Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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sábado, 1 de julio de 2017

La filosofía, entre la convicción y la crítica

1. Vivir despiertos
El gran profeta, de Gargallo

La reflexión filosófica es una tarea ardua. Para realizarla se necesita una gran cantidad de saberes y, sobre todo, una actitud de búsqueda y crítica ante la vida.
Los dos puntos de apoyo de la reflexión filosófica son la convicción y la crítica. La filosofía es labor crítica, pero no podemos criticar por criticar. Criticar algo es tomar distancia, pero para eso necesitamos hacerlo desde algún sitio, desde unos criterios. Y estos criterios son nuestras convicciones.
Decir "convicciones" no es apelar a unas ideas dogmáticas. Al contrario, nuestras convicciones han de ser el resultado de un proceso de reflexión, de asumir conscientemente una serie de valores y perspectivas. Si no tenemos convicciones que defender y utopías que desear, ¿desde dónde criticaremos?, ¿cuál será el objetivo de nuestra crítica?, ¿para qué criticar?
La crítica de las idelogías, labor que ha de desempeñar la filosofía, sólo puede hacerse desde un horizonte utópico. Apuntando a un ideal de vida que consideramos estimable y deseable podemos criticar el presente, sus engaños y sus imperfecciones. Sólo así podremos ejercer responsablemente la acción filosófica. Sólo viviendo despiertos podremos criticar las ideologías que impiden reconocer la plenitud de la experiencia y de la vida; y, sólo así, podremos esbozar un horizonte de posibilidades para conseguir un mundo en el que realmente merezca la pena vivir y, así, hacer un poco más cercana la utopía.

2. Filosofía de la convicción y de la crítica
La filosofía ha de cuidar mucho de las convicciones. ¿Cómo elaborar una filosofía de la convicción y de la crítica? Presentamos una serie de propuestas para seguir pensando, aprendiendo y saboreando la experiencia de la vida. Esto es hacer filosofía: proyectar, imaginar, pensar. Siempre es un buen momento para comenzar a hacerlo porque, como decían los latinos, tua res agitur, que en castellano se dice "de ti depende". 

  1.-  Lo primero que tendríamos que hacer es ser conscientes de nuestras convicciones: qué valoramos, qué preferimos, qué nos mueve, por qué nos comprometemos, etc.
  2.-  Hemos de ser capaces de caer en la cuenta de que nuestras convicciones no tienen por qué ser las convicciones de los demás. Lo que yo prefiero y valoro puede no ser preferido y valorado de igual manera por los otros. Esto es muy importante pues nos hace salir de nuestro pequeño mundo y caer en la cuenta de que existen otras formas de ver la vida, y que en muchas cosas podemos no tener razón.
  3.-  Es muy importante la tarea constante de revisión y crítica de nuestras convicciones. No hay que tener miedo de cuestionarlas y debatirlas. Hay que asumir nuestras convicciones críticamente, si no lo hacemos podemos estar confundiendo convicción y convención. Quien vive según la convención vive desde lo que otros dicen o piensan, pero no desde sí mismo.
 4.-  Las convicciones así entendidas son el resultado de un continuado esfuerzo de sinceridad. Sólo siendo sinceros seremos auténticos y encararemos la vida valientemente. Necesitamos hacer un poco "campaña contra nosotros mismos", como decían Nietzsche y Unamuno. Quien tiene miedo a mirarse a sí mismo, vivirá con miedo, y vivir con miedo es una forma de ser esclavo.
 5.-  Las convicciones permitirán que tengamos las herramientas necesarias para desplegar posibilidades en el mundo. Son precisamente ingredientes de nuestra imaginación, de nuestra capacidad proyectiva, de nuestro deseo de cambiar el mundo; si no, el mundo acabará por cambiarnos a nosotros.

3. Responsabilidad y convicción
El proceso de vivir es difícil y arduo. No lo podemos hacer de cualquier manera, ya que tenemos una responsabilidad muy alta hacia muchas cosas y, en primer lugar, hacia nosotros mismos. Vivir es ir haciéndonos una "figura", en un sentido metafórico, un perfir, una manera de ser. Para ello necesitamos convicciones que nos permitan afrontar los retos y la tarea de creación de nosotros mismos.

Necesidad de "abrazar ideas" 
Los límites de las posibilidades históricas tienen su profundo fundamento en el ser del hombre. Nunca puede ser alcanzado en el mundo humano un estado final acabado, porque el hombre es un ser que trasciende constantemente sobre sí mismo; un ser no sólo inconcluso, sino también inconcluible. Una humanidad que sólo quisiera ser lo que es, perdería, al limitarse a sí misma, su ser humano. Pero en la historia necesitamos abrazar ideas, y debemos hacerlo si queremos darle un sentido a nuestra vida en comunidad. Los proyectos de paz eterna o los supuestos para ella siguen siendo verdad aun cuando la idea tomada como ideal concreto no se pueda realizar y, por el contrario, sobre toda concreción real quedan aún infinitos problemas.
Estos proyectos tienen su fundamento en una confianza infundable, es decir, la certidumbre de la fe, la creencia de que no todo es nada, de que no todo es sólo un caos sin sentido, un ir de la nada a la nada. De esta confianza emergen las ideas que nos guían en nuestro paso por el tiempo.
K. Jaspers, Origen y meta de la historia

Creer sí, pero de otro modo
La vida y la muerte de Sócrates son la historia de las difíciles relaciones que el filósofo mantiene con los dioses de la Ciudad, es decir, con los otros hombres y con lo absoluto petrificado que éstos le ofrecen. Si el filósofo fuera un rebelde, llamaría menos la atención. Pues, a fin de cuentas, cada uno sabe para sus adentros que el mundo tal y como está es inaceptable; nos gusta que esto se escriba, para mayor gloria de la humanidad, aunque quede en el olvido cuando cada uno vuelva a sus asuntos. La rebelión le gusta a todo el mundo. Con Sócrates la cosa cambia. Enseña que la religión es verdadera, y se le ha visto ofrecer sacrificios a los dioses. Enseña que se debe obedecer a la Ciudad, y él es el primero en obedecer hasta sus últimas consecuencias. Lo que se le reprocha no es tanto lo que hace, sino la manera de hacerlo, el motivo. Hay en la Apología una expresión que lo explica todo, cuando Sócrates dice a sus jueces: "Atenienses, creo tanto como aquellos que me acusan". Una expresión muy propia del oráculo; él cree más que ellos, pero también cree de otro modo que ellos y en otro sentido.
M. Merleau-Ponty, Éloge de la philosophie

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