Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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sábado, 25 de noviembre de 2017

Éticas del deber

1. La teoría ética de Kant
A finales del siglo XVIII, el filósofo Immanuel Kant (1724-1804) planteó una ética radicalmente diferente a las éticas anteriores (éticas de los fines). Kant explica que nuestro comportamiento no debe basarse en buscar un premio o evitar un castigo, sino en lo que la razón nos dicta que es nuestro deber. El deber consiste en actuar con buena voluntad. Esto significa hacer lo que hay que hacer, aunque de ello no obtengamos ningún beneficio.
Kant defiende que es nuestra razón la que nos indica qué leyes morales debemos seguir para comportarnos. Así, serán leyes morales que puedan ser entendidas como universales, es decir, las que puedan servir para todos los seres humanos en cualquier circunstancia.
A esas leyes morales, entendidas como obligaciones o mandatos para todos, sin distinción alguna, las llamó imperativos categóricos.
Para valorar una acción, Kant considera que debemos tener en cuenta la propia acción en sí, pero sobre todo la voluntad que la ha motivado, es decir, si responde o no a un imperativo categórico. Así, en una acción correcta, distingue la que se ha realizado:
  • Por deber, si el principio que la ha inspirado es universal, es decir, válido para cualquier ser humano.
  • Conforme al deber, si aun estando de acuerdo con la ley moral, la ha inspirado un motivo egoísta.
2. Zola y el caso Dreyfuss
El caso del oficial francés, Alfred Dreyfuss sacudió a la opinión pública europea a finales del siglo XIX. Fue acusado de alta traición a la patria, humillado públicamente y condenado, a pesar de que altos cargos militares eran consciente de su inocencia. Sin embargo, prefirieron ocultar pruebas y proteger a los verdaderos culpables.
Para empeorar las cosas, Dreyfuss era judío, lo que fue utilizado por los antisemitas, hasta que el novelista Émile Zola redactó su célebre artículo "J'Accuse...!", en el que defendía a Dreyfuss exponiéndose él mismo a ser encarcelado. Su argumento para tal defensa era muy sencillo: sabiendo la verdad, no podía permanecer callado, no quería ser cómplice.

3. La ética existencialista
Jean Paul Sartre (1905-1980), uno de los principales representantes del existencialismo, plantea una filosofía pesimista en la que concluye que la vida humana carece de sentido. Asimismo, piensa que el hombre está solo y abandonado y es libre. Sin embargo, la libertad no es entendida como un bien, sino como una condena.
La ética existencialista es una ética del deber que se basa en dos principios:
  • Elegir esto o aquello es dar al mismo tiempo valor a lo elegido, porque siempre elegiremos lo bueno, nunca lo malo.
  • Elegimos como bueno para nosotros lo que pensamos que es bueno para todos.
La principal diferencia respecto a la ética de Kant es que, para el existencialismo, la razón no siempre indica qué hacer en determinadas situaciones; por tanto, el hombre se verá obligado a elegir una de las opciones, lo que le producirá angustia. Por ello, el ser humano debe construir un proyecto vital en una existencia moralmente comprometida.

La angustia de la decisión
Cuando un militar toma la responsabilidad de un ataque y envía cierto número de hombres a la muerte, elige hacerlo él solo. Sin duda hay órdenes superiores, pero son muy amplias y se impone una interpretación que proviene de él, y de ella depende la vida de catorce o veinte hombres. No se puede dejar de tener, en la decisión que toma, cierta angustia. Esto no le impide obrar: al contrario, es la condición misma de su acción; porque esto supone que se enfrenta a una pluralidad de posibilidades y, cuando elige una, se da cuenta de que sólo tiene valor porque ha sido la elegida. Y esta especie de angustia, que es la que describe el existencialismo, se explica, además, por una responsabilidad directa frente a los otros hombres que compromete.
Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo

   

sábado, 18 de noviembre de 2017

Psicología y genética

1. Las bases de la genética
La genética es la ciencia que estudia la transformación de los caracteres biológicos hereditarios de una generación a otra. El científico que puso las bases de esta ciencia fue Gregor Mendel, monje aficionado a la jardinería que se dedicó a experimentar cruzando variedades de guisantes. Fue él quien descubrió las leyes básicas de la genética, aunque en su día este descubrimiento pasó desapercibido y hubo que esperar más de treinta años (cuando Mendel ya estaba muerto) para que fuera reconocido y valorado como se merecía.
Mendel descubrió los genes, pero no los llamó así, sino "elementos" o "factores": se trata, en cualquier caso, de los responsables de la herencia. El desciframiento de los códigos genéticos en los últimos años ha llevado a rechazar la excesivamente simplificadora idea de una correspondencia exacta entre genes y caracteres hereditarios: algunas veces un único carácter depende exclusivamente de un gen, pero en la mayoría de los casos un gen porta varios caracteres o, a la inversa, un carácter depende de varios genes.

En el caso de la reproducción sexual, cada individuo recibe genes de dos células distintas, las que han contribuido a la formación del cigoto. Por lo tanto, los genes se organizan por parejas: si los genes de una pareja contienen el mismo carácter, éste se manifestará necesariamente en el individuo, pero ¿qué ocurre cuando representan caracteres distintos? En este caso, puede ocurrir (no siempre es así) que uno de los dos sea dominante y el otro recesivo, manifestándose sólo el dominante. Ahora bien, el individuo conserva en todas sus células el otro gen, que, en caso de cruzarse con otro individuo que también lo portara, podría manifestarse en su descendencia.
Los biólogos han acuñado los conceptos de genotipo y fenotipo para explicar estos hechos: el fenotipo son los rasgos biológicos heredados tal como se manifiestan, mientras que el genotipo es la carga genética del individuo, que puede manifestarse o no. La probabilidad de que un gen presente en el genotipo aparezca también en el fenotipo depende de su carácter dominante o recesivo.
A principios del siglo XX se descubrió que la información genética se guarda en los cromosomas (en griego, cuerpos coloreados), partes de la célula formadas por cadenas de moléculas de ADN (ácido desoxirribonucleico). Tradicionalmente los genes se han entendido como fragmentos de los cromosomas, formados también por ADN. Aunque el número de cromosomas de cada célula es relativamente escaso (5 en la mosca, 46 en el hombre, 48 en otros simios, 78 en el perro...), la cantidad de genes es mucho más elevada: en el hombre, unos 28.000.
En el hombre, los genes se distribuyen en 23 parejas de cromosomas, de los que sólo la mitad pasan a la descendencia. Esto es así debido al proceso de formación de los gametos (meiosis), ya que estas células sólo reciben un cromosoma de cada par; de esta forma, al unirse con otro gameto del sexo contrario, la célula resultante (cigoto) tendrá de nuevo 23 pares de cromosomas. Así, las combinaciones posibles entre los cromosomas de una misma célula son muy elevadas: es prácticamente imposible que un mismo individuo produzca dos gametos iguales y más todavía que dos pares de gametos procedentes de una misma pareja de padres den lugar a dos cigotos genéticamente idénticos. Salvo los gemelos univitelinos, que proceden del mismo cigoto, todos los hermanos de padre y madre comparten como media el 50% de su carga genética, pero este 50% puede variar mucho, en cuanto a los rasgos concretos, de unos hermanos a otros.
Desde los años 80 del pasado siglo se han producido grandes avances en el campo de la ingeniería genética, con multitud de aplicaciones que van desde la curación de enfermedades hasta la producción de alimentos, y se ha dedicado un enorme esfuerzo (económico e institucional) al desciframiento del código genético. En los primeros años del siglo XXI, tras la publicación del mapa completo del genoma humano (2005), no han cesado los descubrimientos genéticos que no sólo han llevado a identificar genes asociados a capacidades como la inteligencia y a trastornos como el Alzheimer, la esquizofrenia, el alcoholismo, la propensión al suicidio, etc., sino también a la necesidad de redefinir la noción misma de "gen" (no siempre hay que entenderlo como un grupo de bases de ADN perfectamente localizables en el interior del cromosoma).

2. La herencia de los caracteres psicológicos en el hombre
La copia del material genético en los procesos de mitosis y meiosis (sobre todo el último, que da lugar a los gametos) no es una operación 100% libre de errores. De hechos, estos "errores" son, según las más recientes teorías, uno de los principales factores de la evolución biológica. Pero ahora no los vamos a contemplar desde este punto de vista, sino como responsables de enfermedades congénitas en las que no faltan las implicaciones psicológicas. Podemos clasificar los trastornos de base genética en dos grupos: los que son debidos a un fallo en la formación de los gametos y los debidos a la transmisión normal de un gen modificado o mutante.
Las aberraciones cromosómicas causadas por fallos en la formación de los gametos se clasifican en dos grupos: cuantitativos (falta o sobra un cromosoma: monosomías y trisomías, respectivamente) y cualitativas (falta un fragmento de cromosoma o está colocado donde no corresponde: deleciones y traslocaciones, también respectivamente). El síndrome de Turner, o monosomía del cromosoma X, causa mujeres de aspecto y mentalidad infantilizados. Por el contrario, la trisomía XXY (síndrome de Klinefelter) causa varones con los rasgos masculinos escasamente desarrollados, mientras que, por el contrario, se desarrollan caracteres sexuales secundarios propios de la mujer. Más conocida es la trisomía del par 21 o síndrome de Down, causante de retraso mental, además de unos rasgos físicos reconocibles. En cuanto a las deleciones y traslocaciones, la gravedad de las mismas dependerá de la relevancia del material genético perdido o deteriorado: por ejemplo, el síndrome del maullido de gato (deleción del cromosoma 5) produce retraso mental, cabeza pequeña, una forma característica de llorar (como el maullido de un gato) y muerte prematura.
Otros trastornos se deben a la transmisión de un gen mutante, es decir, un gen que presenta una forma diferente a la normal, que, estando ya presente en el genotipo de al menos uno de los progenitores, ha podido manifestarse o no en su fenotipo. Ser portador de un gen patógeno dominante no implica necesariamente que se manifieste la enfermedad degenerativa conocida como corea de Huntington, que sólo dan la cara en etapas avanzadas de la vida, hacia los treinta o cuarenta años, cuando el portador ha podido ya tener hijos a los que tal vez, con una probabilidad del 50%, les haya transmitido la enfermedad. La probabilidad de la transmisión disminuye si el gen patógeno es recesivo, pues en tal caso el trastorno sólo aparecería, y con una probalidad del 25%, si ambos progenitores portaran el mismo gen mutante: es el caso de la fenilcetonuria, consistente en una disfunción del metabolismo que, a la largo, y si no se detecta a tiempo y se toman medidas dietéticas oportunas, produce daño cerebral.

   
Por otro lado, dejando aparte las anomalías cromosómicas detectadas, no hay ninguna duda sobre la incidencia de los factores genéticos en caracteres psicológicos como la inteligencia o algunos rasgos de personalidad, así como en trastornos mentales como el autismo, la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la depresión.

3. Las investigaciones genéticas en psicología
La genética conductual estudia, desde la perspectiva genética, temas de interés psicológico como la percepción, el aprendizaje, la personalidad o los trastornos mentales. Esta rama de la biología utiliza métodos propios, que a veces sirven únicamente para animales y en ocasiones pueden también aplicarse a seres humanos.
La genética conductual animal utiliza métodos como los estudios de cepas (cruce durante varias generaciones de animales genéticamente cercanos, como hermanos, para crear "cepas" de animales diferenciables genéticamente del resto de la especie) y los estudios de selección (cruce de animales que presentan un mismo rasgo, a fin de determinar si en su descendencia el rasgo aparece con mayor frecuencia). Puede verse que se trata de métodos experimentales , en los que el científico conserva el control sobre la variable independiente (cruces entre individuos genéticamente próximos o con un mismo rasgo).
La genética conductual humana se ve obligada a rechazar métodos de estudio experimentales como los anteriormente citados, pues es moralmente inadmisible y contrario a la libertad individual provocar "cruces" entre personas, aunque sea con fines científicos. Sin embargo, puede suplir esta falta con el uso de otros métodos de tipo correlacional (el científico se limita a buscar correlaciones, sin introducir cambios en grupos de personas ya existentes) como los estudios de parentesco: por ejemplo, si un determinado trastorno como la esquizofrenia responde a causas genéticas, debe esperarse un grado mayor de correlación entre parientes (lo cual es, efectivamente, así). Una clase muy especial de estudios de parentesco son los estudios de gemelos (univitelinos), pues, al contrario que los simples hermanos que comparten como media el 50% de sus genes, los gemelos comparten el 100%.
El problema aparece cuando se piensa que, en condiciones normales, los hermanos y gemelos no sólo comparten los genes, sino también familia y ambiente, con lo que no es fácil separar los genes de otros factores que también pueden ser relevantes. Surge entonces otra forma de investigación: los estudios de adopción, en que se establece lo que ocurre cuando dos niños genéticamente próximos son educados en ambientes diferentes. ¿Podemos determinar así que un rasgo como el alcoholismo es transmisible genéticamente? En este caso, estudiaremos cuatro conjuntos, y en cada uno de ellos incluiremos individuos con: a) padres biológicos alcohólicos y adoptivos abstemios; b) tanto padres biológicos como adoptivos alcohólicos; c) padres biológicos abstemios y adoptivos alcohólicos; d) tanto padres biológicos como adoptivos abstemios. Es lógico suponer, y de hecho así sucede, que las tasas más altas de alcoholismo se darán en el conjunto b) y las más bajas en el d), pero lo sorprendente es comprobar que las tasas de alcoholismo en el conjunto a) superan con bastante diferencia a las del grupo c): es mucho más probable que un individuo sea alcohólico si sus padres biológicos lo son, a que lo sea si lo son sus padres adoptivos. Es evidente que este daro contradice muchos de los presupuestos comúnmente aceptados (por ejemplo, que los niños siempre imitan lo que ven hacer a los adultos), pero también es una prueba contundente de la incidencia del factor genético en la conducta alcohólica.
Los métodos anteriormente mencionados tiene en común el estudio indirecto de la transmisión genética, pero en la actualidad es posible la intervención directa sobre los gametos o embriones a fin de producir individuos genéticamente modificados en los que poder estudiar la aparición o no de cierto rasgo. De momento esto se ha hecho con animales como ratones, en los que agregando un gen se ha conseguido aumentar su capacidad de aprender conductas nuevas, pero no es impensable que en el futuro se realicen intervenciones semejantes en seres humanos. Esta posibilidad plantea muy serios problemas éticos, que se deberían discutir y solucionar.
    

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Éticas de los fines

1. La teoría ética de Sócrates
Sócrates (469-399 a.C.) pensaba que la satisfacción del obrar bien es el principio de la felicidad.
Identificaba el bien con la sabiduría y el mal con la ignorancia. Esta teoría se llama intelectualismo moral. Por eso, sólo el sabio puede actuar de forma adecuada y llevar una vida ejemplar.
Concebía la educación como la formación integral del individuo, como una búsqueda incansable de la verdad y de la virtud, cualidades éstas que podían enseñarse y, por tanto, aprenderse.

2. El eudemonismo de Aristóteles
Aristóteles (384-322 a.C.) escribió los primeros tratados sistemáticos de ética, en los que expone aquello que explica el comportamiento moral de las personas.
Su teoría ética defiende que el fin último del ser humano, lo que explica su comportamiento moral, es alcanzar la felicidad. Felicidad es eudaimonia en griego, de ahí el término eudemonismo para referirse a su ética.
Aristóteles sostiene que todos los seres humanos desean, por naturaleza, ser felices, pero es evidente que pocos lo consiguen. La principal razón es que toman decisiones equivocadas y confunden la felicidad con la ambición personal, la riqueza o el prestigio.
Para no equivocarse, Aristóteles cree que es preciso hacer uso de la razón y no elegir la opción más beneficiosa a primera vista, sino la más prudente, la que se sitúa en el término medio entre el exceso y el defecto. Así, la persona prudente decide, sin cobardía ni temeridad, lo que es mejor para el conjunto de su vida y no lo que le conviene en el momento.

3. El hedonismo de Epicuro 
Otra de las aportaciones de la ética girega es el hedonismo de Epicuro (341-270 a.C.). Esta teoría defiende que el fin último del ser humano es alcanzar la felicidad entendida como placer. Placer es hedoné en griego, de ahí el término hedonismo para referirse a esta ética.
Para Epicuro, el comportamiento del ser humano se explica en la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Sin embargo, Epicuro no se refiere sólo a placeres y dolores corporales, sino también espirituales.
El máximo de placer para Epicuro se encuentra en:
  • La tranquilidad de espíritu, una vez satisfechas todas las necesidades.
  • La ausencia de preocupaciones y de sufrimientos. Se trata de conseguir que la enfermedad, el destino o la muerte ya no nos preocupen.

El secreto de la vida feliz
La felicidad y la dicha no la proporcionan ni la cantidad de riquezas, ni la dignidad de nuestras ocupaciones ni ciertos cargos y poderes, sino la ausencia de sufrimiento, la mansedumbre de nuestras pasiones y la disposición del alma a delimitar lo que es por naturaleza.
Epicuro, Sobre el placer y la felicidad

4. El emotivismo moral de David Hume
Frente al individualismo epicúreo, el filósofo escocés David Hume (1711-1776) defendía que lo que explica el comportamiento moral del ser humano es alcanzar el gozo, el bienestar y la felicidad del mayor número de personas posible.
Para Hume, no es posible ser felices en solitario; necesitamos la felicidad de los que nos rodean. Por esa razón, consideraba muy importante el concepto de simpatía y de cercanía hacia los demás.
Asimismo, para este autor la ética es un asunto más de sentimiento que de razón, lo que se conoce como emotivismo moral. De esta forma, una acción moral es para nosotros buena o mala no porque la razón así nos lo indique, sino en función del sentimiento positivo o negativo que nos provoca.

5. El utilitarismo de Bentham y John Stuart Mill
Como Hume, Jeremy Bentham (1748-1832) afirma que el ser humano actúa siempre movido por la búsqueda de la felicidad del mayor número de personas posible. Pero añade un nuevo concepto: lo que nos produce placer y felicidad es bueno y, por tanto, útil.
Bentham introduce, asimismo, la posibilidad de medir los placeres, que se diferencian en lo que a cantidad se refiere y pueden ser ordenados jerárquicamente desde este punto de vista.
Por su parte, John Stuart Mill (1806-1873) añade a la teoría utilitarista de Bentham que los placeres no sólo se diferencian en lo que se refiere a la cantidad, sino también en lo que respecta a la cualidad. Así, existen placeres superiores (morales e intelectuales) e inferiores (físicos). 
Puesto que el fin último es que el mayor número de personas en una sociedad alcancen esos placeres superiores, no se trata sólo de lograr la mejora material de la sociedad; además, hay que ocuparse del desarrollo de los individuos y de sus intereses más profundos y permanentes, es decir, del progreso espiritual del hombre, que sólo es posible en libertad.
El mejor sistema político será, por tanto, aquel que garantice la mayor libertad para los individuos y su progreso moral. Por eso, para Stuart Mill la democracia es la mejor forma de gobierno.

6. Los problemas del utilitarismo
El utilitarismo es un sistema ético relativamente fácil de aplicar. En realidad, para saber si una acción es moralmente buena sólo es preciso calcular las consecuencias que resultarán de una acción específica.
Cada día tomamos muchas decisiones no morales basadas en las consecuencias. Así, tomar decisiones morales usando el utilitarismo parece una extensión natural de nuestros procedimientos de toma de decisión diarios.
Sin embargo, se observan algunos problemas:

 1)  Puede conducir a una mentalidad de que "el fin justifica los medios". Una acción específica no puede ser juzgada como buena simplemente porque puede conducir a una buena consecuencia. Los medios deben ser juzgados por alguna norma objetiva y consistente de moral.
 2)  El utilitarismo no puede proteger los derechos de las minorías si la meta es el mayor bien para el mayor número. Así, en el siglo XVIII, podrían justificar la esclavitud porque brindaba una buena consecuencia para la mayoría.
 3)  Es preciso predecir lo que va a ser más útil para un mayor número de personas, y esto es imposible en muchas ocasiones.
 4)  Cuando obtenemos resultados, no siempre está claro si éstos son buenos o malos.     

domingo, 5 de noviembre de 2017

El sistema endocrino

Como el sistema nervioso, aunque de otra manera, el sistema endocrino también influye en las reacciones psicológicas del organismo. Consiste en un conjunto de glándulas, distribuidas por el organismo, que segregan hormonas, es decir, sustancias químicas que se vierten en la sangre para alterar la forma de las respuestas orgánicas. Las hormonas cumplen un papel semejante al de los neurotransmisores, de hecho, algunas sustancias como la epinefrina pueden ser ambas cosas. Se diferencian en la velocidad con que actúan: rápida en el caso de los neurotransmisores y más lenta en el de las hormonas. Generalmente, sistema nervioso y sistema endocrino actúan de forma coordinada para regular las respuestas del organismo. Por ejemplo, ante una situación de emergencia el sistema nervioso autónomo moviliza los recursos corporales: aumenta el ritmo cardiaco y hace más profunda la respiración para aumentar la cantidad de oxígeno, a la vez que ordena a las glándulas suprarrenales la liberación de adrenalina y noradrenalina para prolongar el esfuerzo.
De todas las glándulas (tiroides, paratiroides, páncreas, suprarrenales, gónadas...) que forman el sistema endocrino, sin duda la hipófisis es la que ejerce el papel principal: regula el funcionamiento de las demás glándulas incrementando su secreción cuando no liberan suficiente cantidad de hormonas en la sangre (mecanismo de feedback). Sin embargo, la propia hipófisis depende en su funcionamiento del hipotálamo, lo que pone de relieve la íntima comunicación entre los sistemas nervioso y endocrino.
Las principales glándulas del cuerpo humano son las siguientes:

1. La hipófisis, como ya hemos visto, la glándula maestra del sistema endocrino, a la vez regulada por el hipotálamo.
2. La tiroides, situada en el cuello, segrega tiroxina, que regula el estado general de actividad del organismo (demasiada tiroxina provoca insomnio, agitación, impulsividad...; poca tiroxina genera sueño y cansancio). En la misma glándula tiroides se alojan las paratiroides, cuatro pequeñas glándulas que regulan el metabolismo del calcio e influyen en la excitabilidad de la persona.
3. La glándula pineal o epífisis, en el centro del encéfalo, segrega melatonina, que sirve para regular la actividad del organismo durante los ciclos de sueño y vigilia.
4. El páncreas, junto al estómago, segrega dos hormonas, insulina y glucagón, cuya acción conjunta mantiene un nivel equilibrado de azúcar en la sangre. El exceso de insulina produce hipoglucemia, con síntomas como fatiga crónica y pérdida de conciencia; por el contrario, su producción insuficiente es una de las formas de diabetes.
5. Las gónadas (testículos en el varón y ovarios en la mujer) producen dos tipos de hormonas, los andrógenos (básicamente la testosterona) y los estrógenos. Los andrógenos son producidos en mayor proporción por los testículos, por lo que se consideran hormonas masculinas, mientras que los estrógenos, de igual forma pero a la inversa, se consideran hormonas femeninas. Además de su influencia en el deseo sexual, se ha comprobado el efecto de estas hormonas en la agresividad de los varones y la competitividad en las mujeres.
6. Las glándulas suprarrenales son responsables de la producción de adrenalina y noradrenalina, hormonas que son también neurotransmisores y que activan las funciones corporales relacionadas con las respuestas del organismo a situaciones de estrés, además de producir otras hormonas como la cortisona, reguladora del metabolismo general.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Las teorías éticas

1. ¿Qué es una teoría ética?
La ética es la reflexión filosófica sobre la moral.
  • Estudia el origen y la conveniencia de los distintos códigos morales, esto es, el conjunto de comportamientos, normas y valores aceptados por un grupo de personas.
  • Sugiere hacia dónde debe orientarse nuestra conducta.
  • Analiza las consecuencias de nuestras acciones morales.
  • Nos ayuda a elaborar un juicio moral en caso de dilema.
  • Fundamenta la acción moral aunque ésta no plantee problemas.
Las teorías éticas son la exposición razonada de aquello que explica el comportamiento moral de las personas. Éstas suponen un esfuerzo del pensamiento por comprender la condición humana y ofrecen una explicación coherente y profunda de nuestras acciones.

2. Las distintas teorías éticas
Aunque hay muchas teorías éticas, podemos distinguir tres grandes grupos:

 1  Las éticas de los fines. Todas ellas parten de una pregunta: ¿cuál es el fin hacia el que orientamos nuestras acciones? Se interesan por el fin o las consecuencias de las que disfrutaremos si seguimos una serie de normas.
Unas teorías, como las de Aristóteles y Epicuro, defienden que el comportamiento humano se orienta hacia la búsqueda de la felicidad individual, mientras que otros pensadores, como Hume, Bentham o Stuart Mill, mantienen que se dirige hacia la búsqueda de la felicidad o utilidad del mayor número de personas posible.
 2  Las éticas del deber. Estas éticas no se preguntan qué nos hará felices, sino a qué estamos obligados como seres humanos dotados de razón. Estas teorías parten de la pregunta: ¿cuál es nuestro deber? No están interesadas tanto por las consecuencias, sino por lo que la razón dicta que es lo más justo.
Las éticas del deber surgieron en torno a la figura de Immanuel Kant, y entre ellas destacan las de los filósofos existencialistas, como Jean-Paul Sartre, y otras posteriores basadas en el diálogo y la comunicación.
 3  Las teorías actuales. Existen en la actualidad éticas centradas en problemas concretos de nuestro mundo, como la ética ecológica o ambiental (aboga por un comportamiento humano centrado en la protección del medio ambiente) o la bioética (aborda el problema de los límites en la aplicación de los avances y descubrimientos en las ciencias biológicas y la medicina), así como las llamadas éticas posmodernas, que proponen romper con todo intento de elaborar cualquier tipo de teoría ética.


3. La ética aplicada
La ética parte de la realidad social del hombre, de los valores que inspiran su acción y de las normas que regulan la convivencia. También, por supuesto, de los problemas más preocupantes de cada época. Así, cuestiones como la degradación del medio ambiente, los avances de las biotecnologías, la desigualdad entre países pobres y ricos o la violencia, son abordadas por la ética aplicada o práctica como problemas fundamentales de nuestro tiempo.

Lo bueno y lo malo
De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo "bueno" porque nos sientan bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal, y a todo eso lo llamamos "malo". Saber lo que nos conviene, es decir, distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir -todos sin excepción- por la cuenta que nos trae.
Fernando Savater, Ética para Amador

El mundo del futuro
El mundo que tenemos que buscar es un mundo en el cual el espíritu creador esté vivo, en el cual la vida sea una aventura llena de alegría y esperanza, basada más en el impulso de construir que en el deseo de guardar lo que poseamos y de apoderarnos de los que poseen los demás. Tiene que ser un mundo en el cual el cariño pueda obrar libremente, el amor esté purgado por el instinto de la dominación, y la crueldad y la envidia hayan sido disipadas por la alegría. Un mundo así es posible; espera solamente que los hombres quieran crearlo.
Bertrand Russell, Los caminos de la libertad