Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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jueves, 11 de junio de 2020

Los mecanismos de defensa del yo

Cuando el yo es alcanzado por la angustia, el aparato psíquico ha perdido su homeostasis. En tales condiciones, el yo recurre a sus defensas para recuperar el equilibrio interno y el oportuno ajuste ambiental.
El proceso dinámico de la actuación defensiva es como sigue: cuando el yo y/o el superyo se enfrentan a determinados deseos pulsionales, precisamente los calificados como inaceptables por aquellas instancias, nace un estado de angustia que alerta al yo; entonces se pone en marcha una descatexia de los contenidos prohibidos, perdiendo éstos su empuje y dejando libre una cierta cantidad de energía, que no puede permanecer en tal estado, pues acentuaría la angustia previa. En tal situación, el yo reutiliza tal energía psíquica contracatexiando otros elementos o representaciones más aceptables para el yo y el superyo, trayendo esto consigo: la formación de sus contenidos susceptibles de pasar la censura y lograr un cierto grado de satisfacción pulsional, más o menos enmascarado. Estas formaciones de compromiso poseen a veces un carácter positivo y adaptativo, pero en otros casos llegan a constituir verdaderos síntomas, formando rasgos anómalos del carácter o de la conducta, ya en su vertiente neurótica o perversa. Las características de las defensas son:

 a  Represión: Consiste en rechazar hacia el inconsciente, haciendo que quede ahí retenido, cualquier deseo, pensamiento, recuerdo o imagen ligados a una pulsión inaceptable por el yo o por el superyo. La satisfacción de tal pulsión supondría un peligro para otras exigencias. La represión, como todas las defensas, es inconsciente e involuntaria. La represión no es algo definitivo, por lo que el aparato psíquico precisa siempre energía para mantener lo reprimido en el ello. La represión tiene tres tiempos: represión primordial o primaria, que no recae en la pulsión como tal, sino sobre sus signos o representantes que no llegan al consciente; represión propiamente dicha, y el retorno de lo reprimido (sueños, actos fallidos, síntomas, etc.).
 b  Formación reactiva: Es una actitud o hábito psicológico de sentido opuesto a un deseo reprimido y que se ha constituido como una reacción contra éste (por ejemplo, el pudor frente a las tendencias exhibicionistas).
 c  Desplazamiento: Consiste en separar la representación y el afecto que componen el deseo pulsional, invistiendo tal afecto a otra representación simbólica con el elemento prohibido y ligado a aquella por una cadena asociativa, aceptado por el yo.
 d  Aislamiento: Aislar un pensamiento o un comportamiento de tal forma que se rompan sus conexiones con otros pensamientos o con el resto de la existencia del sujeto (por ejemplo, ritos).
 e  Anulación: Se deshace de forma mágica o simbólica algo que efectivamente se ha realizado o se ha deseado llevar a cabo (por ejemplo, cerrar la llave del gas).
 f  Negación: Consiste en rechazar la percepción de una realidad interna o externa que representa algo prohibido (por ejemplo, negar un deseo).
 g  Conversión: Transformar inconscientemente un conflicto intrapsíquico en un trastorno de apariencia somática que lo simbolice (por ejemplo, parálisis, temblores, alteraciones de memoria y vigilancia, etc.).
 h  Racionalización, intelectualización y subestimación: La racionalización es un proceso mediante el cual el sujeto intenta dar una explicación coherente desde el punto de vista lógico o moral, a una actitud, un acto, una idea, un sentimiento, etc., cuyos motivos verdaderos no percibe, o no desea conocer, pues ello traería consigo ciertos afectos displacenteros. La intelectualización es un intento por parte del sujeto de dar una formulación discursiva a sus conflictos con el fin de tenerlos bajo control y evitar la emergencia de sentimientos displacenteros. Mediante la subestimación, el sujeto expresa una serie de razones para desvalorizar lo que de hecho no ha podido conseguir, aunque siga deseándolo.
 i  Introyección, interiorización, incorporación e identificación: La introyección es un proceso por el cual el sujeto hace pasar de “fuera” a “dentro”, en forma fantasmática, objetos y cualidades inherentes a esos objetos. La interiorización o internalización es cuando el individuo transforma determinadas relaciones intersubjetivas en relaciones intrasubjetivas (por ejemplo, las relaciones del individuo con su padre o madre las mantiene
entre el superyo y el yo). La incorporación es la introducción fantasmática del objeto o de parte del objeto dentro de la propia corporalidad. Mediante la identificación se asimilan cualidades normales o patológicas del objeto, que pasan a ser características de la propia personalidad (por ejemplo, asimilación de un yo a un yo ajeno).
 j  Proyección: El yo expulsa fuera de sí, localizándolo en otra persona o cosa, aquellas ideas, cualidades, deseos, sentimientos e incluso objetos internos que no pueden admitirse como propios.
 k  Sublimación: Consiste en la sustracción por parte del yo, de la energía pulsional que carga un contenido inconsciente prohibido o rechazado, dirigiendo tal energía desde la meta original hacia una finalidad distinta, valorada personal o socialmente (por ejemplo, el arte).

Son defensas exitosas la sublimación, la formación reactiva y la identificación. Las demás son patógenas.

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