Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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miércoles, 28 de diciembre de 2022

El malestar en la cultura

Autor: Sigmund Freud (1856-1939)

Médico austriaco, padre del psicoanálisis

Freud nació en Freiberg, Moravia, cuando formaba parte del Imperio Austríaco (actualmente, la ciudad se denomina Příbor, en la República Checa). De origen judío, su familia se trasladó a Viena cuando contaba con tres años de edad. Con 17 años ingresó en la Universidad de Viena para estudiar medicina.

Su primera publicación importante fue La interpretación de los sueños, en 1899, inaugurando el psicoanálisis, una nueva disciplina científica y un cambio paradigmático importante en el modo de entender la mente humana.

En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, Freud fue considerado enemigo por su condición de judío y por sus estudios sobre el inconsciente. Sus libros fueron quemados públicamente y su familia acosada. Se marchó de Viena y consiguió asilo en Londres.

En 1939, destrozado por los dolores de un cáncer de paladar, recibió una sedación terminal para evitarle los sufrimientos que estaban deteriorando su cuerpo.

El malestar en la cultura se publica en 1930. Se trata de un ensayo que va más allá de los planteamientos psicoanalistas, de manera que resulta un trabajo de interés para la sociología, la filosofía e incluso para la política.

Ideas seleccionadas:

- La vida humana en común sólo resulta posible cuando se reúne una pluralidad que es más fuerte que cualquiera de los individuos y se mantiene cohesionada frente a cualquiera de los individuos. Esta sustitución del poder del individuo por el de la comunidad es el paso cultural decisivo. El siguiente requisito cultural es, por tanto, el de la justicia, esto es, la seguridad de que el orden legal, una vez instaurado, no volverá a ser violado en favor de un individuo. El resultado final debe ser un derecho al que todos -al menos todos los aptos para vivir en comunidad- hayan contribuido con el sacrificio de sus instintos.
- Al hombre primitivo le iba mejor porque no conocía ninguna restricción a sus instintos. Como compensación, su seguridad de gozar durante mucho tiempo de tal felicidad era mínima. El hombre culto ha cambiado una parte de la posibilidad de felicidad por una parte de seguridad. Pero no queremos olvidar que en la familia primitiva sólo el jefe disfrutaba de tal libertad de los instintos; los demás vivían oprimidos como esclavos.
- La cuestión crucial para la especie humana me parece que es si y en qué medida conseguirá su evolución cultural dominar la perturbación de la convivencia producida por el instinto agresivo y autodestructivo humano. Los seres humanos han llegado ahora tan lejos en el dominio de las fuerzas naturales que con su ayuda les resulta fácil exterminarse los unos a los otros hasta el último hombre. Esto lo saben: de ahí buena parte de su inquietud actual, de su infelicidad, de su talante angustiado.

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