Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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sábado, 29 de julio de 2017

La psicología se hace ciencia

1. La obra de Wundt
Se dice que el año 1879 es el del inicio de la psicología científica. ¿Qué ocurrió en esta fecha? Sencillamente, un catedrático de filosofía de la Universidad de Leipzig, llamado Wilhelm Wundt, que era además médico y fisiólogo, creó el primer laboratorio de psicología. Se le considera por ello el creador de la psicología científica o experimental, entendiendo por tal una ciencia que ha dejado de ser una rama puramente teórica de la filosofía y al menos en parte se hace en laboratorios.
Ahora bien, la creación de un laboratorio de psicología no es algo que Wundt ideara de la noche a la mañana. Él mismo había publicado, años antes, en 1874, la obra Principios de psicología fisiológica, donde definía el objeto de estudio y método de una nueva ciencia independiente valiéndose de las aportaciones de otros autores (Johannes Müller, Ernst Weber, Gustav Fechner...) que, antes que él, hacían en sus respectivos laboratorios algo parecido a lo que Wundt haría en el suyo: comprobar y medir la relación existente entre los estímulos físicos y las sensaciones.
La psicofísica o psicología fisiológica trataba, por primera vez, de someter los elementos subjetivos o mentales a un control objetivo. Pero existía un problema: si bien podía idearse un aparato que midiera la intensidad o la velocidad del impulso eléctrico que recorre un nervio, ningún aparato podía captar y medir sensaciones como "rojo", "dulce" o "frío" que aparecen en la mente (¿cómo puede uno saber si otros experimentan esas mismas sensaciones, o si únicamente utilizamos las mismas palabras pero asociándolas a significados distintos?). Las sensaciones y demás cualidades mentales pueden ser conocidas si el sujeto indica al investigador lo que sólo él puede experimentar, siempre y cuando diga la verdad. Es por ello que en los inicios de la psicología, la introspección era considerada el método básico de la naciente ciencia.
A las aportaciones de la psicofísica (investigación de los umbrales, energías específicas de los nervios sensoriales, etc.), se unieron los estudios sobre el cerebro de Fluorens (extirpación de partes del mismo en palomas), Fritsch (excitación eléctrica del cerebro) y otros, lo mismo que los estudios sobre la forma del cráneo humano y su relación con el carácter (frenología de Gall) o los trabajos estadísticos sobre la heredabilidad de la eminencia (Galton).
En definitiva, multitud de aportaciones y descubrimientos de diferentes sectores de la ciencia confluyeron en el nacimiento de la psicología científica. Pero pasó muy poco tiempo antes de que esta disciplina dejara de ser una ciencia única para convertirse en una pluralidad de corrientes, teorías y métodos.

Wilhelm Wundt
Nació en 1832 en Neckarau. Este filósofo, médico y psicólogo alemán trabajó en Berlín en el laboratorio de Johannes Müller. Posteriormente, dio clases en la universidades de Heidelberg, Zurich y Leipzig, donde fundó el primer laboratorio de psicología en 1879. Consideró la introspección como el método propio de la psicología, que de esta forma se distingue de la fisiología. En los últimos años de su vida se dedicó a elaborar una psicología de los pueblos, obra magna que, por desgracia, ha carecido de continuidad. Falleció en 1920 en la localidad alemana de Grossboten. 

2. El estructuralismo y las reacciones antiestructuralistas
En el apartado anterior hemos visto cómo, a partir de los descubrimientos de la fisiología y otras disciplinas, iba naciendo una ciencia nueva e independiente, con un objeto de estudio y método diferentes a los de las otras ciencias. Esta nueva ciencia se definía por una serie de rasgos que pasamos a enumerar:
  • Su campo de estudio es la mente, conciencia o experiencia interna, términos que en ese momento todavía eran tomados como sinónimos.
  • En la mente descubrimos unos elementos o datos primarios, como las sensaciones, que se agrupan entre sí dando lugar a una estructura (de ahí los nombres de estructuralismo o asociacionismo con que, casi indistintamente, se conoce a esta corriente).
  • El único método posible para el estudio de lo mental (realidad que, por definición, es accesible a un único sujeto) es la autobservación o introspección y posterior comunicación de los datos obtenidos, pero siempre sometidas a unas condiciones de control impuestas por el investigador para asegurar su validez científica.
  • De lo anterior se deduce que el único posible sujeto experimental de esta psicología es el ser humano, pues difícilmente de cualquier otra especie animal pueden obtenerse datos por introspección y lugeo comunicarlos al científico.
El siguiente cuadro muestra esquemáticamente los rasgos esenciales que definen la escuela estructuralista de psicología científica, con representantes tan importantes como el propio Wundt o su discípulo Titchener.

La utilidad de esta representación sintética de los rasgos del estructuralismo radica en que la negación de cada uno de ellos va a dar lugar a una nueva corriente de la naciente psicología. Así, podemos decir:
  • Si, en vez de estudiar la estructura, proponemos el estudio de la función de la mente o conciencia (no tanto "¿cómo es?", sino "¿para qué sirve?"), obtenemos la psicología funcionalista de William James y otros.
  • Si dejamos de tomar como sinónimos dos términos como "mente" y "conciencia", y admitimos por tanto la existencia de una mente o psiquismo inconsciente, estamos abriendo la puerta a la psicología profunda o psicoanálisis, iniciado por Freud y continuado por otros como Adler, Jung, etc.
  • Si dejamos de considerar la forma o estructura como construcción derivada de la asociación de elementos, y la consideramos como un dato primario que determina el modo en que dichos elementos se agrupan, nos situamos en el punto de partida de la psicología de la Gestalt.
  • Si dejamos de tomar al hombre como único sujeto posible de estudio psicológico, aceptamos la posibilidad de una psicología animal, rama que tuvo un gran desarrollo a lo largo de todo el siglo XX.
  • Finalmente, si rechazamos los datos que proceden de la autobservación y buscamos una ciencia apoyada en la observación pública y la experimentación, y que trate no sobre la mente sino sobre el comportamiento, nos situamos en el conductismo o behaviorismo (que confluye con la anterior, puesto que, al contrario que la conciencia, el comportamiento es observable tanto en personas como en animales).
Frenología
Es una teoría que surgió en el siglo XIX y afirmaba la posible determinación del carácter y los rasgos de personalidad, así como las tendencias criminales, basándose en la forma del cráneo, cabeza y facciones. Desacreditada fuertemente en la década de 1840, fue la primera disciplina en ser llamada pseudociencia y es considerada como tal hasta el día de hoy. 

3. Psicología animal y ley de parsimonia
Influidos por el evolucionismo de Darwin, algunos científicos se plantearon la posibilidad de que la mente humana también procediera por evolución de la mente animal e hicieron de ésta su objeto de estudio. Nacía así lo que se dio en llamar psicología comparada, pues giraba en torno a las semejanzas y diferencias, a nivel mental, entre seres humanos y animales. El más claro exponente de esta corriente es el libro Inteligencia animal, de George Romanes (1882). La obra caía en un excesivo antropomorfismo, lo que llevó como reacción a la tendencia contraria de no interpretar ninguna conducta como resultado de una facultad psíquica superior, si puede interpretarse a partir de una facultad inferior. Esto es lo que se conoce como ley de parsimonia y fue propuesta por Conwy Lloyd Morgan (1852-1936), aunque se puede decir que no es sino la aplicación a la psicología de la famosa "navaja de Ockahm" (Guillermo de Ockham proponía rechazar las explicaciones metafísicas, basadas en entidades invisibles y principios abstractos, y ceñirse a lo que se puede comprobar por la experiencia).
El conductismo, es decir, la tarea de explicar la conducta sin recurrir a la mente, estaba ya a un paso.

sábado, 22 de julio de 2017

El espacio ético

1. Las condiciones para el desarrollo de la persona
Al espacio en donde se dan las condiciones para el desarrollo de la persona, tanto materiales como morales, lo llamamos espacio ético.
Entre las condiciones necesarias que deben darse en ese espacio ético para que una persona se desarrolle en plenitud destacan el respeto a la dignidad, la igualdad y la libertad de todos los seres humanos.
  • La dignidad implica disponer de unas condiciones materiales y sociales mínimas que permitan a la persona tener una vida adecuada, pero también debemos considerar que la persona es un fin en sí misma y no un medio para fines propios o ajenos.
  • La igualdad supone relacionarse de igual a igual con las personas del entorno sin ningún tipo de discriminación o desventaja por razones de sexo, raza, religión, ideas políticas o cualquier otra.
  • La libertad implica que la persona, hombre o mujer, pueda tomar decisiones responsablemente, sin condicionantes externos o coacciones.
Efectivamente, toda persona tiene que ser libre para poder hacer con su vida lo que estime más conveniente. Si no somos libres, no podremos hacernos responsables de nuestros actos.

2. El ejercicio de la libertad
La libertad es la facultad natural que tiene el hombre para obrar de una manera u otra, o para no obrar. Se trata de una cualidad íntimamente relacionada con la responsabilidad, ya que sólo un hombre libre puede responsabilizarse de sus actos.
¿Somos realmente libres? En muchas ocasiones las actividades del hombre están condicionadas por las circunstancias en las que le ha tocado vivir (lugar, época histórica, entorno, etc.).
Así, en el ejercicio de la libertad el ser humano encuentra los siguientes límites:
  • Las pautas de conducta que le indican lo que debe y lo que no debe hacer.
  • El hecho de vivir en comunidad, que le impone la necesidad de limitar su libertad para garantizar la libertad ajena.
Muchos pensadores opinan que, aun así, el ser humano puede elegir a pesar de cualquier límite o condicionante que se le imponga.
El ejercicio de la libertad puede observarse desde dos dimensiones:
  • Desde la dimensión actual permite la realización personal.
  • Desde la dimensión histórica favorece que las sociedades sean cada vez más justas.
Ambas dimensiones están estrechamente conectadas. Lo que hagamos en la historia condiciona nuestras posibilidades presentes de realización personal y, a su vez, éstas sientan las bases de lo que será la sociedad futura.

El valor del ser humano
El ser humano, considerado como persona, está situado por encima de cualquier precio, porque, como tal, no puede valorarse sólo como medio para fines ajenos, incluso para sus propios fines, sino como fin en sí mismo; es decir, posee una dignidad (un valor interno absoluto), gracias a la cual infunde respeto a todos los demás seres racionales del mundo, puede medirse con cualquier otro de esta clase y valorarse en pie de igualdad.
Immanuel Kant, Metafísica de las costumbres

¿Somos libres?
En la Antigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres no tienen más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió un bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza: "¡Para ya, no me pegues más!", le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle, continuó argumentando: "¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva diciendo que pare: soy automático".
Fernando Savater, Ética para Amador

¿Qué es la libertad?

La libertad es aquella disposición al obrar que sólo limita con la libertad del otro. Es la condición de posibilidad de convivencia.
Immanuel Kant

La libertad, como modo de vida, es un logro, y, por tanto, requiere esfuerzo y formación de la inteligencia y el carácter.
Peter Berkowitz

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
Miguel de Cervantes

Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.
Franz Grillparzer

La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix
 

viernes, 21 de julio de 2017

La prehistoria de la psicología científica

Etimológicamente, psicología significa "estudio del alma". Aunque la palabra es relativamente reciente (siglo XVIII), las investigaciones psicológicas han formado parte de la filosofía desde la aparición de ésta.

1. La psicología como estudio del alma
En la antigua Grecia aparecen dos conceptos de alma contrapuestos, encarnados en las filosofías de Platón y su discípulo Aristóteles.
  • Para Platón, el ser humano está compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo es mortal y el alma es inmortal. El alma es una realidad existente en sí, distinta e independiente del cuerpo, lo que después se llamará sustancia: aunque puede subsistir sin el cuerpo (y de hecho, según la filosofía platónica, existió antes del nacimiento y seguirá existiendo tras la muerte), actualmente está unida a él de forma no necesaria, sino accidental.
  • Por el contrario, para Aristóteles el alma es la forma sustancial del cuerpo vivo, la estructura u organización que le hace funcionar, de modo que ambos, alma y cuerpo, son interdependientes y no pueden existir por separado: si el alma es una organización de la materia, no hay una organización sin nada que organizar (no hay alma sin materia); de igual manera, un cuerpo sin alma no es ya un cuerpo, sino un simple cadáver). El alma es pues mortal, sin vida no hay alma.
Para Platón el alma es independiente del cuerpo, mientras que para Aristóteles es la organización de una materia. Platón señala a lo trascendente, Aristóteles se ciñe a lo natural.
En ambos autores el alma es un principio invisible, una entidad metafísica, situada más allá de la experiencia: sólo podemos experimentar sus operaciones (pensamiento, volición, recuerdo), pero no al sujeto o agente de dichas operaciones.
Durante la Edad Media, las ideas sobre el alma de Platón y Aristóteles tuvieron continuidad, respectivamente, en el pensamiento filosófico cristiano de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, quienes corrigieron a los primeros en los puntos donde su pensamiento chocaba con la religión cristiana, como la existencia anterior al nacimiento de Platón o la mortalidad del alma en Aristóteles; compartieron con ellos que el ser humano se compone de cuerpo y alma.

2. La psicología como estudio de la mente o conciencia
En el siglo XVII el filósofo racionalista Descartes cambia el enfoque dominante en el estudio del alma: no se busca algo más allá de la experiencia, sino lo primero que se experimenta, condición para que puedan experimentarse otras cosas. La certeza indudable no es que existen cosas (ya que podría estar soñando o engañando a mis sentidos...), sino que "existe mi pensamiento". Y esto, un ser que piensa pero que no puede captarse por los sentidos sino por otra forma de experiencia, la que se dirige hacia el interior de uno mismo, y no a los objetos exteriores, es el alma. El alma para Descartes posee dos características fundamentales:
  • Es pensante, es decir, capaz de sentir, imaginar, recordar, dudar, querer, razonar...
  • No posee una localización espacial, sencillamente no está en ningún sitio: nadie puede indicar la posición en el espacio de ningún hecho mental.
Entendida de esta manera, el alma deja de ser una entidad metafísica y se convierte en algo de lo que uno tiene o puede tener experiencia. El alma se capta por medio de la autoobservación, destacada por el empleo constante de la primera persona en los textos de Descartes: "yo pienso", "yo existo" es algo que sólo puedo decir con absoluta certeza de mí mismo. La reflexión sobre el alma da paso progresivamente al estudio de la mente o conciencia, accesible por la experiencia interna.

3. La definición de "mental"
Siguiendo el camino abierto por el pensamiento de Descartes, podemos entender la diferencia existente entre lo mental y lo físico. Hay muchos ejemplos sencillos que nos pueden servir: algo físico es un golpe en la espinilla, mientras que algo mental es el dolor que aparece a continuación; o bien, algo mental es pensar las respuestas a las preguntas de un examen, y lo físico son los movimientos que ejecuta la mano para escribir dicha respuesta en la hoja de papel. 
¿En qué nos basamos para diferenciar lo mental de lo físico? La primera razón es que un golpe o un movimiento físico es algo que mucha gente puede presenciar, mientras que un pensamiento o un dolor no se pueden ver, sólo uno mismo sabe si los tiene o no. Dicho de otra manera: lo mental es subjetivo, accesible a un solo sujeto (interno), mientras que lo físico es intersubjetivo, accesible a varios sujetos a la vez.
En consonancia con este primer rasgo, podemos anotar otro que ya Descartes tuvo en cuenta: lo físico es localizable (esto es, extenso, ocupa un lugar en el espacio), se puede decir "dónde" está, mientras que lo mental no tiene un "dónde", tan sólo un "cuándo": ¿dónde está mi pensamiento?, ¿a la derecha, a la izquierda, delante, detrás, encima o debajo de otro pensamiento?, ¿en el cerebro?, ¿podrías verlo si me abrieras la cabeza? Lo mismo podemos decir del dolor "en la espinilla": ¿de verdad crees que está en la espinilla?, ¿por qué entonces no lo ves por mucho que la mires? En definitiva, los hechos mentales son ilocalizables o, como también se dice, inextensos.

4. Mente y cerebro: un problema filosófico
Una vez diferenciadas dos formas o niveles de realidad ("mental" y "físico"), se plantea el problema de su mutua relación. A grandes rasgos, las soluciones a este problema se pueden clasificar en cuatro grandes grupos:
  • Dualismo interaccionista: en el que el cerebro (o una parte de él) juega el papel de puente entre la mente y la materia.
  • Paralelismo psicofísico: se establece que no hay relación directa entre lo mental y lo físico, aunque sí una correspondencia o "armonía" que debe explicarse desde razones distintas a su influencia mutua.
  • Reduccionismo fisicalista (materialismo): la mente es una dimensión o "sombra" de la materia.
  • Reduccionismo mentalista (espiritualismo): la materia es una dimensión de la mente, sólo existe como contenido de ésta.
Otras teorías como el emergentismo, que sostiene que lo mental emerge desde lo físico una vez alcanzado cierto grado de desarrollo evolutivo, no responden en realidad a la pregunta sobre el problema psicofísico, sino que se limitan a señalar las condiciones que deben darse para que sea posible la aparición de una dimensión mental.
La historia de la filosofía nos proporciona ejemplos de autores que han pensado estas posibilidades hasta sus últimas consecuencias. Descartes, por ejemplo, es interaccionista, aunque el papel de "puente" no lo adjudica al cerebro como tal, sino a una de sus partes, la glándula pineal. Ésta sirve para explicar la comunicación entre mente y materia, tanto en los movimientos voluntarios como en las sensaciones producidas en el alma por la acción de los sentidos. El paralelismo psicofísico fue defendido, entre otros, por Leibniz, quien postulaba la existencia de una "armonía preestablecida" de entidades mutuamente independientes (mónadas). Otros autores han apostado por un materialismo más o menos radical ("el pensamiento es una secreción del cerebro, como la orina es una secreción de los riñones") o moderado (lo mental sí existe, pero como aspecto o efecto secundario de lo físico). Finalmente, Berkeley propone que lo que llamamos materia no es más que un conjunto de sensaciones, que sólo pueden existir en una mente capaz de sentir: suprímase la mente y suprimiremos también todo lo material.
Lo importante es comprender que la controversia mente-cerebro no es un problema científico, sino filosófico, y por tanto imposible de resolver con simples datos. Por eso cualquiera de estas teorías, incluido el espiritualismo de Berkeley, puede ser compatible con los resultados de la investigación científica sobre el cerebro: al fin y al cabo, éstos seguirán siendo los mismos tanto si esa cosa llamada "cerebro" es de verdad un objeto material independiente como si existe sólo como una percepción sin realidad alguna fuera de las mentes que lo perciben.   

sábado, 15 de julio de 2017

La personalidad

A lo largo de la vida construimos una identidad personal propia y todo aquello que da sentido a la tónica general de nuestro comportamiento es nuestra personalidad.
La personalidad es el conjunto de características que determinan la forma de ser y actuar de una persona. Los rasgos de nuestra personalidad vienen influidos por una red de sentimientos, emociones, afectos, deseos, etc., así como por la inteligencia y la memoria.

1. Los sentimientos
Los sentimientos son el conjunto de emociones, sensaciones y afectos que se originan en nosotros cuando nos relacionamos con las cosas y con otras personas que nos rodean.
Los sentimientos afectan a nuestro estado de ánimo, influyen en nuestro comportamiento y nos producen sensaciones de placer o de dolor. Son herramientas muy útiles para la relación personal (emocional y afectiva) con personas, animales y cosas, y con uno mismo (pensamientos, deseos, ilusiones, fantasias, sueños, etc.).

2. La inteligencia
La inteligencia es la capacidad de dirigir nuestro comportamiento para enfrentarnos con éxito a situaciones nuevas y relacionarnos con el entorno.
Sin embargo, la inteligencia no sólo maneja conocimientos. De hecho, aprender a reconocer y utilizar los sentimientos y las emociones es muy importante para afrontar las situaciones y problemas de nuestra vida.
La llamada inteligencia emocional es la capacidad para tratar con nuestros estados de ánimo, sentimientos y emociones y relacionarnos de manera positiva y efectiva con las cosas y con los demás.
La inteligencia es fundamental a la hora de utilizar todo nuestro conocimiento, información y capacidad afectiva para elaborar las estrategias necesarias que guíen nuestro comportamiento.
Puesto que no vivimos solos sino en sociedad, además de la inteligencia individual, que es la propia de cada persona, podemos distinguir una inteligencia social, que es la capacidad que tiene una colectividad o una sociedad en su conjunto para dirigir su comportamiento ante los retos que aporta el futuro y organizarse de una forma más justa.

Pérdida de control sobre las emociones
A diario, los periódicos nos acosan con noticias que hablan del aumento de la inseguridad y de la degradación de la vida ciudadana, fruto de la irrupción descontrolada de los impulsos. Pero este tipo de noticias simplemente nos devuelve la imagen ampliada de la pérdida de control sobre las emociones que tiene lugar en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean.
Daniel Goleman, Inteligencia emocional

Las inteligencias múltiples
Es una equivocación describir a las personas como poseedoras de una única y cuantificable inteligencia, pues el ser humano tiene, por lo menos, ocho inteligencias diferentes, cada una desarrollada de modo y a un nivel particular.
Ellas son la Inteligencia Musical, Corporal-cinestésica, Lingüística, Lógico-matemática, Espacial, Interpersonal, Intrapersonal y Naturalista.
Pero los programas de enseñanza sólo se basan en las inteligencias lingüística y matemática, dando una mínima importancia a las otras.
Es por ello que para lograr el objetivo de transformar la escuela tradicional en una de Inteligencias Múltiples, tenemos que partir desde un trabajo en equipo en el que intervengan la escuela (docentes) y el hogar (los padres).
Howard Gardner, Las inteligencias múltiples en el siglo XXI (adaptado)

3. La memoria
La memoria es muy importante para nuestra identidad personal, pues nos permite tener una idea de nosotros mismos a lo largo del tiempo. Somos memoria y sin ella sería imposible desarrollar la propia personalidad. La memoria nos permite conectar nuestras experiencias pasadas, presentes y futuras como pertenecientes a un mismo sujeto -el yo-. Gracias a ella podemos evaluar nuestra propia vida, rectificar los errores y encaminarnos hacia el futuro. 

4. Trastornos de la personalidad
La mayoría de las personas con trastornos psicológicos tienen dificultades cuyo origen está, al menos en parte, en ciertas características de su personalidad. La forma que tenemos de vernos a nosotros mismos, al mundo y a los demás puede estar produciéndonos problemas y sufrimiento.
Las personas deprimidas, por ejemplo, se ven como individuos sin valor a los que nadie quiere; interpretan comportamientos neutros como si fueran de rechazo o desprecio; y suelen dar gran énfasis a los acontecimientos negativos y casi excluyen los positivos.
Los trastornos de la personalidad son exageraciones de formas de ser normales. La persona altruista, por ejemplo, puede convertirse en mártir y derrotista si su entrega a los demás se hace demasiado exagerada. Las personas muy seguras de si mismas, con gran confianza y autoestima alta pueden acabar siendo unos narcisistas si estos rasgos se exageran hasta desvincularse de la realidad. La persona vigilante y suspicaz a quien no se le escapa detalle alguno y a quien nadie logra engañar, puede transformarse en un paranoico, etc.  

jueves, 13 de julio de 2017

La condición humana

1. La persona y la condición humana
Todos los seres humanos, por el hecho de serlo, compartimos un conjunto de características que nos definen como grupo y nos diferencian de otras especies animales. Además, todos los sere humanos llevamos implícita la condición de ser persona. Luego, a lo largo de la vida, desarrollamos esta condición, lo que supone un incremento de la capacidad de orientar la propia vida y de ejercer la capacidad de elegir.
El ser humano es un ser social que necesita de la relación con otras personas para desarrollarse. Por tanto, todo desarrollo personal exige la existencia de un espacio compartido en el que el ser humano se relacione con otros humanos e intercambie cosas, pero también ideas, pensamientos, sentimientos, estados de ánimo, etc.

2. La identidad personal
Todos somos iguales en tanto que pertenecemos a la especie humana. Sin embargo, cada persona es diferente y única y posee su identidad personal.
La identidad personal es la conciencia de uno mismo como entidad separada del mundo exterior. Ésta se construye a lo largo del tiempo acompañando a nuestro proceso madurativo, aunque es en la adolescencia cuando se orientan las bases que se consolidarán en la edad adulta.


 En nuestra identidad personal advertimos tres dimensiones:
  • La dimensión física se refiere a la altura, el peso, los rasgos faciales, etc., que nos caracterizan. En gran parte depende de nuestra herencia genética.
  • La dimensión emotiva o afectiva es la personalidad o el carácter, que determina cómo nos comportamos ante las situaciones y los demás, lo que creemos, pensamos, etc. El carácter depende de nosotros, podemos formarlo y modificarlo.
  • La dimensión moral incluye los criterios o valores morales que utilizamos como guía de nuestro comportamiento. Depende de nosotros, la desarrollamos y podemos modificarla.
3. Los interrogantes del ser humano
A lo largo de la vida, las personas construyen su personalidad, forman su manera de ser y adquieren una serie de valores. Ello es posible mediante el desarrollo de sus capacidades físicas, intelectuales y afectivas.
Además, el ser humano está abierto a la trascendencia y se plantea y busca respuesta a numerosos interrogantes en torno a su existencia:
  • Interrogantes relativos a la condición humana: son aquellos que intentan dar una respuesta ante los grandes enigmas de la vida, como la naturaleza del hombre, el sentido de la existencia o problemas como el sufrimiento o la muerte.
  • Interrogantes morales: son aquellos que intentan responder a preguntas como ¿qué debo hacer?, ¿qué valores deben guiar mi comportamiento y mi relación con los demás?, etc.
  • Interrogantes técnicos y culturales: son aquellos que permiten responder a los retos, aspiraciones y dificultades de la vida cotidiana en nuestras sociedades.  
Las grandes preguntas
¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué debemos hacer? Todas las culturas, en algún momento a lo largo de la historia, se han hecho estas preguntas.
EDGAR MORIN

¿Quién soy yo? A esta pregunta puedo responder con mi nombre, con mi número de carné de identidad, con datos sobre mi nacimiento, idealmente, con mi biografía entera. Más corta y sencilla es la respuesta a otra pregunta: ¿Quién soy yo? Yo soy un ser humano. Pero, ¿qué es un ser humano? Un miembro de la especie Homo sapiens. ¿Qué tienen en común los miembros de la especie Homo sapiens? La naturaleza humana. ¿Y qué es la naturaleza humana?
JESÚS MOSTERIN

Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos engañáis, ¿no buscamos venganza? Si somos como vosotros en todo lo demás, seremos iguales en eso. Si un judío engaña a un cristiano, ¿en qué consiste su humildad? En venganza. Si un cristiano engaña a un judío, ¿cómo lleva su sufrimiento siguiento el ejemplo cristiano? Pues bien, ¡venganza!
William Shakespeare, El mercader de Venecia

lunes, 10 de julio de 2017

El hombre y la vida

Solemos asociar la deshumanización con las pavorosas fotografías de los prisioneros de los campos de concentración: humillados al limitarse sus acciones al nivel más básico de la primitiva supervivencia, al impedirles practicar los símbolos culturales (tanto corporales como sociales) de la dignidad humana, al privarles incluso de cualquier parecido con lo humano. Como expresa Peter Marsh, "De pie, al lado de la valla de Auschwitz, mirando esos esqueletos demacrados con la piel arrugada y los ojos hundidos, ¿quién creería que se trata en verdad de personas?".
Zygmunt Bauman, Modernidad y Holocausto


1. ¿Qué es el hombre?
Resulta difícil definir una realidad tan compleja como el hombre. Ésta puede ser analizada desde dos puntos de vista:
  • Biológicamente, es un animal más de la naturaleza, una especie que ha evolucionado y se ha extendido por toda la Tierra.
  • Culturalmente, es un ser social que se ha reunido en grupos con una organización altamente compleja de convivencia llamada sociedad.
No somos más que peregrinos que van por caminos distintos, que se dirigen con esfuerzo al encuentro de los unos con los otros.
Antoine de Saint-Éxupéry, Carta a un rehén

2. El animal y el hombre
El animal y el ser humano comparten una serie de características, pero a la vez mantienen unas diferencias que hacen de este último una especie única. La variación entre el genoma del ser humano y el del chimpancé, nuestro pariente más cercano, es sólo de un 1%. Sin embargo, esta variación hace que el cerebro humano posea una estructura única que da lugar a dos diferencias fundamentales:
  • El ser humano es capaz de crear y transmitir cultura a través del lenguaje. La cultura es el conjunto de conocimientos, costumbres, creencias, arte, derecho, moral, etc., propios de una sociedad.
  • El ser humano tiene conciencia de la realidad de vivir. Esto le permite ser capaz de anticipar lo va a hacer con su vida, tener proyectos y pensar en cómo ponerlos en marcha.
3. La capacidad humana de decidir
Puesto que el hombre tiene conciencia de su vida, puede orientarla y decidir sobre su futuro. Así, elabora proyectos y planea cómo llevarlos a cabo. Sin embargo, muchas personas se sienten desorientadas, no saben lo que quieren y piensan que su vida no tiene sentido. Por ello, los psicólogos dicen que una de las claves de la felicidad es ser capaces de elaborar proyectos e irlos cumpliendo. En la medida en que logremos culminar un proyecto empezaremos a pensar en el siguiente.
En la realización de todo proyecto es preciso tomar decisiones, por eso éstas desempeñan un papel esencial en nuestras vidas. A la vez que nos desarrollamos como personas, progresamos en la capacidad de ser coherentes a la hora de tomar decisiones importantes.

El hombre es un animal peculiar
El hombre, tal como la ciencia consigue hoy reconstruirlo, es un animal como los demás, tan poco diferenciable, por su anatomía, de los antropoides, que las modernas clasificaciones de la zoología la incluyen en la misma superfamilia de los homínidos. Ahora bien: a juzgar por los resultados biológicos de su aparición, ¿no es justamente algo muy diferente?
Teilhard de Chardin, El fenómeno humano

El hombre es un ser social
Al relacionarnos con los demás, los seres humanos nos "socializamos", es decir, aprendemos a vivir como uno más dentro de él, al tiempo que asimilamos una cultura. Así, nuestro estilo de vida, nuestra forma de pensar, nuestras creencias, etc., pueden explicarse en buena medida por la sociedad y el grupo social al que pertenecemos.
C. Carrasco, Ciencias Sociales

Ningún hombre es un extraño
Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.
Porque hay otra cosa, que llaman también hombre, y es el sujeto de no pocas divagaciones más o menos científicas. Y es el hombre político de Aristóteles, el contratante social de Rousseau, el homo economicus de los manchesterianos, el homo sapiens de Linneo o, si se quiere, el mamífero vertical. Un hombre que no es de aquí ni de allí ni de esta época o de la otra, que no tiene ni sexo ni patria, una idea, en fin. Es decir, un no hombre.
Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida (adaptado)

Un bastón para caminar
La palabra "imbécil" viene del latín baculus y significa bastón. Así, el imbécil es el que necesita bastón para caminar.
Hay imbéciles de varios modelos, a elegir:
- El que cree que no quiere nada y dice que todo le da igual.
- El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario.
- El que no sabe lo que quiere y ni se molesta en averiguarlo.
- El que sabe qué quiere y por qué lo quiere pero lo quiere flojito, con miedo y con poca fuerza.
- El que quiere con fuerza y ferocidad, en plan bárbaro.
Fernando Savater, Ética para Amador (adaptado)

domingo, 9 de julio de 2017

Ricoeur: La creatividad como motor de la vida y de la filosofía

Paul Ricoeur es uno de los filósofos del siglo XX más significativos. Más allá de sus aportaciones filosóficas concretas, su obra se hace eco de los problemas e inquietudes que más han preocupado al ser humano de nuestro tiempo y a la vez es una gran caja de resonancia de lo mejor de la filosofía más actual. Su filosofía es un intento de dar cuenta de las posibilidades de la libertad humana, tanto en los textos como en la acción. El gran tema que vertebra su pensamiento, y que ha sido objeto de una búsqueda constante, es la cuestión de la creatividad. ¿Cómo es posible la creatividad? ¿Cuáles son las condiciones que hacen del ser humano un creador? ¿Cómo entender una realidad que permite la innovación y la libertad?

Paul Ricoeur 1913-2005
1. Conflicto de interpretaciones
En la filosofía de Paul Ricoeur se dan cita fidelidades opuestas y tradiciones diversas. En primer lugar, la filosofía reflexiva, cuyo origen se remonta a Descartes, con su preocupación por el tema de la conciencia y la identidad personal; en segundo lugar, la fenomenología y su interés por el análisis riguroso de la experiencia; finalmente, la transformación hermenéutica de esta última y su interés por el lenguaje y la historia. Pero junto a esta triple tradición en la que se inserta, se interesará por cuestiones religiosas, políticas, sociales, así como por las ciencias humanas. Uno de sus grandes méritos es haber logrado una síntesis de esta pluralidad de visiones de lo humano, muchas veces antagónicas. De ahí que hable de "conflicto de interpretaciones". Pero su actitud ante el conflicto no es ni la violencia, ni el reduccionismo, sino la mediación. El diálogo es la virtud esencial de este filósofo y por eso su filosofía es un constante "estar en la escucha" de aquello que pueda enriquecer nuestra visión de lo humano, venga de donde venga.

2. Acción y lenguaje
Sus primeras obras fueron un intento por comprender la acción humana y sobre todo cómo era posible la libertad. Muy pronto se dio cuenta de que el análisis directo era difícil y que podía ser más enriquecedor echar mano de las formas expresivas con que el ser humano comunica su poder hacer o sus imposibilidades. Por eso su descripción de la acción se transformó en una hermenéutica o interpretación de los lenguajes que expresaban este hacer.
De entre estos lenguajes son especialmente valiosos los de carácter simbólico, pues en ellos se refleja con mayor profundidad la condición humana. Y del símbolo pasó a estudiar otros lenguajes en los que el ser humano mostraba su capacidad expresiva y proyectiva, como son los lenguajes poéticos. En concreto, el estudio de la metáfora le dará la clave para entender la imaginación humana. Su obra posterior se verá marcada por un giro hacia lo práctico, curiosamente de donde había partido, pues del interés por la libertad de la imaginación (y no otra cosa es el lenguaje poético) pasará a interesarse por la imaginación de la libertad (es decir, la ética y la política).

3. Experiencia y mundos posibles
El mundo humano siempre es un mundo interpretado, por eso es tan importante la tarea hermenéutica.
Su filosofía querrá mostrarnos la capacidad imaginativa humana (con sus obras artísticas o sus proyectos, sus ideologías y sus utopías) y, a su vez, cómo la experiencia humana está marcada por estos mundos posibles. Su filosofía es por ello un intento de dar cuenta de las posibilidades de la libertad humana, tanto en los textos como en la acción. La filosofía misma no podrá ser más que un ejercicio de esta creatividad, pues, ¿qué es pensar sino imaginar lo posible y hacernos ver el mundo como horizonte de nuestra libertad?

4. La hermenéutica o el cuidado de las palabras
La filosofía hermenéutica, de la que Ricoeur será uno de sus más importantes representantes, prestará una especial atención al lenguaje. El lenguaje es más que lenguaje, es un vehículo de experiencia y de mundo. Por eso cuidar del lenguaje es cuidar de nosotros mismos. Ricoeur hará de este cuidado del lenguaje el objeto de su filosofía y verá en esta acción la posibilidad misma de cuidar de lo humano, pues "palabra" y "ser humano" se corresponden. La filosofía vive de esta correspondencia, y vive también para mantenerla.

La palabra humana: reflexión eficaz y acción reflexiva
Yo creo en la eficacia de la reflexión, porque creo que la grandeza del hombre está en la dialéctica del trabajo y la palabra; el decir y el hacer, el significar y el obrar están demasiado mezclados para que pueda establecerse una oposición profunda y duradera entre "teoría" y "praxis". La palabra es mi reino y no me ruborizo de ello; mejor dicho, me ruborizo en la medida en que mi palabra participa de la culpa de una sociedad injusta que explota el trabajo, no ya en la medida en que originalmente tiene un elevado destino. Como universitario, creo en la eficacia de la palabra docente; como profesor de historia de la filosofía, creo en la fuerza iluminadora, incluso para una política, de una palabra consagrada a elaborar nuestra memoria filosófica; como miembro del equipo Esprit [revista personalista fundada por E. Mounier en los años treinta], creo en la eficacia de la palabra que retoma reflexivamente los temas generales de una civilización en marcha; como oyente de la predicación cristiana, creo que la palabra es capaz de cambiar el corazón, esto es, el centro manantial de nuestras preferencias y de nuestras actitudes. En cierto sentido, todos estos textos son una glorificación de la palabra que reflexiona con eficacia y que actúa con reflexión.
P. Ricoer, Historia y verdad

Reinterpretar el pasado para ser utópicos
Pienso que la tarea del educador consiste en ser utópico y vinculado con ello me importa mucho la restauración del lenguaje. El mundo tecnológico en que vivimos y en que debemos aprender a vivir es un mundo sin pasado, un mundo proyectado hacia el porvenir, un mundo que tiende a borrar sus rastros. Ahora bien, el mundo de la cultura es un mundo de la memoria. Seguimos siendo y nos volvemos creadores a partir de una interpretación del pasado, que nos interpela sin cesar. Es aquí donde vendría a ubicarse la reflexión contemporánea sobre la hermenéutica, sobre nuestro vínculo con el pasado por medio de la interpretación.
P. Ricoeur, Ética y cultura