Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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martes, 26 de julio de 2016

Gadamer: Comprender el arte es descifrar la vida

Hans-Georg Gadamer (1900-2002)
Hans-Georg Gadamer es uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Tras la segunda guerra mundial y después de trabajar en numerosas universidades alemanas, llegó a Heidelberg, donde redactó su gran obra: Verdad y método. En un ambiente dominado por la filosofía de la ciencia o el marxismo, su obra parecía tener poca importancia porque habla de la "experiencia estética" y la "verdad del arte". Ahora bien, esta experiencia estética no es una experiencia añadida a otras experiencias humanas, sino una experiencia de relación, pertenencia y encuentro con el mundo. Comprender el mensaje de una película, una novela o una obra de arte es "comprender-se" a uno mismo en el mundo, "saber-se" perteneciendo a un mundo común. Por eso, "comprender el arte es llegar a descifrar la vida".

1. El gran libro del mundo
Hasta la publicación de Verdad y método (1960), la "hermenéutica" era una palabra que usaban los juristas y teólogos para describir las técnicas de interpretar sus textos. Desde entonces se ha convertido en la palabra que designa la experiencia de la condición humana porque el ser humano está en el mundo como un "intérprete", como alguien situado entre un conjunto de signos a los que les busca un sentido. Cada uno de nosotros es un "intérprete", un "hermeneuta" que cotidianamente descifra el sentido de su vida en el gran libro del mundo.

2. Dialogar y razonar
Para Gadamer, el diálogo no es un simple recurso que el ser humano tiene a su disposición para comunicarse. El diálogo no es un medio de comunicación, sino el medio propio que hace posible la comunicación. Dialogar no es hablar para transmitir o intercambiar un mensaje con la finalidad de convencer o razonar. Un diálogo exige disposición de los interlocutores para que entre ellos se produzca la comunicación. No como consecuencia de las razones que uno le impone al otro, sino como consecuencia de la palabra compartida. Esta palabra compartida guía a los interlocutores y ninguno de ellos ha "llevado la conversación". Para Gadamer, la filosofía no es una técnica para razonar, sino un arte de dialogar. 

3. El arte como juego, símbolo y fiesta
Esta idea de diálogo también le sirve para analizar el arte. Con el arte se establece un diálogo con el mundo. Hacemos que el mundo sea habitable y por ello el arte es "juego, símbolo y fiesta".
El arte es juego porque supone la existencia de unas reglas y un movimiento de la libertad humana. Al igual que el jugador, el artista siente el riesgo de la libertad para crear. Saber jugar es saber participar, saber poner las reglas al servicio de la libertad. También es símbolo porque la realidad de un cuadro, un poema o una obra musical representan mucho más que una simple tela, un conjunto de frases o una agrupación de signos. Son símbolos porque en ellas alguien expresa su identidad, pero también son un símbolo para el público porque con ella establece una comunicación y puede identificarse. La obra de arte permite descubrir sensaciones, recordar impresiones, traer a la memoria ideas o reconstruir experiencias. Así, el arte no sólo facilita la expresión, sino la interacción y la comunicación.
De la misma manera que los días laborales son días de separación y ocupación en nuestras actividades, los días de fiesta son días de comunidad, encuentro y celebración. Esta experiencia de la fiesta también es propia del arte como medio de comunicación. De la misma forma que la fiesta puede unir a los miembros de una comunidad, así Gadamer llega a decir que "la ópera o los discos de canciones modernas son igual de legítimos si tienen la capacidad de emitir un mensaje o instituir una comunicación".

4. La innovación artística en la sociedad de la información
Una de las preocupaciones más importantes de Gadamer ha sido la búsqueda de la dimensión histórica de los problemas filosóficos. Cuando en los años sesenta se extiende la idea de que puede desaparecer el criterio para valorar una obra de arte, Gadamer recuerda que se trata de un problema antiguo que hoy se plantea de forma nueva: ¿qué es una obra de arte en una cultura de masas donde el ser humano vive una existencia fragmentada?, ¿qué sensibilidad tiene el ciudadano en la era de la información? Más que hablar de "fin del arte", es preferible hablar de los comienzos de un "arte nuevo" para una nueva sensibilidad.

Innovación y resistencia
En una época en la que las técnicas de información y reproducción constituyen una auténtica lluvia de estímulos sobre los seres humanos, la realización del arte se ha convertido en una tarea difícil. El artista de la actualidad, sea cual sea su arte, tiene que luchar contra una marea que embota toda sensibilidad. Precisamente por esto el artista actual tiene que ofrecer excentricidades para que la fuerza persuasiva de su obra resulte efectiva y la excentricidad se convierta en una nueva familiaridad. El pluralismo de la experimentación es por ello inevitable en nuestra época. La excentricidad hasta el límite de los incomprensible es la única ley bajo la cual la fuerza creadora del arte puede realizarse en una época como la nuestra.
Hoy se trata de incorporar el arte a la existencia terriblemente fragmentada en que no deja de moverse el arte actual. Si cambian las formas de vida al mismo ritmo que nuestro presente, las respuestas artísticas a este presente tendrán que contener una fuerza especialmente excéntrica. Tal vez la diferencia entre el arte actual y el anterior no sea tan grande como suele parecer cuando desde el presente se reflexiona en profundidad sobre su actualidad o su pasado más inmediato. Lo que se ha llamado el "fin del arte", el fin de la incansable voluntad creadora de los sueños y los deseos humanos, no se producirá mientras los seres humanos conformen su propia vida. Cualquier hipotético "fin del arte" será el comienzo de un arte nuevo.
H.-G. Gadamer, La herencia de Europa (adaptado)

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