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jueves, 7 de febrero de 2019

La idea del inconsciente hasta el psicoanálisis de Freud

1. Precursores del psicoanálisis
La idea de una mente inconsciente, aunque usualmente se asocia al nombre de Sigmund Freud, es muy anterior en la historia del pensamiento. Podemos encontrarla en Platón, quien habla de conocimientos adquiridos antes del nacimiento, olvidados posteriormente y recuperables por medio de la reminiscencia: para Platón, y para casi todo el pensamiento antiguo y medieval, la mente consciente es sólo una parte o aspecto de la totalidad del alma.
Sin embargo, en el siglo XVII, Descartes separa tajantemente el mundo material, caracterizado por la ocupación de un espacio y la ausencia de pensamiento, de la mente pensante, cuya esencia es precisamente eso: pensar (es decir, ser consciente). De esta forma, el alma se convierte en una realidad experimentable a la que se empieza a llamar mente o conciencia: lo mental es consciente, lo único que no tiene conciencia es lo material; una mente no consciente es, según esto, una mente no mental: una contradicción en los términos.
La naciente psicología científica, introspeccionista, siguió el camino marcado por Descartes, pero desde otros campos (filosofía, literatura, medicina...) se fue abriendo camino la idea del inconsciente. Un hito importante es la publicación, en 1869, de la obra Filosofía del inconsciente, de Eduard von Hartmann, que recogía ideas de Schopenhauer y que posteriormente influiría en la filosofía de Nietzsche (autor este último en el que el propio Freud encontraría sorprendente e inesperadas coincidencias en sus propios puntos de vista).

 Lo irracional: Schopenhauer, Hartmann, Nietzsche   
Una de las raíces de la idea de inconsciente se encuentra en la filosofía irracionalista alemana, nacida como reacción contra el idealismo de Hegel, que afirmaba la equivalencia entre realidad y razón: "Todo lo real es racional; todo lo racional es real". Arthur Schopenhauer (1788-1860) descubre un fondo irracional de la realidad, impulso ciego sin finalidad clara, que se manifiesta en el hombre como deseo siempre insatisfecho (voluntad de vivir). Siguiendo esta vía, Eduard von Hartmann (1843-1906) llama inconsciente a ese mismo fondo irracional y titula su obra más conocida Filosofía del inconsciente. El deseo insatisfecho toma en Nietzsche (1844-1900) la forma de voluntad de poder, impulso que es la esencia de la vida y cuya represión por parte de la razón (lo apolíneo que aplasta lo dionisíaco) es la raíz de la enfermedad moral, la decadencia.

A finales del siglo XIX, cuando Freud inicia su actividad profesional como médico, varios científicos trabajan en el estudio de fenómenos mentales cuya única explicación plausible es la admisión de un psiquismo inconsciente: se trata, sobre todo, de la hipnosis (durante el trance, el sujeto hipnotizado recibe sugerencias que luego no recuerda, pero que determinan su conducta) y la enfermedad que en ese momento se conoce como histeria (del griego hístera, útero, ya que alguna vez se pensó que se trataba de una enfermedad radicada en dicho órgano y que afectaba exclusivamente a mujeres), y que podemos describir como una disfunción corporal cuya causa es mental, pero desconocida para el sujeto.
Los precursores de Freud en la investigación del inconsciente, que influyeron directamente sobre él, son básicamente tres:
  • El francés Charcot trataba mediante hipnosis a enfermos de histeria, que obedecían sus instrucciones de recuperar la capacidad física perdida (por ejemplo, el ciego veía o el paralítico volvía a mover las piernas); de esta forma quedaba demostrado el origen mental de estas enfermedades, cuyos síntomas eran removibles por medio de la hipnosis.
  • Bernheim, a cuyas clases también asistió Freud, investigó profundamente el fenómeno hipnótico como resultado de la sugestión verbal. Experimentó con sujetos a los que estando hipnotizados daba órdenes que después, ya despiertos, obedecían al pie de la letra; asimismo, les ordenaba olvidar algún hecho o pensamiento para después indicarles que, tan pronto como hiciera un gesto cualquiera (por ejemplo, tocarles con un dedo en la frente), recordaran lo olvidado: de esta forma demostraba que tanto el olvido como el recuerdo pueden ser provocados por mecanismos mentales inconscientes.
  • Fue, finalmente, el vienés Josef Breuer quien, además de apoyar moral, intelectual y materialmente a Freud en los inicios de su carrera profesional, aportó un método de tratamiento de la histeria que después, apenas modificado salvo por el hecho de excluir la hipnosis y sustituirla por la asociación libre, daría lugar al psicoanálisis.
2. Hacia el concepto de represión: el caso de Anna O
El propio Freud atribuye a Breuer el descubrimiento de lo esencial del método psicoanalítico en su método catártico-hipnótico, que aplicó en el tratamiento de una enferma de histeria que aparece mencionada en la literatura psicoanalítica con el falso nombre de Anna O. 

Josef Breuer, Anna O y Freud
La enferma presentaba extraños síntomas como la parálisis ocasional de un brazo, la incapacidad de beber o el olvido de su propia lengua materna, síntomas que se habían manifestado en su mayoría en la época en que Anna se ocupó de cuidar a su padre gravemente enfermo.
Breuer utilizó la hipnosis para ayudar a la paciente a recordar los pensamientos y emociones asociados a la primera aparición de esos síntomas. Cuando, estando hipnotizada, le preguntó acerca de la repugnancia a beber, recordó un episodio ocurrido años atrás:

Contó con extremadas muestras de asco que un día había entrado ella en la habitación de su institutriz inglesa, a la que no tenía gran afecto, y había visto que su perrito, un animalucho repugnante, estaba bebiendo agua en un vaso; mas no queriendo que la tacharan de descortés e impertinente no había hecho observación alguna. Después de exteriorizar enérgicamente en este relato aquel enfado, que en el momento en que fue motivado tuvo que reprimir, pidió agua, bebió sin dificultad una gran cantidad y despertó de la hipnosis con el vaso en los labios. Desde ese momento desapareció por completo la perturbación que le impedía beber.

El proceso que había llevado a Anna al desarrollo del síntoma aparecía evidente a los ojos de Breuer: una emoción retenida se había convertido en un impulso reprimido que actuaba desde la mente inconsciente provocando la formación de un síntoma asociado a la emoción originaria. Tan pronto como la emoción se expresa de forma consciente, el rodeo por el cual se vuelve primero inconsciente y después llega a la conciencia en forma de síntoma se vuelve superfluo: el síntoma, pues, desaparece y la paciente queda curada.
En ocasiones, la emoción reprimida es un deseo inconfesable: el propio Freud cuenta el caso de otra paciente, con síntomas similares a los de Anna O, que disfrazaba la atracción sexual hacia el marido de su hermana en forma de cariño fraternal; cuando después su hermana cayó enferma y murió, su primer pensamiento al ver el cadáver fue: "Ahora ya no hay obstáculo para que él se case conmigo". La joven se horrorizó ante la aparición de esta idea y no sólo reprimió ésta, sino que olvidó también las circunstancias en que se manifestó (la muerte de su hermana).
¿Qué es, pues, la represión? Es el mecanismo mediante el cual un contenido mental (pensamiento, deseo, etc.) consciente pero peligroso es convertido en inconsciente: el sujeto lo retira de la conciencia, "se olvida" de él para que no le perturbe; sin embargo, como hemos visto en los ejemplos anteriores, por volverse inconsciente el proceso mental no deja de existir, más bien conserva su fuerza como impulso y busca la forma de llegar de nuevo a la conciencia. Es como si en una clase un alumno molesto fuera expulsado del aula y enviado al pasillo, pero desde allí siguiera golpeando la puerta y haciendo todo tipo de ruidos para interferir en la marcha normal de la clase: en esta comparación, el aula equivale a la vida consciente y el pasillo a la mente inconsciente. 
 

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