
Filósofo alemán, 1885-1977

La sociedad tiene que ser de tal forma que todos puedan caminar erguidos, incluso los miserables y los ofendidos, los desposeídos y los humillados. En este contexto, el empleo utópico de una imagen sirve para introducir un concepto preciso, el de la dignidad humana. 

viernes, 5 de octubre de 2018

La teoría de la personalidad de Freud

La base de la teoría freudiana es la existencia de un conflicto entre distintas partes o aspectos de la personalidad: se trata del hecho que podemos llamar escisión del yo y del que es posible encontrar ejemplos no sólo en enfermos mentales, que se ven dominados o "poseídos" por fuerzas que no controlan, sino también en sujetos aparentemente normales agobiados por pensamientos, impulsos o comportamientos que no pueden dominar (ideas fijas, tics nerviosos, manías, etc.) o simplemente que viven la experiencia de la contradicción en la voluntad (querer una cosa y a la vez lo contrario, o querer algo y hacer lo contrario, por un supuesto error).
A partir de 1921, Freud explicó el conflicto como una lucha entre diferentes centros psíquicos, como si en la personalidad se dieran tres sujetos en vez de uno solo: ello, yo y superyó. La génesis de estas tres instancias se aclara desde el desarrollo evolutivo del niño, poniendo ahora el énfasis en la configuración de su sexualidad (que Freud entiende como una energía difusa y capaz de adoptar muchos formas, que sólo en la última fase de su desarrollo toma la de genitalidad).


  1.-   Al principio la mente del niño es sólo ello, impulsividad pura regida por el principio de placer (satisfacción inmediata de todos los deseos) y que obtiene su gratificación primordialmente del pezón materno y secundariamente de otros objetos sustitutivos (dedo, chupete...): la zona erógena dominante es, pues, la boca, por lo que este primer período del desarrollo recibe el nombre de fase oral.

  2.-   A partir del segundo año de vida el niño experimenta una capacidad nueva: la de retener las heces. Al mismo tiempo, en torno a esta capacidad descubre la existencia de la autoridad, que pone un límite a sus impulsos y le exige posponerlos o renunciar temporalmente a ellos: aparece así el principio de realidad y, rigiéndose por él, una parte del ello se separa del resto constituyendo el núcleo de la personalidad (yo). En esta fase la sexualidad se focaliza en torno al esfínter anal, por lo que se denomina fase anal.


  3.-   El superyó (conciencia moral) aparece como una introyección de la figura paterna como consecuencia del complejo de Edipo: el niño renuncia a su madre como objeto sexual y toma al padre como referencia o modelo; de esta forma el castigo o amenaza del castigo del padre por el deseo incestuoso es asumido por lo niño, que lo transforma en sentimiento de culpa. Esta transformación tiene lugar en el momento del primer despertar de la sexualidad genital (4-5 años) y necesitará para asentarse un periodo de latencia que se extiende hasta la pubertad, donde la sexualidad genital toma ya su forma definitiva.


El yo aparece en este esquema sometido a presiones tanto internas (del ello y del superyó) como externas (del medio social). El equilibrio psíquico exige un yo fuerte que sea capaz de mantener a raya tanto al ello como al superyó, satisfaciendo también adecuadamente sus demandas y las de la sociedad.

Representación teatral de la obra Edipo Rey, de Sófocles
 Complejo de Edipo 
Conflicto psicológico vivido por el niño que se siente atraído por su madre a la vez que odia y desea la muerte de su padre; a veces esta expresión engloba también el complejo de Electra femenino (atracción hacia el padre, odio hacia la madre), aunque hay que advertir que Freud entendió el complejo de Edipo como la vivencia original y el complejo de Electra como una derivación secundaria, nunca como fenómenos simétricos en cada uno de los sexos.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Ciudadanía y ética

1. Las virtudes ciudadanas
La ética nos ayuda a reflexionar acerca de cuáles son esas cualidades y valores que conviene desarrollar para lograr un comportamiento adecuado como ciudadanos. Estas cualidades y valores para orientar nuestra vida en comunidad son las virtudes ciudadanas. Hay dos tipos de virtudes ciudadanas:
  • Privadas. Son aquellas que debe tener el ciudadano individual. Son ejemplos la libertad, la tolerancia, la responsabilidad y la autonomía.
  • Públicas. Son las que deben poseer las instituciones sociales y la sociedad en su conjunto. En las sociedades democráticas, la justicia es la principal virtud.
Como ciudadanos miembros de una sociedad democrática deberíamos adoptar una actitud ética.
La actitud ética consiste en desarrollar las virtudes privadas, es decir, adoptar un adecuado comportamiento individual, y compatibilizarlo con el desarrollo de las virtudes públicas, es decir, con la búsqueda de la justicia.
El ciudadano debe modificar y vencer los obstáculos que impiden el logro de la justicia social mediante el ejercicio de la solidaridad y la búsqueda de la verdad. Ningún individuo ni institución social debe utilizar la mentira y el engaño para sus propósitos o intereses particulares, y todos deben orientarse bajo el principio de compensación de las desigualdades, favoreciendo y beneficiando a los más necesitados de la sociedad.

La justicia como virtud pública
La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, del mismo modo que la verdad lo es de los sistemas de pensamiento. Las leyes y las instituciones, sin importar lo bien hechas y eficientes que sean, deben ser reformadas si son injustas. Cada persona posee una inviolabilidad fundada en la justicia que incluso el bienestar de una sociedad en su conjunto no puede pasar por alto. Por esta razón, la justicia no admite que la pérdida de libertad de unos sea un mayor bien para otros. No permite que los sacrificios impuestos para unos pocos sean compensados por una cantidad mayor de ventajas para la mayoría. Por tanto, en una sociedad justa las libertades de ciudadanos iguales se toman como sigue: los derechos garantizados por la justicia no están sujetos a ninguna negociación política ni cálculo de intereses sociales.
John Rawls, Teoría de la justicia 

John Rawls 1921 - 2002
2. Los valores cívicos
En las sociedades plurales actuales conviven ciudadanos con diversas sensibilidades culturales, ideas políticas y creencias religiosas con distintos códigos morales.
Los valores cívicos son los valores mínimos compartidos por todos, independientemente de nuestras ideas políticas o creencias religiosas. Es la moral mínima que necesitamos para desarrollar una convivencia pacífica.

Ética de la convicción y ética de la responsabilidad
Toda acción éticamente orientada se ajusta a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí e irremediablmente opuestas: puede orientarse conforme a la "ética de la convicción" o conforme a la "ética de la responsabilidad". No es que la ética de la convicción sea idéntica a la falta de responsabilidad, o la ética de la responsabilidad, a la falta de convicción. Pero sí hay una diferencia abismal entre obrar según la máxima de una ética de la convicción, tal como la que ordena una religión, por ejemplo "el cristiano obra bien y deja el resultado en manos de Dios", o según una máxima de la ética de la responsabilidad, que supone tener en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción.
Max Weber, El político y el científico