Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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jueves, 14 de febrero de 2013

El ser humano desde la cultura

Nuestros orígenes no son solo biológicos, también son culturales. Somos seres culturales por naturaleza; incluso el desarrollo biológico necesita de lo cultural. Creamos cultura y, a la vez, la cultura nos crea. De ahí que los antropólogos afirmen que la cultura es nuestro "segundo útero". Seres necesitados de cultura para vivir, ¡así somos los humanos!, pero siempre lo seremos en una cultura particular. Y ¿qué hacer ante la pluralidad cultural? ¿Cómo vivir en la diversidad?

La cultura: universo simbólico
El hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen parte de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica.
E. Cassirer, Antropología filosófica

Animal cultural
El ser humano es un animal cultural. Esta definición, aparentemente tan sencilla, es la clave para entender lo que somos. Somos animales, por tanto contamos con unos orígenes biológicos; y somos culturales, lo cual nos diferencia del resto de los seres vivos. Pero ¿cómo se relaciona lo biológico y lo cultural? Hay que procurar articular correctamente ambas realidades.

Del modo estratigráfico al sintético
No podemos decir que todo se reduce a lo biológico, ni presentar lo cultural como "el triunfo" de lo humano sobre lo animal. Estas son dos visiones que no recogen totalmente la complejidad de la vida humana. Ambas son herederas de un "estilo estratigráfico" de presentar la relación entre biología y cultura, según el cual, una vez completado el desarrollo biológico, comenzaría el desarrollo cultural, ya sea para verlo como una prolongación de lo biológico o como una realidad completamente separada de la anterior.
El modelo sintético, avalado por recientes investigaciones antropológicas y biológicas, presenta los diferentes aspectos de la existencia humana más relacionados. Es un estilo que intenta integrar las aportaciones de diferentes campos de investigación, evitando tanto el reduccionismo como la separación. Pretende ofrecer una imagen más exacta del ser humano.

El ser humano, animal biocultural
Es falsa la oposición que se suele hacer entre biología y cultura. Por una parte, lo biológico humano no se desarrolla sin los elementos externos (culturales) y, por otra, la cultura presupone siempre determinados procesos biológicos. Así nace el llamado paradigma biocultural, es decir, una forma de explicar lo humano que integra lo biológico y lo cultural. Para cada uno de nosotros es tan natural lo biológico como lo cultural; no hay desarrollo lingüístico o emocional sin contacto cultural, por ejemplo, ni cultura sin determinadas capacidades biológicas. Somos producto de nuestro origen biológico, de nuestro origen cultural y de su mutua interacción. Un ser humano sin cultura ("antes de la cultura") es algo contradictorio o absurdo, como un círculo cuadrado. La naturaleza humana es biocultural.

El mito del buen salvaje
Es un mito que está presente de una y otra forma en la cultura occidental. Intenta explicar lo que sería el ser humano antes de integrarse en la sociedad y de tener cultura. Normalmente se presenta como una vida feliz, sin problemas y en armonía con el entorno.
Es un mito ya presente en la tradición judeocristiana y grecorromana. Según la primera, el hombre lleva a cabo una vida feliz (¡paradisíaca!) en el paraíso, pero el pecado le hace abandonarlo, lo que provoca la necesidad de trabajar (cultura). Para la segunda, hubo una Edad de Oro en que la vida humana es plenamente simple, sana, natural y dichosa.

En la época moderna este mito vuelve a aparecer con fuerza. Se extiende la idea de que la civilización y la cultura traen la desdicha y el malestar. Ya no se puede vivir en la naturaleza y hacer uso de ella de una manera sencilla, así como dominar el resto de los animales, hablar con ellos y conocer sus secretos. Tal sería el caso del "buen salvaje", descrito por Rousseau (siglo XVIII), al que la sociedad pervierte; o los "hombres de la selva", descritos por Kipling o presentes en la mitología más moderna y cinematográfica, como es el caso de Tarzán.
Ese ser humano "antes de la cultura" es una imagen que pervive en nuestra tradición desde sus orígenes (bíblicos y griegos) hasta la actualidad, pero es un ser que no ha podido existir ni existirá nunca: sin cultura no hay hombres. Sin embargo, el mito conserva su fuerza y nos obliga a preguntarnos qué es la cultura, cómo entenderla y, en definitiva, quiénes somos.

Nuestra naturaleza biocultural
Nuestras características biológicas nos fuerzan a ser culturales y nuestro desarrollo cultural transforma esas mismas características. Dos antropólogos, C. Geertz y A. Gehlen, han puesto de relieve esta relación mutua entre biología y cultura. Son claros defensores del llamado "paradigma biocultural".

Como consecuencia de su primitivismo orgánico y su carencia de medios, el hombre es incapaz de vivir en cualquier esfera de la naturaleza realmente natural y original. Por lo tanto ha de superar él mismo la deficiencia de los medios orgánicos que se le han negado y esto acontece cuando transforma el mundo con su actividad en algo que sirve a la vida. La naturaleza transformada por él en algo útil para la vida se llama cultura, y el mundo cultural es el mundo humano. Para él no han posibilidad de existencia en una naturaleza no cambiada, en una naturaleza no "desenvenenada". No hay una "humanidad natural" en el sentido estricto: es decir, no hay una sociedad humana sin armas, sin fuego, sin alimentos preparados y artificiales, sin techo y sin formas de cooperación elaborada. La cultura es pues la "segunda naturaleza"; esto quiere decir que es la naturaleza humana, elaborada por él mismo y la única en que puede vivir.
A. Gehlen, El hombre

Nuestras ideas, nuestros valores, nuestros actos y hasta nuestras emociones son, lo mismo que nuestro propio sistema nervioso, productos culturales, productos elaborados partiendo ciertamente de nuestras tendencias, facultades y disposiciones con que nacimos, pero ello no obstante productos elaborados. Chartres está hecha de piedra y vidrio, pero no es solamente piedra y vidrio; es una catedral y no solo una catedral, sino una catedral construida en un tiempo particular por ciertos miembros de una particular sociedad. Para comprender lo que Chartres significa, para percibir lo que ella es, se impone conocer bastante más que las propiedades genéricas de la piedra y el vidrio y bastante más de lo que es común a todas las catedrales. Es necesario comprender también -y, a mi juicio, esto es lo más importante- los conceptos específicos sobre las relaciones entre Dios, el hombre y la arquitectura que rigieron la creación de esa catedral. Y con los hombre ocurre lo mismo: desde el primero al último también ellos son artefactos culturales.
C. Geertz, La interpretación de las culturas

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