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sábado, 1 de febrero de 2020

Organización funcional del cerebro

1. Introducción
Los famosos mapas frenológicos de Gall del siglo XIX fueron sustituidos por las zonas funcionales de la corteza cerebral, tras verificar los cambios de conducta que traían consigo ciertas lesiones de porciones de cerebro. Broca tuvo ocasión de descubrir en el cerebro de un enfermo que había padecido graves alteraciones del lenguaje motor o expresivo, la destrucción del tercio posterior de la circunvolución frontal inferior, reafirmándose el denominado "centro de las imágenes motoras del lenguaje". Este síndrome se denominó "afasia motriz".
Wernicke demostró que la lesión de la corteza cerebral alrededor del tercio posterior de la circunvolución temporal superior del hemisferio izquierdo, originaba un cuadro clínico distinto al descrito por Broca: en él se daba la posibilidad de articular la palabra, pero la comprensión del lenguaje estaba profundamente alterada, aun con integridad de la audición. A este síndrome lo denominó "afasia sensitiva", descubriendo el centro de la comprensión del lenguaje.
Jackson pretende imponer un enfoque funcionalista frente al localizacionista. La organización cerebral debe estudiarse según el nivel de estructura más que la localización. Pero Monakow y Goldstein pusieron en duda tal creencia, afirmando que los procesos complejos de conducta precisaban de la actividad conjunta del cerebro.
Luria (1978) y la escuela rusa llegaron a la concepción dinámica de tres floques funcionales. Ninguna capacidad superior (memoria, lenguaje, percepción, pensamiento) puede ser considerada como una función directa de un grupo celular localizado en una zona cerebral concreta, sino como sistemas funcionales complejísimos en los que participan muy diversas estructuras, diversamente localizadas. En lo que respecta al concepto de localización, Luria afirma que, aun aceptando que ello se da en actividades elementales, no hay por qué generalizar tal concepción a los sistemas funcionales complejos. Las formas superiores de los procesos psíquicos poseen una base estructural muy compleja, fruto de la influencia de muy diversos factores orgánicos y sociales, que van produciendo sus frutos a lo largo de la ontogenia, lo que va en contra de la idea de que todo ello asiente en un lugar concreto del cerebro, siendo más lógico pensar en distribuciones extensas, en sectores a veces lejanos, aunque funcionalmente interrelacionados.
Vigotsky y Leontiev han demostrado que las formas superiores de la actividad consciente se apoyan en ciertos medios externos, y por ser estos últimos de formación histórica, van creando conexiones progresivas, aunando funcionalmente sectores cerebrales que antes trabajaban independientemente. Los procesos psíquicos humanos no están permanentemente localizados en estructuras estables, sino que se modifican a lo largo del desarrollo ontogénico, gracias al aprendizaje (por ejemplo, la escritura). Durante la ontogenia no sólo se cambia la base estructural de las funciones, sino también la organización interfuncional de los elementos participantes, lo que va concediendo a cada estructura un diferente papel según el momento evolutivo de que se trate.
Si la actividad psíquica constituye un sistema funcional complejo de estructuras cerebrales, la lesión de un punto concreto puede traer consigo la desaparición o desorganización de todo el sistema funcional, sin que ello implique necesariamente que la zona lesionada sea la única responsable del proceso o de todo el sistema funcional.
Hoy día se acepta que el cerebro está organizado según tres bloques funcionales, que trabajan mancomunadamente: un primer bloque encargado de la regulación del tono y la vigilia, un segundo bloque dedicado a la recepción, codificación y almacenamiento de la información procedente del exterior, y un último bloque centrado en la programación, regulación y control de la actividad psíquica.

2. Bloque regulador del tono y la vigilia
La existencia de un cierto nivel de alerta y la presencia de un determinado tono energético son imprescindibles para poner en marcha la conducta. Las estructuras cerebrales encargadas de esto se asientan en regiones del tronco cerebral, concretamente en el tálamo, el hipotálamo y la formación reticular (que posee fibras ascendentes y descendentes que unen el córtex con las regiones inferiores y viceversa). También participa la corteza límbica, situada en las porciones mediales (interiores) de los hemisferios. La formación reticular (FR) tiene un papel muy importante en el mantenimiento del estado de vigilia y activación del córtex. En lo que respecta a las fuentes de activación de la FR, podemos decir que aunque el SNC se halla siempre en un estado de activación, son tres las fuentes que acentúan el tono:
a) Por la acción de los procesos metabólicos del organismo, cuya principal regulación viene ocasionada por el hipotálamo. La FR participa en la activación de elementos metabólicos complejos que toman parte en la organización del comportamiento (por ejemplo, la sexualidad).
b) En la llegada al organismo de las informaciones procedentes del mundo exterior, poniendo en marcha la atención o más concretamente el Reflejo de Orientación (RO), imprescindible para la adaptación elemental al entorno e incluso para sostener los procesos cognoscitivos, afectivos y motivacionales.
c) Procede del funcionamiento del tercer bloque funcional del cerebro, que está encargado de los planes, proyectos y programas de conducta, en el sentido de dirigirla según los propósitos del sujeto: todo propósito enunciado verbalmente, ya como pensamiento, ya expresivamente, activa el córtex y las consiguientes acciones a emprender o llevar a cabo.

3. Bloque de recepción, elaboración y almacenamiento de la información
Los  componentes de este segundo bloque funcional del cerebro, encargado de recibir, elaborar y almacenar la información, son estructuras que ocupan los sectores exteriores de la corteza: área visual (región occipital), área auditiva (región temporal) y área somatosensorial (región parietal). Las neuronas de este bloque no se rigen según el principio de los cambios graduales (como sucede en el bloque primero), sino según la "ley del todo o nada".
Las diversas estructuras que componen este bloque están adaptadas para recibir los estímulos que llegan desde los receptores periféricos al SNC, fraccionándolos en un número inmenso de componentes para su inmediato análisis y posterior combinación en precisas estructuras funcionales. Todo ello es posible gracias a la alta especificidad modal de sus neuronas.
La base de este bloque está constituida por las áreas primarias o de proyección del córtex, las cuales están rodeadas de áreas corticales secundarias o gnósicas (áreas de Brodman). En todos los casos hay una organización jerárquica, con zonas de especificidad modal más o menos acentuada, según se trate de las áreas primarias o de las secundarias.
La actividad psíquica humana no transcurre discontinuamente, a partir de elementos informativos aislados (visión, audición, tacto, etc.), sino que cualquier recepción de información forma un conjunto sistémico integrado. Para ello debe recurrirse al trabajo de las llamadas áreas terciarias, zonas situadas en el límite de la corteza occipital, temporal y parietal. En estas áreas tiene lugar la integración de las informaciones provenientes de los distintos analizadores, siendo sus neuronas multimodales. Tras sus síntesis pueden llevarse a cabo los procesos de simbolización, para operar con el significado de las palabras, con estructuras gramaticales y lógicas, con sistemas numéricos y con relaciones complejas y abstractas. Las áreas terciarias son los aparatos de transformar la percepción concreta en pensamientos abstractos, sirviendo también para el almacenamiento de la información.
Las leyes fundamentales que rigen el trabajo de este bloque, según Luria, son:
Ley de estructura jerárquica: La tendencia fundamental de la interacción de las áreas primarias, secundarias y terciarias va dirigida de abajo a arriba. Así, el niño necesita de la integridad anatómica y funcional de las áreas primarias para que funcionen las otras, mientras que en la adultez las cosas se invierten, tomando primacía las zonas terciarias (Vigotsky), por lo que en la etapa tardía de la ontogenia, la línea de interacción es de arriba a abajo.
Ley de especificidad decreciente: Las áreas primarias poseen la máxima especificidad modal, las secundarias en grado menor y las terciarias aún más reducida.
Ley de la lateralización progresiva de funciones: Cada uno de los hemisferios está especializado en tareas concretas. La lateralización entra en acción a medida que se pasa de las áreas primarias a las secundarias y terciarias. El hemisferio cerebral izquierdo de la mayoría de los humanos se convierte en dominante, haciéndonos diestros. Tal hemisferio se responsabiliza de la organización de la mayoría de las funciones psíquicas superiores, especialmente las relacionadas con el lenguaje, el raciocinio, la memoria verbal activa, etc. El hemisferio derecho también tiene sus funciones concretas, pero ejerce habitualmente un papel subordinado (salvo en los zurdos): así, aspectos relacionados con la construcción espacial, la ideación no verbal, la comprensión del lenguaje, etc. ...

4. Bloque de programación, regulación y de control de la actividad
El tercer y último bloque asegura la organización de una actividad consciente, dirigida hacia un fin y por tanto eficaz, dada su especialización en programar, regular y confrontar las actividades superiores. El hombre no se limita a reaccionar de forma pasiva ante los estímulos o informaciones, sino que forma propósitos, organiza planes y establece programas de actuación, cuidando sus cumplimientos y verificando los resultados alcanzados.
La porción esencial de este tercer bloque son los lóbulos frontales o más exactamente los sectores prefrontales del cerebro, que poseen pequeñas neuronas que conectan muchas áreas y zonas entre sí (de la corteza, de la FR, etc.). Las conexiones con la FR tienen influjos activadores e inhibidores mutuos, haciendo mantener o abandonar las tareas emprendidas, por aumento o descenso de la activación. Estos sectores prefrontales del cerebro no sólo participan en conductas presentes, sino también en acciones orientadas hacia el futuro.

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